sábado, diciembre 19, 2009

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) comentra el libro de Ana Teresa Torres: "La herencia de la tribu"

Artículos de opinión de los historiadores

Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en El Universal. El subrayado es nuestro.
En la tribu piensan
Pese a las aberraciones que denuncia, la obra nos deja llenos de esperanzas
Ana Teresa Torres ha recibido el favor del público por sus novelas, algunas de las cuales se han convertido en éxitos de recepción entre amplias capas de lectores. En Doña Inés contra el olvido y El exilio del tiempo, por ejemplo, ha demostrado una maestría de narradora que se ha celebrado con justicia. También ha destacado en el campo de las disquisiciones en torno a temas de literatura, con obras como El hilo de la voz y Antología de escritoras venezolanas del siglo XX. Hoy nos entrega un título excepcional, no sólo porque se sale de la línea habitual de sus aportes sino especialmente por la calidad de su contenido: La herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana (Alfa, 2009), que no dudo en recomendar.
Tal vez sea redundante la afirmación de que el libro está bien escrito, viniendo de la pluma de una renombrada autora, pero también asegurar que está bien pensado, cuando en otros trabajos ha comprobado ella su destreza en el desarrollo de variados argumentos. Pero conviene reiterar esos atributos. A través de una prosa grata y clara, desentraña las influencias que han movido la vida de los venezolanos, especialmente el universo de las imágenes más sugerentes, hasta llegar a la actualidad que forma la médula de su preocupación. La autora se remonta a una madeja de ideas, pareceres y sensaciones susceptibles de determinar la mentalidad de la ciudadanía desde el siglo XIX, y termina por presentar su propio juicio sobre la evolución de las influencias y sobre el pantano de la actualidad en cuyo fondo se han estacionado. Tenemos frente a la vista dos tipos de ejercicio intelectual: la investigación del pensamiento pensado hasta nuestros días, operación en la que llega hasta los límites de lo exhaustivo, casi sin dejar fuente de trascendencia en su consulta; y el aporte de una reflexión personal que termina por producir unos escalofríos desde cuya experiencia estimula la conducta de la sociedad para que se atreva a buscar horizontes auspiciosos. No escribe un libro de historia, sino una reflexión cuyo fundamento se localiza en un soporte historiográfico que le permite llegar a conclusiones dignas de atención. Tampoco pretende la descripción de textos recientes de la sociología, la politología, la psicología social, la investigación artística y la crónica de coyuntura, pero recoge lo esencial de sus aportes para vincular lo que pudieron pensar los historiadores sobre el nacimiento de la república con los análisis sobre la actualidad que no han dejado de mover la opinión de un sector calificado de receptores.
Se aproxima a un asunto ya trajinado, el peso de la gesta de Independencia y de su artífice mayor en la posteridad venezolana, pero las relaciones que establece con la legitimación de la “revolución bolivariana” y con las poses de su líder, así como con el menjurje de posturas revolucionarias del siglo XX europeo y latinoamericano que adhieren y con una urdimbre de sinrazones que sólo se pueden desenvolver sin estrépito en el patio de un manicomio, desembocan en una explicación no sólo convincente sino también capaz de iluminar al lector deseoso de descifrar el rompecabezas de su existencia bajo la tutela de Chávez. Debe recordarse que Ana Teresa Torres es psicóloga y psicoanalista profesional, formación de la que aprovecha un saber mediante el cual enriquece la interpretación de una sociedad atada a una malformación de la memoria, a un eclipse empecinado de modernidad y a un hábito de conformidad cuya superación depende del crecimiento de un desencanto juntado con una dosis de clarividencia que no se vislumbran todavía en el panorama de principios del siglo XXI. Conclusiones desalentadoras, en principio, pero también sugerencia de rutas inexploradas, forman parte del descubrimiento al que puede acceder el defraudado “beneficiario” de La herencia de la tribu.
Entre los aspectos positivos que se pueden recuperar mediante la consulta del libro hay uno sobresaliente: muchos miembros de la tribu han pensado con honradez sobre su destino y sobre el destino de sus semejantes. En diferentes épocas y desde diversas atalayas, no han cesado de interrogarse sobre la carga de la historia y sobre la necesidad de hacerla más llevadera, no han dejado de combatir contra la simplificación del pasado heroico y contra lo que nos ha dejado un inagotable recuento de pólvora y bayonetas como ilusión de sobrevivencia. Unos más que otros y con diferentes escalas de acierto y solvencia, muchos voceros de la tribu no han faltado a la obligación intelectual de las explicaciones comprometidas con la suerte de una república chueca en cuyo seno no pocos habitan como si cual cosa. La mayoría de tales voceros desfila en las páginas de Ana Teresa Torres, con ella a la vanguardia. De allí que, pese a las aberraciones que denuncia, la obra nos deje llenos de esperanzas.

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