viernes, febrero 12, 2010

TREINTA AÑOS DE LAS MAESTRÍAS DE HISTORIA EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO (1979-2009) (V)

En segundo lugar, favoreció la incorporación a la UCAB de egresados y profesores del Pedagógico y de la Escuela de Historia de la UCV a fin de que integraran su cuerpo docente. Ellos favorecieron un nivel de discusión y un ambiente que reforzó la investigación. Entre los más destacados se recuerdan al Padre Hermann, que dictó durante años el seminario de historia para los alumnos del último año de Ciencias Sociales, enamorando –después de asustarlos un poco con su imagen ceñuda y su voz de trueno: nomás que la fachada de un corazón de oro- a muchos para la investigación y, con ojo de scout, buscando talentos para futuros historiadores. Aureo Yépez Castillo escribió sus manuales de historia antigua (algo así como desarrollos específicos de diversos capítulos de su celebérrima Historia Universal de secundaria), fundamentalmente para sus alumnos de la UCAB. También redactó la historia de la universidad6. Adolfo Ostos en geografía –y primer jefe de departamento en 1972- y Santos Rodulfo Cortés en historia marcaron a generaciones de ucabistas. Un joven Elías Pino Iturrieta empezó a tejer sus ideas sobre el devenir republicano de Venezuela en la cátedra de Historia de Venezuela II. Héctor Zamora lleva décadas iniciando (y también enamorando) a los futuros docentes en el estudio de la geografía. En los pasillos, además, coincidían con otros historiadores que se desempeñaban en otras escuelas –Comunicación Social, Letras, Ciencias Sociales- en las que también hay cátedras de historia, como Manuel Pérez Vila, Guillermo Morón, Tomás Polanco Alcántara –aunque éste en la Escuela de Derecho, centrado en temas jurídicos- y Carlos Rodríguez Ganteaume, por sólo nombrar a tres.
El nacimiento de la maestría.
Pero hay otro de estos profesores venidos de la UCV y del Pedagógico que debe ser destacado: Oscar Abdala (1928-2003). Licenciado en historia egresado de la Universidad Central de Venezuela, con estudios de postgrado y diversas relaciones académicas en los Estados Unidos, con una larga vida docente y administrativa, pero además con la singularísima circunstancia de que antes de su “conversión” a académico e inscripción en la Escuela de Historia, sirvió durante varios años –y justo los muy tormentosos que fueron del 18 de octubre a la caída de Pérez Jiménez- en la Armada venezolana, por lo que era también un hombre de mar y de galones castrenses. En 1969 ingresó al Departamento de Ciencias Sociales. Acá haría escuela. Era uno de esos viejos maestros brillantes en la cátedra -sus eruditas clases de historia moderna aún son muy recordadas, con cariño y admiración- aunque poco dados a la escritura, que “amasaba” y deleitaba a sus alumnos, convencidos de que la educación es fundamentalmente un proyecto moral, que se construye con la cabeza y con el corazón.

Pues bien, hacia mediados de la década de 1970, Abdala propone y empieza a diseñar una maestría en historia de América dentro del marco de la Facultad de
Humanidades y Educación. Su preocupación estaba en buscar un remedio para las deficiencias en la formación de los profesores de historia de bachillerato, cosa que ya evaluaba como muy peligrosa entonces; así como en crear una alternativa a los enfoques imperantes en la Escuela de Historia de la UCV y en la recién nacida maestría de aquella universidad. Además temía por su viabilidad a largo plazo por ciertos problemas que ya identificaba entonces.

(6) Aureo Yépez Castillo, La Universidad Católica Andrés Bello en el marco histórico-educativo de los jesuitas en Venezuela, Caracas, UCAB, 1994.

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