viernes, octubre 05, 2018

Breve entrevista al novel historiador venezolano (24): Néstor Rojas López (I)





2. Breve resumen (datos precisos porque luego se ampliarán estos temas) de su vida como historiador: (ciudad de nacimiento, año), ciudad donde vive actualmente, donde hizo el pregrado y postgrado, ¿docencia?, investigación, ponencias, publicaciones EN GENERAL.

Nací en la ciudad de Mérida en 1987, mi actual lugar de residencia. Egresé en 2011 de la Escuela de Historia de la Universidad de los Andes y en este momento me encuentro adelantando estudios de posgrado en la Maestría en Historia de Venezuela de esta misma casa de estudios. Al mismo tiempo soy  tesista del  Programa de Profesionalización Docente (PPD-ULA) para optar al título de Licenciado en Educación mención Ciencias Sociales, y participante del programa de generación de relevo PLAN-II por el área de Geografía Histórica en la Facultad de Humanidades y Educación (ULA). Investigador Nivel A (2015) del Programa de Promoción al Investigador (CDCHTA-ULA) y autor de publicaciones enmarcadas en líneas de investigación sobre problemas socio-históricos del siglo XVII y siglo XX. Actualmente me desempeño como docente de Educación Media General en el área de Geografía, Historia y Ciudadanía.

3. ¿Cuándo y cómo nació su vocación como historiador?

Ciertamente, en mi caso constituye una vocación. Me nació en algún momento de mi temprana adolescencia en el permanente contacto familiar, sobretodo a través de mi padre, con los temas de índole política que fermentaban la vida del país a finales del siglo pasado. Este vínculo, y mi consecuente interés en darle sentido a toda aquella información a través de la lectura, fueron generando en mí un creciente acercamiento a la noción de tiempo histórico, a la formulación de una conciencia histórica individual y colectiva, y a la proyección de esta sobre la base de una percepción política de destino colectivo; percibía vagamente que algo andaba muy mal con nuestra sociedad y que posiblemente muchas de las respuestas las podía encontrar en la historia: aprendía pues, a pensar históricamente. Aunque en aquel momento no lo concebía con precisión vocacional, intuía que mi destino profesional podía estar ligado a alguna carrera de corte humanístico, pero contradictoriamente, al mismo tiempo tenía serias intenciones de dedicarme a la vida militar, ambición que afortunadamente se vio truncada a tiempo.
  
4. ¿Qué lectura, persona, película-serie o viaje fortaleció dicha vocación? ¿Fue “discípulo” de algún historiador? ¿Cuál es su historiador preferido y por qué? ¿Qué libro de Historia recomienda y por qué?

Las lecturas sobre las cuales se cimentó tempranamente mi acercamiento a la historia fueron los documentos de Simón Bolívar, me resultaba atractiva la elegante retórica de su discurso aunado a lo admirable de su biografía; posteriormente, pasar por la Escuela de Historia implicó un proceso de maduración de esas lecturas, fundamentalmente hacia la desmitificación de eso que suelen llamar el “pensamiento bolivariano”; sigo leyendo a Bolívar, siempre vale la pena hacerlo, además forma parte de mi trabajo en el ámbito de la docencia a través de la cual intento enseñar desde la duda y el pensamiento crítico; es preciso leer y releernos críticamente como sociedad en el mito fundacional bolivariano, que ya no es ni siquiera aquella incólume esfinge de bronce de nuestra religión civil, sino una triste figurilla de cartón, el adjetivo de nuestro actual fracaso colectivo.  

Por otro lado, nunca he tenido vocación de discípulo, sobre todo porque, afortunadamente, los profesores con los que ha estado vinculado mi trabajo académico han tenido el pudor de no caer en la falsa pretensión de ser maestros, y eso, en un ambiente como el de la academia donde muchos pugnan por ser “maestros”, es admirable. Sin embargo, reconozco en el historiador falconiano Isaac López, profesor de la Escuela de Historia de la ULA, prolífico escritor y extraordinario amigo, haber sido la persona que afianzó mi vocación por esta profesión: a la altura del cuarto semestre, sus clases fueron verdaderas terapias de choque a través de las cuales nos veíamos obligados a cuestionar ideas y planteamientos que dábamos por sentados y a mirarnos en el espejo de un oficio de apostolado que requiere cada vez más seriedad, rigurosidad, compromiso y honestidad.

No podría decir que tengo un historiador preferido, sino muchos, pero si me dan a elegir posiblemente me quedo con Laureano Vallenilla Lanz: la teoría de la historia que postula el trabajo de este historiador venezolano –opacada muchas veces de forma anacrónica por nuestra percepción contemporánea de su opción política- representa una de las apuestas más interesantes de su época a la lectura sociológica de nuestra historia y pese a todas las críticas que podamos hacerle en el plano epistemológico al  positivismo, su obra sigue impregnada de una enorme actualidad; Cesarismo Democrático es una lectura que bien vale recomendar por estos días. 
  
 5. ¿Cuáles son sus líneas de investigación y por qué? ¿Cuál escuela historiográfica sigue y por qué? ¿En qué proyectos sobre historia está ahora?

 Desde hace al menos ocho años he venido consolidando mi trabajo en el campo de la historia dentro de la línea de investigación de la Historia Colonial, específicamente en lo tocante a la institución de la Encomienda y las Visitas que la Audiencia de Santa Fe envió a Mérida durante los siglos XVI y XVII. Desde mi óptica de andino y de historiador, creo que esta etapa de conformación y  consolidación de la sociedad colonial merideña puede encerrar muchas de las claves que definen nuestra fisonomía cultural en el amplio sentido del término; además, el Auto de Visita, que representa la fuente documental por excelencia de mi línea de investigación, es una veta prácticamente inexplorada de información histórica y etnográfica que va más allá del simple encargo institucional y se adentra en los aspectos más recónditos de la sociedad y la cultura colonial.

Hoy es difícil adscribirse tajantemente a una escuela historiográfica, puesto que las fronteras que hasta hace veinte o treinta años resguardaban celosamente parcelas de investigación, se desdibujan ante la tendencia cada vez mayor hacia la interdisciplinariedad; en ese sentido, sin caer en un radical eclecticismo, trato de apoyar teórica y metodológicamente mi trabajo en el marco de bandas flexibles que me permitan echar mano de herramientas conceptuales con las cuales pueda dar cuenta, lo más ampliamente posible, de la línea temática que me propongo estudiar; en ese sentido, una de las tendencias que hasta el momento me ha brindado esa posibilidad es la Historia Cultural, por la mirada de amplio espectro que me permite darle a distintas realidades dentro de un mismo contexto.

En torno a esa línea de investigación, adelanto ahora mismo un proyecto de investigación sobre las prácticas y representaciones sociales del espacio geográfico en la Mérida de los siglos XVI y XVII a partir del estudio de la Visita, trabajo que llevo a cabo bajo la tutoría de dos excelentes historiadores como lo son el Prof. Claudio Briceño y la Prof. Yuleida Artigas  dentro del marco de lo que proyecto como mi tesis de maestría y el Plan de Formación de Generación de Relevo al cual estoy adscrito. Por otra parte, como historiador-docente, también incursiono, desde hace escasamente tres años, en el campo investigativo de la Didáctica de la Historia, bajo la asesoría tutorial de, otro excelente historiador, el Prof. Rafael Cuevas,  puntualmente en los aspectos cognitivos involucrados en el aprendizaje de la historia y las habilidades intelectuales requeridas para ello.

(Continúa mañana). 

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