sábado, septiembre 13, 2008

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) opina sobre la destrucción de la descentralización

Artículos de opinión de los historiadores

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en El Universal.
Los nuevos procónsules

Aunque Chávez pierda ya ganó en las comarcas que pueda dominar la oposición
Varios analistas competentes han examinado la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Bolivariana. Sus comentarios son suficientes para generar alarma, pues se desprende de ellos cómo el mandón se hace de un brazo armado en función de su interpretación autocrática de la nación. La reforma anuncia una metamorfosis de conductas chocante con el texto de la Constitución y negada por el pueblo cuando se le pidió opinión sobre la mudanza. Este solo detalle bastaría, no sólo para criticar el engendro sino también para reaccionar con enfática indignación. ¿No traduce un escarnio de la voluntad popular sobre la cual no puede imponerse ningún capricho fraguado en Miraflores? Pero la sociedad apenas ha levantado la voz. Tal vez la moderación de las respuestas traduzca un signo de madurez, la tendencia a rumiar la situación para no irse de bruces ante lo que resulta una demasía intolerable. O quizás el pensar que son negocios de cuartel en cuya solución se entenderán quienes los habitan.
En cualquier caso, conviene llamar la atención sobre cómo el asunto trasciende a la institución armada para liquidar importantes modelos de convivencia a los cuales estábamos habituados. Basta un vistazo de las nuevas regulaciones para ver que un aspecto fundamental como la administración de las regiones se limita o desaparece debido al nuevo rol de las huestes "bolivarianas". La Ley chavista de la Fuerza Armada promueve una penetración en la marcha de los estados y aun en el manejo de los municipios que cercena las atribuciones del poder civil, o las lleva hasta ínfimas expresiones. Es tal la injerencia que se concede en adelante a los comandantes de tropas acantonadas en las regiones, o en zonas que el mandón ha inventado jugando con la topografía, que la rutina no dependerá de los gobernadores ni de los alcaldes, sino de las cabezas de las guarniciones. La instancia de los resguardos, acantonamientos, regimientos y cuerpos de milicias se impone desde la cúpula sobre la rutina de la colectividad.
El trastocamiento convierte a las autoridades locales en un remedo, hasta el punto de que se puede asegurar que ha dispuesto Chávez un control debido al cual no requiere del triunfo de los suyos en las elecciones de noviembre para hacerse realidad. Aunque pierda ya ganó en las comarcas que pueda dominar la oposición, pues ejercerá una tutela militar gracias a la cual profundizará su hegemonía para que los comicios se vuelvan otra vez una irrisión. Es evidente cómo la transformación no incumbe sólo a los candidatos triunfantes en las elecciones, cuyo poder quedará irremediablemente menguado, sino también a quienes tengamos que lidiar con un enjambre de botas y cachuchas como producto de un asalto a la Constitución que todavía no hemos combatido sin ambages.
El mandón no utiliza un subterfugio nuevo para asfixiar a la sociedad. Su plan remonta a los tiempos de Gómez, quien dispuso la implantación de un sistema de procónsules mediante el cual logró la imposición de un centralismo a juro. Guzmán redujo el número de estados y creó circunscripciones castrenses para contener a los caudillos, pero no logró el propósito de una dominación sin trabas. Crespo ensayó una disposición de mandos militares gracias a la cual contaría con el auxilio de unos "anillos de hierro", pero no pudo ante la sociedad levantisca de la época. Viejos los guerreros de antaño y cansada la gente de estériles matazones, Gómez se valió de un conjunto de servidores descarnados que hicieron su voluntad mediante la domesticación de las pulsiones políticas y de todo lo que pareciera peligroso en los estados. Les entregaba una entidad federal para que atendieran todos los ramos de la administración, atormentaran a la oposición e hicieran los negocios de su gusto, siempre que llevaran cuentas puntuales a Maracay. En términos legales fueron magistrados de origen civil, pero su condición de militares sin academia los distinguió como individuos terribles ante quienes se doblegaba la provincia antiguamente indómita. Muchos de esos procónsules se hicieron célebres por la barbarie de sus procedimientos: Eustoquio Gómez, Vincencio Pérez Soto, Timoleón Omaña y León Jurado, por ejemplo.
Los analistas no se refieren a la aparición de sujetos de esta laya como consecuencia de la reforma militar, ni sus rostros se perfilan en el texto redactado por el mandón. Sin embargo, sólo será cuestión de maquillar a los especímenes parecidos que estén a mano y de cubrirlos con el uniforme "bolivariano" para que se pongan a hacer lo mismo, mientras los observamos con una prudencia que ya no reflejaría madurez sino estupidez.

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