domingo, julio 06, 2008

Historiadora venezolana (Margarita López Maya) hace un balance de los últimos 4 años en la política nacional

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo quincenal de la historiador Margarita López Maya que publica los domingos en el Ultimas Noticias. Le deseamos buen viaje a esta profesora e historiadora.
Gobierno y sociedad a cuatro años del referendo revocatorio
Hace dos años y medio fui invitada por el director de este diario a escribir una columna. La acepté como un gran honor y a la vez como una inmensa responsabilidad. Dedicarme a examinar y analizar cada quince días los eventos coyunturales de mi propio país, en un proceso de transición lleno de vicisitudes, no ha sido fácil. Pensar y debatir sobre cómo profundizar la democracia venezolana fue mi principal objetivo. Ahora, debo cerrar esta columna por un tiempo, pues saldré por un año académico de Venezuela. Fuera seguiré haciendo investigación, pero de manera más pausada y a la distancia. Dedico esta última columna a volver sobre los ocho desafíos que, según mi óptica, enfrentaba la sociedad venezolana en agosto de 2004, cuando el Presidente fue ratificado por el soberano para terminar su mandato y fui invitada para hablar ante la Asamblea Nacional.
Si mi enfoque tuvo entonces alguna pertinencia, ¿cuánto hemos avanzado? Como primer desafío, planteé la necesidad de que la sociedad reconociera la democracia como gobierno de las mayorías con respeto a las minorías. Los procesos habidos dentro de la oposición al chavismo desde mediados de 2006 parecieran indicar progreso en esta materia. Hay, empero, poco avance en el "respeto a las minorías". Las tendencias gubernamentales han apuntado a interpretar la democracia como la "dictadura" de la mayoría. Ahora, gracias a la derrota de la reforma constitucional, se comienzan a ver señales –todavía débiles y contradictorias– de rectificación.
Como segundo desafío, propuse un diálogo de las mayorías con las minorías. Esta es materia aplazada para el chavismo. Lo que hemos visto predominar es el discurso revanchista e intolerante. La parte más visible del oficialismo no comulga con la idea de despolarizar.
El tercer desafío proponía superar el inmediatismo, la ignorancia y el oportunismo que habían propiciado la agudización del conflicto social y la violencia política. Desafortunadamente, este reto sigue vigente, pero a diferencia del pasado, cuando estos atributos caracterizaron principalmente las conductas de la oposición, lo que produjo el golpe de Estado y otras subversiones, hoy son de más peso en el Gobierno. Está en todas partes, en una institucionalidad precaria, en la corrupción que se extiende sin que exista voluntad política para controlarla, en funcionarios incapaces, puestos por su lealtad y sumisión en vez de cualidades para el cargo, en las visiones de corto plazo y electoreras.
Expuse como cuarto desafío que era el Gobierno quien debía ponerse al frente del proceso de diálogo y reconciliación. Está claro hoy que el chavismo nunca ha compartido esta idea. Quizás en 2004 era aún temprano para proponerlo, las heridas y desconfianzas estaban a flor de piel. Pero si bien la polarización pudiera ser un instrumento idóneo para momentos de ofensiva, hoy parece agotado y contraproducente. Está llevando al Gobierno a perder las posibilidades de que el país aúne esfuerzos para salir de la compleja situación económica, social e institucional en que se encuentra. En aquel momento, mencioné que la educación pública no sólo debe tener como objetivo la inclusión, sino que también debe inculcar las virtudes que permitan la convivencia pacífica. Esto no pareciera valorarse.
Como quinto desafío, mencioné recuperar las ciudades para la convivencia democrática. Se puede decir que, pese a los múltiples esfuerzos hechos por gobiernos locales y regionales, la mayoría de los cuales están controlados por las fuerzas del oficialismo, y a pesar de cuantiosos recursos invertidos, los resultados han sido magros. Parece haber faltado visión estratégica, sensibilidad, competencia, deseo de convivencia democrática. Nuestras ciudades siguen siendo lugares fragmentados y segregados, sucios e inseguros. Alcaldes y gobernadores mantienen un inapropiado protagonismo político, y muchos –tanto oficialistas como opositores– gobiernan básicamente para sus parcialidades políticas. Ha habido, sin embargo, hechos positivos en la recuperación de espacios públicos deteriorados y/o privatizados, y en la inversión en la promoción de la cultura popular. Ojalá las elecciones de noviembre traigan más avances, si gobierno y oposición presentan candidatos más competentes y familiarizados con los problemas de sus ciudades, dispuestos a trabajar para sus electores.
El sexto desafío demandaba que la oposición política se pusiera a derecho. Hoy, sectores de ella han hecho esfuerzos por sobreponerse a sus garrafales errores pasados y presentan una cara más democrática. Falta por ver, no obstante, más liderazgo nuevo e inteligente.
El séptimo desafío se refería al compromiso de intelectuales, artistas, profesionales y universidades con los procesos de cambio, y se señalaba la necesidad de más debate de ideas y tolerancia a las diferencias. Este desafío sigue pendiente y es imprescindible superarlo para dar con el país que buscamos en el siglo XXI. Seguimos percibiendo muchos desencuentros entre Gobierno y este sector. Muchos de nuestros jóvenes profesionales se han ido del país ante la falta de oportunidades. La universidad creada por el oficialismo es deficiente y las más viejas poco mejoran. Casi no se hace investigación. El debate es escaso. Los artistas siguen polarizados y muchos intelectuales sólo ven una cara de la moneda. Sin embargo, hay en universidades y otras instituciones espacios donde la polarización ha cedido.
El octavo desafío fue dirigido a las máximas autoridades de los poderes públicos, particularmente al presidente Chávez, para solicitarles cumplir la promesa de superar la exclusión histórica y dirigir la nave del Estado hacia una democracia participativa "no cediendo a las tentaciones autoritarias y despóticas propias de una institucionalidad débil y una cultura política democrática, como la nuestra, con múltiples carencias". Desde 2004, ha mejorado la distribución, como lo evidencian los aumentos del consumo en sectores populares. También se ha recuperado la educación y salud pública primaria, y mejorado la institución electoral facilitando la inclusión política. El pueblo se ha politizado y, pese a sus irregularidades, los consejos comunales se han extendido creando expectativas de inclusión positivas y algunas experiencias interesantes. Desafortunadamente, esto se ha hecho utilizando el expediente de siempre: gasto público permitido por la renta petrolera. La Venezuela productiva no ha llegado y seguimos, lo mismo que en la Cuarta, viviendo el Estado mágico, que saca del sombrero milagros de acuerdo a los sueños de los gobernantes de turno, efímeros milagros que luego se evaporan. Recuerdo que al terminar la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional, el Presidente –tan dado a los símbolos– se me acercó y me comentó por qué no había hecho un decálogo. Ciertamente, no utilice ningún número mágico: ni el siete, ni el nueve, ni el diez. Quizás, porque por oficio, espero poco del azar y la magia, y todo de la acción colectiva perseverante de mujeres y hombres que trabajan día a día por una vida mejor para ellos y sus hijos.

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