lunes, noviembre 30, 2009

Una publicación sobre el Bicentenario: "Babelia" del diario español "El País", en la que Bolívar es considerado el iberoamericano más influyente

Ayer en el periódico español El País: su revista Babelia se dedicó al tema del Bicentenario. Espero que algún buen amigo del otro lado del charco me la traiga. Esperamos comentarla más adelante.
El Libertador Simón Bolívar es la principal figura histórica de los últimos 200 años en América Latina, por delante de Fidel Castro y el Che Guevara, según una encuesta publicada por el diario español El País.
Fotos: AP Photo/Esteban Felix
El periódico pidió a un centenar de personalidades latinoamericanas que eligiesen a las figuras más representativas de la región en los últimos dos siglos y publica la lista de las diez primeras en su suplemento semanal Babelia.
Tras Bolívar, Castro y Guevara aparecen el héroe independentista cubano José Martí y otro libertador, José de San Martín.
La lista la completan el ex presidente mexicano Benito Juárez, los escritores José Luis Borges y Gabriel García Márquez, el líder campesino mexicano Emiliano Zapata y el humanista venezolano Andrés Bello.
El País destaca que la lista está ampliamente dominada por los revolucionarios, guerrilleros y políticos que en los últimos 200 años lucharon contra las opresiones externas o internas en América Latina.
Pero también figuran grandes escritores, reflejo de la calidad de la literatura latinoamericana del siglo XX.
Babelia también preguntó a 60 escritores para determinar qué libros describen mejor al continente y publicó una lista de las cinco principales obras elegidas.
Se trata de “Cien años de soledad” (1967, García Márquez), “Pedro Páramo” (1955, Juan Rulfo), “Las venas abiertas de América Latina” (1971, Eduardo Galeano), “El laberinto de la soledad” (1950, Octavio Paz) y “Conversación en la Catedral” (1969, Mario Vargas Llosa).
© 1994-2009 Agence France-Presse

domingo, noviembre 29, 2009

Sobre el escribir y/o archivar en el blog, y la imparcialidad del historiador.

La falta de tiempo me lleva al abuso de las características del blog como archivo, cuando debería escribir aunque sea poco. Más que archivar (copy-paste) debo comentar esos artículos con los que me siento identificados, o que expresan mis ideas. Es un ejercicio que estimula la escritura, así sea el caer en cierta repetición.

Un párrafo diario es un excelente ejercicio de redacción; aunque se caiga más en el ensayo o lo opinático, que en lo académico.

En parte relacionado con el tema de la escritura, debo recordar a muchos que el historiador no es una especie de científico totalmente imparcial. El historiador busca la objetividad, cosa que hago al presentar en este blog la información sobre diversas historiografías y fuentes en torno a un mismo hecho, y mantener una actitud de escucha, siempre que no se caiga en el insulto. Pero a pesar de este esfuerzo, no podemos olvidar que la historia no es una ciencia sino una disciplina metódica, rigurosa, y con anhelos de cientificidad, pero que jamás lo logra por trabajar con personas libres: SUJETOS. Es un horizonte la imparcialidad; pero, repito, nunca olvidemos que el historiador es un ciudadano que cuando hace historia, especialmente la actual, se le hace imposible ser influenciado por los sesgos ideológicos. Es por ello que el buen historiador, advierte las doctrinas y teorías que inspiran su forma de escribir y pensar: cosa que siempre hacemos en Venezuela y su historia.

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) nos describe el anti-republicanismo chavista (II)

Artículos de opinión de los historiadores
Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en El Universal. El subrayado es nuestro.

Frenar al desenfrenado
Las elecciones de una nueva Asamblea Nacional pueden ayudarnos a una rectificación
La beatificación de Idi Amín, sugerida por el mandón hace poco, pone de manifiesto en términos brutales la licencia que es capaz de tomarse para gobernar a su antojo. Las injurias contra el presidente de Colombia trillan la misma ruta de excesos, sin que ningún poder en la nación, ni aparentemente tampoco en el resto del universo, sea capaz de llamar la atención sobre una conducta que le está vedada a un jefe de Estado de nuestros días, a menos que protagonice una dictadura desembozada frente a la cual no existe la alternativa de la contención. No estamos ante a una conducta sorpresiva, pues viene insistiendo en rol pendenciero y desconsiderado casi desde el comienzo de su ascenso al poder, cuando ensayó tímidas diatribas que fueron tomando cuerpo al no topar con el correspondiente control, ni de parte de las altas autoridades ni de los sectores de la oposición. Peor todavía, ni siquiera en el seno de una sociedad que jamás había experimentado el bochorno de tener a la vanguardia un individuo incapaz de ajustarse a las reglas de la urbanidad, se reaccionó oportunamente frente a lo que no es otra cosa que un agravio de la ciudadanía.

Uno acude al escudo de las buenas maneras porque, mal que bien, Venezuela es la tierra en la cual escribió Carreño su Manual para que los hombres de la época mostraran sus prendas de sujetos civilizados ante el prójimo, pero en realidad se trata de un asunto legal. La tradición de comedimiento que nos ha distinguido en el trato con el concierto internacional también cabe en el reproche, pero en realidad estamos frente a una materia constitucional. De acuerdo con la Carta Magna, el Presidente de la República está sujeto a una urdimbre de obligaciones que no puede eludir. No sólo tiene una serie de prerrogativas, sino también un cúmulo de deberes que lo constriñen ante los gobernados y sobre cuya violación debe pedir cuenta la sociedad a través de la representación popular, o por conducto directo cuando los diputados no hacen el trabajo para el que fueron electos y por el cual se les paga elevado salario. En la misma falta incurre el Poder Judicial, debido a que no advierte ninguna violación de las regulaciones en la incontinencia de quien debe administrar con armonía a sus electores y manejarse con prudencia ante los interlocutores de otras latitudes. De allí que el mandón sienta que monopoliza las exenciones mientras carece de todo tipo de compromisos, hasta llegar a los extremos que hoy producen alarma y vergüenza.
El tema de las filigranas y las cortesías no es banal debido a que refiere a la salvaguarda del pacto social a través de ritos cotidianos de respeto, pero tal vez no sea lo fundamental en una crítica del desenfreno presidencial. El desenfreno presidencial igualmente refiere a la administración de los recursos de los venezolanos. Así como distribuye las imprecaciones según el humor que lo domine o según la antipatía de turno, concede y dilapida los elementos del presupuesto. Así como se regocija en la acuñación de insultos, o en la adoración de ídolos como un genocida africano, echa a andar proyectos y misiones sin sustento en los que se malbaratan los bienes de la nación sobre los cuales, otra vez de acuerdo con la ley, deje ejercer escrupulosa gerencia. Así como se vale por sí mismo para no dejar títere con cabeza entre quienes muestra animadversión, desestima el consejo de los expertos a la hora de convertirse en pródigo distribuidor de lo que en justicia no le pertenece. Así como determina de acuerdo con su único arbitrio quiénes son los amigos y los enemigos de la patria, clasifica a los beneficiados por su voluntad de exclusivo controlador de la riqueza en un desconcierto que ni de lejos sintoniza con las urgencias de las mayorías. Así como clasifica a la humanidad según su caprichosa cartilla, decide quién puede ser y quién no puede ser propietario en la comarca. La danza de una discutible bonanza depende sólo de su batuta, para que la sociedad sienta cómo vuelan los millones y los maletines por los corredores de una cúpula que comienza en la apocada Caracas y termina en el Teherán de los ayatolaes, sin que nadie acate a calcular el monto de los bienes que se esfuman en el itinerario. A la hora de comparar tales desaguisados con la faltas a la urbanidad, es evidente que pesan demasiado en la balanza.
El problema es descomunal, debido a que la sociedad lo ha alimentado con su indiferencia y complicidad. Ni siquiera hemos pensado, como pasajeros del mismo autobús, en adquirir un potecito de liga para usarla cuando sea inminente la cercanía del abismo a que deben llegar unos hombres que han abdicado sus obligaciones elementales de supervivencia para depender de un atrabiliario chofer. Las elecciones para la integración de una nueva Asamblea Nacional pueden ayudarnos a una rectificación, si de aquí a allá el republicanismo todavía habita entre nosotros. eliaspinoitu@hotmail.com

sábado, noviembre 28, 2009

¡Feliz cumpleaños número 93 al historiador Ramón J. Velásquez!

Transcribimos la entrevista que le hizo Rafael Arráiz Lucca publicada por Prodavinci.
Ramón J. Velásquez repasa sus episodios
Publicado el 28 de Noviembre, 2009 por Prodavinci.
Ramón J. Velásquez cumple años hoy (93), y aprovechamos la ocasión para saludarlo y publicar en Prodavinci una entrevista realizada por Rafael Arráiz Lucca. En esta entrevista Ramón J. Velásquez aborda diversos aspectos de su vida y de la historia de Venezuela.
Por Rafael Arráiz Lucca
Voy a incurrir en un lugar común que miles de venezolanos refrendarían: conversar con el doctor Velásquez es una lección y un placer. No sólo su memoria prodigiosa y su venezolanidad sino sus particulares análisis de nuestras circunstancias históricas hacen del diálogo una experiencia enriquecedora. Estas conversaciones tuvieron lugar en su casa de Altamira: una pequeña vivienda que conserva el espíritu de los años sesenta, cuando fue construida. Una vez dentro de ella se tiene la sensación de que no se está en Caracas: es como si los dueños hubiesen imantado con su espíritu andino el espacio.
El recorrido al que está invitado el lector es cronológico, y se enriquece con incisos esclarecedores, que de ninguna manera nos separan del río central: el testimonio de un protagonista excepcional de la Venezuela del siglo XX.
I) Los primeros años
¿A qué familia llega usted, quiénes son los personajes principales de su formación en la infancia y juventud?
Yo nací en una casa que era escuela y era imprenta.
¿La escuela era de su madre y la imprenta de su padre?
Sí.
¿Una casa-taller?
Sí. De tal manera que eso me permite a mí ser distinto, porque yo aprendí a leer sin saber cómo y a los 9 años tenía nociones de gramática, a los 10 a ser corrector de pruebas, pero cuando paso al liceo está un hombre que se llama Carlos Rangel Lamus que era, según las noticias, el primero que el año 1917 había dictado una conferencia, en el Salón de Lectura de la ciudad, sobre la gran revolución socialista, el triunfo de los bolcheviques, y por ello lo llevaron a la cárcel. Era un hombre que traía libros de Europa y estaba al día de todas las grandes evoluciones sociales, eran un gran expositor y se empeñaba en que los alumnos se interesaran por cosas distintas del estudio, siendo muy exigente en las calificaciones. Decía: “Sus compromisos son con lo que viene”, y nos fundó una asociación para que los viernes uno expusiera un tema que no debía ser de las materias, para que el viernes siguiente alguien le hiciera la crítica ante una asamblea, él estimulaba mucho el debate, porque su obsesión era que Gómez debía terminar.
Estimuló la lectura, como le digo, del libro y entonces un compañero mío, ya muerto, Ciro Urdaneta Bravo, que era zuliano, pero estudió conmigo todo el tiempo, consiguió toda esa literatura antigomecista de la época, era como una revelación.
¿Cómo se llama ese liceo?
Simón Bolívar.
¿Usted se graduó de bachiller allí?
No, yo me vine, me vine con Leonardo Ruiz Pineda. En segundo año nos inscribimos en el Liceo Andrés Bello.
¿Se vino solo, sin su familia?
Me vine primero y después se vinieron mis padres, pero yo vine a una pensión de andinos.
¿Recuerda cómo se llamaba esa pensión?
“Italia”. Esa esquina ahora es Llaguno y una tarde, en el año 34, estábamos en la esquina como a las 4 de la tarde, Ruiz Pineda y un señor Urbina, que tenía mucho tiempo aquí, un andino, también. Y de pronto nos dice Urbina: “Quítense el sombrero –el uso del sombrero era obligatorio- no se muevan, inclinen la cabeza, saluden.” Yo lo que veo es una limosina negra de unas dimensiones que no debía tener, gigantesca, y en el fondo, atrás, Juan Vicente Gómez, impecablemente vestido. Cruzó Llaguno hacia el sur, hacia Quinta Crespo. Dijo Urbina: “Va al pabellón del Hipódromo a oír música y a que lo saluden.”
¿Y así como en San Cristóbal tuvo a Carlos Rangel Lamus de profesor, a quiénes tuvo en Caracas?
Aquí nos tocaron Mario Briceño Iragorry, Caracciolo Parra León, Juan Francisco Reyes Baena, que era estudiante de la universidad, pero nos daba clases, Julio Planchart, el crítico, y Juan Francisco Stolk. Como era una ciudad y un país en el que los profesionales, los ingenieros, los abogados, vivían dentro de una gran dificultad y no tenían con que vivir, pues tener una cátedra era una ayuda muy importante.
En aquellos días conocí a Inocente Palacios. A mí me nombraron al año de estar aquí Presidente del Centro de Estudiantes de Bachillerato, ese Centro atraía a los alumnos de La Salle, San Ignacio, y demás institutos. Allí fundamos una revista que llamamos Futuro, y se la llevé yo a Inocente que tenía un gran semanario antigomecista, el único que entonces salía en Caracas, Gaceta de América. Allí participaban Miguel Acosta Saignes, Rafael Pizani, Carlos Augusto León, que era el más joven de todos, Luis Felipe Urbaneja (”El Fraile”); Guillermo Meneses. Entonces, yo le llevé la revista y nos hicimos muy amigos. Luego él fundó una organización de lucha antigomecista que se llamaba Organización Revolucionaria Venezolana. Pero un día llegué yo allá y estaba la policía, habían descubierto la organización y acabaron con la Gaceta y expulsaron a Inocente a Panamá.
En ese tiempo del Liceo Andrés Bello, a las 5 de la tarde, nos íbamos al Parque Carabobo, porque Rafael Octavio Jiménez, el padre de éste Rafael Simón Jiménez, nos leía novelas revolucionarias. Muchos días llegaba allí un joven que se llamaba Guillermo Meneses, que había escrito en esos días “La Balandra Isabel” y era muy querido por todos, cuando él hablaba todo el mundo lo oía.
Después me pasé al Colegio San Pablo, de los hermanos Martínez Centeno. Allí daban clases José Fabbiani Ruiz, que además de profesor era pasante, era un muchacho pobrísimo de Río Chico; Fernando Paz Castillo, buen profesor, y los viernes en la tarde Prieto Figueroa con sus maestros. Prieto era profesor y estaba estudiando Derecho, se graduó mucho después del año 28, él era maestro y una cosa increíble logró bajo Gómez, los dos últimos años finales: crear una asociación de maestros ahí en el San Pablo.
¿Se graduó en el San Pablo?
Sí. Y llega la muerte de Gómez, en el San Pablo se reúne la gente el día que se tuvo la certeza de la muerte de Gómez, porque nadie lo creía. Aquella fue una asamblea tumultuosa y se acordó ir a Maracay a preguntarle a López Contreras que qué iba a hacer él y el orador, el único orador designado, fue Andrés Eloy Blanco.
II) El aguijón de la política.
¿Usted fue a Maracay?
Sí, fueron como 40 carros. Al año siguiente, 1936, en la universidad no se estudió porque fue tan intenso el terremoto, la universidad se convirtió en un centro olímpico y en la Federación de Estudiantes que quedaba de Palma a Miracielos, empezaron a llegar los políticos, aquellas eran como sus oficinas. Llegó primero Jóvito, que se le hizo inmediatamente presidente de la Asociación, llegó Leoni, Miguel Otero, Carlos Irazábal, después llegó Rómulo Betancourt.
Entonces había una actividad permanente alrededor de Salvador de la Plaza, Gustavo Machado, Rodolfo Quintero, Miguel Otero, Carlos Augusto Léon, que eran marxistas; y el otro grupo estaba encabezado por Betancourt, por Leoni, que eran los socialistas. Ahí surgieron las dos Venezuelas, era un país nuevo, todo un proceso de cambios.
Hasta este momento llega el positivismo, y surgen las grandes ideas de la época, por primera vez entre nosotros. Entonces se viene a hacer un debate que se había hecho en Colombia en los años 20 y en Argentina en los años 10.
¿Empezó a estudiar Derecho en el año 1936?
Hice el primer año aquí, y yo estaba empeñado en volver al Táchira, entonces logré con el doctor Angel Biaggini, que creáramos una Escuela de Derecho en San Cristóbal. Estuve un año en eso y fundé la Federación de Estudiantes de Venezuela, luego regresé e hice todo el resto de la carrera aquí. Me metí mucho en ese tiempo en el periodismo, y decidí ser reportero y fui reportero de calle, hice policía, hice política. En esa época María Teresa Castillo era reportera en Ultimas Noticias. La Ultimas Noticias de Kotepa Delgado y de Pedro Beroes, no había escuela de periodismo, pero ellos nos reunían a todos a las 7 y media de la mañana, y teníamos una especie de clase magistral de Pedro Beroes y de observaciones de Kotepa Delgado. Ahí es cuando llega el problema de la candidatura de Escalante, en la cual tuve sin quererlo oportunidad de ver por dentro la crisis, le hice un foro basado en lo que él había dicho en Washington y en San Francisco de California, no me lo había dicho a mí, pero como cuando lo entrevisté no me dijo nada, yo lo fabriqué. Entonces me preguntó él: “¿De dónde sacó eso?” Eso es de su archivo, le dije, y me pidió que me quedara con él.
Eso que se ha dicho siempre que el Táchira se integró al país con Castro y con Gómez, ¿era verdaderamente cierto o el país se veía muy distinto desde allá? ¿Cómo sentía usted aquello?
Yo he dicho que todavía hasta los años 50, en que las grandes autopistas empiezan a unir definitivamente al país, fueron cuatro regiones en Venezuela. Las distancias eran enormes, los caminos muy malos. Estaba la región andina, que tenía como capital y centro a Maracaibo, para su vida económica de comunicación con el mundo; la antigua Provincia de Caracas, es decir, desde Lara hasta Barlovento; la tercera, la del oriente con Cumaná y Guayana. Este esquema se mantuvo, no obstante todas las sucesivas presencias regionales en el gobierno; la de los corianos, la de los orientales, la de los andinos. Venía un grupo y entonces empezaba la circulación de la región, pero ni el Oriente ni Los Andes fueron objeto de grandes modificaciones por el hecho de que un grupo estuviera acá, el grupo que se había instalado en el poder no siempre favorecía a su región. Favorecía a los grupos familiares cercanos al poder, yo dije una vez que era un regionalismo nepótico, los Gómez y todo alrededor de los cuatro o cinco apellidos, pero no se modificaba la región, sinceramente. Por el contrario, Los Andes sufrieron porque todos los profesionales se vinieron a Caracas, abogados, médicos.
Ahora, fíjese en las distancias: hasta el año 52, en que se construye la Carretera Panamericana, el viaje de Caracas al Táchira era de cinco días por tierra, el que se detenía en Curazao era de 14 días, por barco. Por primera vez el tachirense común, no el doctor o el general, puede viajar a Caracas y conocer Mérida, Trujillo, Lara, ver el paisaje, el año 1925, pero el año 52 por la construcción de la Carretera Panamericana, esos cinco días se reducen a 12 horas, entonces en las regiones hay un cambio nacional con las comunicaciones.
Estamos en 1945, año en que usted está de secretario de Escalante y observa todos esos episodios, que los ha narrado maravillosamente, por cierto, y viene el 18 de octubre. El 18 de octubre usted está de periodista, recoge los hechos y los interpreta. ¿Esa es la fecha más importante del siglo XX?
Sí, claro. Y ocurre sorpresivamente y con un mínimo costo de vidas, porque el episodio anterior, que es la Revolución Libertadora y la Revolución Restauradora, costó muchas vidas y mucho desastre. Este es un cambio en el que todos los factores de la organización de la sociedad que se habían estado asomando, se hacen de pronto presentes y se instalan en un nuevo país. Primero por el conflicto entre un partido popular desarmado que llega y los militares jóvenes, pero el proceso, no obstante los 10 años de la dictadura de Pérez Jiménez, se sigue consolidando hasta aparecer el 58.
Es después del 18 de octubre que el liderazgo de Betancourt se hace evidente, ¿años antes se advertía que él iba a ser el líder de ese proceso?
No, y nadie dentro de aquel panorama político y social, de aquellos cálculos, nadie pensaba que el concejal que era Rómulo Betancourt, el columnista redactor de El País y el Secretario General de un partido pequeño, iba a amanecer de presidente de una Junta Revolucionaria.
Betancourt había estimulado mucho la candidatura de Escalante, se frustra Escalante, proponen un candidato que el gobierno no acepta, Oscar Augusto Machado, y viene entonces la crisis, con Biaggini de por medio. Betancourt acepta el riesgo, que es un riesgo histórico y, como sabe que en ese momento los militares no tienen programa, porque en esa época su formación académica era muy simple, él coge el programa del Plan de Barranquilla, y lo lee como de la revolución, y entonces todas las consignas planteadas desde el Plan de Barranquilla se ponen en marcha.
Ahora, ¿qué pasa? Que hay un fenómeno en los días siguientes al 18 de octubre, la gente aquí empieza a decir por radio: fulano de tal está bien y, desde el comienzo con la revolución, fulano de tal, está bien y desde el comienzo con la revolución, eso determina que la gente empiece a inscribirse en Acción Democrática y hay un aviso que lo firma Ana Luisa Llovera, en el que a los 15 días de iniciadas se suspenden las inscripciones, porque era avasallante. La gente se metió en eso, pero para 1945 todavía estaba muy vivo el recuerdo de Juan Vicente Gómez, y la gente dejaba la política para lo que se llamaban los activistas, los arriesgados, los políticos y como hasta ese momento en todas las casas venezolanas regía aquello del padre con el hijo: “Yo lo sostengo a usted para que estudie, si se mete a político lo boto.” Eso había limitado la actividad política, pero ante el espectáculo histórico de ver caer un régimen de 45 años, surgen unos jóvenes militares imberbes, cadetes, tenientes, capitanes, mayores y unos jóvenes políticos que van por la calle, entonces si, ciertamente, la importancia histórica definitiva de Betancourt surge el 18 de octubre.
¿Para entonces ya eran amigos?
Sí. Cuando él regresó el año 36, Troconis Guerrero me lleva a conocer a Betancourt, en la esquina de Socarrás y me dijo que iba a ir a la Federación de Estudiantes a la tarde siguiente y allá lo esperamos y llegó. Por cierto, en el momento en que llega estaba el Negro Vicente Emilio Oropeza leyendo un libro del APRA, Betancourt le preguntó: “¿Y usted es aprista?” Y después relató lo siguiente: “Yo conseguí un cargo en la Biblioteca Nacional de San José de Costa Rica y, como no tenía nada que hacer, me leí el primer tomo de González Guinand y entonces me impuse como una disciplina leer los 15 tomos y tomar nota, eso es más importante que leer El capital de Marx.” Y luego dijo que nunca leyó ese libro. Después nos convocó a una tarde a la semana, para que habláramos de historia. Después lo recuerdo en una casita de Sabana Grande, y cuando uno llegaba a las 8 de la mañana a conversar con él, ya se había leído todos los periódicos de la época. Entonces se propuso fundar ORVE porque quería discutir los temas nacionales sin compromisos políticos, y entonces fue cuando nombró a un presidente de ORVE, Alberto Adriani, y a un secretario general, Mariano Picón.
¿El socio político más cercano de Betancourt era Leoni?
Sí, aunque no vamos a decir que Rómulo era derechista, pero dentro de la concepción de izquierda, Leoni era más laborista, le daba mucha más importancia a captar a la clase obrera.
¿Y nunca hubo fricciones entre ellos por el liderazgo?
Bueno, en las cartas se ve que polemizaban, cuando lo del Plan de Barranquilla, y en donde si hubo evidente distancia fue en lo del año 63, cuando Betancourt no ocultó que no creía que el candidato de su partido debía ser Leoni.
¿Y quién pensaba Betancourt que debía ser?
Se hablaba de que había pensado en Juan Pablo Pérez Alfonzo, pero yo le pregunté y me dijo que nunca, porque Juan Pablo habría creado muchos conflictos con su carácter.
¿Se habló de Dubuc?
Se habló de Luis Augusto Dubuc, mucho, en quien Betancourt tenía una gran confianza por su capacidad política, eso es verdad. Cuando fue a instalar el gobierno me dijo: “Va Luis Augusto porque confío en que sin necesidad de consultarme va a hacer las cosas como lo hemos discutido tantas veces.”
¿Y quién sería el otro que tenía en mente?
Podría ser Alejandro Oropeza Castillo. También hubo una tendencia, no de él, sino de Marcos Falcón Briceño, de estimular la candidatura de Carlos Andrés Pérez.
¿Él nunca explicó por qué no le parecía que Leoni fuese el candidato?
No, que yo sepa.
Volvamos a su biografía personal, estamos en el 45, esos tres años del trienio adeco ¿qué está haciendo usted doctor Velásquez, está dedicado al periodismo?
Voy a fundar una revista con José Agustín Catalá, que al fin no se pudo concretar. Entonces crean la Corporación Venezolana de Fomento, que a mí me pareció que formaba parte de un conjunto de iniciativas de gran cambio, porque allí estaba Guayana con todo el desarrollo siderúrgico y del aluminio, estaba la electrificación nacional total. Entonces yo me empeñé y conseguí trabajar en la secretaría del directorio dos años. ¿Por qué? Porque ahí vi yo cómo se echaban las bases del desarrollo siderúrgico venezolano, ahí vi desfilar a todas las personalidades promotoras de grandes cambios, la industria del cemento nace ahí, Sivensa nace ahí, los centrales azucareros, pero fundamentalmente la electrificación, Edelca. Estando allí, cuando sucede el golpe del 48 contra Gallegos me hicieron preso, pero me tuvieron una semana y me soltaron.
¿Y usted comparte la tesis según la cual en la caída de Gallegos un factor importante fue la poca destreza del Maestro para manejar el tema militar, o eso le parece secundario?
Desde el 19 de octubre del 45 los autores del movimiento triunfante se dividieron, y ese mismo día desde el Estado Mayor, Marcos Pérez Jiménez y Julio César Vargas, decretaron la lucha contra la presidencia de Betancourt y de los militares Carlos Delgado y Mario Vargas, que estaban con ellos. También fue un factor determinante la acusación de sectarismo contra el gobierno de Gallegos. Total, que aquello se vino abajo y vinieron 10 años en que el movimiento partidista y el movimiento obrero, en lugar de debilitarse se consolidaron, ahí fue cuando estuve preso.
¿Y a qué se dedicó en lo inmediato?
A dar clases.
¿En dónde?
En un colegio que había por los Dos Caminos de Julio Bustamante, mi gran amigo. Con él estuve, y un día me dijo Pedro Sotillo que en Vepaco iban a crear un departamento de televisión para la primera empresa que era Televisa, que hoy es Venevisión. ¿Usted sabe con quién trabajé allí? Con Mariano Picón Salas. Estamos en 1951 y se acercan las elecciones y entonces fundamos una revista con Jóvito Villalba, que consiguió un dinero, y con Catalá, fundamos Signo. Yo escribía los reportajes centrales, también Juan Liscano escribió, y Arturo Uslar y Alfredo Boulton. Juan Liscano estaba con nosotros en todos lados, y su casa, la casa que tenía con su esposa, Fifa Soto, era centro de dos conspiraciones: la poética y la política. Allí conocí yo a Alfredo Silva Estrada, a Guillermo Sucre y a Kico, su hermano, José Francisco Sucre Figarella. Entonces, como le dije, vienen las elecciones, viene el gran fraude, las elecciones las gana URD, pero viene el fraude y entonces decidimos hacer un libro, El libro negro, impreso en la editorial de Catalá. ¿Qué pasó? Que el libro circuló porque le pusimos Editorial Atlántida, México, hasta que alguien dijo que era de Juan Liscano y Consalvi. Entonces Juan pudo escapar y se fue ocho años a Paris, pero nosotros caímos en la cárcel. Simón Alberto, Catalá y yo. A Catalá le destruyeron la imprenta, acabaron con los linotipos.
III) La experiencia de la cárcel.
¿Y Usted estuvo preso desde el 53 hasta el 58, cinco años?
No, estuve preso todo el 53 y la mitad del 54. Hubo un episodio que yo cuento porque es mágico. Me dicen el Día de Pascuas, el día de San Ramón, coja la maleta, me llevan al despacho de Vallenilla Lanz. Cuando yo llego, está la antesala llena de gente y entierro la cabeza, en eso aparece el Coronel Pulido Barreto. Y me dice: “Ah, usted ya llegó, véngase para acá” y entonces le pregunta Vallenilla a Pulido Barreto: “¿Usted no me lo pidió? Aquí lo tiene.” Pulido pidió mi libertad. Entonces, Vallenilla antes de retirarme me dijo esto: “Doctor Velásquez, antes de que se vaya, le quiero decir una cosa, yo no soy el autor de su prisión, yo con andinos no me meto”. Entonces, pues, salí, me puse a trabajar porque yo en la época de estudiante trabajé mucho en los tribunales, como estudiante de Derecho, en los tribunales de instrucción, fui escribiente y me puse a trabajar ya como abogado, y llego un día a un tribunal y me dicen: “Aquí dieron instrucciones de que cualquier caso que tú traigas no se le dé curso.” Y en otra parte, como a los tres días, me dicen lo mismo. Me valí para los casos que yo tenía de una persona a quien quiero mucho por el comportamiento que tuvo conmigo en esa época, que fue Arístides Calvani, él trabajaba en el bufete del doctor Vicente Grisanti. Y desesperado con aquella situación me pregunto ¿qué hago? Hasta que Miguel Angel Capriles me dijo: “Te entrego Elite, siempre que no firmes, tú manejas la revista y yo te pago el sueldo.” Entonces vi el cielo abierto.
En ese momento llegaba de su primer destierro Jesús Sanoja Hernández, y llegaba de Margarita, Jesús Rosas Marcano, el poeta, y me presentaron un dibujante que se llamaba Jacobo Borges, hasta que un día llegan dos personajes de la Seguridad Nacional. Y me dicen: “ Doctor Velásquez, usted está preso.” Me llevaron a la Seguridad donde está hoy el Hotel Hilton, una vieja casa de la Creole. Me dijo Pedro Estrada: “Doctor, usted vino por sus pasos, nosotros no lo hemos traído, mire esto.” Teníamos un grupo que informábamos a Nueva York, unos de política, otros de economía, otros de presupuesto, a Betancourt. Chepino Gerbasi, que era redactor económico de El Nacional, de economía; Alberto Aranguren, de presupuesto, tenía quien le diera los datos, yo, de política. Y me dijo Estrada: “Mire este hermoso archivo, doctor, la primera regla de la política venezolana es ser desconfiado, y usted le ha entregado todo eso a personas que no conoce.” Se lo entregábamos a un capitán de Aeropostal que volaba a Nueva York en los Constellation y era de la Seguridad Nacional, a él le entregábamos las cartas, las abrían, las copiaban y las mandaban, hasta que tuvieron un paquete inmenso.
Pero en el momento en que yo estoy hablando con Estrada, vuelve a aparecer mi amigo, el Coronel Pulido Barreto, con un ayudante y me dice: “Te envainaste. No vengo a pedir que te suelten, sino que no te toquen, ya se lo pedí a Pedro.” No me volvieron a interrogar y al cabo de tres meses nos bajaron al patio y vimos un grupo de jóvenes estudiantes, jovencitos..
¿En qué año estamos, doctor Velásquez?
1957. Y eran los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Central, del Partido Comunista, el flaco Prada Barazarte, Germán Lairet, Luis Alvarez Domínguez, Chucho Betancourt, y nos esposaron, nos metieron en un autobús. A mí me esposaron con un loco, que había caído preso. ¿Por qué estaba ese loco? Porque ese señor era esposo de una mujer que había estado en un complot de unas bombas, la esposa era activista de Acción Democrática y era lo que llamaban un puente para mensajes.
¿Y cómo lidió usted con el demente?
Ya va a ver lo que pasa. Es que es una historia increíble. La Seguridad Nacional está siguiendo a la esposa y detienen a su esposo y el preguntan: “¿por qué entran tantos hombres a su casa?” y lo llevan en una camioneta cerrada y lo ponen a mirar a su casa y empiezan a entrar hombres y más hombres. Cuando llega a la casa de vuelta le pregunta a la esposa: “¿ qué, quién vino?” “No, nadie”, responde ella. Y entonces el hombre se quita la ropa y se sienta desnudo en la mesa y sobreviene el escándalo. Ha enloquecido. Él no mata a la mujer sino que se va, se vuelve a vestir y se va y se refugia en unas ruinas del viejo tranvía de Caracas, frente al teatro de La Candelaria, unas ruinas donde hay forajidos. Caminando por la calle se enamora de un perrito y el perrito se va con él. Conoce en las ruinas a un adeco que había sido jefe civil en Río Chico, al que andaban persiguiendo, estaba metido ahí, Rodríguez, y andan juntos, salen de noche, y de día buscan en las carnicerías huesos, cualquier cosa, y comen. Hacen un festín todos los pordioseros con los huesos, hasta que un día sale solo y queda el perrito. Entonces lo invitan a una gran comida esa tarde, le dicen que han matado una lapa y cuando terminan le cuentan que se han comido el perro. El hombre coge un tubo para matar al otro, y este por casualidad ha encontrado uno de esos cascos de aluminio y se salva del golpe. Los llevan a la policía de La Candelaria y entonces el demente dice: “Ese señor es Rodríguez, el fabricante de la bomba del Paseo Colón, la bomba está enterrada en tal parte” y van y la encuentran ya echada a perder, entonces se los llevan a los dos, pero este señor, caraqueño, de gente bien, agudiza su pérdida de sentido de la realidad y se transforma en un faraón. Bueno, pues a este faraón lo esposan conmigo y yo voy por toda la carretera escuchando al faraón hablar de sus pirámides en Keops, y las pirámides tal y cual…
Pero qué cuento tan extraordinario. ¿Para dónde iban?
Para Ciudad Bolívar.
¿Hasta el 23 de Enero?
Hasta el 24, porque el 23 como a las 4 de la tarde llegó una misión militar.
Déjeme preguntarle un lugar común, pero es que hay que hacerlo. ¿Qué se siente estando preso? ¿Tristeza, depresión, impotencia, rabia?
Yo se lo puedo decir. Primero, como estuve preso tres veces y vi mucha gente, puedo decirle que los suicidios ocurren en la primera semana. Yo he visto gente muy distinguida que ha intentado cortarse las venas, que intentó romper los vidrios que eran de cristal para cortarse las venas, vi un joven, guariqueño, dándose contra la pared la cabeza para matarse, y se daba para fracturarse el cráneo; vi también gente gritando me ahogo, por claustrofobia, y vi gente, un caso, de un hombre pegando gritos porque no podía orinar, pero siempre en una etapa de adaptación. De ahí en adelante uno va aclimatándose.
¿Se conversa mucho en la cárcel?
Mucho. Ahora, la cárcel es un tiempo en que crecen los sueños como para aliviar la carga, yo voy a hacer, yo voy a hacer, yo voy a hacer…
IV) Los aires de la democracia.
Cae Pérez Jiménez y empieza otra vida, ¿qué hace usted?
Simón Alberto Consalvi y yo teníamos un proyecto de sacar un periódico, pero lo supo Miguel Angel Capriles y nos buscó y nos propuso que fuéramos juntos, nació El Mundo, y ahí estuvimos seis meses, hasta que en agosto me fui a hacer campaña política con Betancourt, en el Táchira y en Miranda, salí senador por los dos. Pero, cuando yo esperaba ir al Senado me invita Betancourt a conversar, y me dice: “Mire, lo invito a una empresa política, yo no vuelvo al destierro, son 20 años, ya está bueno. Dicen que fuimos muy sectarios el 48 y lo que Venezuela no perdona es el sectarismo, el que quiere mandar solo se cae, medio país me quiere, me sigue, yo puedo decir que niños y niñas, viejos, mujeres, hombres, pero hay otro medio país que no me quiere, algunas mujeres en la calle me sacan la lengua, pero yo veo hombres que se quitan el sombrero, era el año 59, había sombreros, pero la mirada es de odio. Usted es amigo de ese otro medio país: yo le ofrezco la Secretaría de la Presidencia, no para que redacte cartas. Y en cuanto a discursos, nadie me ha escrito a mí un discurso y yo tengo que decirle una cosa, con mi estilito me ha ido muy bien.” Entonces me dijo: “Un paréntesis, yo no invento palabras, yo las busco en el diccionario, arcaísmo es lo que uso.”
Bueno, total que fui yo a la Secretaría. En ese momento había, primero, un sector perezjimenizta importante, porque en 10 años los únicos que protestaron fueron los grupos de políticos. Entonces, había un sector militar grande que no había por qué sacarlo, mucho sector andino remiso y gran parte del sector de la burguesía, más el Partido Comunista, que no había ido a la guerrilla todavía.
Pero que no habían firmado el Pacto de Punto Fijo
Exacto. Entonces, me dijo Betancourt: “Hay que dialogar con Rodolfo Quintero, que maneja el sindicalismo, eso lo puedes hacer tú.” De tal manera que en mi antesala se acumulaba gente que para los dirigentes de Acción Democrática eran los enemigos, y entonces como a los cuatro meses de estar ahí, me dijo el presidente Betancourt: “Ayer me pidieron Ramos Jiménez y Paz Galarraga tu destitución, porque esa antesala en tu despacho está llena de enemigos. Yo les dije: métanse en su partido y déjenme gobernar, recuerden lo que pasó, déjenme gobernar, así que ya saben.” Y en realidad la Secretaría fue un factor de acercamiento a lo largo de cuatro años y medio. El último semestre lo cumplió Mariano Picón, y yo quería cumplir el viejo sueño de irme del país un tiempo. Quería irme a la universidad de Stanford, pero no pude porque acababa de pasar un episodio muy grave con los anunciantes y El Nacional, habían logrado bajar la publicidad al 15%, y estuvieron a punto de venderlo, porque las ofertas fueron tentadoras.
Entonces, la forma de salvar a El Nacional en esta crisis del 64 fue que Miguel Otero renunció a la dirección, salieron más de 14 reporteros y entró Raúl Valera. Pero Leoni tenía mucha confianza en Valera, superior a la que podía tenerle a cualquiera, y lo necesitaba como Gobernador de Caracas. Entonces Miguel Otero me dijo: “Dirige El Nacional”, y decidí abandonar mi proyecto, que lo tenía listo y me metí en el periódico. Y se logró ir recuperando la publicidad.
Y en el 69 pasó al gobierno de Caldera, cuando lo nombra Ministro de Comunicaciones.
Sí. Usted sabe que El Nacional cambiaba de director cada cinco años. Ahí entra Arturo Uslar, después Oscar Palacios Herrera, después vuelvo yo. Déjeme que le explique algo que aclara lo del ministerio con Caldera. En los años de la guerrilla, los años muy duros del gobierno de Betancourt, cuando se fue URD, el único que acompañó el gobierno fue Caldera. Sin él la crisis ha podido tener una proyección mayor y ese hombre estuvo en todos los momentos críticos, a las dos de la mañana, estaba ahí, y en 1963 me llama Rómulo Betancourt, siendo todavía yo Secretario de la Presidencia, me dice: “Tengo que hablar con usted, quiero desayunar. Tengo que dar una respuesta dentro de dos horas y quiero que usted sepa lo que le voy a decir a la persona con quien voy a hablar, se trata de Rafael Caldera, vino a proponerme que para las elecciones de diciembre lo apoyemos los adecos y yo le dije que no, porque un partido se suicida cuando apoya la candidatura del jefe de otro partido.” Y cuando se despide le dijo Betancourt a Caldera: “Láncese usted, nosotros lanzamos el nuestro y volvemos a unirnos.” Pero Caldera se paró y le dijo: “Bueno, le dejo otro nombre para que consulte con la almohada y vamos unidos AD y Copei: Ramón Velásquez.”
Betancourt me dice: “Yo le voy a decir que no y por eso quiero que lo sepa, yo sé agradecerte todo lo que has hecho y tus años de cárcel y todo, pero partido es partido, tú no has querido inscribirte.” No, le dije, tiene razón, es una explicación lógica.
Pasaron los cinco años, me llamó un día Caldera, me dijo: “Mire, yo no quiero aparecer solo, estos 30.000 votos con que gané han creado una tensión que tengo que resolver, le ofrecí a Perucho Rincón el Ministerio de Educación, no quiso, se lo ofrecí al doctor fulano de tal de la Universidad, no quiso, ya estoy cerrando esto y no me deje solo.” Le dije, lo acompaño por un año, yo tengo buena memoria, y recuerdo su comportamiento como asociado de Betancourt en cinco años muy duros, y la oferta que usted no me la dijo a mí, pero se la dijo a él y por eso la supe. Es verdad. Y estuve un año y me fui.
Toda esta historia también explica porque Leoni y Caldera no se llevaban muy bien.
No, nunca. Fíjese, Leoni vivió su fase de formación en Bogotá, y asimiló la pugna entre godos y liberales y, de alguna manera la trasladó a aquí. Todo ese sector para Raúl más que socialcristiano era conservador, y más que conservador, godo.
Estuvo ese año y se fue para dónde.
Yo fui muy amigo de N.D. Dao, muy amigo, entrañable y soy amigo de todos ellos. El había fundado una pequeña empresa llamada Transvalcar, Transporte de Valores, y había puesto en la presidencia a su consultor jurídico, que era un ex ministro de Hacienda de Pérez Jiménez, Aurelio Arreaza, pero Aurelio muere y yo le digo a Dao, yo quiero manejar ese transporte, que era una empresa pequeña ubicada en la avenida Andrés Bello y me metí, y eran 15 unidades y 70 trabajadores y cuando me fui le entregué 80 unidades y 500 trabajadores y Enrique Tejera París, que fue de los accionistas, cuando yo le mandé las primeras utilidades me llamó y me dijo: “Yo voy a poner este cheque en un cuadrito, porque yo jamás creí que me iba a ganar un centavo.” Allí estuve tres años y medio, y volví a El Nacional. Estando allí, vivo un momento difícil, me voy antes de completar los cinco años, porque es el momento en que hay diferencias entre la familia propietaria.
Y a usted lo sustituye Alberto Quirós Corradi.
Sí. Ahora, con Alberto Quirós cambian las condiciones, porque Alberto logra lo que no logramos ninguno, ni Arturo Uslar ni Oscar Palacios ni yo, que fue la estructura de la dirección.
¿En qué consiste el gran poder de opinión que tiene El Nacional sobre el país, la gran influencia que tiene, de dónde le viene?
Fundamentalmente fue el propósito de Miguel Otero Silva, de crear una tribuna de la democracia venezolana sin compromisos con el pasado y que reflejara la nueva situación del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. El Nacional apareció en plena guerra y tomó posición con respecto a la lucha contra el fascismo y, en lo nacional, por acelerar el proceso democrático en Venezuela. Entonces, el periódico se convirtió en lo que su creador fundador se propuso hacer, y allí empezaron a concurrir todos los sectores democráticos, toda la gente de la cultura. Se volvió una gran casa venezolana, porque en un momento de dispersión él empezó a juntar más allá de los partidos, más allá del Partido Comunista, más allá de la tendencia que pudiera tener, todas las nuevas generaciones. Además, jerarquizó el cargo de reportero, hizo a varios de los reporteros, columnistas, con la oportunidad de opinión, y empezó a surgir allí la primera generación de periodistas de la democracia, porque tuvieron una amplitud de la que se había carecido hasta entonces. Además, Otero y Antonio Arráiz se entendían bien, fue una buena llave al comienzo. Perfecta. Antonio Arráiz fue un gran trabajador del periódico, vivía metido en el periódico igual que su hermana que era la secretaria de la dirección, que era novelista, escribía bajo el seudónimo de Dinora Ramos, Elba Arráiz, era un despacho muy pequeño, en la esquina de Maderero, pero empezó a desfilar por ahí todo el país. Se identificó mucho con la corriente que representó Isaías Medina y el Partido Democrático Venezolano.
En la etapa de preparación del diario, Miguel Otero estuvo un año con Pepe Moradell, José Benavides y un gallego periodista de Madrid de apellido Blanco, revisando los ejemplares que se trajeron de todos los periódicos de Londres, de Madrid, de París, de Buenos Aires, de Estados Unidos, para hacer el periódico.
IV) El trance presidencial.
Cuando el Congreso de la República lo escogió como Presidente de la República, realmente el venezolano indicado para ese trabajo era usted, ahí no había la menor duda, y es muy interesante ver cómo una persona a lo largo de su vida va concitando alrededor suyo la unanimidad, yo supongo que a usted lo satisface. ¿no?
Claro. Ahora le voy a contar el episodio. Yo estaba en el Senado, estaba presidiendo además la Comisión de Reforma del Estado (COPRE), yo soy uno de los coautores de la Ley y la presenté ante el Senado, me refiero a la Ley de Elección Directa de los Gobernadores y de la comisión que reformó la Ley de Régimen Municipal para crear la figura del alcalde actual. Tuvimos mucha oposición dentro de los partidos, pero logramos un pacto con los candidatos presidenciales del 88 que nos aseguró la votación de la Ley en las primeras sesiones del 89, por eso tuvimos elección de gobernadores y alcaldes en diciembre de ese año.
Entonces, le decía, que además estaba en la Comisión de Política Exterior cuando vino la crisis. La Corte Suprema de Justicia solicitó ante el Senado que levantara la inmunidad al presidente Pérez y una noche tocó esta puerta como a las 11 de la noche Luis Alfaro Ucero, que venía con Hilarión Cardozo. Entonces me dijeron que venían muy cansados, porque habían estado todo ese día con la Conferencia Episcopal, con Fedecámaras, con el Alto Mando, que habían hablado el día anterior con la CTV, y entonces yo le pregunté a Alfaro: quién es el candidato que han escogido después de esta ronda. A Usted, me dijo. “De los nombres el suyo fue el que logró mayor aceptación en las consultas.” Yo les respondí: ustedes me están diciendo que arreglaron lo militar, lo político, tienen también el respaldo de la iglesia, pero lo grave en este momento, si hay la tranquilidad militar y política, es el déficit fiscal, tienen que buscar un economista, un hombre de empresa, y le propuse al doctor Francisco Aguerrevere, porque tenía mucha experiencia empresarial y era un hombre correcto y patriota y les di otra alternativa: Julio Sosa Rodríguez.
Alfaro regresó como a los dos días y me dijo: “Fracasamos con sus candidatos, insisten en que sea usted.” Entonces, yo le dije y por qué no propusieron al doctor Enrique Sánchez, que es el presidente del Consejo de Economía Nacional, hombre de mucho prestigio en el mundo económico. Entonces regresó Alfaro y me dijo que si yo no aceptaba, el Presidente de la República iba a ser Iván Darío Jiménez, ministro de Defensa. Yo le dije, magnífico, yo conozco a Jiménez, lo estimo, además es ingeniero formado en Estados Unidos. Entonces, me dijo: “Usted le va a hacer un favor a la democracia, acepte, porque si ese señor llega se queda.”
Concertamos una entrevista en una casa por Santa Paula, allí estaban Pedro París Montesinos, José Curiel, Hilarión Cardozo, Alfaro Ucero, y cuando les dije que aceptaba, dijo Pedro París, le tenemos que decir un mensaje y le dio la palabra a José Curiel: “Doctor Velásquez tiene que buscar ministros independientes porque nosotros no lo podemos acompañar, nosotros tenemos el compromiso de la campaña electoral y no podemos.” Yo le dije a José Curiel, esto es como un circo, ustedes montan a un equilibrista y le quitan la malla, pero no me voy a caer. Entonces aclaró Hilarión, que no solamente no podían ser copeyanos, sino tampoco ninguno de esos independientes que presumen de ser independientes, pero son adecos o copeyanos. Ah, les dije, ustedes quieren que yo monte un orfeón, que busque tenores.
Luego, ya en el gobierno, hubo una situación difícil para la estabilidad, la sorteé. Habían habido el 92 dos golpes, ahora acercándose las elecciones, se despertaron las ganas de crear un gobierno de dos años de transición, hacer un nuevo registro electoral y convocar a elecciones. No tuve apoyo para enfrentarme a la situación, pero el movimiento militar no se dio y llegamos a las elecciones.
¿Estaba previsto para antes de las elecciones?
Para impedir las elecciones. En ese momento eran candidatos Rafael Caldera, Andrés Velásquez, Oswaldo Alvarez y Claudio Fermín.
¿Cómo logró conjurar ese golpe, por qué no se dio, cómo logró neutralizarlo?
Manejé distintas situaciones y entre ellas convoqué a una gran asamblea, en la que estaban todos los sectores nacionales posibles, gobierno y todas las oposiciones, para darle respaldo al proceso electoral. Pero, por otra parte, cuando los autores o los preparadores del golpe supieron que se sabía, hubo una especie de inhibición a la cual me ayudó un General joven, que se había retirado del ejército, pero que estaba muy activo, no era amigo del gobierno, pero tampoco era amigo del grupo conspirador, y entonces hizo una declaración violenta. Por otra parte, se logró una declaración de los Estados Unidos, del Subsecretario Watson, diciendo que los Estados Unidos veían con beneplácito la forma como el proceso democrático había seguido cumpliéndose, no obstante los golpes y el juicio al Presidente, y así como respaldaban plenamente ese proceso, condenaban cualquier intento golpista. De tal manera que pasé por esa experiencia. Yo conocía el clima del Palacio porque había acompañado al presidente Betancourt.
¿Y ese es un clima que se respira?
Sí. Inmediatamente entra una especie de suspenso. El Presidente Betancourt me enseñó algo, durante el primer golpe contra su gobierno el Palacio se llenó de civiles, ministros, de directores de ministerio. Entonces el Presidente le dio la orden al Jefe de la Casa Militar, que les dijera a los ministros que permanecieran cada uno en su despacho, pero que abandonaran el Palacio, porque ahí no hacían ellos nada, y que no podían dejar el ministerio respectivo hasta que no recibieran una orden, entonces los ministerios estaban en guardia todo el tiempo. Y la otra gente curiosa o chismosa la sacó y entonces se estableció una norma que cada vez que había una situación de esas el Presidente se reunía en su despacho con los jefes de las cuatro fuerzas y el ministro de Defensa y eso se convertía en una especie de central, y los generales y el almirante respectivo comían ahí, no salían de ahí. De tal manera que no llegó a estallar el golpe contra mí, pero como le digo, estuve cerca.
¿Reciente mucho que lo hayan dejado solo los partidos?
Yo volví a Acción Democrática en enero, fueron todos, Alfaro, Morales Bello, y les dije: me llevo una lección, eso de Presidente independiente en un régimen de partido no suena sino a burla o a tragedia, no caí en la tragedia y no se rieron de mí, pero aquí tiene que estar un hombre con un partido llámese democrático, autocrático, monárquico, como sea, pero eso de que lo dejamos que él disponga solo, cuando toda la maquinaria del Estado está en otras manos, no es bueno.
V) Los protagonistas políticos del siglo que termina
Usted es uno de los mayores conocedores de la figura histórica de Gómez y a su vez trabajó y estuvo muy cerca de Betancourt. ¿Estaría de acuerdo en que esas son las dos figuras políticas centrales del siglo XX?
Sí, como no.
¿Añadiría algunas otras?
Al lado de Gómez, a sus colaboradores: los que lograron que ese gobierno aportara factores de modernización y de estabilidad institucional, como fueron Arcaya con la codificación, que todavía en 2002 está vigente, Código Civil, Código Mercantil, Código Penal, eso fue una gran obra, porque cuando llegó la democracia no necesitó redactar el sistema legal, ya estaba hecho.
Segundo, el plan nacional de vialidad del año 11 que buscó unir a todas las regiones entre sí y unir a todas las regiones con la capital. Se crearon tres comisiones de los más eminentes ingenieros de la época, por ejemplo la de occidente la presidió Alfredo Jahn, la de oriente Luis Cipriano Pérez, ellos estuvieron en todas las regiones y trazaron las líneas, que las carreteras las ejecutaran coroneles esa es otra cosa, pero la concepción de la red vial nacional la hicieron y la reforma fiscal, la reforma de las finanzas públicas de Román Cárdenas, y otro tercer aporte que se tiene que señalar al comienzo es el de Samuel Mac Gill, que es la creación de la Escuela Militar. Mac Gill era chileno, y creó la Escuela con un general tropero, pero muy inteligente, que se llamó Félix Galavís.
Ahora, me parece que la gente más importante con Betancourt, por una parte fue Raúl Leoni, que lo acompañó en la tarea de pensar un partido, pensar en un cuerpo ideológico y discutir desde el año 31 hasta el año 36 en cartas que iban y venían de Barranquilla, y luego, en la tarea de gobierno, aun cuando después se distanciaron, fue Prieto, con la educación y fue Juan Pablo Pérez Alfonso, con toda su visión de la política petrolera.
Otras dos figuras de extraordinaria importancia histórica son Jóvito Villalba y Rafael Caldera. Jóvito, que nunca llegó al poder, pero que fue el gran tribuno, y luego era un hombre con una excelente formación en Derecho Constitucional, fue profesor de la Universidad Central. Villalba nunca quiso figurar en las filas socialistas, nunca, y cuando fundó un partido, el primer partido que se funda en el año 46, como respuesta al golpe de Estado, que es Unión Republicana Democrática (aunque él no lo funda, lo fundan Isaac Pardo y Elías Toro y cuando hay un roce entre ellos queda Jóvito, pero es Jóvito el verdadero creador, el que lo hace un partido en diversas regiones) lo llama partido liberal y busca el color amarillo. Es falso que Jóvito no tuviera formación política, todo lo contrario, era un estudioso permanente y era un hombre conocedor en materia de instituciones democráticas, de las grandes reformas de la socialdemocracia, y tenía conocimientos de la estructura de la revolución marxista, de los más avanzados, pero nunca logró que la fuerza que creó alcanzara el poder.
En cambio, Rafael Caldera sí representó desde 1936 la fuerza nacional que se enfrenta al marxismo y lo hace cuando era estudiante de 6° año de Derecho en la universidad y busca a los que van a ser después dirigentes del partido socialcristiano. Él era diferente de Rómulo, de Leoni y de los otros líderes, un hombre de una excelente formación jurídica, catedrático, autor de textos jurídicos, algunos consideraban que era un catedrático evadido de la universidad y metido en los campamentos políticos; no, yo considero que era un político muy hábil, muy tenaz y con una jefatura implacable de su organización.
Indudablemente, las figuras fundamentales de la democracia del siglo XX son Betancourt, Villalba y Caldera, pero nunca se puede olvidar otras dos figuras que agitaron el ambiente estudiantil desde la clandestinidad corriendo todos los riesgos, que fueron los marxistas Salvador de La Plaza y Gustavo Machado.
VI) Los amigos
Lo invito a entrar en un plano más personal. ¿Usted tiene amigos desde la infancia que lo han acompañado toda la vida?
Sí, se han muerto casi todos. Yo tengo muchos amigos, por ejemplo, amigos de bachillerato con quienes converso, comparto. Ellos eran de La Salle y del San Ignacio y yo era del Andrés Bello, pero nos reuníamos en el Parque Carabobo a leer, entre ellos estaban Eduardo Mendoza Goiticoa, que es muy amigo mío, Emilio Conde Jahn, somos muy amigos, Pedro Pablo Azpúrua. Tengo amigos todavía más viejos como Aurelio Ferrero Tamayo, con quien conversamos. Otros a quienes conocí al llegar a Caracas fueron Efraín Schat Aristeguieta y Enrique Tejera París, somos amigos, muy amigos
Simón Alberto Consalvi ha sido muy amigo suyo.
Si, claro, pero él es joven con respecto a mí, nos conocimos cuando la caída o el golpe contra el presidente Medina, él llegó a San Cristóbal enviado por Acción Democrática a dirigir un periódico, desde entonces somos amigos, fuimos a la cárcel, y salimos a hacer cosas.
Sí, probablemente con quien ha hecho usted más cosas en la vida, han trabajado juntos, han estado en empresas, ha sido Consalvi
Sí, y el otro es Catalá. Toda esa colección de pensamiento político del siglo XIX y XX la logramos con Catalá.
VII) ¿Quién soy?
¿Usted se definiría a sí mismo como un historiador, un periodista, un escritor y un político?
Decía Henrique Otero Vizcarrondo que para ser político en Venezuela se necesitaba haber estado en la cárcel en la Venezuela de Gómez, a mí no me tocó Gómez, pero me tocó Pérez Jiménez, de tal manera que sí, y además si la aspiración de todo político es llegar a la Presidencia de la República, a mí me tocaron la puerta, no la busqué en este episodio.
Periodista me siento, porque toda la vida, desde que me recuerdo a los 9 años leyendo para corregir pruebas de imprenta, he estado metido en periódicos y he sido de todo: reportero policial, reportero político, editorialista, cronista con seudónimo. Y como historiador también, ahí hay una obra importante. Ah, como editor también, me faltó.
En la historia me he empeñado en aportar a la investigación y documentación, por ejemplo, yo creo que ha sido útil que le entregara al país el archivo de Castro y Gómez, porque hoy es una fuente de investigación y yo lo salvé, en parte.
VII) ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?
Unas últimas reflexiones, doctor Velásquez, sobre Venezuela. ¿Qué diablos es este país: es el país portátil que dibujó Adriano González León, es el país campamento que muchas veces denunció Uslar Pietri?
Hay campamento, pero no es un país portátil, se puede hablar de una raíz venezolana. Nosotros tuvimos una ventaja en esos 300 años, que como no había minas de oro, de plata, ni esmeraldas, aquí no vino la Corona con sus grandes autoridades y los grandes de España, sino gente que venía a trabajar, que venía a hacer su vida, a crear. Entonces, esos conflictos que hay en el Perú y que hubo en México, que separan a los grupos, no fueron tan profundos en Venezuela. Aquí, por el contrario, fueron, sin mucho auxilio de la Corona, avanzando en la conquista de todo el territorio, y la mezcla con el indio y con el negro no tuvo ese drama de la nueva España de Perú, sino que se fue creando un verdadero mestizaje, que El Libertador dice es otra raza.
En esa gente el espíritu de independencia fue creándose como producto de la soledad en que estaban. Eran cuatro regiones, la andina, que administrativamente pertenecía al Virreinato: Zulia, Mérida, Táchira y Barinas; la gran provincia de Caracas, que era esto que iba del Yaracuy al Unare. El Oriente nunca tuvo buenas relaciones con la provincia de Caracas, porque ellos se sentían autónomos, capital Cumaná, Nueva Andalucía y, la cuarta, Guayana.
Fue en la Guerra de la Independencia cuando por primera vez se mezclan andinos con orientales y llaneros. La guerra fue un crisol. Fíjese cómo en esos 12 años no queda nadie a quien no lo arrastre la guerra de independencia. Eso crea un sentimiento de unidad: la región venezolana, pero esa región se afirma más cuando Bolívar empuja esa tromba llanera por el Casanare, y acaban con el Virreinato de Santa Fé de Bogotá los venezolanos, llegan a Quito, siguen hasta el Perú y cuando los invita el General Alvear a que encabecen la lucha contra el Brasil, han recorrido toda América.
A mí me decía un historiador moderno del Ecuador, que los colombianos o quiteños o los peruanos habían visto pasar la tromba llanera venezolana y se habían apartado, que por eso no tenían héroes los ecuatorianos, y me dijo venga para que vea nuestro Salón Elíptico, me llevó: El Padre de la Patria, Simón Bolívar; el héroe máximo de Pichincha, Antonio José de Sucre, fundador de la República del Ecuador; Juan José Flores de Puerto Cabello, el libertador de Guayaquil, el héroe, León de Febres Cordero.
Entonces, la afirmación de la conciencia del venezolano como región y como parte de América, se sucede dentro de un proceso irrepetible, centenares de gentes de Calabozo, de Trujillo, de Maturín, han estado en Boyacá, en Pichincha, en Tucumán, en Junín y han regresado, unos cuantos a ser los jefes, pero el resto a sumergirse. Eso es lo que le da un gran predominio a lo militar. Ellos van a ser los organizadores de la República: Páez, José Tadeo.
Todos del ejército libertador.
Venezuela ha pasado por muchas dificultades y las ha vencido. En las costas, por ejemplo, las amenazas de los holandeses que querían apoderarse de esa zona del Yaracuy, la amenaza de los ingleses que querían llevarse la boca del Orinoco, y siempre Venezuela ha superado las crisis. Ahora, es un pueblo terriblemente agresivo y feroz: de 1812 a 1903 ha vivido una guerra implacable, de tal manera que durante ese período todas las iniciativas de modernización, de avance económico, las partía.
Sin embargo, cuando usted ve la etapa del siglo XIX de Guzmán Blanco, que son años de paz, empieza el país a progresar. Se pueblan de nuevo las llanuras de ganado, empiezan las regiones con la inmigración italiana y corsa a crecer. Maracaibo, Puerto Cabello, Río Caribe, Ciudad Bolívar, esa es la primera vez que se da la incorporación de un elemento nuevo, es decir, casi 350 años después de haber aparecido Venezuela, es la inmigración europea la que determina un gran desarrollo en la caficultura.
Básicamente corsos e italianos.
En Guayana es el oro, es la sarrapia, las plumas de garzas, y es una generación que se queda, porque aquí vino un grupo pequeño de alemanes y de ingleses, pero fueron muy escasos los que se vincularon, a diferencia del italiano que sí se quedó.
VIII) El conocedor de Colombia
Si alguien en Venezuela sabe del tema colombo-venezolano es usted ¿Qué puede pasar entre Colombia y Venezuela? Además de las razones históricas, ¿el diferendo tiene perspectivas de solución a mediano, a largo plazo?
Ese es un tema que se va a resolver en el futuro con la Comunidad Andina de Naciones. Las dos repúblicas se fundaron creándose un conflicto entre la raya fronteriza. Uno ve que eso se ha podido resolver entre los congresos de la década de los ’30 del siglo XIX pero había un pretexto, “San Faustino”, y cuando uno estudia todo el proceso de las delegaciones colombo-venezolanas a lo largo del siglo XIX hasta que llega Guzmán al poder, que está por detrás de todo, ve como este conflicto forma parte de la vecindad. Somos hermanos, tenemos el mismo origen racial, indígena, los blancos y los negros, pero hay una cosa: Colombia es un país desde la colonia de letrados, minucioso, estudioso y Venezuela perdía la primera república en que desaparecen los letrados, los diplomáticos, venezolanos, los grandes diplomáticos, Fortique, Narvarte, Nicanor Borges, Eduardo Calcaño, todos siempre estuvieron bajo la preocupación y el dictado del caudillo que estuviera de turno.
Fíjese que ese es un conflicto que se ha reflejado en las redacciones, no solamente en la de límites, en todos los acuerdos, porque siempre el venezolano, el gobernante venezolano, cualquiera que sea su apellido, tiene un poder que en casi todas las ocasiones es superior a la de los tratados. El estilo con que trató Cipriano Castro las relaciones con Colombia fue de amor-odio, porque él era liberal también en Colombia, y el régimen colombiano de esa etapa era conservador, Marroquín y antes Núñez. Entonces, el riesgo era hasta cerrar un río común en ese momento el río Zulia y Catatumbo, por el que subían las cargas de café colombiano hacia el mar Caribe, y llegaba la mercancía a la provincia tan pronto.
Sí. Bueno, entonces la tesis de Gómez con Colombia fue: “con el vecino no se pelea” y mantuvo una frustración en la que el laudo vino a cumplir bajo su gobierno en el año 21, con comisiones que recorrieron todo el río…
¿El laudo suizo?
El laudo suizo. Pero para esa época, 1921, no tenía el mundo marino la importancia que surge después de la Segunda Guerra Mundial, con el mar territorial y todas las denominaciones, y si a eso se agrega el descubrimiento de yacimientos petroleros en esa zona del Golfo, pues lo que se hubiera podido arreglar en el año 21, esa parte marítima y todas las líneas terrestres, pues no se pudo. Eso lleva ya, en la nueva etapa de negociación, veinte años, con la mejor voluntad de parte y parte por resolver.
¿Y alguna vez se ha estado cerca de resolverlo? ¿Cuál es el momento que usted siente que hemos estado más cerca?
El momento en que la solución estuvo más cerca fue con Rómulo Betancourt, porque inmediatamente después vinieron aquellas conversaciones entre Carlos Lleras Restrepo, que no era presidente todavía, y Virgilio Barco y Pérez Guerrero, que entonces Venezuela envió a Rubén Sáder Pérez a Colombia, presidente de la Corporación Venezolana de Petróleo, a hablar de la alianza colombo-venezolana en la explotación del yacimiento, entonces la situación cobró una característica que han ido prolongando unos, como Luis Carlos Galán y creo que Uribe Vélez, aplacemos por cincuenta años la solución del problema. A mí me dijo Luis Carlos Galán, que murió un mes antes de ser elegido presidente, “voy a venir y voy a proponer que aplacemos el problema en las áreas marinas y submarinas del Golfo.”
Ahora, hay una cuestión, Colombia desde la colonia ha tenido la salida al Mar Caribe por la depresión Cúcuta-Táchira, por los ríos Zulia, Catatumbo, al Lago de Maracaibo. Entonces, hubo un problema, como el de Castro, de cerrarle el acceso, pero siempre ha habido ese problema: como no pueden llegar hasta el río Magdalena, por la parte oriental, entonces la salida era esta y eso se mantiene en la actualidad, siempre Colombia ha buscado la salida al Mar Caribe.
Hace unos siete u ocho años, quizás más, usted dio unas declaraciones muy importantes. Usted advertía en el deterioro de los partidos políticos y del sistema de la democracia de partidos, que se estaba creando un vacío, y dijo: “El próximo presidente o el próximo candidato a la presidencia va a provenir de los medios.” De alguna manera eso fue cierto en la medida en que Irene Sáez, que llegó a tener un porcentaje altísimo, 70 por ciento, provenía de los medios, hasta que se le atravesó el comandante Chávez, pero también el comandante Chávez fue un producto mediático en muchos sentidos. ¿De aquellos años en que usted hizo esa advertencia al sol de hoy mantendría esa misma opinión o el escenario ha cambiado?
No, no sólo la mantengo, sino que el primer partido político nacional son los medios de comunicación social. Volver al equilibrio va a ser lento, porque el país se ha acostumbrado a tener la concepción, y luego la opinión que los medios le brindan. Además, la aldea global es una realidad, hoy el Táchira, San Fernando de Apure, Maturín, Puerto Ordaz, son urbanizaciones de Caracas, a veces se tarda uno más en llegar del Centro a Cerro Verde, que de Caracas a San Fernando de Apure. Eso ha significado una revolución del espacio de tiempo. Hoy hombre en la Piedra del Cocuy, y el hombre en Tucupita, y el hombre en Queniquea están valorando el problema de los militares, de la Iglesia, y de Chávez igualito, y a veces tienen más tiempo de alcanzar las cosas allá. Entonces, los medios se han ido convirtiendo en unas fuerzas nacionales. El poder es inmenso, de tal manera que el próximo presidente de la República también va a ser fruto de los medios. No se va a reducir la influencia.
Usted como historiador, como analista, como político, qué nos puede decir de estos cuatro años de gobierno de Chávez: ¿ ya se pueden dar unas pinceladas de lo que históricamente ha significado este gobierno?
Yo he dividido y sigo dividiendo esta etapa en dos partes: Chávez y la sociedad venezolana. Sostengo siempre, y lo sigo sosteniendo, que esta crisis que estamos viviendo, la más profunda de la Venezuela moderna, desde 1864 en que se funda la república federal hasta 1993, no hemos vivido una crisis tan profunda porque ha movido los cimientos de las instituciones que se debían modernizar. Por ejemplo, la Constitución de 1864 se modernizó en la reforma del 74, el 81, el 93, y luego en las siete reformas del general Gómez, la reforma de López, la de Medina y en las dos constituciones democráticas. Esas reformas versaban sobre el período presidencial, 4, 5, 6, después 2 de Guzmán, después 4 de Crespo, después 4 de Castro, que amplió a 6, y no los cumplió, después Gómez, con 7, y luego Gómez lo redujo a cinco y quedó así hasta el 61. Lo moderno estuvo en la Constitución del 47 y el 61, los derechos sociales. La Constitución que ha durado más es la de 1864, la de cien años antes. Esta, la actual, es la que rompe completamente las estructuras. La Constitución actual es una Constitución presidencialista. Las Constituciones anteriores respetaban a los tres poderes, esta Constitución los amplía a 5, pero liquida la autonomía, la jerarquía del Poder Legislativo y convierte el Congreso en una Asamblea Nacional, que puede ser disuelta por el Presidente. Desde 1830, la Constitución de Valencia a la de 1961, eso no se podía. Luego, esta Constitución elimina el Senado y coge las atribuciones del Senado y se las atribuye al presidente. El Libertador en la Constitución de 1821 otorgaba al Senado el derecho de los ascensos y la del 30 y la del 64 igual, pero ahora Chávez es el Senado y él eleva a Lucas Rincón a General en Jefe. Por otra parte, esta Constitución le otorga el papel de Legislador a Chávez por los decretos-ley, los decretos-ley eran para los asuntos económicos y fiscales, en caso de emergencia. Ahora él puede presentar lo que le dé la gana, se equipara al legislador sustantivo. Además, resucita el fuero militar , él entrampa la cosa y lo mete en la Constitución; por otra parte, sí como no, crea el referendo consultivo y el revocatorio, pero él los está manejando como las asambleas consultivas de La Habana, en Cuba, por qué, porque él logró acumular todos los poderes en aquella especie de hipnosis colectiva, que fueron los años 99 y 2000, en que se libró la ley y se nombró un Consejo Nacional Electoral, se metió en el bolsillo al Fiscal, Contralor, al Defensor del pueblo. El tribunal lo eligió, la Asamblea lo eligió, de tal manera que si yo tengo en el puño todos los poderes y no atiendo la reclamación que crean los conflictos ni las demandas por corrupción, por abuso de tráfico de influencias, pues el dejar que los medios hablen no es una señal de democracia definitiva. La democracia es el ejercicio de los poderes que equilibran el Poder Ejecutivo y que no existe hoy.
En cuanto a la Sociedad Civil, el avance es impresionante, porque desde 1839 hasta 1959, ningún civil habría podido ejercer una presidencia por el período que hubiera sido designado. José María Vargas el año 35 lo eligieron por cuatro años y duró seis meses, llegaron Pedro Carujo y Diego Ibarra y lo sacaron; en el siglo XX Rómulo Gallegos fue electo por cinco años y duró ocho meses
Ahora, es la primera vez que veo a la burguesía venezolana sinceramente comprometida con algo, con una lucha. Una lucha que ha cambiado a muchos de los representantes de la burguesía del país. El interés por los derechos y deberes, tantas señoras, y tantos gerentes caminando por unas calles que nunca habían pisado, interesados en las reuniones sobre los problemas y firmando manifiestos, y pegando gritos en las calles, eso es un cambio profundo, nunca había pasado en Venezuela. Contra Pérez Jiménez no actuaron así, actuaron los grupitos de activistas adecos y copeyanos y comunistas, y la gente salía alguna vez a reclamar sueldos y salarios, pero las dimensiones de esta marcha y el hecho de que se realicen también en las regiones, es expresión de un cambio profundo.
¿Y en lo personal qué proyectos tiene? ¿Está organizando algún libro?
Estoy terminando un libro sobre los cuatro constructores del Estado Nacional que son Castro, Gómez y López y Medina, yo los he visto como constructores del Estado. La diferencia entre ellos y los partidos que vinieron después es que ellos se ocuparon de construir el gobierno y Acción Democrática, Copei y el MAS de los derechos del ciudadano y de los derechos políticos y sociales.
Estamos trabajando mucho en el grupo que, bajo el signo de Gómez, adelantó la modernización del país, como Pedro Manuel Arcaya, en su labor de codificación moderna, porque él creó en el año 14 la Comisión Codificadora. Estoy estudiando lo que hizo Román Cárdenas en materia de reforma fiscal y de finanzas nacionales. También estoy trabajando el tiempo en que se echaron las bases de la organización sanitaria y del Consejo de Vialidad nacional, que fue el trazado de las viejas carreteras que debían unir al país, así como la gran campaña de la salud de López Contreras, con Arnoldo Gabaldón. En pocas palabras, estoy estudiando cómo le dejó el Estado a los partidos la hegemonía Andina.
La otra cosa que estoy estudiando es la oposición a Gómez. Yo creo que esos grupos solitarios merecen estudio. Ese guerrillero no dormía, Arévalo Cedeño, luego Peñalosa, por allá, con ochenta años. Y Horacio Ducharne en Monagas, con aquel final trágico, hombre de barba. El general que lo derrota le corta la barba y la exhibe como un trofeo. También estudio ese episodio de Román Delgado, que mete en un barco gente que había estado con Crespo, ministros de Castro, ministros de Gómez, gente que se había alzado en el año 18 contra Gómez y la gente en el piso 28, como Rafael Vegas, como Armando Zuloaga Blanco, esos jóvenes y los trae a Cumaná.
Además, hubo un pensamiento liberal, positivista, y a partir del 25 empieza el pensamiento marxista con dos jóvenes que van a la Unión Soviética: Salvador de la Plaza y Gustavo Machado, y después viene Betancourt con su interpretación de la historia nueva; porque ese es otro fenómeno, la vieja oposición que era liberal, cuando regresa el año 36 nadie le hace caso. En cambio Betancourt por un lado, Machado por otro, llenan las plazas.
Hemos pasado revista a una vida plena. Ha sido difícil colocar el punto final, podríamos habernos extendido ad infinitum, pero entonces la palabra esclarecida de Velásquez se haría morosa ante la ansiedad de los lectores. Los restos de café se advierten en el fondo de la taza, el sol cae perpendicular sobre los techos de los automóviles, hay que guarecerse para poder salir después, cuando el tiempo sea propicio, y haya pasado la canícula.

Invitaciónal Foro: Los Andinos al Poder (mañana en Las Mercedes, Caracas)

Invitaciónal Foro: Los Andinos al Poder con motivo del libro: Tierra nuestra: 1498-2009, editado por la Fundación Venezuela Positiva.
Lugar: Galería D´Museo, Calle California, entre Calle Mucuchies y Calle Perija, Las Mercedes.
Fecha: Domingo, 29 de Noviembre, 2009
Hora: 11 a.m.
Habrá brindis y venta de libros.

jueves, noviembre 26, 2009

Repensando nuestro concepto de democracia: a propósito del Bicentenario

Les transcribo el siguiente artìculo de Rafael Rojas es historiador cubano y exiliado en México. Ha ganado el primer Premio de Ensayo Isabel Polanco con Repúblicas de aire, publicado en El Paìs de España.
TRIBUNA: RAFAEL ROJAS
El bicentenario y la tradición republicana
Si hace 200 años los fundadores de Hispanoamérica imaginaron repúblicas sin democracia, hoy, en América Latina, la democracia se ve amenazada por la crisis de los valores que decidieron la independencia
América Latina llega a dos siglos de su independencia cuando se cumplen 20 años de la caída del Muro de Berlín y del reacomodo de la región a los patrones geopolíticos de la postguerra fría. El bicentenario coincide, además, con el agotamiento de las políticas económicas y sociales, asociadas a la ortodoxia "neoliberal" de los 90, y con el afianzamiento de procesos democráticos que han permitido el acceso al gobierno de importantes partidos, líderes y movimientos de una izquierda postcomunista. Para completar el nuevo escenario, en Estados Unidos se inicia una presidencia decidida a abandonar los últimos vestigios macarthystas de su diplomacia regional.
Es inevitable pensar el bicentenario desde el presente latinoamericano, pero también puede ser engañoso subordinar nuestra percepción de la independencia a la coyuntura actual. Mientras más respetemos la especificidad de aquel proceso político de hace 200 años mayores enseñanzas derivaremos del mismo y mayores similitudes le encontraremos con la América Latina del naciente siglo XXI. Hay más de una semejanza entre una región donde no existían naciones ni Estados, liberalismos ni conservadurismos, nacionalismos ni socialismos, y una región que parece de vuelta de las ideologías predominantes de los dos últimos siglos.
Para los fundadores de las primeras repúblicas hispanoamericanas el gran dilema era construir ciudadanías -que, a partir de la dotación de los mismos derechos civiles y políticos, ellos imaginaron homogéneas- en comunidades caracterizadas por una profunda diferenciación económica, jurídica, étnica, religiosa, lingüística, regional, cultural y política. La mayoría de los letrados y caudillos que intervinieron en el diseño constitucional de los nuevos Estados -Simón Bolívar, Andrés Bello, Fray Servando Teresa de Mier, Lucas Alamán, Lorenzo de Zavala, Vicente Rocafuerte, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Félix Varela...- veía como un obstáculo la heterogeneidad social de sus respectivos países.
Sin embargo, por actuar en décadas (1810-1840) en las que la polarización entre liberalismo y conservadurismo aún no se manifestaba plenamente, para aquellos primeros republicanos no era importante atacar o defender las propiedades comunales o eclesiásticas, eliminar o preservar el fuero militar, ampliar o limitar el rol de la Iglesia en la educación y en el derecho. Aunque la mayoría de ellos compartía la plataforma doctrinaria del liberalismo gaditano, la ausencia de una querella liberal-conservadora los volvía, acaso indeliberadamente, más flexibles desde un punto de vista comunitario, acercándolos a quienes vivimos en las sociedades multiculturales de hoy.
Las disputas entre centralismo y federalismo no tenían, para aquellos republicanos, las connotaciones que luego tendrán para liberales y conservadores. Los federalistas mexicanos, por ejemplo, no veían en ese régimen la amenaza de una pérdida de soberanía, en los Estados del Norte, ante la expansión territorial de Estados Unidos. Entonces Washington era visto como un aliado, no como un enemigo -connotación que se afianzaría a partir de la guerra con México, entre 1847 y 1848, y la difusión de la doctrina del "destino manifiesto". De ahí que algunos federalistas como Zavala y Rocafuerte pensaran que la autonomía regional, en vez de debilitar, fortalecería la integración territorial de los nuevos Estados.
Los primeros republicanos de Hispanoamérica no eran nacionalistas, pero tampoco eran demócratas: algunos estaban a favor de la tolerancia religiosa, otros no. Cuando Mier o Rocafuerte, Zavala o Vidaurre hablan de democracia lo hacen en un sentido muy parecido al de Tocqueville y otros liberales de la primera mitad del siglo XIX: democracia es, para ellos, sinónimo de igualdad, y, por tanto, de amenaza al equilibrio social. Bolívar, como es sabido, compartía aquellos escrúpulos e ideó fórmulas constitucionales como el "senado hereditario" o la "cámara de censores" para, en sus palabras, "atemperar la democracia con instituciones aristocráticas".
Atribuir a Bolívar una "concepción democrática revolucionaria", "antiburguesa" o "anticapitalista", como hizo el presidente Hugo Chávez en su discurso de toma de posesión, el 10 de enero de 2007, es, cuando menos, una burla a dos siglos de estudios bolivarianos en Iberoamérica. Ese Bolívar protomarxista no sólo es cuestionable desde las conocidas ideas de Marx sobre Bolívar, sino desde los propios textos políticos y constitucionales del Libertador. Con el Bolívar de Chávez sucede como con el Martí de Fidel Castro: dos estadistas republicanos del siglo XIX que terminan siendo desconectados de su propia tradición e incrustados en las izquierdas marxistas del siglo XX.
Muchas de las fórmulas autoritarias que ideó Bolívar, incluida la "presidencia vitalicia", que tomó de la Constitución haitiana, estaban inspiradas en la certeza de que sociedades como las hispanoamericanas, moldeadas por tres siglos de régimen colonial, corporativo, esclavista y estamental, no podían constituir, de la noche a la mañana, ciudadanías modernas. Pero Bolívar otorgó a ese diagnóstico, típicamente ilustrado, un acento republicano que tenía como finalidad la creación de comunidades virtuosas por medio de la educación cívica y de una gradual igualación de derechos y deberes.
El propio Bolívar no ignoraba que instituciones como la "presidencia vitalicia" minaban las bases de una república. En su Discurso de Angostura (1819), dijo que "la continuación de un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos... Un justo celo es la garantía de la libertad republicana y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo los mande perpetuamente". Cuando, siete años después, Bolívar diseña la Constitución de Bolivia como modelo hispanoamericano, la mayoría de los letrados bolivarianos (Mier y Rocafuerte, Vidaurre y Zavala, Bello y Heredia) se le oponen.
Para aquellos fundadores de la Hispanoamérica moderna el arquetipo del estadista republicano era George Washington, quien en 1796, a punto de cumplir su segundo mandato presidencial, declinó postularse a una segunda reelección y se retiró a la vida privada en Mount Vernon. Desde 1808 esos pensadores comenzaron a contraponer la figura de Washington a la de Napoleón, a quien vieron como una encarnación moderna del cesarismo que había malogrado la república romana. A partir de 1826, Bolívar comenzó a ser visto, también, como un nuevo César. Benjamin Constant resumiría ese desencanto hacia la figura del Libertador en un discurso ante el Parlamento francés: "No, la dictadura nunca es un bien; la dictadura nunca es lícita. Nadie está lo suficientemente por encima de su país y de su tiempo para tener derecho a desheredar a sus ciudadanos".
Si hace 200 años, los fundadores de Hispanoamérica imaginaron repúblicas sin democracia, hoy, en América Latina, parecen construirse democracias sin república. Las reformas de los 90 redujeron los Estados al mínimo y limitaron la capacidad de constituir ciudadanías plurales, participativas e incluyentes por medio de la educación, el laicismo y la cultura. El ascenso del autoritarismo de izquierda en la última década, desplazó el péndulo al otro extremo: reelección indefinida, control de la sociedad civil y los medios de comunicación, capitalismo de Estado, caudillismo. A 20 años de la caída del muro de Berlín, todos los países latinoamericanos, menos Cuba, son democráticos, pero la democracia vive amenazada por la crisis de los valores republicanos que decidieron la ruptura con la monarquía absoluta.

miércoles, noviembre 25, 2009

Tomás Straka examina el culto a Bolìvar en su obra "La épica del desencanto, bolivarianismo, historiografía y política en Venezuela"

TRanscribimos esta noticia.

EL NACIONAL - Sábado 21 de Noviembre de 2009 Papel Literario/6 Papel LiterarioSobre La épica del desencanto Autor, entre otros, de La voz de los vencidos, ideas del partido realista de Caracas (1810-1821) y de Hechos y gente. Historia contemporánea de Venezuela, Tomás Straka publica, de la mano de Editorial Alfa, La épica del desencanto, bolivarianismo, historiografía y política en Venezuela, donde el historiador desentraña los caminos del culto al Libertador

JAIME BELLO LEÓN

Hasta hace unos quince días yo no tenía idea cierta sobre quién era Tomás Straka. Nunca había leído una línea escrita por él. Sólo sabía que se trataba de un profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, que gozaba del respeto y aprecio de sus colegas. Digo esto para que quede claro que --hasta el momento en el que estoy diciendo estas palabras-yo no he tenido el honor de disfrutar de la amistad del profesor Straka. De modo tal que mis apreciaciones sobre su obra no están impregnadas de la sana complicidad que generalmente la amistad anima. Mis impresiones tampoco son las de un especialista en historia, puesto que no soy historiador, sino más bien se trata de las opiniones de un comunicador de profesión, las de un periodista que siempre ha estado ávido por saber de estos temas históricos, que sin lugar a dudas ayudan a comprender la realidad de esta compleja casa que habitamos. Desde luego, mi lectura no puede estar exenta de la práctica, de la disciplina, de la deformación profesional --inclusive-- de ser editor de revistas...
Cuando Ulises Milla me l la mó pa ra i nv ita r me a presentar La épica del desencanto, bolivarianismo, historiografía y política en Venezuela (Caracas, Editorial Alfa, 2009, 254 pp.), le pedí que me permitiera revisar el texto, darle una hojeada, antes de comprometerme. En ese justo momento una fuerte e impertinente gripe me tenía alejado de mis quehaceres cotidianos, de mi programa de radio, de la revista, de mis afectos. Mi consuelo --más allá de las aguas de manzanilla, malojillo, los limones y la miel de abejas-- era el Ibuprofeno lo único que ponía a raya la fiebre y desmontaba un pertinaz dolor de cabeza. En ese estado entré en contacto con las primeras líneas y, de pronto y sin aviso, me olvidé de la gripe y de la noción del tiempo. Al iniciar la lectura, me di cuenta que estaba ante una obra de gran valor. Donde el riguroso y necesario método académico no logró enmudecer la fina ironía que está presente en la escritura y en la aguda mirada de Straka. Así, sin proponérmelo y por culpa de Ulises, el Milla, pasé de preocuparme por mi gripe --de este muy cálido julio caraqueño de 2009-- a ocuparme de los problemas epistemológicos que genera el culto a Bolívar.
Algunas de las obras citadas de manera recurrente por Straka ya las había leído, pero la espesura de su análisis y las brillantes y pertinentes relaciones, observaciones y conclusiones que precisa me dejaron más que fascinado. Ese es el caso, precisamente, de la relación "patológica" que hemos establecido los venezolanos entre el Libertador y la historia nuestra. Tanto las izquierdas, que se asumen como revolucionarias y sanadoras en todo tiempo y lugar, como las derechas, atrapadas en discursos desconectados con las necesidades de las mayorías, legitiman sin pudor alguno sus postulados ideológicos y políticos en la que pareciera la fuente única de la verdad venezolana: Simón Bolívar.
Al término de la primera parte de este trabajo, Straka formula una pregunta clave: "¿Hartos de Bolívar?" y, luego, afirma tajantemente que "tres cosas parecen haber quedado en claro después de este recorrido: a) por primera vez en la historia (y en la historiografía) venezolana se manifiesta una ’rebelión’ tan amplia y franca al culto a Bolívar, al punto de que cuatro de los historiadores vivos más importantes del país sacaron libros específicamente para denunciarlo: este dato, por sí solo, es revelador de un estado muy particular en el país, de procesos fundamentales que lo han cambiado en las últimas décadas y de la naturaleza de la coyuntura actual y sus posibles implicaciones; pero no lo es tanto como el hecho de que su prédica haya encontrado tanta audiencia más allá de las universidades, adonde normalmente se restringían estos debates.
Evidentemente, b), esta rebelión está claramente impulsada por la revolución bolivariana y el temor, en estos historiadores, que políticamente le son muy adversos, de que se trate de una simple reedición del bolivarianismo tradicional de nuestras dictaduras militares, destinado a sofocar los anhelos democráticos de la sociedad. Sin embargo, el punto es que hay mucho más. En el fondo hay mucho más. Lo que nos lleva al tercer aspecto: c) epistemológica e ideológicamente, el andamiaje conceptual con el que se le enfrentan, viene de la revisión de la historia venezolana llevada adelante por las escuelas de Historia y otras instancias universitarias relacionadas (escuelas de Educación, postgrados, pedagógicos), desde la segunda mitad del siglo X X. Es una revisión en la que se formaron y a la que a su vez impulsaron. La autonomía universitaria, la libertad de cátedra y el clima general que permitió, al menos en círculos académicos, pensar al país en terminos distintos a la épica de la Historia Patria, y a deslindarse de la "filosofía de Estado" con la que Venezuela ha venido funcionando, al menos, desde la época de Guzmán Blanco.
Determinar que el bolivarianismo fue una solución para integrar y darle ánimos a un colectivo disgregado y muy disconforme con los resultados inmediatos de la emancipación fue un logro fundamental, porque permitió una comprensión crítica de lo que tradicionalmente había sido nuestra conciencia histórica, una especie de metacognición de la forma en la que nos veíamos y concebíamos (nos vemos y concebimos aún) a nosotros mismos, así como de las trampas y yerros que encierra; y es un aporte que en buena medida viene delineándose desde la década del sesenta por obra de investigadores como Germán Carrera Damas y Luis Castro Leiva. Pero entender que en cierto punto de nuestro desarrollo histórico esa "solución" pasa a ser una amenaza; entender que hay que aparejar la conciencia histórica con la realidad histórica; que una conciencia constelada de héroes guerreros y santos tutelares no dispone a un colectivo a andar con pasos propios, sino a requerir del permanente concurso de unos oficiantes del culto y de unas encarnaciones de aquellas entidades, como se proclamaron a sí mismos los autócratas que gobernaron a Venezuela por más de un siglo, que lo lleven de la mano, es un logro que, además de esclarecedor, ya puede traducirse en algunas claves para discutir el porvenir. Que esto ahora sea tema para lectores no especializados es un signo de que algo está cambiando en la conciencia histórica de los venezolanos, aunque aún no podamos atisbar sus alcances reales. No se trata, como muy bien advierte Pino Iturrieta, de renunciar a los héroes o de que los venezolanos desechemos a los que tenemos, como ningún pueblo lo ha hecho; se trata de atajar esa relación "patológica" que mantenemos con ellos". (57 y 58).
Positivistas, socialistas, fascistas, comunistas y anticomunistas, militaristas, ateos y creyentes, extremistas radicales, demócratas, ecologistas, partidiarios de cualquier causa, hombres del siglo XIX, XX y XXI siempre vuelven sus ojos y fundan sus argumentaciones en estas o aquellas palabras del Libertador. Bolívar fue conciente de que esto sucedería con su nombre y así lo escribió en una carta firmada en Popayán el 6 de diciembre de 1829, nos señala el profesor Straka, citando un trabajo de Inés Quintero. Pero hay un capítulo del libro que me parece fundamental, donde Straka desarrolla la tesis de la épica del desencanto, partiendo de un análisis muy bien hilado que indaga en el por qué de los rapsodas, y en particular de la obra de Eduardo Blanco. Allí, además de examen juicioso de categorías y conceptos, nos relata un episodio de 1911 que en sí mismo dice demasiado. Se trata de la coronación de Eduardo Blanco. En el marco de la celebración del Centenario de la Independencia, en el Teatro Municipal de Caracas y con la presencia de Gómez y su gabinete, la señorita Julia Páez Pumar se vistió con las galas de Clío para imponerle una corona de laureles (hecha con oro) al insigne autor de Venezuela heroica.
El gesto iba acompañado de un discurso oral a la medida de la corona... A partir de esa imagen, Straka ubica la clave de lenguaje, estilo y concepto que asume como empresa el constructor de la epopeya: "La épica de Eduardo Blanco es la épica de una lucha contra el desencanto. Es el esfuerzo por reconciliar a un colectivo con su gentilicio. Es, como esperamos demostrar, la gran metáfora de los problemas fundamentales de Venezuela como idea y como posibilidad (104). A mis hijos: A vosotros que principiáis la vida en medio de las congojas de la Patria, sin públicas virtudes que imitar, ni ejemplos sanos que seguir, ni aspiraciones nobles que admirar, y amenazados por el descreimiento de todos los principios que enaltecen el alma y vigorizan el corazón; a vosotros dedico estos cuadros históricos, reflejo de las pasadas glorias de Venezuela, en que a pesar de la rudeza de mi pluma, brilla resplandeciente la alta virtud de aquellos héroes que, digna, altiva y respetada levantaron la Patria a la altura de los pueblos civilizados.
Cuando la simiente perniciosa de nuestras políticas pasiones germine en vuestros pechos; cuando marchite el desengaño las blancas rosas de vuestros puros sentimientos; cuando la duda penetre en vuestros corazones y el vil materialismo se esfuerce en obscurecer las radiosas claridades del espíritu; cuando cansados del batallar continuo por alcanzar un ideal que huyó de vuestro suelo, sintáis vuestro orgullo humillado, y os asalte el despecho, y como yo entréis en tentaciones de despreciar la tierra en que nacísteis y maldecir la Patria: abrid este libro, recorred sus páginas y deberéis a vuestro padre, si no la dicha que deseara ofreceros, un sentimiento noble y generoso, extraño a las miserias del presente. Eduardo Blanco Caracas, julio de 1883. De eso, pues, se trata la épica del desencanto y en buena medida se ha tratado toda nuestra Historia Patria: de estar prevenidos para cuando nos asalte el despecho." (133). En el capítulo IV, el centro del trabajo es la obra de Tito Salas, quien prestará su laureada y pulida técnica artística para que el Estado venezolano concrete en imagen visual el mensaje que ha andado los caminos de la oralidad y de la escritura, pero que necesita hacerse universal a través de la imagen visual. El pintor entiende y asume el reto para entonces darle la grandilocuencia que exige plasmar la efigie del padre.
Straka aquí saca una erudición admirable, para ayudarnos a leer esas estampas que Salas acomete con brillo. La redondez del examen son conmovedoras. Las referencias son las justas y nos permite ver hasta dónde ha sido un imperativo la obsesión bolivariana. Presentar un libro supone, entre otras tareas, invitar a la lectura de éste. En La épica del desencanto hay un trabajo sólido, ingenioso, muy bien escrito. Hay una análisis severo, pero ameno, que nos asiste en esta hora difícil a tratar de valorar adecuadamente lo que nos está sucediendo como colectivo, inclusive más allá de nuestras fronteras. Palabras pronunciadas en la presentación del libro, el 17 de julio de 2009.
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