domingo, agosto 31, 2008

Historiador venezolano (Manuel Caballero) opina sobre los "malos amigos" de Chávez

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en El Universal. El subrayado es nuestro.

Ser malo es rico

"Dime con quién andas y te diré quién eres"

Y a lo decían nuestras abuelas cuando un muchacho se empeñaba en reunirse con lo peorcito del barrio; "dime con quién andas y te diré quién eres". Me imagino, si todas las abuelas son iguales, que en Sabaneta se escuchaba parejo discurso, pero, como bien se dice, no hay peor sordo que el que no quiere oír, sentencia no menos sabia que aquella otra que expresa un pesimismo radical sobre la condición humana: "árbol que nace torcido, nunca su rama endereza", o la equivalente en labios que no quieren ser tan finos: "el que nace barrigón ni que lo fajen chiquito". Mis desocupados lectores se preguntarán por qué ese refranerío: es que cada cierto tiempo releo el Quijote, y aunque el Caballero de la Triste Figura le reprochaba excederse en su uso, no es menos cierto que Sancho Panza reproducía con eso una nada tonta filosofía popular.

Bien, el caso es que nuestro teórico de la no por nueva menos fétida doctrina política, el "tripaflojismo del siglo XXI", es un adicto a las malas juntas.

"No hay víctima inocente"


Comencemos por lo más lejano: nomás llegar al poder le escribió una carta manifestando su inmenso aprecio a un terrorista como "el Chacal", quien declaró sin vergüenza que no existe víctima inocente. Acto seguido, cruzó a pie la frontera iraquí para abrazar al masacrador de los kurdos, Sadam Hussein y pasearse con él de piloto por las aterrorizadas calles de Bagdad.


Crucemos la frontera "de a p'atrás", como diría el Benemérito. Ahora anda brindando a palo seco (el Islam prohíbe el alcohol) con el primer ministro de la teocracia irania, un país donde se proclama como máxima ley una sharia que impone condenar a muerte quien se convierta del Islam a otra religión, lapidar a las adúlteras, amputar la mano del ladrón (así sea un menor que se robe un cacho de pan para no morir de hambre), arrojar desde el aire a los homosexuales pasivos y, en ciertas regiones, la infibulación, esto es, la amputación del clítoris y los grandes labios de las chiquillas, para que llegadas a la pubertad, no pudiesen tener orgasmos ni malos pensamientos.

Aliado, amigo, hermano


Vayamos al Africa. Allá su gran amigo, aliado y hermano no es (como sí lo es de todos los hombres libres) el inmenso Nelson Mandela, sino el tirano de Zimbabue, que con 28 años en el poder, no sólo ha perseguido implacablemente toda oposición, sino que ha hundido a su país en la miseria y el odio, con una inflación como el mundo jamás ha conocido, mayor que aquella, ejemplo de todas las historias de la economía, de la Alemania de la primera posguerra. Fue a ese enano, y no al gigante Mandela (a quien la Unesco le concedió en su prisión el premio Simón Bolívar) que el atarantado de Sabaneta le obsequió una réplica del sable del Libertador.


Cruzando los mares de vuelta a nuestro continente, el mismo insiste en sus malas compañías. Anda de manitos agarradas con Daniel Ortega, quien mandó a la mismísima su prestigio ganado con el derrocamiento de Somoza, aliándose con lo peorcito de su país, un presidente preso por ladrón del erario público. Con lo cual demostró que no le interesaban los principios, tan sólo reconquistar el poder.

Perder el apoyo


Lo cual le hizo perder el apoyo de sus más prestigiosos seguidores, Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal entre ellos. Hoy, por donde quiera que vaya, antes que darle la mano, renuncian a su paso las mujeres ministras, asqueadas por la presencia de un incestuoso esclavista sexual. Por cierto, soy de quienes creen que todo el mundo es inocente mientras no se pruebe su culpabilidad, pero no es de creer que dos ministras vayan a renunciar así, sobre la base de simples rumores.


Para cerrar, aquí mismo, después de que en los días de su toma de posesión le diera una magnífica coartada a los hampones ("si mis hijos tuvieran hambre, yo también asaltaría un banco"), por su lenguaje y por sus ejecutorias es un icono de sus malandros secuaces. Lo cual no quiere decir que todos sus seguidores sean malandros, pero sí que toditos los malandros son secuaces suyos. ¿Es todo eso consciente, o simple coincidencia? Él mismo lo repite a cada rato: ser rico es malo. Pero a él siempre se le enreda la lengua: lo que en realidad quiere decir es que "ser malo es rico". Riquísimo.

La mosca del coche


Por desgracia, dos de los mejores artículos que haya leído en mucho tiempo no han llegado a los diarios impresos. Y, yo con mi nada inconfeso analfabetismo tecnológico, sigo creyendo que lo que no aparece en el diario "de papel" no se lee. Me refiero a sendos artículos escritos por Paulina Gamus y Alcides Villalba. Si ellos quieren tildar de plagio lo que voy a escribir a continuación, lo acepto: pocas veces se tiene la suerte de copiar ideas tan claras y tan bien escritas.


Ambos se refieren a ese cardumen de opinadores (aunque ellos no los nombren, están pintando un retrato hablado entre otros de Rafael Poleo, de Armando Durán y de Carlos Blanco), articulistas que gastan la mayor parte de su tiempo en hacer lo que Gamus Gallegos llama "la oposición de la oposición" y Villalba Vera "la oposición pontificia". Para ellos la oposición actual es, para decirlo en términos bíblicos, "la abominación de la desolación". ¿Su pecado? Dedicarse a hacer política en lugar de ocuparse "de los problemas del país". Como si uno pudiese buscarle soluciones de otro modo que no fuese actuando políticamente. Eso me trae a la memoria una fabuleta francesa: la de la mosca del coche. La bicha se le monta en la cabeza a un caballo, y mientras el pobre animal se agota arrastrando un pesado coche, la mosca no cesa de molestarlo, de metérsele por los oídos, de usar su cabeza como letrina. Lo cual no le impide, al final, atribuirse el mérito de haber logrado llevar a término el largo recorrido.
hemeze@cantv.net

Historiador venezolano (Simón Alberto Consalvi) nos recuerda a Pío Gil, el crítico escritor contra Castro y Gómez

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Simón Alberto Consalvi que publica todos los domingos en El Nacional.
¿Por qué olvidamos a Pío Gil?
No se sabe de qué color son los ojos del hombre que observa gras, del talante sombrío, de la mirada punzante, no era otro que el abogado Pedro María Morantes. Su "nombre de pluma", que en el futuro lo haría famoso, era Pío Gil. Minutos después de haber comprado su ticket para viajar a Europa a bordo del Guadaloupe, se enteró de que también viajarían el dictador y su pequeña corte. Quizás se alegró, quizás no. No se sabe. Sin embargo, no perdió el tiempo durante la travesía, pues aprovechó tantas horas libres para observar a don Cipriano, y para escribir el a don Cipriano. Tiene gafas negras, talante sombrío, no habla ni sonríe, pero en su rostro se insinúa cierta complacencia. Simula que lee, mientras lanza sus ojos como flechas ocultas, como rayos que quieren penetrar los pensamientos del dictador, quien ignora que inicia un viaje a lo desconocido. Ninguno sabe que no regresará.
Menos lo sabe el Presidente de la República que acaba de despedirse en un "Mensaje a los venezolanos" donde expresa que se alejará por "breve tiempo". Que traten al encargado de la Presidencia "como si fuera a mí mismo". Nada es tan fácil en esta vida como equivocarse. Inútil eso de tratar de leer los pensamientos ajenos. O de suponer que alguien que fue ofendido, humillado, menospreciado, pueda ser incondicional. Eso le sucedió a Cipriano Castro con Juan Vicente Gómez. Cuando éste lo despidió en la Vuelta del Ziz-Zag donde se cruzaban los vagones del ferrocarril que iba a La Guaira, le dio un abrazo y le dijo "¡Feliz viaje, compadre!", pero no lo miró a los ojos. A Gómez le había tocado la hora de la revancha, hora que siempre llega, ineluctablemente.
Diario del Guadaloupe. Pío Gil presentía que don Cipriano estaba emprendiendo un viaje sin regreso. Que iba a operarse en Berlín, a recuperar la salud estropeada por tantos abusos, cognac, mujeres, bailes, fiestas. A recuperar la salud para vivir en el oprobio del destierro hasta 1924, cuando la muerte vino a rescatarlo de la soledad y la tristeza en que vivía en Puerto Rico. Era tan poderoso don Cipriano que manejaba a los venezolanos como si se tratara de un teatro guiñol, un teatro de muñecos movidos por una cuerda invisible. ¡Cuando se tiene tanto El hombre de las gafas nepoder nunca se piensa en el destino! Los todopoderosos olvidan que existe el azar. Resulta que el azar dispone. Fue, por ejemplo, el azar el que unió a don Cipriano y a Pío Gil en este viaje. Cuando el Guadaloupe soltó amarras, el 24 de noviembre de 1908, y comenzó a alejarse aguas afuera, ambos miraron por última vez la montaña del Ávila.
El escritor se hizo famoso porque dedicó sus escritos a atacar fieramente a su desprevenido compañero de viaje y a su sucesor, Juan Vicente Gómez. Un tachirense (nació en La Sabana en 1865) que se dedicó a combatir a los dos dictadores tachirenses. En la escala de Fort de France, Pío Gil escribió: "Tenía grandes deseos de ver largamente y de cerca al dictador de Venezuela". Ahora lo tenía ahí mismo: "¡Tipo más funambulesco y más raro! El poder sirve para que las naciones se rían de algunos hombres que sin el poder no ha rían reír sino a los corrillos de las esquinas, y para que los pueblos giman bajo la ferocidad de algunos hombres que sin el poder estarían en presidio. En Castro se unieron íntimamente lo cómico y lo trágico".
Leamos: "El Cabito sacó de su biblioteca portátil algunas obras y, siempre dominante, se puso a leer en voz alta para obligar a todos a que lo oyeran. "Le gustó Fort de France. `Si alguna vez tengo que dejar el poder...’. Se detuvo un momento y se explicó: `Naturalmente, por descansar del trabajo; si alguna vez tengo que dejar el poder, escogería por residencia Fort de France’. No concebía que tuviese que dejar el poder algún día. ¡Y estaba en vísperas de caer!". Llegaron a Burdeos el 10 de diciembre, sólo faltaba una semana para que don Juan Vicente le diera el golpe de Estado y lo dejara como "el hombre sin patria". "Su orgullo creció – escribió Pío Gil– cuando supo que un periódico bordolés le echaba unos piropos... Decía el periódico que Castro era el hombre del día. Ser el hombre del día es también ser el hombre de un día". Pío Gil escribió intensamente, fueron famosos sus panfletos contra Castro y contra Gómez. El Panfleto rojo, el Pan fleto amarillo, el Panfleto azul. El Diario Íntimo. Los felicitadores. Vivió en Francia y en España, padeció los asedios de la I Guerra Mundial, sobre la cual escribió con lucidez y desesperanza. No dudo en considerar como su mejor legado la novela El Cabito, cuyo protagonista es Cipriano Castro, a quien pinta como un sátiro capaz de todas las barbaridades. Murió en París en 1918. ¿No es extraño, acaso, que en una época de tantos adulantes y de tantos felicitadores, Pío Gil sea un olvidado? No. No es extraño. Es lógico.

3108 Blog day 2008

Llego un poco tarde, pero ahí van mis cinco blogs en el día del blog...tres de historia y dos de otros temas.

Historia Total de DanteSol: un blog que promete en este vacío del tema de historia en la blogósfera venezolana.

El tinglado de Santa Eufemia: profesores como Àngel se necesitan y mucho. "Àngel Duarte Montserrat. Barcelona, 1957. Catedrático de Historia Contemporánea. Doctor en Filosofía y Letras. Versado, más o menos, en la historia social y cultural de la política. Su investigación se ha centrado, prioritariamente, en el análisis del republicanismo y el federalismo, las emigraciones y los exilios en la Cataluña y la España de los siglos XIX y XX.".

Clionauta: A. Pons nos mantiene al día en el arte de historiar, señalando los desarrollos teóricos y las publicaciones recientes. Una maravilla.

El blog de Alexs!: yo sé que pueda sonar como chocante que un "profe" diga que desearía más alumnos como Alex, pero es verdad y ya lo dije. Alex: un orgullo el haberte tenido como alumno.

Generación Y de Yoani Sánchez, blog que conocí este año y que debe servir de ejemplo a todos los bloguers que quieren un mundo libre. Si los blogueros y todos los venezolanos libertarios no nos movemos, lo que vive Yoani es lo que nos espera con las nuevas 26 leyes más la terrible nueva Ley de Telecomunicaciones.

Las instrucciones del BlogDay:


Encontrar 5 nuevos blogs que consideras interesantes.
Informar o advertir a los autores seleccionados tu recomendación para el BlogDay.
Escribir una descripción corta de cada blog y enlazarlos.
Publicar una entrada el 31 de agosto, el BlogDay, mencionando los 5 blogs que recomiendas
Agregar el tag BlogDay de Technorati:
http://technorati.com/tag/blogday2008 y un enlace al sitio BlogDay: http://www.blogday.org



Historia de Venezuela contada por el literato Eduardo Casanova: "El Paraíso Burlado" ("Capítulo I: El Paraíso Partido: Llegaron los Bolívar")

RECOMENDADO PARA ESTUDIANTES COMO GRATA NARRACIÓN DE NUESTRA HISTORIA

TEMAS: VENEZUELA HISPANA (O COLONIAL).

EL SUBRAYADO ES NUESTRO.
Desde el domingo 11 de mayo de 2008, cada domingo, se publicará, capítulo por capítulo, uno por semana, “El Paraíso burlado”, de Eduardo Casanova, que consta de tres libros: “El Paraíso partido”, “El Paraíso en llamas” y “El Paraíso desperdiciado”, y narra las peripecias de Venezuela, desde la prehistoria hasta nuestros días. La obra consta de 108 capítulos: 31 “El Paraíso partido", 38 “El Paraíso en llamas” y 39 “El Paraíso desperdiciado". “El Paraíso partido” cubre desde la prehistoria hasta le Independencia, “El Paraíso en llamas” narra la Guerra de Independencia y “El Paraíso desperdiciado” comprende desde la separación de Venezuela de la Gran Colombia hasta la actualidad.

Eduardo Casanova

El Paraíso Burlado

(Venezuela desde 1498 hasta 2008)

I

El Paraíso Partido

(Venezuela antes de la Independencia)

Junto con don Diego de Osorio, el gobernador y capitán general que estaba de viaje cuando en Caracas nació Don Quijote de La Mancha, llegó a Caracas el primer Bolívar, el primer antepasado de aquel que al morir se comparó con el personaje de Cervantes y con Jesús, al hablar de los tres más grandes majaderos de la historia.
Osorio, de quien, como es muy frecuente en estos casos, se tienen escasísimas informaciones, fue nombrado el 4 de diciembre de 1588 y llegó a Venezuela en mayo de 1589. En Venezuela hizo un muy buen gobierno, con algunos lunares, claro está, hasta 1597. De Caracas pasó a Santo Domingo, en cuya presidencia, gobernación y capitanía general estuvo hasta 1601, año en que murió según Luis Alberto Sucre (Sucre, Luis Alberto, Op. Cit. P 87), aunque algunos historiadores dominicanos ubican su muerte en 1606. Antes de venir a Venezuela había servido durante quince años en Flandes, en tiempos de Juan de Austria, y nueve en Italia y en España, de donde fue trasladado a Santo Domingo como general de las galeras del lugar, de modo que su única experiencia hasta su nombramiento como gobernador de Venezuela había sido la militar y, sin embargo, fue un buen gobernador gracias a su indudable inteligencia. Por lo pronto, es posible que sea el único mandatario que haya hecho en estas tierras un verdadero plan de gobierno y prácticamente lo haya cumplido. Entre otras obras fundó la primera escuela de Caracas, así como un hospital. Empedró las calles de la ciudad, mejoró sus caminos. En fin, hizo lo que casi nadie ha conseguido hacer después de él: gobernar. Una de sus ocurrencias fue la de reunir un congreso al que asistieron representantes de los principales centros poblados que estaban a su cargo, congreso que entre otras cosas designó como procurador ante la Corte de Madrid a don Simón de Bolívar, que, luego de estar un año aquí, se embarcó hacia Europa, con todo lo que eso significaba de riesgo entonces, como enviado de los españoles que vivían en este lado del mundo.
Don Simón de Bolívar, o Simón Bolívar el Viejo, nació en Vizcaya, en el País Vasco de España, en la Puebla de Bolívar, el 5 de marzo de 1532, hijo de don Martín Ochoa de Bolívar-Jáuregui y de la Rementería, y, naturalmente, de familia principal. A los veinticinco o veintiséis años se trasladó a las Indias Occidentales, específicamente a Santo Domingo, en donde se casó con doña Ana Hernández de Castro y nació su único hijo conocido, Simón Bolívar y Hernández o Simón Bolívar el Mozo, el que se casó en Caracas con Beatriz, hija de Alonso Díaz Moreno, una de las “siete hermanas, todas casadas, y con muchos hijos y nietos que son la mitad del pueblo y acostumbrados a no ser castigados, que no me puedo averiguar con ellos a causa de que la Audiencia les hace mucho favor porque son ricos". Un año después de haber llegado al hermoso valle de Caracas, la iniciativa del gobernador Osorio lleva a don Simón el viejo a regresar a España con varios encargos que cumplió a cabalidad. Cuando volvió a Caracas traía en las faltriqueras la autorización para que se fundara un seminario, que será la semilla de la Universidad Central de Venezuela, la autorización para el escudo de armas de la ciudad de Santiago de León de Caracas, la eliminación del trabajo forzado (esclavitud) para los nativos, llamados indios, ciertos privilegios para el Ayuntamiento de Caracas y otras concesiones de la corona. También trajo, por desgracia, algo menos positivo: la autorización para que fueran comprados tres mil esclavos en África, con lo cual se inició uno de los tráficos más infames y terribles que haya conocido nuestro infierno. En 1593 fue designado Contador General de la Real Hacienda, cargo que desempeñó hasta que Sancho de Alquiza, gobernador de pésimas pulgas que lo destituyó en 1606 catalogándolo de “incapaz” (Sucre, Luis Alberto, Op. Cit., p. 99) y no conforme con sacarlo del cargo lo metió preso (en la casa del propio gobernador, porque no había cárcel) y le confiscó buena parte de sus bienes, que sacó a fracasado remate, porque no hubo quien quisiera ser postor. Murió don Simón el 9 de marzo de 1612, justo cuando un nuevo gobernador, García Girón, revertía las corrientes represivas de Sancho de Alquiza. Bolívar el viejo, llamado por sus contemporáneos “El Procurador” o “El Vizcaíno”, fue campeón de muchas causas, entre otras de la construcción del convento de los dominicos en la actual esquina de San Jacinto. No puede haber siquiera soñado que frente al convento nacería su chozno, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, destinado a darle la libertad al continente, separándolo para siempre de esa madre España de la que él, el Vizcaíno, tanto consiguió en su muy famoso viaje.
En cuanto a don Diego de Osorio, también fue excepcional en algo: vio premiado su buen gobierno. En 1597 fue designado Presidente (gobernador) de Santo Domingo, cargo que ejerció hasta 1601, año en el que, como vimos, es posible que haya muerto. Su hija Leonor María se casó con un tío paterno, don Antonio Osorio, y dejó sucesión en santo Domingo.
Luego de Osorio ejercieron la gobernación y capitanía general de Venezuela don Gonzalo de Piña y Ludueña, fundador del cálido poblado de Gibraltar, en las costas del Lago de Maracaibo, don Alonso Arias Vaca, hijo de Arias de Villasinda, y uno muy especial: Alonso Suárez del Castillo, gobernador y capitán general de Venezuela entre 1602 y 1603.
Suárez del Castillo fue muy especial por más de una razón. Si buen parece que fue dado a las obras públicas (Núñez, Enrique Bernardo, Op. Cit., p. 60), también se consideró a sí mismo un reformador de las costumbres de la villa, que encontró relajadas, por lo que dedicó su tiempo a “castigar delitos que habían quedado impunes” (Sucre, Luis Alberto, Op. Cit., p. 95) y a ejecutar sentencias que él mismo había dictado como juez, fiscal y defensor al mismo tiempo. Murió cerca de Barquisimeto a mediados de 1603. Antes había pasado por El Tocuyo en donde hizo “un exemplar castigo al Capitán Diego de Losada delincuente y fascineroso y otros que lo eran” (no se trata del fundador de Caracas, sino de su hijo). Era lógico que ese vengador errante no muriera de neumonía a los noventa años de edad. Su atribulada viuda, en carta llena de adulancias, asegura al rey que a su marido, “gobernador que fue de la gobernación de Venezuela le acabaron la vida en servicio de vuestra Magestad después de hauer hecho Justicia del Capitán Diego de Losada” (Ibídem) y solicita que se le provea de una ayuda de costa para poder volver a Madrid a “echarme a esos Reales Pies". Da escalofríos imaginar la justicia que imponían los reales pies, cuyo olor debía ser repugnante.Antes de morir de hierbas, don Alonso Suárez del Castillo inició la construcción del Camino Viejo de la Guaira y el empedrado de esas calles que van de Norte a Sur de la pequeña ciudad fundada por el padre de aquel cuya muerte él aceleró.
Luego de un interinato ejercido por los alcaldes Tomás de Aguirre y Rodrigo de León, fue nombrado gobernador don Francisco Mejía de Godoy, que ejerció el cargo entre 1603 y 1606 y que fue sucedido por el terrible Sanchorquiz, Sancho de Alquiza, que entre 1606 y 1611 sentó las bases para que Venezuela se convirtiera, en 1810, en adalid de la libertad y la Independencia. Eso sí, muy involuntariamente.
Capítulos Publicados:El Paraíso Partido(Venezuela antes de la Independencia)

sábado, agosto 30, 2008

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) opina sobre la comprensión del régimen chavista: ¿a qué se le parece?

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en
El Universal. El subrayado es nuestro.
Comparaciones con Chávez

Detalles aquí y allá, conductas y poses de circunstancia, un tufo que resulta familiar

Usualmente tratamos de identificar el régimen de Chávez utilizando las analogías, pero en general la luz que ofrecen es inútil u opaca. Las comparaciones en su mayoría no resultan felices porque buscan en cuerpos extraños las características del asunto que se quiere dilucidar. De allí que, en definitiva, permanezca en el reino de las nebulosas disfrutando de la vacilación de quienes creemos observar lo propio a través de lo ajeno que sentimos parecido.
En realidad no basta con ver el fenómeno en términos absolutos, sin referirse a cosas más o menos semejantes de aquí y de otras latitudes, del ayer remoto o del pasado reciente, pero se requiere un análisis de su indiscutible peculiaridad para el propósito de ver cómo lo combatimos de manera eficaz, o cómo llegamos a mirarlo con buenos ojos gracias a un honesto convencimiento.

Tal vez algunos ejemplos sostengan el punto. La relación que se establece entre Chávez y Hitler o Mussolini, verbigracia, o entre sus regímenes. Sin negar la posibilidad de fabricar unos puentes que permitan la comunicación de ciertos rasgos, es evidente el disparate de meterlos en un solo saco para caerle a palos al criollo porque se parece a un alemán y a un italiano malditos, o porque hace o quiere hacer como ellos en el gobierno. Factores de épocas y de diversidad de escenarios impiden la relación y quien se empeñe en ella puede pasarse la vida soltando disparos sin destino. Además, el cotejo termina haciéndole favores a Chávez. Puede pasar por querubín del firmamento cuando se le hace desfilar junto con Adolfo y Benito revestidos de infernales atuendos. Puede aparecer seguido de un rebaño de bienaventurados, borregos y sin ideas la mayoría, pero con olor de santidad o con asomos de ingenuidad al lado de las fuerzas fascistas de choque y de tantos rufianes de camisa negra que fueron vergüenza y miseria de Europa durante la primera mitad del siglo XX. Lo mismo sucede cuando queremos emparejarlo con Stalin, cuyas afiladas garras no se ven en las manos de nuestro mandón de turno. De pronto quiere el control pleno del Estado sobre la sociedad y una vigilancia deseosa de calcar la metodología bolchevique, como el Padrecito Stalin; mas, la verdad sea dicha, las veleidades del carácter y el desenfreno de la lengua apenas lo parangonan con un comisario de aldea que busca un puesto en la nomenclatura y en la historia sin tener credenciales para establecerse en ambos lugares con comodidad. Un último elemento, que debe señalarse en aras de la objetividad, lo distancia del pavoroso trío: no es proclive a la crueldad ni al derramamiento de sangre, o todavía no le ha dado por crímenes como los que perpetraron con creces los otros.

El empeño de las analogías sólo puede sostenerse con cierta tranquilidad cuando se intenta sin salirse de los límites de la historia nacional, dominados por las cautelas. Chávez tiene mucho del primer Monagas por su empeño en permanecer en las alturas, por el irrespeto de las instituciones y por la vista gorda frente a las ladronerías de los empleados públicos, especialmente de los allegados a palacio. Tiene bastante de Guzmán por la fatuidad patológica y por el desprecio de las decisiones populares. No poco tiene de Gómez por su desenfrenado deseo centralizador y por la carecía de ideas. De Pérez Jiménez las injerencias castrenses y una teoría hueca que lo presenta como imprescindible. Cosas de cada uno, no en balde es miembro de la parentela. Detalles aquí y allá, conductas y poses de circunstancia, un tufo que resulta familiar como espécimen de una fauna que ha abundado en Venezuela, por desdicha.

Pero no es exactamente como ellos. La intención de hegemonía personal los agrupa, pero los tiempos convierten al último en pieza singular. Puede intentar un retrato en grupo con los antecesores como para sentirse a gusto con los abuelos, como para pasar un rato de solaz con los bueyes viejos que le trillaron el camino hasta convertirlo en vía expedita, pero en el cuadro no caben las pulsiones de la actualidad de la cual es criatura legítima, como todos y cada uno de nosotros. Tal vez en esa imposibilidad de que no estemos todos en el viejo álbum sino únicamente en el de la actualidad surja la clave para entenderlo sin tantos paralelismos baldíos. Cuando lo consideremos como nuestra responsabilidad, como un lastre de nuestros días, único y exclusivo; o como una carga que sólo nosotros nos quitaremos de encima sin mirar hacia los lados ni hacia la trampa de los recuerdos, entenderemos la magnitud de la tragedia encarnada en su persona, pero también en las personas nuestras disimulando una proximidad de cuyo encubrimiento sólo se obtiene una excusa superficial. Cuando aceptemos la cercanía y aun la intimidad hasta que nos produzca vergüenza, llegaremos a la comparación justa.

¿Qué es el chavismo?: "una revolución vacía" que ha empobrecido más a los pobres (III)

Traducción del excelente artículo de Francisco Rodríguez (exasesor de la Asamblea Nacional chavista) de la revista Foreign Affairs. Sé que es viejo (febrero, 2008) pero vale la pena tenerlo archivado acá. Lo separaré en varios posts. El subrayado es nuestro.

Una revolución vacía (III)
por Francisco Rodríguez

LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DEL SR. CHÁVEZ

DE HECHO, aun cuando la creencia común se ha vuelto más fuerte fuera de Venezuela, la mayoría de los venezolanos, de acuerdo con encuestas de opinión, ha tenido conciencia, durante mucho tiempo, de que las políticas sociales de Chávez son inadecuadas e ineficaces. Seguramente, a los venezolanos les gustaría que los programas del gobierno —en particular, la venta de alimentos subsidiados— siguieran en vigor, pero eso es muy distinto a creer que han atendido de manera razonable el problema de pobreza en el país. Una encuesta realizada por la empresa venezolana Alfredo Keller y Asociados, en septiembre de 2007, mostró que sólo el 22% de los venezolanos piensa que la pobreza ha disminuido durante el mandato de Chávez, mientras que el 50% opina que se ha incrementado y el 27% considera que se ha mantenido igual.
Sin embargo, al mismo tiempo, los votantes venezolanos han dado crédito a Chávez por el importante crecimiento económico del país. En las encuestas, una mayoría aplastante ha expresado su apoyo a la manera como Chávez ha manejado la economía y ha señalado que su situación personal estaba mejorando. Por supuesto, esto no sorprende: con una economía apoyada en el aumento en las ganancias del petróleo, para 2006, Venezuela había disfrutado 3 años consecutivos de cifras de crecimiento de 2 dígitos.

No obstante, para finales de 2007, el modelo económico de Chávez había comenzado a fracasar. Por primera vez desde comienzos de 2004, la mayoría de los votantes afirmaba que tanto su situación personal como la del país habían empeorado durante el año anterior. La escasez de alimentos básicos, como leche, frijoles negros y sardinas, era crónica, y la diferencia entre la tasa de cambio oficial y la del mercado negro alcanzó el 215%. Cuando la Junta del Banco Central recibió el informe de precios de noviembre, que señalaba que la inflación mensual se había elevado a 4.4% (equivalente a una tasa anual de 67.7%), decidió retrasar la publicación del informe hasta después de que tuviera lugar el referendo sobre la reforma constitucional.
Esta crisis económica que se agrava cada vez más es el resultado predecible del severo mal manejo de la economía que ha hecho el equipo económico de Chávez. Durante los últimos 5 años, el gobierno de Venezuela ha buscado con determinación aplicar políticas económicas y fiscales expansionarias, incrementando el gasto real en 137% y la liquidez real en 218%. Este derroche ha excedido incluso la expansión en las ganancias del petróleo: el gobierno de Chávez ha logrado la hazaña admirable de tener un déficit presupuestario en medio de un auge petrolero.

Tales políticas expansionarias fueron apropiadas durante la profunda recesión con la que se enfrentó Venezuela después de la crisis política y económica de 2002-2003. Pero, al continuar la expansión una vez terminada la recesión, el gobierno generó una crisis inflacionaria. El problema se ha visto complicado, por un lado, por los esfuerzos para atender los desequilibrios resultantes con una red cada vez más compleja de controles de precios y del tipo de cambio, y, por otro, por las constantes amenazas de expropiación dirigidas a los productores y dueños de negocios, como una advertencia para que no aumenten los precios. No sorprende que la respuesta haya sido una abrupta caída en la producción de alimentos y una creciente escasez de comida.

Una solución sensata a la sobreexpansión de Venezuela requeriría controlar el gasto y el crecimiento de la oferta monetaria. Sin embargo, dicha solución es un anatema para Chávez, quien en repetidas ocasiones ha equiparado cualquier llamado a la reducción del gasto con el dogma neoliberal. En cambio, el gobierno ha intentado lidiar con la inflación, aumentando la oferta de moneda extranjera dirigida a las empresas nacionales y a los consumidores, e incrementando los subsidios del gobierno. Como resultado, se tiene una economía muy distorsionada, en la que el gobierno subsidia, efectivamente, dos tercios del costo de las importaciones y viajes al extranjero para los ricos, mientras que los pobres no pueden encontrar alimentos básicos en los anaqueles de las tiendas. El asombroso crecimiento de las importaciones, que casi se han triplicado desde 2002 (incluso, las importaciones de artículos tan lujosos como Hummers y whisky escocés de 15 años de añejamiento han aumentado en forma aún más dramática), ahora amenaza con borrar el excedente de la cuenta corriente del país.
Lo más triste es que todo esto era predecible. De hecho, la “chavezeconomía” de ninguna manera surgió de la noche a la mañana, sin precedente alguno: a grandes rasgos esta historia es la misma que siguen las desastrosas experiencias de muchos países latinoamericanos durante los años setenta y los ochenta. Los economistas Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards han calificado a esas políticas como “la macroeconomía del populismo”. Con base en las experiencias económicas de gobiernos tan diversos políticamente como el de Juan Perón, en Argentina, de Salvador Allende, en Chile, y de Alan García, en Perú, estos especialistas encontraron fuertes similitudes en sus políticas económicas y en la evolución económica resultante. La macroeconomía populista se caracteriza, invariablemente, por aplicar políticas fiscales y económicas expansionarias y por mantener una moneda sobrevaluada con la intención de acelerar el crecimiento y la redistribución. En general, esas políticas se ponen en marcha en el marco de una desatención a las restricciones fiscales y al tipo de cambio extranjero, y las acompañan los intentos por controlar las presiones inflacionarias, manteniendo los precios y el tipo de cambio. Los economistas latinoamericanos ya conocen bien el resultado: el surgimiento de cuellos de botella en la producción, la acumulación de severos problemas fiscales y en la balanza de pagos, la inflación galopante y el desplome de los salarios reales.
El comportamiento de Chávez es típico de tales experimentos económicos populistas. Los éxitos iniciales tienden a animar a los formuladores de políticas públicas, que cada vez están más seguros de que tuvieron razón al descartar las recomendaciones de la mayoría de los economistas. La formulación racional de políticas se convierte en algo crecientemente más difícil, a medida que los líderes se convencen de que las restricciones económicas convencionales no se aplican a ellos. Sólo se comienzan a tomar medidas correctivas cuando la economía se ha salido de control. Pero, para entonces, ya es demasiado tarde.
Mi experiencia al tratar con el gobierno de Chávez confirmó este patrón. En febrero de 2002, por ejemplo, tuve la oportunidad de hablar largo y tendido con Chávez sobre el estado de la economía venezolana. En ese momento, la economía había entrado en una recesión como resultado de una expansión fiscal insostenible llevada a cabo durante los primeros 3 años del mandato de Chávez. Miembros moderados dentro del gobierno habían organizado la reunión con la esperanza de que ésta estimulara cambios en el manejo de las finanzas públicas. Tal como un colega y yo le explicamos a Chávez, no había forma de evitar la profundización de la crisis macroeconómica del país sin un esfuerzo creíble para elevar el ingreso y racionalizar los gastos. El Presidente escuchó con interés, tomando notas y haciendo preguntas durante tres horas de conversación, y terminó nuestra reunión con la petición de que habláramos con los ministros de su gabinete y programáramos futuras reuniones. Sin embargo, cuando procedimos a entrevistarnos con los funcionarios, la crisis económica se estaba extendiendo al terreno político, y la oposición convocaba a hacer manifestaciones en las calles en respuesta a la caída de la popularidad de Chávez, según las encuestas. Poco después, los trabajadores de la empresa petrolera estatal, PDVSA, se unieron a las protestas.

En el debate que siguió dentro del gobierno sobre cómo manejar la crisis política, los izquierdistas de la vieja guardia persuadieron a Chávez de adoptar una línea dura. Así, despidió a 17 000 trabajadores de PDVSA y marginó a los moderados que había dentro de su gobierno. Cuando recibí una llamada en la que se me informaba que nuestras futuras reuniones con Chávez se habían cancelado, supe que los políticos de línea dura habían tomado la delantera. El manejo que hizo Chávez de la economía y de la crisis política tuvo costos significativos. Chávez usó hábilmente los errores de la oposición (convocar a una huelga nacional e intentar un golpe de Estado) para desviar la culpa de la recesión. Pero, de hecho, el PIB real se contrajo en 4.4% y la moneda había perdido más de 40% de su valor en el primer trimestre de 2002, antes del inicio de la primera huelga de PDVSA, el 9 de abril. Desde enero del mismo año, el Banco Central ya había perdido más de 7 000 millones de dólares en un intento inútil por defender la moneda. En otras palabras, la crisis económica había empezado mucho antes que la crisis política —un hecho que sería olvidado en las secuelas del tumulto político que siguió—.
La respuesta del gobierno a la crisis ha tenido más consecuencias para la economía venezolana. La toma de PDVSA por parte de los partidarios de Chávez y la subordinación de las decisiones de la empresa a los imperativos políticos del gobierno han resultado en una disminución drástica de la capacidad de producción petrolera de Venezuela. La producción ha estado disminuyendo de manera sostenida desde que el gobierno consolidó su control sobre la industria a finales de 2004. De acuerdo con estadísticas de la OPEP, Venezuela produce actualmente sólo tres cuartas partes de su cuota de 3.3 millones de barriles al día. El gobierno de Chávez, en consecuencia, no sólo ha desperdiciado el mayor auge petrolero en Venezuela desde los años setenta, sino que también mató a la gallina de los huevos de oro. A pesar del aumento en los precios del petróleo, PDVSA está cada vez más agotada por la combinación del aumento en los costos de producción, debido a la pérdida de capacidad técnica y a las demandas de una red de clientelismo político cada vez mayor, y por la necesidad de financiar numerosos proyectos para el resto de la región, que van desde la reconstrucción de refinerías cubanas hasta el suministro de combustible barato a alcaldías controladas por los sandinistas en Nicaragua. Como resultado, la capacidad que ofrecen las ganancias del petróleo para aligerar las restricciones fiscales del gobierno se está volviendo cada vez más limitada.

ARANDO EL MAR

SIMÓN BOLÍVAR, líder de la independencia de Venezuela y héroe de Chávez, dijo alguna vez que para evaluar las revoluciones y a los revolucionarios se necesita observarlos de cerca, pero juzgarlos a distancia. Ya que tuve la oportunidad de hacer ambas cosas con Chávez, he visto hasta qué punto ha fracasado al no cumplir con sus promesas ni con las expectativas de los venezolanos. Ahora, los votantes están haciendo el mismo descubrimiento, lo que terminará por conducir a la caída de Chávez. Las dificultades para asegurar una transición política pacífica se verán agravadas, ya que, en los últimos 9 años, Venezuela se ha vuelto una sociedad cada vez más violenta. Esta violencia no sólo se refleja en el enorme incremento en los índices de criminalidad, sino que también afecta la forma como los venezolanos resuelven sus conflictos políticos. Si Chávez es responsable de esto o no, carece de importancia. Pero es vital que los venezolanos encuentren la manera de evitar que la crisis económica inminente encienda un conflicto político violento. A medida que la popularidad de Chávez comience a menguar, la oposición se sentirá cada vez más animada para llevar a cabo iniciativas para debilitar el movimiento chavista. El gobierno puede volverse cada vez más autoritario, en cuanto comience a entender los altísimos costos que pagará si pierde el poder. Por lo tanto, a menos que se cree un sistema por medio del cual el gobierno y la oposición puedan llegar a un acuerdo, hay un riesgo significativo de que uno de los dos lados recurra a la fuerza.
En retrospectiva, una pregunta persistente (en sí misma digna de un estudio potencialmente fascinante en materia de economía política internacional) será de qué manera el gobierno venezolano ha sido capaz de convencer a tantas personas del éxito de sus esfuerzos por combatir la pobreza, a pesar de la completa falta de evidencia real sobre su eficacia. Probablemente, cuando se escriba ese estudio, se descubrirá que la estrategia del gobierno de Chávez de cabildear activamente a los gobiernos extranjeros y de lanzar una campaña de relaciones públicas de alto perfil —encabezada por la Oficina de Información de Venezuela, con sede en Washington— ha desempeñado un papel vital. El generoso desembolso de préstamos a países caribeños y latinoamericanos carentes de efectivo, la venta de petróleo y gas para calefacción baratos para apoyar a aliados políticos en países desarrollados y en desarrollo, y el uso encubierto de contribuciones políticas para comprar la lealtad de políticos en países vecinos también forman parte, con toda seguridad, de la explicación.
Sin embargo, tal vez una razón aún más importante de este éxito sea la disposición que tienen los intelectuales y políticos en países desarrollados de creer una historia en la que los dilemas del desarrollo latinoamericano se explican por la explotación de las masas de pobres a manos de élites adineradas y privilegiadas. La historia de Chávez como un revolucionario social que, finalmente, está rectificando las injusticias generadas por siglos de opresión encaja muy bien en los estereotipos tradicionales de la región, lo que refuerza la visión de que el subdesarrollo latinoamericano se debe a los vicios de sus clases gobernantes depredadoras. Una vez que uno adopta este punto de vista, es fácil olvidarse de diseñar iniciativas que deriven en políticas públicas que podrían realmente ayudar al crecimiento latinoamericano, como terminar con los subsidios agrícolas que reducen los precios de las exportaciones de la región o aumentar de manera significativa la ayuda económica que se otorga a países que llevan a cabo esfuerzos serios por combatir la pobreza.
El periodista estadounidense Sydney Harris escribió una vez que “creemos lo que queremos creer, lo que nos gusta creer, lo que viene bien a nuestros prejuicios y aviva nuestras pasiones”. La idea de que los gobiernos latinoamericanos están controlados por élites económicas puede haber sido cierta en el siglo XIX, pero es totalmente inconsistente con la realidad en un momento en el que todos los países latinoamericanos, excepto Cuba, tienen elecciones regulares con altos niveles de participación popular. Al igual que los gobiernos del resto del mundo, los gobiernos latinoamericanos tratan de equilibrar el deseo de una redistribución de la riqueza con la necesidad de generar incentivos para el crecimiento económico, las realidades del poder estatal efectivo limitado y las incertidumbres de la eficacia de iniciativas de políticas públicas específicas. Ignorar esas verdades no sólo es anacrónico y desacertado, sino que también impide el diseño de políticas exteriores sensatas, dirigidas a ayudar a los líderes de la región a formular y a instrumentar estrategias para alcanzar un desarrollo sostenible y equitativo.
Sería temerario afirmar que es obvio lo que Latinoamérica debe hacer para sacar a su población de la pobreza. Si hay una lección que pueda extraerse de las experiencias de otros países es que las estrategias de desarrollo exitosas son diversas y que lo que funciona en un lugar puede no funcionar en otro. No obstante, experiencias recientes en países como Brasil y México, donde programas hábilmente diseñados para llegar a los grupos más débiles de la sociedad han tenido un efecto significativo en su bienestar, muestran que las soluciones eficaces se encuentran al alcance de los formuladores de políticas públicas pragmáticos que están dispuestos a ponerlas en marcha. Es la tenacidad de esos actores realistas, más que la audacia de los idealistas, la que encarna la mayor promesa para aliviar las dificultades de los pobres de América Latina.

viernes, agosto 29, 2008

¿Qué es el chavismo?: "una revolución vacía" que ha empobrecido más a los pobres (II)

Traducción del excelente artículo de Francisco Rodríguez (exasesor de la Asamblea Nacional chavista) de la revista Foreign Affairs. Sé que es viejo (febrero, 2008) pero vale la pena tenerlo archivado acá. Lo separaré en varios posts. El subrayado es nuestro.


Una revolución vacía (II)
por Francisco Rodríguez


IZQUIERDA FALSA


DESDE EL MOMENTO en que llegó a la presidencia, en 1999, Chávez presentó su política económica y social como una alternativa de izquierda al llamado Consenso de Washington y como un distanciamiento importante de las reformas de libre mercado de los gobiernos anteriores. Aunque, en realidad, las diferencias fueron moderadas al principio, el ritmo del cambio se aceleró de manera significativa después de la crisis política y económica de 2002-2003, cuando se vivió un intento de golpe de Estado fallido y una huelga nacional que duró 2 meses. Desde entonces, la economía venezolana ha sufrido una transformación.


En términos generales, este cambio puede caracterizarse por tener cuatro dimensiones básicas. En primer lugar, el tamaño del Estado ha aumentado en forma dramática. Los gastos del gobierno, que representaban sólo 18.8% del PIB en 1999, ahora equivalen al 29.4% del PIB, y el gobierno ha nacionalizado sectores clave como la electricidad y las telecomunicaciones. En segundo lugar, la forma de fijar precios y salarios se ha convertido en un proceso muy regulado por medio de una red de restricciones, en vigor desde 2002, que van desde controles rígidos a los precios y al tipo de cambio, hasta una prohibición para despedir trabajadores. En tercer lugar, ha habido un deterioro significativo en la seguridad de los derechos de propiedad a medida que el gobierno ha expropiado terrenos y empresas privadas de manera ad hoc, apelando tanto a motivos políticos como económicos. En cuarto lugar, el gobierno ha llevado a cabo una renovación completa de la política social, reemplazando los programas existentes con una serie de iniciativas vistosas, conocidas como “misiones”, dirigidas a atender problemas específicos, como el analfabetismo o los deficientes servicios de salud en barrios pobres.


Las opiniones difieren sobre qué tan deseables son las consecuencias de muchas de estas reformas; no obstante, parece haber surgido un amplio consenso en torno a la idea de que, por lo menos, las reformas han permitido una redistribución significativa de la riqueza del país entre su mayoría pobre. De hecho, la afirmación de que Chávez ha llevado beneficios tangibles a los pobres de Venezuela se ha convertido en un lugar común, incluso entre sus críticos. En una carta dirigida al presidente George W. Bush, en vísperas de las elecciones presidenciales de Venezuela en 2006, Jesse Jackson, Cornel West, Dolores Huerta y Tom Hayden escribieron: “Desde 1999, los ciudadanos de Venezuela han votado reiteradamente por un gobierno que, a diferencia de otros en el pasado, compartiría la riqueza del petróleo de su país con millones de venezolanos pobres”. El ganador del Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, ha señalado: “El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, parece haber tenido éxito al llevar educación y servicios de salud a los barrios de Caracas que, en el pasado, se habían visto poco beneficiados por la rica dotación de petróleo de ese país”. Incluso The Economist ha escrito: “El estilo de revolución de Chávez ha conseguido algunos avances sociales”.


Uno esperaría que tal consenso estuviera respaldado por un número abrumador de pruebas. No obstante, hay pocas evidencias que apoyen la afirmación de que el gobierno de Chávez ha actuado de forma distinta a los gobiernos venezolanos anteriores —o, para el caso, de manera distinta a la de otros países en desarrollo de América Latina— en cuanto a la redistribución de las ganancias del crecimiento económico hacia los pobres. Se cita a menudo la estadística referente a la disminución de la pobreza de un punto máximo de 54%, en el punto culminante de la huelga nacional de 2003, a 27.5%, en la primera mitad de 2007. Aunque esta disminución puede parecer impresionante, también se sabe que la reducción de la pobreza se asocia, en gran medida, con el crecimiento económico, y que el PIB per cápita de Venezuela aumentó casi 50% durante el mismo período, sobre todo debido a que los precios del petróleo se triplicaron. La pregunta real no es, pues, si la pobreza ha disminuido, sino si el gobierno de Chávez ha sido particularmente eficaz para convertir este período de crecimiento económico en reducción de la pobreza. Una forma de evaluarlo es calculando la reducción en la pobreza por cada aumento de un punto porcentual en el ingreso per cápita —en la jerga de los economistas, la elasticidad del ingreso de la reducción de la pobreza—. Este cálculo muestra una reducción promedio de 1 punto porcentual en la pobreza, por cada punto porcentual de aumento del PIB per cápita durante esta recuperación: una proporción que se compara en forma desfavorable con la de muchos otros países en desarrollo, para los cuales los estudios tienden a fijar la cifra en, aproximadamente, 2 puntos porcentuales. Asimismo, uno esperaría que el crecimiento en favor de los pobres estuviera acompañado de una marcada disminución en la desigualdad del ingreso. Sin embargo, según el Banco Central de Venezuela, la desigualdad en realidad ha aumentado durante el gobierno de Chávez, con un incremento en el coeficiente de Gini (una medida de desigualdad económica, en la que el 1 indica desigualdad perfecta y el 0 indica igualdad perfecta) de 0.44 a 0.48 entre 2000 y 2005.


Las estadísticas sobre pobreza y desigualdad, por supuesto, sólo relatan una parte de la historia. Hay muchos aspectos del bienestar de los pobres que no han captado las medidas de ingreso monetario y es ahí donde, quienes apoyan a Chávez, afirman que el gobierno ha tenido sus mayores logros en las actividades de sus “misiones”, que se han concentrado en la provisión directa de servicios de salud, educación y otros servicios públicos básicos a comunidades pobres. Pero, una vez más, las estadísticas oficiales no muestran señales de una mejoría sustancial en el bienestar del venezolano promedio, y en muchos casos ha habido un deterioro preocupante. El porcentaje de bebés con bajo peso, por ejemplo, aumentó de 8.4% a 9.1% entre 1999 y 2006. Durante el mismo período, el porcentaje de hogares sin acceso al agua corriente aumentó de 7.2% a 9.4%, y el porcentaje de familias que viven en casas con piso de tierra casi se triplicó, al pasar de 2.5% a 6.8%. En Venezuela, se pueden ver las “misiones” por todas partes: en los carteles del gobierno que tapizan las calles de Caracas, en las omnipresentes camisetas rojas que se entregan a quienes participan en los programas y que usan quienes apoyan al gobierno en los mítines de Chávez, y en las asignaciones excesivas del presupuesto gubernamental. El único lugar en donde es difícil encontrar a las “misiones” es en las estadísticas de desarrollo humano.


Resulta sorprendente que, dadas la retórica y la reputación de Chávez, las cifras oficiales no muestren cambio significativo alguno en la prioridad asignada al gasto social durante su gobierno. La porción promedio del presupuesto destinada a salud, educación y vivienda bajo el gobierno de Chávez en sus primeros 8 años de mandato fue de 25.12%, prácticamente idéntica a la porción promedio (25.08%) de los 8 años anteriores. Y hoy es más baja que en 1992, el último año de funciones del gobierno “neoliberal” de Carlos Andrés Pérez —el líder a quien Chávez, que en ese entonces era Teniente Coronel del Ejército venezolano, intentó derrocar mediante un golpe de Estado, supuestamente en beneficio de la mayoría pobre que había sido marginada—.


En varios estudios recientes, he trabajado con colegas para analizar de una manera más sistemática los resultados de las misiones de salud y educación de Chávez. Nuestros hallazgos confirman que, en realidad, Chávez ha hecho poco por los pobres. Por ejemplo, su gobierno a menudo afirma que la llegada de médicos cubanos como parte del programa de salud Barrio Adentro ha contribuido a disminuir la mortalidad infantil en Venezuela. De hecho, un análisis cuidadoso de las tendencias en la mortalidad infantil y neonatal muestra que la tasa de disminución no difiere significativamente de la del período previo a Chávez, ni de la tasa de disminución de otros países latinoamericanos. Desde 1999, la mortalidad infantil en Venezuela se ha reducido a una tasa anual de 3.4%, cifra prácticamente igual a la tasa de 3.3% a la cual había disminuido durante el período previo de 9 años, y que es inferior a las tasas de disminución para el mismo período en Argentina (5.5%), Chile (5.3%) y México (5.2%).


Aún más decepcionantes son los resultados del programa de alfabetización del gobierno, denominado Robinson. El 28 de octubre de 2005, Chávez declaró que Venezuela era un “territorio libre de analfabetismo”. Su campaña de alfabetización nacional, anunció, había enseñado a leer y a escribir a 1.5 millones de personas, y el Ministro de Educación declaró que el analfabetismo residual representaba a menos de 0.1% de la población. El logro recibió un considerable reconocimiento internacional y muchos especialistas y observadores ocasionales lo tomaron en sentido literal. Por ejemplo, un artículo reciente publicado en el San Francisco Chronicle reportó que “el analfabetismo, que antes afectaba al 10% de la población, se ha eliminado por completo”. El Presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, y el Director General de la UNESCO, Koïchiro Matsuura, enviaron al gobierno venezolano cartas públicas de felicitación por dicho logro. (Luego de la declaración de Matsuura, el gobierno de Chávez afirmó que la erradicación del analfabetismo había sido “verificada por la UNESCO”).


Sin embargo, junto con Daniel Ortega de la escuela de negocios IESA de Venezuela, analicé las tendencias en las tasas de analfabetismo basadas en respuestas a las encuestas realizadas en hogares por el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela. (Una presentación completa de nuestro estudio aparecerá en el número de octubre de 2008 de la revista Economic Development and Cultural Change). En contraste con las afirmaciones del gobierno, encontramos que había más de 1 millón de venezolanos analfabetas para finales de 2005, una disminución mínima en relación con los 1.1 millones de personas analfabetas registradas en la primera mitad de 2003, antes del inicio del programa Robinson. Además, incluso esta pequeña reducción se debe a tendencias demográficas, más que al programa en sí. En una batería de pruebas estadísticas, encontramos escasas evidencias de que el programa hubiera tenido algún efecto estadísticamente distinguible sobre el analfabetismo de Venezuela. También encontramos numerosas inconsistencias en la versión del gobierno. Por ejemplo, éste afirma haber empleado a 210 410 capacitadores en el esfuerzo contra el analfabetismo (aproximadamente 2% de la mano de obra venezolana), pero no hay evidencia en la información sobre empleo en el sector público de que esas personas hayan sido contratadas ni constancia en las estadísticas del presupuesto gubernamental de que se les haya pagado alguna vez.

¿Qué es el chavismo?: "una revolución vacía" que ha empobrecido más a los pobres (I)

Traducción del excelente artículo de Francisco Rodríguez (exasesor de la Asamblea Nacional chavista) de la revista Foreign Affairs. Sé que es viejo (febrero, 2008) pero vale la pena tenerlo archivado acá. Lo separaré en varios posts. El surayado es nuestro

Una revolución vacía
por Francisco Rodríguez

Incluso los críticos del régimen de Hugo Chávez suelen concederle el mérito de haber hecho de la ayuda a los pobres su prioridad. Pero, de hecho, el gobierno de Chávez no ha emprendido más acciones para combatir la pobreza que cualquiera de los gobiernos venezolanos anteriores, y sus programas sociales, ampliamente difundidos, han arrojado pocos resultados. Un análisis cuidadoso de las evidencias revela cuánto ha afectado la “revolución” de Chávez a la economía venezolana –y cómo los pobres están padeciendo más que nadie–.

EL 2 DE DICIEMBRE, cuando los venezolanos dieron al presidente Hugo Chávez su primera derrota electoral en 9 años, la mayoría de los analistas se sorprendió. De acuerdo con los resultados oficiales, el 50.7% de los votantes rechazó la reforma constitucional propuesta por Chávez, la cual habría expandido el Poder Ejecutivo, habría eliminado los límites al período presidencial y habría allanado el camino para la construcción de una economía “socialista”. Fue un gran revés para un presidente que apenas un año antes había ganado un segundo período de 6 años con el 62.8% de los votos. Los analistas de los medios tuvieron dificultades para dar una explicación. Señalaron factores idiosincrásicos, como el nacimiento de un nuevo movimiento estudiantil y la deserción de grupos poderosos de la coalición de Chávez. Sin embargo, pocos llegaron tan lejos como para desafiar la sabiduría popular sobre cómo se las ha arreglado Chávez para mantenerse en el poder durante tanto tiempo.

Aunque las opiniones difieren sobre si el mandato de Chávez debería caracterizarse como autoritario o democrático, prácticamente todas parecen coincidir en que, en contraste con sus predecesores, Chávez ha hecho del bienestar de los pobres de Venezuela su prioridad. Su gobierno, piensan, ha proporcionado alimentos subsidiados a familias de bajos ingresos, ha redistribuido la tierra y la riqueza, y ha invertido dinero de la floreciente industria petrolera venezolana en programas de salud y educación. Entonces, no debería sorprender que, en un país cuya política estuvo dominada durante mucho tiempo por las élites adineradas, Chávez se haya ganado el apoyo duradero de las clases pobres de Venezuela.

Este argumento puede resultar convincente para muchos que están indignados, con toda razón, por las profundas desigualdades sociales y económicas de América Latina. Pero, por desgracia, esta percepción es errónea. Ni las estadísticas oficiales ni los cálculos independientes arrojan evidencia alguna de que Chávez haya reorientado las prioridades estatales en beneficio de los pobres. La mayoría de los indicadores de desarrollo humano y de salud no han mostrado progreso significativo alguno, más allá de los considerados normales en medio de un auge petrolero. De hecho, algunos se han deteriorado de manera preocupante y los cálculos oficiales indican que la desigualdad en el ingreso ha aumentado. La hipótesis de que “Chávez es bueno para los pobres” es inconsistente con los hechos.

Mi escepticismo con respecto a esta noción comenzó durante mi ejercicio como Economista en Jefe de la Asamblea Nacional de Venezuela. En septiembre de 2000, dejé la academia estadounidense para dirigir a un equipo de investigación con funciones muy similares a las de la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos. Yo tenía muchas expectativas con respecto al gobierno de Chávez y estaba emocionado ante la posibilidad de trabajar en un gobierno que prometía concentrarse en el combate a la pobreza y a la desigualdad. Sin embargo, rápidamente descubrí la gran brecha que había entre la retórica del gobierno y la realidad de sus prioridades políticas.

Poco después de haber entrado a la Asamblea Nacional, tuve un enfrentamiento con el gobierno por la insuficiencia de recursos destinados al Fondo Único Social (FUS), que Chávez había creado para coordinar la distribución de fondos para programas de combate a la pobreza. La ley que estableció el FUS incluía una cláusula especial para garantizar que éste se beneficiaría del aumento en las ganancias del petróleo. Pero cuando las ganancias del petróleo comenzaron a crecer, el Ministro de Finanzas ignoró la cláusula y asignó al FUS sólo 295 millones de dólares en el presupuesto de 2001 —15% menos que el año anterior y menos de un tercio de los 1 100 millones que ordenaba la ley—. Cuando mi oficina señaló esta inconsistencia, al Ministerio de Finanzas se le ocurrió el creativo truco de contabilidad de reajustar la ley para que los programas que no coordinara el FUS parecieran, de cualquier manera, estar recibiendo recursos de éste. El efecto consistió en desviar recursos de los pobres, incluso cuando las ganancias del petróleo estaban aumentando de manera vertiginosa. (Los miembros de línea dura del gobierno, indignados por las críticas realizadas por la oficina a mi cargo, exigieron de inmediato mi salida).

Cuando los últimos moderados que entendían la necesidad de contar con un equipo de investigación independiente para evaluar las políticas abandonaron el bando de Chávez, en 2004, el gobierno finalmente disolvió nuestra oficina).

El éxito político de Chávez no proviene de los logros de sus programas sociales ni de su eficacia para redistribuir la riqueza. Más bien, debido a una combinación de suerte y de manipulación del sistema político, Chávez se ha enfrentado a elecciones en momentos de fuerte crecimiento económico, actualmente impulsado por un auge petrolero mayor que cualquiera que haya ocurrido desde la década de los setenta. Al igual que los votantes de cualquier otro lugar, los venezolanos tienden a votar con el bolsillo y, hasta hace poco, esto había significado votar por Chávez. Pero ahora, la mala gestión de la economía y el fracaso para estar a la altura de su retórica en pro de los pobres finalmente han empezado a alcanzarlo. Con la aceleración de la inflación, la creciente escasez de alimentos básicos y el fracaso crónico generalizado en la provisión de servicios públicos básicos, los venezolanos están empezando a vislumbrar las consecuencias de las políticas económicas de Chávez —y no les gusta lo que ven—.

Arreglando los links de mi blog

Es por ello que algunos desaparecerán por momentos porque están siendo reubiados, creo que como blog de consulta sobre temas de Venezuela donde predomina lo histórico debo reordenar y hacer más fácil la ubicación de las páginas que los ayuden en sus dudas e intereses.

jueves, agosto 28, 2008

Historiador venezolano (Diego Bautista Urbaneja) opina sobre la acumulación de poder chavista y la realidad de la sociedad venezolana

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo quincenal de los jueves del historiador Diego Bautista Urbaneja que publica en El Universal.

El enemigo más hábil

Todas esas leyes son la saga de una gran equivocación que se le quiere imponer la sociedad
Estamos presenciando un nuevo episodio de esa carrera que constituye la trama de la política venezolana de los últimos años. La carrera entre, por un lado, un Chávez que concentra poder y más poder, para disponer de instrumentos de control y represión que le permitan enfrentar el gran malestar que se va acumulando; y, por otro lado, la constitución de una mayoría adversa al proyecto político de ese personaje.

En cada uno de esos episodios, Chávez ha ido subiendo la apuesta. Los poderes de los que en cada oleada se dota parecen en cada ocasión definitivamente abrumadores. "Ahora sí que llegamos al llegadero"; "ahora sí que llegó el comunismo"; "ahora si que pasamos la raya amarilla". Es una manera de verlo. Otra manera es contemplar cómo cada uno de esos avances lo que deja es un gran vacío por detrás.

Que cada uno de esos movimientos que parece correr más allá la línea de lo que el gobierno controla, no significa en realidad que Chávez y su círculo consolidan sus posiciones, sino que multiplican mucho más allá de sus verdaderas capacidades los trozos de terreno que supuestamente toman bajo su control, con el resultado de que en realidad no controlan bien casi ninguno.

Una permanente huida hacia delante que, en términos militares, lo que hace es alargar mucho las líneas, haciéndolas frágiles y quebradizas, debilitando cada vez más cada uno de los eslabones. La ineficiencia se transmite, se contagia y se potencia a lo largo y en el interior de esa red con una gran rapidez, con crecimiento exponencial.

Estatizan Cemex, pero el Ministerio de la Vivienda sigue siendo un emporio de ineficiencia. Lo será más, en la medida en que estatizar Cemex obliga a trasladar a la gerencia de esa empresa cuadros rojitos que escasean de lo lindo. "Impresionante" la estatización del caso, pero el resultado neto es que Cemex trabajará peor y lo mismo ocurrirá con el pobre ministerio. ¿Es eso verdadero poder? Otra: le quiere quitar a las gobernaciones y alcaldías facultades, para concentrarlas en el poder central, que se responsabilizará así de problemas que no va a poder resolver, justamente por haber centralizado su solución.

No ocurre del mismo modo en todos los sectores. El sector empresarial, por ejemplo, ve cómo en efecto se acumulan requisitos, controles, trámites, que lo cercan, lo maniatan, lo amenazan. Pero su reacción natural, no invertir, no arriesgar, protegerse como puede, tiene como consecuencia obligar al gobierno a multiplicar su presencia, regular más, intervenir más, crear más "empresas", diseminar, difuminar, sus pobrísimas reservas de talento.

Proliferan así las protestas por motivos que no hacen sino crecer en número y variedad, ante un gobierno que se las arregla para disminuir día tras día su capacidad de resolver los problemas que dan lugar a ellas y al que esas protestas sociales desorganizan y dispersan todavía más.
De esto no se debe concluir que hay que dejar que el gobierno entonces "avance" y se debilite. Ni hablar. Afortunadamente, no es así como ocurre la cosa. A cada paso que Chávez da, el país que adversa ese proyecto se coloca a la altura del nuevo episodio y presenta el combate que corresponde. No como producto de ningún plan de resistencia, o de alguna estrategia especialmente diseñada. Es la reacción de una sociedad democrática cuyo instinto le dice que debe combatir. Pero el que ello ocurra es esencial para que esa dinámica debilitadora a la que hacía referencia tenga lugar.

Que el gobierno no dé ni un paso en su afán de controlarlo todo, sin que encuentre el desafío, la resistencia, la denuncia, la demanda, el vituperio, la protesta, la exasperación si es el caso, que el país logre poner en pie en cada momento. Sin perder de vista las grandes ocasiones: el 23 de noviembre será uno de esos días donde toda esa cadena de insatisfacciones, de malestares, podrá expresarse concentradamente.

Todas esas decisiones, todas esas leyes de Chávez son la saga de una gran equivocación en marcha, que se le quiere imponer a una sociedad que no la admite. La carrera de la que hablaba al principio la tiene perdida este mandón, porque los problemas del país son reales, mientras que la capacidad del gobierno es una entelequia que, mientras más extiende su dominio nominal, en más anémica se convierte.

La tiene perdida Chávez, porque quiere ir contra la realidad de esta sociedad. Y, como leí en Proust el otro día, "la realidad es el más hábil de los enemigos".
dburbaneja@gmail.com

¿Qué es el chavismo?: "una amenaza mundial" (Fukuyama dixit)

Les dejo primero la noticia por INFOBAE, y luego la noticia original (el artículo completo de Fukuyama) del Miami Herald pero en inglés.

¿La era de las autocracias?

El prestigioso politólogo Francis Fukuyama postula que los gobiernos autoritarios como Venezuela son amenaza al orden y a la economía mundiales

"La era post Estados Unidos" es considerada el inicio del siglo XXI según los analistas de política más influyentes del mundo. Entre ellos se encuentra el politólogo norteamericano de origen japonés Francis Fukuyama, quien en una columna del Miami Herald titulada "¿Es ésta la era de las autocracias?" explica cómo los estados "autócratas", "autoritarios" y "nacionalistas" desequilibran el orden internacional.

Entre estas amenazas, el autor de El fin de la Historia incluye como protagonistas a Rusia, China, Irán y a Venezuela, un confeso enemigo de los intereses de los EEUU. Sobre el gobierno de Hugo Chávez, Fukuyama presenta una paradoja: "Las libertades democráticas en Venezuela fueron erosionadas por un populista que fue elegido de forma democrática".

El profesor de la Universidad de Estudios Internacionales Avanzados Hopkins también sostiene que la invasión de Rusia en Georgia “marca la nueva fase en las políticas mundiales: el final del dominio de los Estados Unidos por varias potencias que combinan el autoritarismo y la modernización; una clara amenaza a la democracia liberal”.

No sólo esos pilares están amenazados, sino que la dispersión en la toma de decisiones -explica el politólogo- “tendrá consecuencias devastadoras en el futuro económico de los países más pobres”.

Sin embargo, Fukuyama indica que "la democracia y el capitalismo no tienen competencia en el plano de las ideas. Hoy el único desafiante real es el islamismo radical. Por eso, la nación más peligrosa del mundo es Irán, regido por mulas chiítas fundamentalistas".

Is this the age of the autocrat?

By FRANCIS FUKUYAMA

www.washpost.com

Are we entering the age of the autocrat? It's certainly tempting to think so after watching Russia's recent clobbering of Georgia. That invasion clearly marks a new phase in world politics, but it's a mistake to think that the future belongs to Russian strongman Vladimir Putin and his fellow despots.

I'm particularly interested in trying to discern the shape of the new international moment, because I wrote an essay in 1989 entitled ''The End of History?'' It argued that liberal ideas had conclusively triumphed at the end of the Cold War. But today, U.S. dominance of the world system is slipping; Russia and China offer themselves as models, showing off a combination of authoritarianism and modernization that offers a clear challenge to liberal democracy. They seem to have plenty of imitators.

Although Gen. Pervez Musharraf finally agreed last week to step down as president of Pakistan, that key U.S. client has been ruled dictatorially since 1999. In Zimbabwe, Robert Mugabe refuses to give way despite having lost an election. In the Andean region of Latin America, democratic freedoms are being eroded by populist, democratically elected presidents such as Hugo Chavez of Venezuela. Take all this together, and various writers have suggested that we are now witnessing a return to the Cold War, the return of History or, at a minimum, a return to a 19th-century world of clashing great powers.

Not so fast. We are certainly moving into what Newsweek's Fareed Zakaria labels a ''post-American'' world. But while bullies can still throw their weight around, democracy and capitalism still have no real competitors. The facile historical analogies to earlier eras have two problems: They presuppose a cartoonish view of international politics during these previous periods, and they imply that ''authoritarian government'' constitutes a clearly defined type of regime -- one that's aggressive abroad, abusive at home and inevitably dangerous to world order. In fact, today's authoritarian governments have little in common, save their lack of democratic institutions. Few have the combination of brawn, cohesion and ideas required to truly dominate the global system, and none dream of overthrowing the globalized economy.

If we really want to understand the world unfolding before us, we need to draw some clear distinctions among different types of autocrats. First, there's a big difference between those who run strong, coherent states and those who preside over weak, incompetent or corrupt ones. Musharraf was able to rule Pakistan for almost a decade only because the Pakistani army, his base of support, is the most cohesive institution in a state that's otherwise a basket case. Zimbabwe is in even worse shape, with Mugabe presiding over horrific economic collapse. Feeble autocracies such as Zimbabwe can threaten their own neighbors only by producing refugees desperate to escape hyperinflation and poverty.

Today's autocrats can also prove surprisingly weak when it comes to ideas and ideologies. Nazi Germany, the Soviet Union and Mao's China were particularly dangerous because they were built on powerful ideas with potentially universal appeal, which is why we found Soviet arms and advisers showing up in places such as Nicaragua and Angola. But this sort of ideological tyrant no longer bestrides the world stage. Despite recent authoritarian advances, liberal democracy remains the strongest, most broadly appealing idea out there. Most autocrats, including Putin and Cavez, still feel that they have to conform to the outward rituals of democracy even as they gut its substance. Even China's Hu Jintao felt compelled to talk about democracy in the run-up to Beijing's Olympic Games. And Musharraf proved enough of a democrat to let himself be driven from office by the threat of impeachment.

If today's autocrats are willing to bow to democracy, they are eager to grovel to capitalism. It's hard to see how we can be entering a new cold war when China and Russia have both happily accepted the capitalist half of the partnership between capitalism and democracy. (Mao and Stalin, by contrast, pursued self-defeating, autarkic economic policies.) The Chinese Communist Party's leadership recognizes that its legitimacy depends on continued breakneck growth. In Russia, the economic motivation for embracing capitalism is much more personal: Putin and much of the Russian elite have benefited enormously from their control of natural resources and other assets.

Democracy's only real competitor in the realm of ideas today is radical Islamism. Indeed, one of the world's most dangerous nation-states today is Iran, run by extremist Shiite mullahs. But as Peter Bergen pointed out in these pages last week, Sunni radicalism has been remarkably ineffective in actually taking control of a nation-state, due to its propensity to devour its own potential supporters. Some disenfranchised Muslims thrill to the rantings of Osama bin Laden or Iranian President Mahmoud Ahmadinejad, but the appeal of this kind of medieval Islamism is strictly limited.

In lieu of big ideas, Russia and China are driven by nationalism, which takes quite different forms in each country. Russia, unfortunately, has settled on a version of national identity that is incompatible with the freedom of the countries on its borders; I'm afraid that Georgia will not be the last former Soviet republic to suffer from Moscow's sense of wounded pride. But today's Russia is still very different from the former Soviet Union. Putin has been called a modern-day czar, which is far closer to the mark than misguided comparisons to Stalin or Hitler. Czarist Russia was a great power with limited ambitions that became an integrated member of the European state system of the 18th and 19th centuries even as it crushed the weak states on its borders and deprived its own people of liberties. It is in this direction that I expect post-Putin Russia will evolve.

China's nationalism, on proud display at the Olympics, is much more complex. The Chinese want respect for having brought hundreds of millions of citizens out of poverty in the past generation. But we don't yet know how that sense of national pride will translate into foreign policy. Apart from the flashpoint of Taiwan, China doesn't feel the type of intense grievances that Russia nurses over the shrinking of its empire or NATO's expansion into the former Soviet bloc. And Beijing will have its hands full maintaining domestic stability when the inevitable economic slowdown occurs.

China's problem today, unlike in imperial times, is that it doesn't have a well-articulated sense of what the country represents in the larger world. The so-called Beijing Consensus, which mixes authoritarian government with market economics, is popular in many developing countries, and with good reason: Under Beijing's rules, national leaders can just do business and make money, without being hectored about democracy and human rights.

But China's development model works well only in those parts of East Asia that share certain traditional Chinese cultural values. In dynastic China, no checks and balances restrained the emperor's power; instead, a sense of accountability was fostered by the moral education of rulers and by an elite bureaucracy that was oriented toward public service. That legacy lives on in a host of modernizing, developmentally minded leaders, from the Meiji aristocrats who founded modern Japan to more recent authoritarian rulers such as Park Chung-hee of South Korea, Lee Kwan Yew of Singapore -- and the current leaders of China.

But this sort of paternalistic stewardship is a far cry from the forms of governance seen in much of Africa, Latin America or the Middle East, where public-spirited authoritarians have been far more rare. Africa has seen kleptocrats such as Mobutu Sese Seko of Zaire, warlords such as Foday Sankoh in Sierra Leone and Charles Taylor in Liberia, and the more ordinarily corrupt rulers of Nigeria. Simply lumping China in with the world's other dictatorships makes no sense. But for all of China's strengths, its system is not a serious challenge to the United States' animating -- and winning -- ideas.

All of this makes our world both safer and more dangerous. It is safer because the self-interest of the great powers is very much tied to the overall prosperity of the global economy, limiting their desire to rock the boat. But it is more dangerous because capitalist autocrats can grow much richer and therefore more powerful than their communist counterparts. And if economic rationality does not trump political passion (as has often been the case in the past), the whole system's interdependence means that everyone will suffer.

We should also not let the speculations about an authoritarian resurgence distract us from a critical issue that will truly shape the next era in world politics: whether gains in economic productivity will keep up with global demand for such basic commodities as oil, food and water. If they do not, we will enter a much more zero-sum, Malthusian world in which one country's gain will be another country's loss. A peaceful, democratic global order will be much more difficult to achieve under these circumstances: Growth will depend more on raw power and accidents of geography than on good institutions. And rising global inflation suggests that we have already moved a good way toward such a world.

The totalitarian dictatorships of the 20th century induced us to draw a sharp distinction between democratic and authoritarian states, a habit of mind that is still with us. But democracies don't automatically all have the same interests (just look at the clashing U.S. and European views on Iraq), and neither do autocracies. Nor does the fact that a country is authoritarian determine the way it will behave internationally. We need a much more nuanced conceptual framework for understanding the non-democratic world if we are not to become prisoners of an imagined past. And we shouldn't get excessively discouraged about the strength of our own ideas, even in a ''post-American'' world.

Francis Fukuyama is a professor at the Johns Hopkins University's School of Advanced International Studies. His latest book is America at the Crossroads: Democracy, Power, and the Neoconservative Legacy.

c. 2008 The Washington Post

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