sábado, agosto 09, 2008

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) afirma que Chávez es el gobernante más autoritario de nuestra historia

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en El Universal.
La insolencia del habilitado
En Venezuela existe un único habilitado todopoderoso
Ni siquiera en una nación sometida a lo largo de su historia a la hegemonía de dictadores proverbiales, puede considerarse como parte de la rutina la reciente conducta de Chávez convertido en legislador. No sólo porque considerábamos asunto del pasado la imposición de una mandonería sobre los poderes públicos y sobre las actividades rutinarias de la colectividad, sino también porque la mayoría de los tiranos de antaño sintió la necesidad de controlar el ímpetu de las alas.
Un rol de pontífice como el que se ha adjudicado el teniente coronel apenas se encarnó en Guzmán Blanco, cuya gestión se distinguió por la egolatría y por el olímpico desprecio de los gobernados. Su patología de monarca tropical apenas se reedita en la actualidad, después de que saliéramos del negocio de las plumas de garza para estrenarnos como vendedores de petróleo.
Monagas se alzó contra las instituciones y quiso edificar un reino familiar, pero no dejaba de aconsejarse con sus letrados y de controlar la apetencia de sus agallas por temor a los godos. Gómez hizo lo que le vino en gana con un país postrado ante sus botas, pero tuvo conciencia de sus limitaciones. Como no destacó por sus pretensiones de luminaria, como sentía el fardo de la ignorancia campesina, como jamás se concibió en el rol de artífice de una administración portentosa, no dejó de guardar silencio ante las conminaciones del entorno. Ladrón sin ínfulas, sujeto cruel sin poses estelares, apenas se hizo acreedor al rango de señor de la oscurana. De allí que secuestrara a los vasallos en el ejercicio de un despotismo sin sobresaltos, en cuyo seno la gente experimentaba hábitos de sojuzgamiento sin pensar en que a la mañana siguiente cambiaría la cotidianidad por el antojo del sátrapa.
Pero ni siquiera los excesos de Guzmán se pueden comparar cabalmente con los de ahora, debido a la endeblez del Ejecutivo y a las carencias del erario después de la Guerra Federal. Lo del Ilustre Americano fue una vanidad sin destino o un ultraje a medias de la sociedad, porque tenía más fatuidad que plata para amansar el cuero seco y porque no faltaban entonces los hombres de armas dispuestos a recordarle que no era Luis Napoleón.
Con la botija llena, con la monomanía de considerarse hijo unigénito de Bolívar, con un ego desorbitado que no sólo es alimentado por el frenesí personal sino también por una red desoladora de panegiristas, el teniente coronel se ha olvidado de que existe el prójimo para profundizar la hechura de un país a su imagen y semejanza. Como jura que él es el pueblo y como así lo machaca la publicidad de sus aduladores, ¿para qué detenerse en el parecer ajeno?, ¿para qué gastar tiempo en consultas con unos pigmeos a quienes por fin él va a llevar por buen camino?, ¿no son el pueblo y Yo El Supremo la misma sustancia volando hacia la cúspide, según el discurso del personalismo de nuevo cuño que hoy nos avergüenza en cuanto republicanos? Además, si en su extravío esos párvulos ya afirmaron el 2D su voluntad de evitar las mudanzas promovidas por la incontinente cabeza del mandón, ¿por qué no ignorar del todo la voluntad del pueblo, que es negar igualmente a rajatabla la existencia de la realidad, para inaugurar el imperio absoluto de la arbitrariedad?
De allí que en Venezuela exista un único habilitado todopoderoso. La sociedad carece de alternativas para un control de su desempeño, o para manifestarse en términos efectivos sobre las decisiones que le conciernen. No se trata ahora de plantear objeciones retóricas, ni de manejarse sólo con analogías relacionadas con la historia, sino de que cada quien calcule cómo va a cambiar su vida por el capricho del mandón.
La marcha del capitalismo, la explotación de los hidrocarburos; la dirección, el nombre y la composición de las fuerzas armadas; la modificación del mapa y de las autoridades territoriales; la reglamentación de la propiedad privada o la proclamación de formas nuevas de tenencia de inmuebles en las zonas rurales y en las ciudades; el control de la actividad bancaria, la distribución de los alimentos, la delimitación de las rutas del turismo, entre otras que sólo una memoria bien provista puede recordar, son ahora realidades distintas porque se le metió en la cabeza al teniente coronel. No sólo el carácter intempestivo e inconsulto de las regulaciones confirma el desprecio del habilitado por la ciudadanía, sino especialmente el hecho crucial de que los electores, con sus votos apabullantes del 2D, habían negado la alternativa de cualquier metamorfosis en áreas tan caras para el entendimiento de la sociabilidad partiendo de una tradición democrática. Sólo le faltó la fundación del cristianismo reformado, pero tal vez acaricie la idea para ofrecernos una nueva sorpresa. ¿No soñó Guzmán con un engendro semejante?

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