domingo, agosto 10, 2008

Historiador venezolano (Manuel Caballero) opina sobre la destrucción de las instituciones por Chávez

Artículos de opinión de los historiadores venezolanos

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en El Universal.

Ni Estado, ni socialismo, pero "proceso" sí

Ni Estado ni socialismo, y, para "procesos", los de Moscú

Yo, jefe de Estado, dije no". Estas fueron las palabras del madrugolpista al anunciar que estaba dispuesto a nacionalizar el Banco de Venezuela. En verdad, ese banco estaba a punto de serlo, pues andaba en tratos para venderse a unos banqueros venezolanos. Así, de lo que se trata es de estatizarlo. Lo primero a preguntarse es, pues, lo más simple: ¿Con cuál Estado? Porque, en las sociedades modernas, el Estado está compuesto por una serie de instituciones independientes. Cierto, hay algunas que obedecen a un jefe. La primera de estas últimas, cronológicamente, es el Ejército: su jefe era también su creador, el general Gómez. Hoy se asiste a un proceso de destrucción de la FAN y del Estado como un todo. De modo que lo que se busca con las empresas privadas es gobernizarlas, valga el atroz neologismo. Convertirlo en chamizas Y como aquí no se gobierna sino que se manda, y quien manda es uno solo, no se estatiza nada, ni siquiera se goberniza: se chaviza. Lo cual, dicho sea de paso, significa volverlo chamizas.

Pasemos a otro asunto.
Lo que vamos a escribir de seguidas lo hemos estado repitiendo desde hace un buen rato: si en algo es sincero Chávez es en su anticapitalismo. Pero eso no tiene nada que ver con el socialismo, ni siquiera en la Rusia de los Soviets; no quiere decir que el teniente coronel sea socialista, ni que quiera implantarlo.

Porque los dos teóricos más importantes del socialismo "científico", Marx y Lenin, tenían muy claro qué se proponían al propiciar el abatimiento del capitalismo: en ningún caso volver a la sociedad anterior. En el Manifiesto Comunista, Marx no tiene empacho en reconocer que la burguesía ha sido la clase más revolucionaria de la historia y se burla sangrientamente de quienes añoran la sociedad rural. Por su parte, Lenin siempre quiso dejar muy clara la diferencia entre el capitalista moderno y el "vendedor de alfombras" mesoriental. Las conservas de coco Cuando ministros como El Trudi y Elías Jaua piden a los venezolanos que, para combatir la inflación, se fajen a regatear los precios, no lo hacen por el llamado de su común sangre mesoriental. Con su tufo racista, pareja explicación oculta lo esencial, a saber que añoran, como su jefe, la sociedad precapitalista. Esa sociedad donde, en la Bagdad de Harún Al Raschid, los vendedores de alfombras regateaban hasta quedarse con la lengua seca y donde, en la Sabaneta de los años cuarenta, la transacción más complicada que conociera un arrapiezo era la venta de conservas de coco.

A ese retroceso histórico, a esa involución, sus sicofantes lo llaman "el proceso". Para decirlo con una frase que en su momento se hizo célebre, "¿Con qué se come eso?". En lo que nos concierne, estaríamos tentados de decir que con yuca hervida y nada más. Pero la cosa es mucho más trágica, y no es para andarse con bromas. Ya nos resulta habitual que, cada vez que un chavista expresa la más leve crítica, el lenguaje prostibulario de su comandante en jefe lo cubra de los peores insultos. "Víbora lúbrica" Insultos donde el de "víbora lúbrica" de los estalinistas contra Trotsky suena más bien como una flor. Esa actitud nos aclara qué es eso de "proceso": su inspiración si no su modelo son los infames procesos de Moscú donde no sólo se liquidó a la vieja guardia bolchevique, sino que, antes, se la degolló moralmente.

Ese asesinato moral no era el de empleo en su contra de un lenguaje burdelesco como el que suele emplearse en el interior de sus cuarteles. No: lo más terrible era cómo los acusados, que habían sabido soportar los tormentos de la Ojrana, la policía zarista, delataban a sus compañeros, se autoinculpaban, aceptaban haber cometido los peores crímenes, de ser además agentes de la Gestapo nazi. Cuando el locatario de Miraflores, excreta sus insultos contra sus propios partidarios, uno espera que los aludidos se rebelen, pero no: lo más triste es que como lo hiciera José Vicente Rangel después de recibir un escupitajo en plena cara, hablan enternecidos de la "humanidad" del mandón. Traslocación Suelo llamar, a los míos, "desocupados lectores". Acabo de tener la prueba de que lo son de verdad, al punto de cazar mis metidas de pata, y hacérmelo saber. La semana pasada puse al principito de Sabaneta a hincarse frente a Su Majestad Juan Carlos de Borbón y Borbón-Dos Sicilias en las Canarias, cuando en realidad lo hizo en las Baleares.

Tenía dos opciones para remendar el capote. La primera era en apariencia la más fácil: echarle la culpa al socorrido duendecillo del taller; pero sabía que nadie que conozca por dentro este diario me creería, pues sabemos que entre el fulanito y mis lectores está la insomne vigilancia de Miguel Maita, que no permite esos errores, so pena de muerte.

La otra alternativa es la de insistir en mi error. En verdad, el Rey sí recibió al genuflexo arrepentido en Canarias: hacer creer que lo hizo en las Baleares es un típico producto de la conspiración mediática imperialista, para hacerme quedar como un equivocadizo escribidor. Sé que esto no es muy convincente, pero si se le cree al locatario de Miraflores, ¿por qué no a mí?
Aquí el problema es que ya casi nadie le cree al susodicho, ni siquiera sus domingueros aplaudidores alopresidentizos. De modo que no me queda más remedio que decir la verdad: conozco muy mal la geografía de España. Y no es excusa decir que al atarantado de Sabaneta le pasa otro tanto hasta con la de Venezuela: mal de muchos, consuelo de tontos.
hemeze@cantv.net

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