martes, octubre 13, 2020

Historiador venezolano Jorge Bracho: “Los europeos inventaron América”

 

Jorge Bracho: “Los europeos inventaron América”

Cuando se cumplen 528 años del encuentro de dos mundos, el historiador reflexiona sobre América y sus contrastes. Cuestiona el debate invasión versus descubrimiento: América es una invención europea producto del azar

Jesús Piñero

12 de octubre de 2020 12:46 pm

 

Ni descubierta, ni invadida. América es una invención de Europa. Con este planteamiento el historiador mexicano Edmundo O’Gorman cuestionaba la obsolescencia de la historiografía mexicana sobre el tema, en un libro con el mismo nombre, publicado en 1958. El estudio desechaba la visión del descubrimiento de América, señalando que, cuando Cristóbal Colón partió de Puerto de Palos, el 3 de agosto de 1492, no lo hizo con intención de dirigirse hacia América porque no existía. América es una construcción de Europa, pues quienes habitaban ese territorio no lo concebían como tal, como la idea que vino después.

Una idea que tomó forma gracias al azar: en 1507 se publicó el primer mapa del continente; y, aunque ya se le denominaba de América, el nombre sólo se refería a su sección meridional, a la América del Sur. La autoría del trabajo recayó en Martin Waldseemüller, un cartógrafo que, al publicar los escritos de Américo Vespucci, lo creyó el descubridor de estas tierras. Tres décadas y un año después, en 1538, otro cartógrafo, Gerardus Mercator, publicó un mapamundi en el que incluyó la parte septentrional del continente americano. Así empezó a diseñarse una construcción que, 5 centurias más tarde, es un concepto ambiguo.

La ambigüedad americana es notable. Por ejemplo, los estadounidenses se denominan a sí mismos como americanos, pese a que el gentilicio agrupa a los otros 34 países que hoy conforman el continente. La cuestión se complica más cuando pensamos en América Latina como concepto, pues, si bien lo latino pareciera evocar a la lengua, Canadá no se encuentra incluido y allí el francés figura como una de las lenguas oficiales. Pasa lo contrario con Belice que, aunque su idioma oficial es el inglés, sí aparece incluido en algunas versiones del continente. Y es que definir a Latinoamérica no es fácil, entre los países hay diferencias sustanciales, más allá de las generalizaciones sobre sus habitantes.

“El otro occidente”, así se refirió a la región el historiador italiano Marcello Carmagnani, porque el subcontinente se ha mantenido al margen del desarrollo de otros confines, hijos también de la civilización occidental. Así nació el discurso de la inconformidad, el del espejo enterrado como lo llamó Carlos Fuentes: nos sentimos occidentales hasta que vemos el desarrollo de Europa y de Estados Unidos.

El historiador Jorge Bracho, doctor en Cultura y Arte Para América Latina y El Caribe por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), donde es profesor titular jubilado, reflexiona sobre América y sus contrastes, a la luz de los 528 años que se cumplen hoy de aquel suceso que cambió el mundo.


Foto: Daniel Hernández

—El debate descubrimiento versus invasión parece seguir vigente, a pesar de que una cosa no niega la otra. Usted qué dice, ¿descubrimiento o invasión?

—Sí, exacto, una cosa no niega la otra. Yo, honestamente, creo que eso fue una invasión. Claro, ¿cuáles son los nombres que se le dieron posteriormente? Descubrimiento porque fue la perspectiva del europeo. Pero también vale la perspectiva de quienes estaban aquí. El historiador búlgaro Tzvetan Todorov escribió un libro llamado Nosotros y los otros donde dijo eso: que además de una invasión fue un descubrimiento. La que cosa es que aquí a uno le exigen que eso fue así, una invasión nada más porque sí, porque si no, no amas a tu país o a tu continente. Hay historiadores serios que lo plantean. Por ejemplo, Marcello Carmagnani tiene un libro que se llama El otro occidente: América Latina desde la invasión europea hasta la globalización, donde dice eso, que fue una invasión. Y después vino la colonización, la conquista y la evangelización. Es más, el historiador Edmundo O’Gorman alude a una metáfora, la de invención de América, porque fue así. Los europeos inventaron América. Ellos fueron los que la reconocieron como tal, como el continente que reconocemos hoy. Una invención.

—Claro, es una invención en el sentido de que las personas que habitaban este territorio no lo concebían así, como es concebido desde del siglo XVI.

—Exactamente, porque es que fue como lo concibieron ellos, porque en esa época, inclusive, la asociaban con las generaciones de Noé: Asia con Sem, Europa es Jafet y África es Cam. Esas eran las referencias que se tenían. Cuando Cristóbal Colón se topó con estas tierras, dijo que el mundo era como una teta de mujer, como una pera, como el paraíso terrenal. Eso demuestra que es una invención europea. Él vio en estos espacios territoriales una virginidad perdida, aunque Colón exageró en algunas cosas para poder volver. Así lo hicieron también Américo Vespucci y Alonso de Ojeda, exageraron sobre los recursos. Sólo que Vespucci se dio cuenta de que esto era un mundo nuevo y no las Indias.

—Ese reconocimiento hecho por Américo Vespucci, ¿fue lo que le concedió su nombre al territorio? Porque Colón, aunque llegó primero, figura después.

—Sí, pero fue obra de la casualidad. Hay tesis que dicen que Vespucci fue un malvado que le robó a Colón su descubrimiento, pero él no tuvo nada que ver con eso. El primero que difundió en el mundo el nombre de América, y que dijo que había sido obra de Américo, fue Martin Waldseemüller, un cartógrafo trasladado a Saint-Dié (actual Francia), donde un duque había comprado una imprenta. Él era un hombre especialista en griego y en latín, de hecho, su apellido es una creación de él mismo. Entonces, allá decidieron publicar los escritos de Ptolomeo, pero también les llegaron los escritos de Vespucci, de quien pensaron que era el descubridor de América. Fue, entonces, cuando se le colocó el nombre con el género femenino, tal como existían los otros tres. Él lo dio a conocer en 1507, con la publicación de la Introducción a la cosmografía, que eran escritos de Vespucci con una introducción de Waldseemüller. Quien determinó esto fue Alejandro de Humboldt. Él concluyó que el nombre fue producto de una casualidad, del azar.

 

—Y evocamos mucho a ese azar. ¿Por qué Latinoamérica sigue enfrascada en ese tema? Es muy recurrente volver al pasado y hablar de la invasión.

—Hay un libro de Hannah Arendt que se llama Entre el pasado y el futuro. Ella decía allí que en el mundo moderno se empezaron a reduplicar cosas de la época romana. Una de esas tuvo que ver con el momento fundacional, que debe tener hitos creíbles, en este caso, la imagen del indígena. A través de ella se intenta convencer de que fue una invasión y todo eso. Es esa imagen del indígena sometido por la Corona española lo que sirve como idea de emancipación. Y eso no es nuevo, en 1825 se reeditó el libro de José de Oviedo y Baños precisamente por eso. Lo que pasa es que hay usos de la historia. El pasado se utiliza para justificar tiempos actuales. Eso es común dentro de los conflictos políticos que existen dentro de las comunidades nacionales. Eso se ha utilizado bastante para hablar realmente si fue o no un descubrimiento que, para los europeos, sí lo fue.

—Precisamente, no es nuevo. A finales del siglo XIX, cuando se cumplieron 400 años del hecho, hubo una reconciliación con España por el mestizaje.

—Sí, porque eso tiene que ver también con los sectores sociales y quienes lo están defendiendo. Antes se tenía considerado que el indigenismo era mucho más fuerte por la presencia fenomenológica, que era lo que se veía a simple vista, por eso empezaron hacerlo los peruanos y mexicanos: José Carlos Mariátegui y José Vasconcelos, por ejemplo. Eso de la América indoespañola. En Venezuela también hubo voces que evocaban ese tipo de cosas. Al igual que el negrismo brasileño y antillano. Pero, después, la mayoría de los letrados y publicistas de esa época, por el tema del cuarto centenario de la invasión, empezaron a decir que no, que era parte del mestizaje. La cosa es que hoy la palabra mestizaje es denigratoria.

—¿Por qué es denigratoria la palabra mestizaje?

—Porque ahora hablan de afrodescendencia y la idea primigenia de mestizaje tiene que ver con lo indígena y con lo blanco nada más. Lo que pasa es que utilizan al humillado a través de la afrodescendencia, pero eso lo que hace es excluir porque ellos piensan que el problema de la afrodescendencia tiene que ver solamente con el fenotipo, con el color de la piel y no es así. En uno de los libros de la Colección Bicentenario, fuerzan muchas cosas, mezclan a Simón Bolívar con la afrodescendencia, sólo porque Bolívar llegó a decir que hasta los mismos españoles eran africanos. Pero ellos no lo manejan en ese sentido, ellos lo utilizan desde la negritud, desde el negro esclavo, para legitimarse con el pasado. Intentan decir que en Venezuela hubo una discriminación racial como la hubo en Estados Unidos, y no, eso es muy distinto. Eso, en la región, ha sido un problema más social que racial. Los conflictos no se miden por los hechos brutos, sino por las elaboraciones conceptuales de imaginación de representaciones del otro. Pero es así como se justifican situaciones. Y eso lo hacen con la figura del indígena.

—El mestizaje permite, tal vez, definir a América Latina, que es un concepto ambiguo, construido desde afuera, porque desde dentro la realidad es otra.

—Sí, América Latina es un concepto ambiguo que surge en el siglo XIX. Fueron los latinoamericanos que estaban en París y en Madrid quienes forjaron ese concepto. Un concepto que España no aceptó con facilidad, porque para ellos era la América hispana. Otra cosa que fomentó eso fueron los orígenes que no estaban nada más entre los indígenas sino también en el mundo occidental, entonces, a través de lo latino nos vinculamos a Occidente y nos incorporamos. Hubo situaciones en América Latina que derivaron cada vez más en mayor diferenciación con la América septentrional o anglosajona. Usted se pone a comparar a la América del Sur con la América del Norte en el siglo XIX, y estaban a la par: había conflictos similares. Sólo que eso empezó a diferenciarse a partir de la segunda mitad de ese siglo. Un hito fue la Guerra hispano-estadounidense, donde España fue derrotada. Entonces, ese discurso sobre la mala madre empieza a cambiar e inicia la reconciliación con ella, ahora es la madre patria.

—A pesar de ese contraste, primero con Europa y ahora con Estados Unidos, el latinoamericano persigue ese modelo de desarrollo, pero es inconforme. 

—Sí, es el espejo trizado, una metáfora que utiliza el sociólogo chileno José Joaquín Brunner, pero ya de eso había hablado Carlos Fuentes. Y eso lo dijo Bolívar en algún momento, se dio cuenta: la Carta de Jamaica te dice que nosotros no estábamos preparados para la independencia y el Manifiesto de Cartagena también te lo dice, que los acontecimientos en Europa aceleraron esta situación. Es sintomático que uno pueda ver esa idea en alguien que se tiene como un ícono de la nacionalidad. Y hay toda una literatura de finales del siglo XIX y principios del XX sobre eso: Rufino Blanco Fombona, Eduardo Blanco. Verte extraño ante la realidad, aunque nacieras acá. Ese discurso disconforme, descontento, el espejo trizado, está plasmado entre los positivistas, los llamados modernizadores, porque no se sentían a gusto con la realidad regional, por eso a mí me causa suspicacia cuando la gente habla de identidad y de venezolanidad. Mucha gente sigue creyendo que la identidad es algo sustantivo y no un uso. Son cortes de la realidad, eso tiene que ver con los gustos. Tú puedes decir lo que no te gusta de la historiografía, que nació vinculada a un proyecto excluyente, pero eso no significa que vas a exagerar e incluir a ciertos actores que no estuvieron presentes. No se puede porque hay todo un credo historiográfico que impide eso.

 

 

 

 

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miércoles, agosto 26, 2020

La visión de la Luftwaffe y la Alemania del Tercer Reich. El 80 aniversario de la Batalla de Inglaterra (III)

El 80 aniversario de la Batalla de Inglaterra (III)

Carlos Balladares Castillo

Un día como ayer (26 de agosto) pero de hace 80 años, la capital del Tercer Reich amanece bombardeada ¡por primera vez en la Segunda Guerra Mundial!  No hubo víctimas y muy pocos daños materiales. Ochenta bombarderos de la Royal Air Force (RAF) del Reino Unido tomaron represalias ante un acto similar por parte de los alemanes sobre su capital el 24 de agosto y realizaron un pequeño raid. Solo la mitad dio con el objetivo pero el impacto psicológico sobre la Alemania de Hitler fue inmenso. La historiografía sobre la Batalla de Inglaterra ha establecido este hecho como el inicio de un punto inflexión que permitió la victoria de los Aliados. Pero ese es un tema que trataremos dentro de dos semanas debido a que ahora nos dedicaremos a explicar los planes de los agresores en esta campaña del verano de 1940.

Al comprender la Batalla de Inglaterra como un enfrentamiento aéreo (el mayor de la historia para el momento y algunos se atreven a decir hasta hoy), las mejores fuentes primarias para su análisis son las memorias, diarios e informes de los pilotos y comandantes de la Luftwaffe y RAF. La recopilación de las primeras las realizó un veterano llamado Cajus Bekker (La Luftwaffe, 1962). Dicha obra la recomendamos desde el comienzo de este proyecto. Entre las memorias está la del tercer as sobre los cielos de Gran Bretaña y el Canal que fue Adolf Galland (1912-1996), publicadas en 1954 bajo el nombre: Los primeros y los últimos.

Al examinar la inmensa mayoría de estas fuentes (memorias) alemanas que son posteriores a la guerra o revisadas en ese tiempo, tienden a iniciarse señalando las limitaciones de la fuerza aérea para llevar a cabo la tarea. Incluso las de los jefes de otras fuerzas también hacen la misma afirmación. Y si a ello sumamos lo explicado en nuestro anterior artículo sobre la actitud de Hitler en relación al Reino Unido (E. von Manstein, 1954, Victorias frustradas; habla de una clara anglofilia), llegan a la conclusión que el Ejército no se preparó para esta eventualidad porque no la esperaba.

Todo el peso recayó sobre la Luftwaffe y tanto Bekker como Galland advierten que la aviación solo podía alcanzar un pequeño territorio de Gran Bretaña en el sudeste. Incluso se veía toda la acción aérea y la preparación del desembarco como propaganda y/o presión para lograr la paz. En palabras del mariscal de campo el general Wilhel Keitel y el general Heinz Guderian: no era algo serio y estos propusieron que se debían unirse a los aliados italianos en el Mediterráneo y Noráfrica para generar gran daño al Imperio Británico y asegurar esta área. Se podría pensar que esto último es una visión retrospectiva. Muy probablemente el éxito de Francia más una errada información, le generó una confianza irreal y por ello el máximo jefe de la Luftwaffe dijo que se lograría la necesaria supremacía aérea en tan solo cuatro días.

En la primera fase de la Batalla (10 de julio al 12 de agosto) se logró el despeje del canal de los convoyes británicos. Pero esto no garantizaba que a la ahora del desembarco la Royal Navy (la marina británica), con su dominio de los mares, generaría un número alto de daños en la flota invasora. En esta etapa se demostró que los aviones, en especial el Stuka (preferido de los altos comandantes resultó en un gran fracaso sobre Inglaterra), no tenían la capacidad para hundir barcos y eran vulnerables a los Hurricane y Spitfire de la RAF. Por no hablar que estos últimos ahorraban sus fuerzas y eludían los combates, lo cual no podrán hacer en la siguiente fase debido a que se inició el ataque de los aeródromos, industria, puertos, radares y centros de control. Es la fase de agosto que buscaba el dominio del aire y para ello los alemanes tenían la ventaja de tener el doble de cazas pero la realidad es que sufrían el doble de pérdidas. La causa es que su caza (el Me 109) no tenía gran autonomía y solo contaba con 20 minutos sobre el territorio enemigo. Y lo peor de todos es que sus pilotos tendían a perderse en caso de sobrevivir a los derribos porque caían en territorio enemigo.

La mayor parte de la historiografía y numerosos documentales sobre la Batalla de Inglaterra afirman que a finales de agostos la Luftwaffe, en medio de grandes pérdidas, comenzaba a lograr sus objetivos. Es cierto que los aeródromos se reparaban rápidamente y la industria aeronáutica era mucho más productiva que la alemana; pero por la presión los aviones tuvieron que retirarse mucho más al norte de Londres. La destrucción de los centros de control y la creciente muerte de pilotos dificultó una resistencia prologada en el tiempo de la RAF. El problema es que el desembarco debía realizarse en septiembre porque la llegada del otoño lo impediría. La RAF debía resistir unas semanas más ¿podría hacerlo? En nuestra próxima entrega trataremos de dar respuesta a esta pregunta a través de la versión británica de la campaña sobre el Reino Unido.  

miércoles, agosto 19, 2020

El 80 aniversario de la Batalla de Inglaterra (II)

 

El 80 aniversario de la Batalla de Inglaterra (II)

Carlos Balladares Castillo

Un día como hoy (20 de agosto) pero de 1940 el primer ministro del Reino Unido: Winston Churchill, da el famoso discurso (como tantos otros) donde habla de “The few”. “Los pocos” pilotos del Mando de Caza de la Royal Air Force (RAF) que tenían bajo sus alas el mayor peso de la Batalla de Inglaterra. Es en parte la leyenda, tal como explicamos en nuestra primera entrega de esta serie de artículos, con la que se debate la historiografía y la representación cinematográfica. “Never in the field of human conflict was so much owed by so many so few” (nunca en el campo del conflicto humano tantos debieron tanto a tan pocos). En esta segunda parte nos dedicamos primero a las fases de la batalla y después a la perspectiva de los atacantes (el Tercer Reich). Desde las fuentes primarias como la historiografía.

La historiografía divide la Batalla de Inglaterra en tres fases, aunque no hay acuerdo claro entre las fechas de comienzo y termino. La primera va desde el 10 de julio hasta el 12 de agosto en la que se buscó detener el tránsito de los convoyes británicos en el Canal de la Mancha, dañar los principales puertos del sudeste de Gran Bretaña (esta zona fue la más afectada durante toda la Batalla) y atraer a los cazas de la RAF para lograr su destrucción en “dogfights” (combate aéreo entre cazas). Estos objetivos tácticos se mantuvieron en su mayoría en las otras dos fases. La segunda comienza con el “día del águila” (“adlertag”) el 13 de agosto y termina con el primer ataque masivo a Londres el 7 de septiembre. Buscó la destrucción del mando de cazas a través del bombardeo de las torres de radar, los aeródromos, la industria aeronáutica y el ya citado combate entre cazas. La última etapa es muy larga porque significó un cambio en la estrategia: no se buscaba la supremacía aérea como condición necesaria para un desembarco (era la aceptación de la derrota de la Luftwaffe) sino la destrucción de Londres y otras ciudades, con el fin de debilitar la moral del pueblo y obligar al retiro del Reino Unido de la guerra. Fue conocida como el “Blitz” y se inició con el primer ataque a la capital hasta el 11 de mayo de 1941 cuando cesaron los bombardeos.

Antes de la Batalla se dieron encuentros entre ambas fuerzas pero no eran tan frecuentes porque Adolf Hitler nunca pensó ocupar las Islas Británicas. No lo tenía planeado previo al ataque a Polonia en septiembre de 1939 ni tampoco después de haber derrotado a Francia (junio de 1940). La razón está en su concepción racista del orden mundial donde los ingleses eran considerados arios como los germanos y en una profunda admiración de su imperio. El dominio de millones de habitantes de la India por unos pocos miles de británicos era para Hitler la prueba de la superioridad de su raza y el ejemplo a seguir por Alemania en Rusia. Todo ello está explicado en Mi lucha (1924), en la cual agrega que el pueblo inglés lucharía hasta el final en cualquier guerra, incluso estando en desventaja. Por estas razones una vez vencida Francia buscó un acuerdo.

Algunos historiadores afirman que el rescate de las tropas aliadas en Dunkerque fue posible gracias a las decisiones de Hitler. Detuvo sus tanques como  una forma de mostrar buena voluntad para lograr la paz con el Reino Unido. Pero al finalizar la operación “Dinamo” el 4 de junio, Churchill advirtió que seguirían luchando “en las playas, en el aire” y que “¡Nunca se rendirían!” Fue considerado como demagogia por las autoridades alemanes y se centraron en los medios diplomáticos. Son conocidos los contactos con mediadores como el Papa y el rey de Suecia. En la película La Batalla de Inglaterra (Guy Hamilton, 1969) las primeras escenas muestran Dunkerque y las conversaciones entre los embajadores alemán y británico en Suiza. El Tercer Reich respetaría al Imperio Británico (Hitler hablaba de la “necesidad de su existencia”) siempre y cuando este aceptara el “Nuevo Orden” en el continente Europeo.

La actitud e idea del Führer en relación a la guerra contra Gran Bretaña, era la de un conflicto no buscado ni deseado. De manera que el máximo decisor estaba negado a la misma. Esta será la causa principal que impida una reacción más enérgica en esta campaña. Es en julio cuando se preparan los planes de invasión que establecen como condición la supremacía aérea, la cual debería lograrse en agosto y para la primera quincena de septiembre se daría el desembarco. De lo contrario en octubre cambiaría el clima y el Canal de la Mancha sería innavegable para las barcazas y se tendría que posponer hasta primavera o verano del 41. Lo que a su vez demoraría la campaña Rusa, meta fundamental de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.

El 19 de julio Hitler realiza lo que él describió en un discurso ante el Reichstag como “el último llamado a la razón”. Fue respondido de inmediato con declaraciones del Foreign Office. Churchill había repetido una y otra vez que no aceptaría ninguna negociación. La rápida victoria de la Wermacht en Francia les hizo pensar, tanto a los jefes nazis como a los generales que eran invencibles, pero la realidad tal como la explican las memorias de los protagonistas alemanes es que no estaban preparados para un desembarco y ni siquiera una victoria en el aire. Por primera vez, a pesar de su superioridad numérica, se enfrentarán a un enemigo que podía igualarlos en tecnología (e incluso superarlos) y no solo en valor. En nuestra próxima entrega hablaremos de la Luftwaffe y su desempeño entre julio y agosto de 1940.

miércoles, agosto 12, 2020

El 80 aniversario de la Batalla de Inglaterra (I)

El 80 aniversario de la Batalla de Inglaterra (I)

Carlos Balladares Castillo

Un día como mañana (13 de agosto) pero de 1940 se inicia el llamado, por el mariscal del aire y máximo comandante de la Luftwaffe: Herman Göering, “Adlertag” (ataque de las águilas). Desde esa fecha comenzaron una serie de ataques masivos (con casi 2000 salidas diarias, es decir, 1000 aviones en varias oleadas) por parte del ejército del aire del Tercer Reich a los aeródromos británicos. El fin era lograr la superioridad aérea sobre el sureste de Gran Bretaña y permitir de esa forma la operación “Seelöwe” (León Marino): el desembarco y ocupación de las islas. Fue el inicio del período de más intensidad en los combates dentro de la mayor campaña o enfrentamiento aéreo de la historia (hasta la fecha) y que el primer ministro del Reino Unido Winston Churchill la había bautizado, antes de su inicio formal, como “la Batalla de Inglaterra” (10 de julio al 31 de octubre de 1940).

La importancia de la misma para la Segunda Guerra Mundial y nuestro tiempo, es ser la primera derrota de la Alemania de Adolf Hitler. Si la invasión y ocupación de la mayor potencia militar terrestre de Europa: Francia, había significado - tal como explicamos en nuestra serie anterior de diez artículos sobre este hecho de mayo a julio pasado -  el dominio del nazismo sobre el continente y el avance de los sistemas totalitarios sobre las democracias. La victoria británica demostraría que el sistema de libertades no estaba muerto y era capaz de defenderse frente a la mayor máquina de guerra del mundo. Pero incluso se va más allá siguiendo las declaraciones de Churchill y Hitler antes de iniciarse la batalla. El primero afirmaba que de su resultado dependía la supervivencia de la civilización Occidental. Paradójicamente el segundo señalaba algo muy parecido en el sentido de su íntima relación con la “aniquilación total” de alguno de los dos adversarios si se continuaba la lucha (19 de julio).

¿Y qué significó todo esto para Venezuela? Un dato lo dice todo: la refinería de Curazao que era abastecida por los pozos del Lago de Maracaibo, producía el 80 % de la gasolina usada por la Royal Air Force (Fuerza Aérea Británica) en dicha campaña. En palabras del futuro Presidente Isaías Medina Angarita (1941-1945), “El petróleo venezolano fue a los campos de batalla del lado de las democracias”. Agradecemos a los lectores que hayan conservado los testimonios de sus antepasados sobre esta época a través la historia oral familiar, y nos los hagan llegar por medio de las redes sociales (@profeballa). La última entrega de la serie se la dedicaremos a la perspectiva de los hechos desde nuestro país.

Hoy comenzamos una serie de seis artículos sobre la Batalla de Inglaterra porque en los meses de agosto y septiembre se cumplirán 80 años de la etapa más intensa de la misma. Dicha serie está enmarcada en este gran proyecto que comenzamos el primero de septiembre del año pasado para ir explicando la Segunda Guerra Mundial en su historiografía y producción de cine cada vez que se cumpla el ochenta aniversario de un hecho importante (batalla, campaña, etc.) en esta conflagración. Lo primero es este artículo donde se explica su importancia y se da una visión general, para ir poco a poco revisando en los siguientes las principales fuentes primarias desde los que atacan (con sus planes), después los que se defienden y finalmente revisar las interpretaciones dominantes en la historiografía y su relación con el discurso cinematográfico para concluir con sus consecuencias para el mundo y de último el impacto en Venezuela.

En la historiografía y el cine en torno a este episodio el dominio británico es abrumador, y la relación entre ambos ha sido de una perfecta simbiosis. Winston Churchill como protagonista de los hechos y posterior historiador marcó la pauta incluso antes que los eventos ocurrieran. En palabras de Max Hastings (periodista y divulgador histórico): creó la leyenda del pueblo británico capaz de llevar a cabo una resistencia increíble frente al ejército de Hitler, y de esa forma impedir la invasión de Gran Bretaña. Una vez que ocurrieron los hechos (Hitler desiste ante la imposibilidad de lograr la condición previa para la ocupación: la supremacía aérea), Churchill convenció a su pueblo de haber realizado la leyenda. La leyenda consistía además en la heroicidad del pueblo por lograr “solos” (sin apoyo de nadie) lo imposible. Y entre el pueblo estaban los que llamó “the few”: el mando de caza de la RAF. “Never in the field of human conflict was so much owed by so many so few” (nunca en el campo del conflicto humano tantos debieron tanto a tan pocos).

La historiografía y el cine, pero en especial la primera se debate constantemente en la comprobación o no de esta leyenda. En el documental de origen británico que ofreció Netflix en noviembre del año pasado (2019): Greatest events of World War Two in colour, en el capítulo respectivo se entrevistan a un grupo de historiadores (todos del Reino Unido) como James Holland; y a pesar de advertir que no fueron ni tan “solos” ni todo el peso estaba en “the few”, concluyen que sus protagonistas desde las autoridades hasta el pueblo fueron héroes que cambiaron la historia.

jueves, agosto 06, 2020

Mi decálogo del buen escritor (y II)

 

Mi decálogo del buen escritor (y II)

Carlos Balladares Castillo

Al cumplirse el lunes pasado el 77 aniversario de la fundación de El Nacional, aprovecho para felicitar a todos aquellos que lo hacen posible en medio de tantas dificultades. Muy especialmente a mi querida y admirada Patricia Molina. Ustedes mantienen viva la esperanza de un país mejor. Y aprovecho para celebrar el tercer cumpleaños de esta columna de opinión de todos los miércoles “¡Gracias totales!”

Ahora concluimos nuestro decálogo comenzado hace quince días, que se ha inspirado en el aprendizaje con el magnífico taller para escritores “Corrección Perpétuum” del novelista Álvaro D’Marco. Taller que tiene varios niveles y que no dudamos en recomendarles. Nosotros comenzaremos pronto el segundo nivel. Si en la primera parte de estos consejos nos centramos en los principios generales (lo fundamental, las actitudes, el hábito, etc.), en esta segunda quiero dedicarme a la estructura del texto: ¿cómo escribir?

5) Escribe solo para ti y para el cuento (o el texto). Julio Cortazar, Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa son muy claros: no se escribe para lograr fama o lo que se le parezca (dinero, poder, etc.), sino para la realidad que son tus “fantasmas” o “demonios” y esa idea-tema-historia que sale de ti y que debes “expulsarla” de tu ser, y por tanto es un ente autónomo. Tan autónomo que toda su realidad gira en torno a él y ni siquiera uno como narrador pareciera poder controlarla ¡porque debes respetar dicha autonomía y “circularidad”! Escribir es crear un universo. Cuando escribas solo piensa en la existencia del cuento (o del artículo, ensayo o crónica) del cual tú eres un personaje más (o el único que lo puede explicar): el que quedó “vivo” para relatarlo y eso es lo que estás haciendo cuando escribes.  

6) Escribe con un plan desde el principio. Es un error empezar a escribir sin ninguna idea inicial y sin los pasos que debes dar para explicar esa idea. Algunos escritores recomiendan un plan detallado, otros como mínimo que puedas relatar la idea en un párrafo. Ese párrafo será tu guía y es muy recomendable, porque si eres incapaz de explicar lo que deseas escribir es mejor que te lo sigas pensando. J. J. Ramón Ribeyro dice que el lector debe poder contar tu historia. Ningún escritor que yo sepa recomienda comenzar en la nada. Es por ello que todo lo que se habla del escritor frente al “papel en blanco” son insensateces y nada más. Otra cosa es que la historia vaya cambiando a medida que la escribes. Nadie aconseja que el plan no pueda ser modificado porque lo normal es que esto ocurra.  Al planificar debemos tener en cuenta:

I. Todo texto escrito siempre debe ser un poco relato o cuento, en el sentido de tener el atractivo del momento fundacional de toda ficción. Nos referimos a cuando el primer ser humano en la Prehistoria se dirigió ante sus iguales y decidió relatar una historia. Es decir, al escribir (incluso artículos, ensayos, etc.) debemos pensar en la oralidad de lo que explicamos. Preguntarse: ¿esto que escribo será atractivo para el que lo leerá? ¿La palabras tienen una fluidez, un ritmo al escribirse una al lado de la otra? (es por ello que al terminar debemos leerlo en voz alta) ¿Contiene un equilibrio ideal entre ideas y ejemplos?

II. No olvides que todo plan debe cumplir de algún modo con el básico: introducción, desarrollo y conclusiones. En la ficción también se cumple aunque con estrategias distintas.

III. Todo escrito sea de ficción o no debe tener tres elementos, según el crítico literario Jorge Carrión aunque él solo lo establece para los artículos, pero yo he comprobado que todo clásico de cualquier género lo cumple. Decir algo de algo (no ser superficial), crear una imagen que impresione y escribir alguna frase memorable. En los textos largos esto se multiplica pero por lo menos la meta es una de cada una.

IV. En la ficción es fundamental que tu protagonista se transforme y este es el final que deberías tener muy claro antes de comenzar a escribir. Puede ser un pequeño cambio, no importa; pero lo que es un absurdo es que nada ocurra y que ese conflicto no afecte a alguno de los personajes, en especial el primero de ellos.

V. Al escribir especialmente ficción ten en cuenta las dos historias de las que habla Ricardo Piglia en “Tesis sobre el cuento”. Una de las historias es secreta y la otra es evidente. El arte está “en saber cifrar” la oculta en la evidente. “Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.”

7) Escribe siguiendo estos dos pasos: primero con la pura inspiración,  segundo corrige con la razón. Algunos dicen: con el corazón y después con la cabeza. Recuerda aquella sencilla película titulada en castellano: Descubriendo a Forrester (Gus Van Sant, 2000) donde Sean Connery representa a un famoso escritor (Forrester) que es maestro de un adolescente muy inteligente (Jamal). La mejor escena es cuando le da la primera lección: lo sienta frente a una máquina de escribir y le dice: “escribe”, el muchacho le responde: “debo pensar antes”. De inmediato la corrección: “No, eso viene después”. Ernest Hemingway también hablaba de entrar en el ring y golpear las teclas ¡sin miedo y sin cabeza!

I. Lo primero, ya lo dijimos, es plasmar la idea del texto en un párrafo. Si no logras comenzar, lo segundo puede ser diseñar (perdonen la ofensa) los personajes. Esto es algo que hacía Irene Nemerowski con muchos detalles. Después el ambiente e incluso algunas escenas.

II. No dejes que las historias se duerman, debes escribir sin detenerte una vez que comenzaste. Todos los días sin descanso, aunque sea un poco pero un poco sustantivo. De lo contrario se pondrá “piche” (podrido). Los personajes ya no serán ellos mismos, ni el ambiente, ni la historia; porque tu memoria empezará a olvidarla y se desvanecerán sus bases.

III. Al escribir por la inspiración sin reprimirte y nunca buscando corregir, tendrás lo que Vargas Llosa (fue al primero al que se lo leí) llama “el magma”. Una obra en bruto que deberá ser corregida. Dicho magma no lo destruyas, sino que abre un nuevo documento con una copia (escribir en la computadora te lo permite) y comienzas a tachar y reconstruir. Acá se inicia realmente la tarea del escritor, antes solo “tipeaste” dicen algunos.

IV. Se corrige la gramática y la fluidez que has estado estudiando con tus cuadernos de notas que recomendé en el punto número 2. Leer en voz alta, ya lo dijimos. Si no hay fluidez, sino que las palabras se tropiezan y te confundes, debes reescribir.

V. Examinar el tono (la actitud emocional del narrador), el ritmo de la obra (la velocidad de las escenas y lo que se narra). Tienes que lograr que la materia dicte la forma (M. F. Palacios, Mario Vargas Llosa). Si es una aventura el lenguaje debe saber transmitirla y así con cada género. El uso del habla popular, del dialecto y estilo de cada personaje.

VI. El principio, el final, el título. Acá puedes perder todo el esfuerzo puesto en la escritura y más en estos tiempos que la gente por las redes sociales lee lo mínimo de las primeras palabras. En el comienzo debe estar el “gancho” que atrapa al lector. Le ofreces en pocas palabras todo lo que le mostrarás. Es recomendable una acción, una tensión. Revisa excelentes inicios como: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.  Todo está allí. Y la conclusión debe dejar cierta nostalgia con algo de aprendizaje: “(…) “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. El título debe ser la mejor frase, por ejemplo observa el método que usó o le recomendaron al Gabo: este propuso al principio “La casa” pero era simplón, y ya saben cuál eligió al final.

VII. Muy importante al leernos debemos preguntarnos ¿me gusta realmente? J. J. Ramón Ribeyro señala que debemos lograr con la obra al menos uno de estos elementos: entretener, conmover, intrigar o sorprender. Si no logra ninguna su lugar es el cesto de la basura.

VIII. Deja descansar el texto corregido para después en la “distancia” del tiempo leerlo como “un extraño” de modo que puedas hacer una mejor corrección. Virginia Woolf salía a caminar después de la hora del te (4 pm en punto), después de haber pasado la mañana escribiendo.

8) Termina lo que comienzas. Por más que corrijas en algún momento debes decir: se acabó. Para muchos escritores esto es lo más importante a la hora de escribir, porque de nada te vale tener mil proyectos comenzados. San Josemaría Escrivá de Balaguer no le gustaba colocar “la primera piedra” de las obras sino la última; y esto es una gran verdad en todos los aspectos de la vida ¡y también en la escritura! Para lograr este objetivo deberás establecer una fecha de finalización tentativa una vez que comienzas y/o una cantidad de palabras o páginas. El maestro Stephen King habla del límite de 3 meses para tener un libro entre 200 y 300 páginas. Puedes pensar en las entregas semanales o diarias de las partes del texto. Pero siempre recuerda el famoso “The End” ¡Debes terminar lo comenzado!

9) Debes publicar o mostrar tu obra, es decir, la gente debe leerte. De lo contrario nunca sabrás si lo estás haciendo bien. Puedes cumplir todos los principios anteriores y cometer los mismos errores una y otra vez. Practicar nuestra arte con constancia todos los días está muy bien ¡siempre y cuando tengas personas que te corrijan y te digan que vas por buen camino! Es por ello que no solo te deben leer los conocidos. ¡Tienen que leerte los maestros! Asistir a talleres de escritura, tener círculos de lectores críticos y/o colegas. Todos ellos son ejemplos. Pero también puedes ser más ambicioso y que te revisen los editores y mandar tu obra a concursos y aspirar al libro.

10) La escritura al final trata sobre la búsqueda de la felicidad. Esto lo he leído en muchos decálogos y es la verdad, porque de lo contrario no me habría dedicado a escribir el mío. Si un día dejo de escribir me siento extraño. Es un vacío que se transforma en síndrome de abstinencia. Escribir es terapéutico Razón tenía Gustave Flaubert al afirmar: “escribir es una manera de vivir”. Nadie niega que es algo duro, en el sentido que muchas veces las frases que buscamos no salen. Las ideas, las emociones y esa historia que parece tener vida propia no se transforma en lenguaje. Entonces sufrimos; pero sabemos que trabajando, insistiendo, cometiendo errores y corrigiéndolos, pensando y “tecleando” una y otra vez; algún día tendremos lo que soñamos: ¡El libro!

miércoles, agosto 05, 2020

Mi decálogo del buen escritor (I)

 

Mi decálogo del buen escritor (I)

Carlos Balladares Castillo

En estas semanas de julio he comenzado un taller para escritores con el novelista Álvaro D’Marco. Entre las actividades que desarrolla, además de la que considero la más importante: la revisión de nuestros textos, está la de leer magníficas obras breves sobre la teoría del cuento. También abundan los consejos para ser un buen escritor. En el pasado creo haber “establecido” solo una vez algunos principios escriturales (“Diez consejos para todo articulista de opinión”, enero, 11-I-2017; y “¿Cómo escribir cuando no puedes escribir?”, noviembre, 2019), pero quiero reformularlos desde la experiencia del presente taller; que no dejo de recomendarles, y que me ha permitido reafirmar lo que he aprendido en mi permanente deseo de dominar el arte de la narrativa. Algo evidente es que estos consejos pueden adaptarse a cualquier arte, oficio y profesión e incluso un objetivo o meta en nuestras vidas. Y la verdad es que existen montones de decálogos pero este el mío.

1) “Escribir, escribir y escribir”, tal como dice Ricard de la Casa en sus famosos consejos. Nadie niega que todo escritor debe leer y sus hábitos diarios deben tener un equilibrio entre ambos. Son las dos caras de la misma moneda en este arte. No se puede escribir sin leer, pero si tu meta es escribir y un día - espero que sean excepcionales - no tienes tiempo para ambas actividades y no te queda otra que escoger entre leer y escribir ¡no lo dudes! ¡ESCRIBE! ¿Por qué? Ricard da la respuesta: “solo escribiendo podrás analizar tus errores y virtudes (…) es el único medio para progresar.” Los personajes e historias se marchitan si no le dedicas un tiempo diario, tus habilidades comienzan a atrofiarse, y es como la alimentación: no comes y la muerte empieza a asomarse en tu vida. Si no escribes todos los días, esto no es lo tuyo. Es duro decirlo, pero es la única manera de ser escritor.

I. Para ello debes ponerte metas que irás incrementando poco a poco. Mi experiencia es comenzar con 500 palabras diarias (si no las cumples queda como deuda) por un año, después subir a 1000 y así hasta llegar al ideal según Stephen King en su magnífica obra: Mientras escribo: ¡2000 palabras al día!

II. No es fácil escribir todos los días por ello puedes combinar los géneros, y seguramente el vacío de uno lo llenará el otro. Me pasa con la ficción la cual me permite decir cosas que no puedo en mis artículos de opinión, ensayos historiográficos o incluso en el diario.

III. Tu enemigo es la procrastinación en cualquier aspecto de tu vida y más en la escritura, porque esta requiere alta concentración y es un hábito. Para tener un hábito debes alejar todo lo que te distraiga y te invite a abandonar o diferir la tarea que te has propuesto como el internet, la TV, el teléfono (el deseo permanente de responder la llamada o el mensaje que la campana avisa), la gente e incluso las supuestas responsabilidades y digo supuestas porque en vez de colocarlas en otro horario dejas de escribir “a penas te llaman”. No queda otra: todos los días a la misma hora y por la cantidad de palabras que te propusiste. El mejor consejo es el que dice Stephen King: Cierra la puerta para que los demás sepan (y tú también) que vas en serio. Ayuda mucho preparar un lugar especial para escribir, pero como dice King: donde te pueda encerrar e incluso no haya ventanas y si las hay las tapes mientras escribas, crear ciertos ritos que sirvan como estimulantes y al final si lo has logrado te des un pequeño premio.

IV. No te levantes hasta lograr la meta del día. Si necesitas un descanso que sean brevísimos minutos. Nunca olvidaré mi querido profesor y maestro Humberto Njaim del cual fui su auxiliar de investigación y lo vi trabajar muchas veces. Su método era el de la alarma: sonaba y se ponía a descansar como 5 minutos, volvía a sonar y regresaba al teclado.

2) Lleva un diario y cuadernos de notas, siempre lo he dicho y acá lo repito: todo el mundo debería llevar un diario íntimo o diario para recordarnos lo que consideramos importante. Las buenas películas sobre científicos siempre los muestran con sus “diarios de laboratorio”, donde anotan sus avances o retrocesos con detalles, paso a paso, para identificar los errores y no volverlos a cometer. ¿Quién puede olvidar esa maravillosa escena cuando Emmet “Doc” Brown en Volver al futuro II va describiendo de su último “experimento” con la máquina del tiempo? Los diarios son tu memoria en todos los aspectos, pero también te permiten ejercer la rutina de escribir sin la angustia de todas las exigencias de las otras formas de escritura. Es el salvavidas en momentos de agotamiento mental e incluso físico que te impide escribir, y es el único lugar donde eres totalmente libre ¡por eso es íntimo porque no lo puedes hacer público!

I. El diario debe tener una parte como una especie de tabla donde escribas cosas medibles: número de palabras diarias por género, minutos dedicados a la lectura con los libros que leíste y otras cosas para mantener la vida: salud, comidas, ejercicios físicos, tiempo dedicado a otras actividades como ocio, películas, etc. De esa manera podrás identificar a qué le estás dedicando más tiempo. Este grado de paranoia, dirían algunos, lo hacemos algunos.

II. Los cuadernos de apuntes o notas (algunos usan fichas) donde escribas las ideas de tus escritos para no olvidarlas, pero también para que vayas estudiando frecuentemente aspectos fundamentales que todo escritor debe dominar como: la gramática, el vocabulario, el oficio de la escritura, información relativa a los temas de los cuales escribes e incluso uno de espiritualidad (que puede ir desde tu religión hasta el cultivo de alguna mística o tus valores morales). Una vez más hay que recordar a King: “mantente sano y casado”, al menos sano.

3) Convierte todo en literatura y usa todo para la literatura. La mente del escritor debe ser como la del científico: siempre curiosa de su mundo, en especial de lo que puede ayudarle a escribir que es casi todo. Si no estamos escribiendo estamos pensando en lo que escribiremos. Esa es la importancia de los cuadernos de notas para que no olvidemos el chispazo. Y debe ser un obsesivo de lo que desea hacer. Si no lo eres, una vez más hay que decirlo: esto no es lo tuyo. Y la obsesión por lograr escribir algo, por pensar en algo hace que las soluciones a los problemas de nuestro arte o ciencia vayan surgiendo. Es algo probado en el funcionamiento de la mente: la inteligencia es crear o descubrir nuevas relaciones y eso solo se logra observando, investigando y nunca dejando de pensar en ello. Llegará un momento que será como caminar o manejar. Y al estar atento a nuestro mundo tendremos mil temas para escribir con personajes y diálogos (¿miedo a la página en blanco? ¡absurdo!). Todo es “literalizable”, ser convertido en literatura, en símbolos y palabras.

4) Lee especialmente como un escritor, toma notas, descubra los métodos del arte. No se lee de manera pasiva sino intentando comprender las intenciones del que escribe y la sutil, misteriosa e incluso mágica estructura que hace de un relato o cualquier escrito un clásico.  

I. Lee y lee mucho. Ya lo dijimos antes: es lo fundamental al igual que escribir. Son inseparables y es tan importante que lo repito en este nuevo punto. Sí, todo es posible ser llevado a la literatura pero si no lees no conocerás cómo se escribe, cómo se relata una historia. “Si no tienes tiempo para leer, no tienes el tiempo (o las herramientas) para escribir” (Stephen King). Para ello debes también tener el hábito y darle un tiempo al día, y aprovechar cualquier momento para leer. Ahora existen los audiolibros eso ayuda mucho. De nuevo: elimina toda distracción. Si tienes que elegir entre meterte a internet o ver Netflix y leer, tú sabrás decidir. Yo no puedo vivir sin leer todos los días porque me genera un síndrome de abstinencia.

II. Lee a los maestros, a los mejores escritores y ten tus favoritos que no dejas de leer con frecuencia. Mi método es que una vez al año como mínimo debo leer algo de ellos. En mi caso son: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa; pero también doy espacio para todo clásico. Aprende de ellos, conoce sus técnicas e incluso imítalos al principio, solo al principio.

III. Debes leer tanto ficción como otros géneros. Siempre apegado a tu carrera, profesión, etc. Me gusta hacer listas e ir cumpliendo metas para leer los grandes. No se debe leer con desorden aunque no hay problema en picotear otras lecturas o leer simplemente por diversión.

IV. Lee mucha teoría, métodos de escritura, consejos, etc. En esto también se debe tener listas y planes de lectura.  

V. Leer un poema y un cuento diario antes de escribir, acostumbro hacer para inspirarme y tener el buen ejemplo muy cerca. Una especie de calentamiento antes del ejercicio.

La semana que viene seguiremos dedicándonos especialmente al proceso de escritura propiamente dicho.

lunes, agosto 03, 2020

Hoy cumplimos 15 años blogueando desde "Venezuela y su historia"

Han sido 15 años de subidas y bajadas, pero una gran experiencia de la cual estamos agradecidos. 

                                                                                                                Profeballa

                                                                     

miércoles, julio 29, 2020

No podemos abandonar a nuestra universidad (articulo semanal)

No podemos abandonar a nuestra universidad
El dolor de ver a la UCV derrumbarse - CURADAS ©
Carlos Balladares Castillo

El buen amigo y diputado de la Asamblea Nacional por el partido VENTE: Luis Barragán, tiene mucho tiempo defendiendo las universidades autónomas y en estos días hablamos de esa común preocupación. Conversa que me ha animado a expresar algunas de mis ideas por escrito. Lo primero es que en nuestra condición de ucevistas tanto como egresados en pre y postgrado y actualmente como profesor “de planta”, este tema nos resulta muy triste y nos genera un sentimiento de culpa. Culpa por lo poco que hago y hacemos las mayorías por una institución fundamental de nuestra sociedad democrática. No podemos callar y mucho menos abandonarla a pesar de la cuarentena y del proceso de deterioro sistemático que ha padecido y padece. Mínimo tenemos que alzar nuestra voz, hablarlo con los colegas y la comunidad universitaria y especialmente con nuestros alumnos.
El colapso de un techo de la Universidad Central de Venezuela ...
El miércoles 15 de junio pasado se derrumbó el techo de uno de los pasillos cubiertos de nuestra primera universidad: la Central (UCV), y en las redes sociales miles de venezolanos expresaron su profundo dolor ante el principal símbolo de lo bueno que todavía le queda país. No en vano siempre se recuerda la estrofa de su himno que la define como “la casa que vence la sombra”. La estructura caída es obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva que fue emblema de nuestro anhelo de modernización en el siglo XX y el cual fue declarado por la UNESCO hace 20 años como Patrimonio de la Humanidad. Al contemplar los destrozos es imposible no pensar en que el mismo es expresión de la desidia y maldad del gobierno por asfixiarlas presupuestariamente pero también de las autoridades que no liderizan una solución, y nosotros por no presionar a los anteriores y ser solidarios con nuestra “casa”.

En lo que respecta a la cuarentena por la pandemia del COVID19 no comprendí porque en la UCV se decidió no dictar clases online. Es verdad que una parte de su estudiantado no tiene la capacidad técnica y de conexión (y del profesorado), pero debimos buscar los medios para que se pudieran incorporar de alguna forma ¡y así no paralizar sus estudios! En mi caso pude dar clases online en las universidades privadas para las que trabajo, aunque la conexión era un desastre y mis equipos son viejos (tanto que no puedo usar zoom ni google meet), pero busqué la forma y lo logré. Los alumnos a veces tenían que armarse de paciencia pero nunca dejé de dar una clase. Y varios alumnos (aunque minoría) que no tenían manera de conectarse por diversas razones e incluso se dieron casos de sospecha de infección y por ello tuvieron que aislarse, pero siempre se buscó la forma que no perdieran su semestre ¡y no lo perdieron!

Los sueldos de los profesores en las universidades públicas siguen siendo un escándalo. Ante esta realidad que no tiene otra clasificación distinta a la de ser una profunda injusticia, debemos encontrarle una solución de inmediato. Si el Estado no responde, como mínimo tenemos que apelar a la solidaridad en los casos donde no se paga matrícula. Muchos me acusarán de querer privatizar la educación, pero creo que los estudiantes tienen que aportar según sus capacidades ¡Y sería un aporte totalmente voluntario! En los colegios privados se le dio la vuelta a este problema ¡y son privados! ¿No se podría hacer algo parecido aunque modesto en los montos SOLO EN LOS CASOS de universidades públicas?

No podemos seguir esperando a que nuestras universidades se queden sin profesores como ha estado pasando en los últimos años. Y como esa iniciativa, muchas más que podríamos desarrollar. No es correcto seguir escudando nuestra indiferencia en la falta de presupuesto o la situación de crisis generalizada o porque nos pagan una miseria (yo soy parte de esos que les pagan esos montos con los que es imposible vivir). Sí nos emocionamos con tantas cosas hermosas de la ciudad universitaria y la identidad ucevista (al igual que otras universidades autónomas), muy especialmente cuando vivimos los actos en el Aula Magna bajo las Nubes de Calder, ¡¿por qué entonces somos incapaces de salvar a la Academia de modo que “la sombre no venza”?! ¡Qué esa emoción sea verdadera y auténtica y nos mueva a verdaderas actos heroicos! ¡Este es el momento! 

miércoles, julio 15, 2020

El impacto de la Batalla de Francia (1940)en Venezuela. El 80 aniversario de la Invasión a Francia (y X).


El 80 aniversario de la Invasión a Francia (y X)

Carlos Balladares Castillo

En los primeros días de junio de 1940 pocos venezolanos atendían “la tragedia europea”. La prensa y la radio informaban de las derrotas de los ejércitos Aliados frente al indetenible avance de la maquinaria de guerra alemana, pero como noticias del exterior siempre eran secundarias y muy lejanas para las angustias locales y más importantes de los criollos. En este contexto dos caraqueños dialogan sobre los destinos de Francia y el Mundo, y uno afirma con jactancia: “Mein Fuhrer pronto tomará París, dándole una lección a esos engreídos franchutes; y después los ingleses tendrán que aceptar que Alemania es la nueva potencia o sufrir también la ocupación”. Su amigo, admirador de los “americanos” cuya cultura y economía son ya parte del día a día nacional, le responde con claro disgusto: “Los Estados Unidos no dejarán de apoyar a Inglaterra y tarde o temprano pelearán con toda su fuerza industrial. La ciudad luz puede caer pero Londres resistirá hasta que las democracias triunfen sobre la dictadura nazi”.

La anécdota anterior me la contó en mi niñez una tía abuela cuando yo le preguntaba, fascinado por las películas sobre la Segunda Guerra Mundial que pasaban con mucha frecuencia en la televisión, cómo había vivido esos tiempos. Nunca olvidaré que para mí fue un gran impacto pensar que existiera gente que apoyara a los malos del cine: los nazis. De inmediato le pregunté a mi abuela: ¿Y a quién apoyaban ustedes? “¡A los Aliados por supuesto!”, respondió con una seguridad que me tranquilizó. Y esta era la tendencia general porque no solo nuestra economía dependía fundamentalmente del petróleo que extraían compañías estadounidenses y británico-holandesas, y que consumían los “americanos” como siempre se les dijo; sino que ya todo lo que comprábamos manufacturado e incluso algunos alimentos venía de la potencia del Norte. Por no hablar que el cine, la radio y las costumbres eran cada día más y más asimiladas a las de Norteamérica.

Se puede entender que algunos pocos pensaran lo contrario basados en la admiración por los rápidos triunfos militares del Tercer Reich. También por el papel protagónico de los grandes hombres siguiendo nuestra tradición personalista tanto en la práctica política como en el pensamiento positivista, y el romántico “antiyanquismo”. El simple rechazo a la “invasión estadounidense” de las últimas décadas por la gran inversión petrolera y comercial. Nacionalistas extremos o idealistas basados en lecturas como el Ariel del uruguayo José Enrique Rodó, del cual por cierto hay un busto en una plazita-redoma de San Bernardino, por no hablar de la influencia de la pequeña colonia alemana y la propaganda nazi desarrollada en sus organizaciones: colegio y club.

La cuarentena que padecemos por el COVID-19 me impidió revisar la prensa de la época. Los archivos como buena parte de las oficinas estatales se encuentran cerrados. Solo pude examinar lo muy escaso (cercano a la nada) que se encuentra digitalizado, y los textos de 1939 a 1941 de Pensamiento Político Venezolano del siglo XX. Y pude ver que la Segunda Guerra Mundial no se nombra salvo con algunas pocas palabras, mucho menos Francia. Se observa claramente que no está en sus pensamientos o preocupaciones ¡ni siquiera porque el 10 y 12 de junio de 1940 una nave francesa (“Barfleur”) cañonea dos buques italianos (“Alabama” y “Dentice”) en el Golfo de Venezuela y la primera quedó encallada en la barra de Maracaibo!

No niego que sea una simple aproximación con un uso muy escaso de fuentes (la cual espero pronto ampliar y explicar en un artículo historiográfico), pero un testimonio de la época (entrevista que aparece el 21 de marzo de 1941 en el periódico Ahora) se refiere a la guerra en general y me confirma esta percepción. Leamos sus palabras:

Ahí tiene usted la actitud tan generalizada frente a la guerra europea. Se le mira desde aquí, sobre la ventana del Caribe, con la misma actitud con que el aficionado a las carreras de caballo contempla una competencia hípica. Inclusive, la guerra es para muchos apenas una fuente inagotable de chistes, a costa de los italianos. Y la verdad es que ningún motivo de regocijo o despreocupación podemos encontrar en la trágica hecatombe.

Después de explicar que no se puede comparar nuestra situación con la que vivimos en la Primera Guerra Mundial porque en aquel entonces “no contábamos en el mapa político y económico internacional”, y ahora en cambio somos el tercer productor de petróleo por lo que “jugamos, sin saberlo y sin quererlo un arriesgado papel: el de codiciada presa de las grandes potencias, urgidas todas de petróleo”. Y concluye:

Esta contienda tiene características diferentes de las del primer gran conflicto interimperialista. El eje totalitario lucha no solo para aniquilar en los cinco continentes las formas democráticas de Gobierno y todo sentido de dignidad humana, sino que también se ha propuesto rectificar los rumbos del universo y dominar el mundo. En su monstruoso anhelo de realizar una hegemonía ecuménica ha introducido un elemento filosófico nuevo en las pugnas entre las grandes filosofías: el racista.

Al leer estas líneas nos impresiona la capacidad de este joven político venezolano para analizar la realidad internacional en relación a Venezuela, y muy especialmente al identificar la gravedad del avance de los totalitarismos. Los campos de exterminio no existían porque se estaban creando pero él ya habla de la esencia de la guerra que está íntimamente relacionada con ellos. Nos referimos a la supervivencia de “todo sentido de dignidad humana”. En este nuevo orden racista que se formaba, nuestro lugar como mestizos y país petrolero nos hacía “contarnos entre los más expuestos a la agresión fascista (…), al bombardeo nazi”. La distancia, advertía, no era ya una protección y acá usa una referencia a la Batalla de Francia: “El Atlántico, amigo, es una precaria Maginot de agua salada. (…) Si el océano es una barrera ¿cómo se explicaría que Curazao a escasas millas del litoral falconiano, esté provisto de numerosos refugios antiaéreos?” Y finaliza recordando que en la isla se refina petróleo venezolano. Ese joven se llamaba Rómulo Betancourt.

Al seguir con nuestra meta de analizar la Segunda Guerra Mundial en su historiografía y producción de cine cada vez que se cumpla el 80 aniversario de un hecho importante en esta conflagración, dejamos el tema petrolero venezolano para más adelante y anunciamos que nuestra próxima serie será sobre la Batalla de Inglaterra. De esta campaña los hechos más importantes se dieron desde finales de julio hasta septiembre de 1940. Ahora queremos finalizar con la Batalla de Francia contando otra pequeña anécdota que ilustra el impacto de la misma en Venezuela. El testigo fue Héctor Mujica (futuro político y escritor), quien para ese momento era estudiante y sobre la misma afirmó: “Son cosas que no se olvidan, que no deben olvidarse”.

El 14 de junio de 1940 las tropas entraban a París y la noticia se supo de inmediato gracias a la radio, la cual en nuestra tierra ya estaba muy bien establecida en las principales ciudades como era el caso de Barquisimeto. En esta urbe un joven profesor de historia del Liceo Lisandro Alvarado, que también era locutor, se enteró de la terrible noticia. No podía dar clases como si nada pasara. Su indignación era inmensa: la París de la revolución, la democracia y la república había sucumbido bajo las botas y los tanques de la barbarie hitleriana. Se paró frente a la clase, cual maestro Keating de La sociedad de los poetas muertos, y les contó a sus pupilos la tragedia. Acto seguido les pidió que se pusieran también de pie y comenzó a cantarles: “Allons enfants de la Patrie,/ Le jour de gloire est arrivé!/ Contre nous de la tyrannie/ L'étendard sanglant est levé.” Ese profesor era mi abuelo Alberto Castillo Arráez.

Imagenes tomadas del blog de Luis Heraclio Medina. Ver aca: http://cronicasyotrashistorias.blogspot.com/2017/02/1940-cuando-la-guerra-llego-venezuela.html
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