martes, julio 31, 2018

Acá puede leer la revista de Historia de la ULA: "Presente y Pasado" 45 que es su número más reciente

No hay texto alternativo automático disponible.Darle click a la imagen y podrá bajar cada uno de sus artículos. Agradecemos el esfuerzo de los autores y muy especialmente al Consejo Editorial. ¡Ya quiero empezar a leerlos!

                                        Profeballa

miércoles, julio 25, 2018

Conversatorio web por la democracia con Don Tomás Straka (¡pero hay que anotarse!)


¡Feliz cumpleaños número 451 para mi querida y sufrida Caracas! (mi ciudad natal, mi ciudad de siempre)

¡Feliz cumpleaños 451 Caracas! Porque si de algo estoy claro es que soy profundamente caraqueño. Mis padres llegaron niños a Caracas, yo nací acá, he vivido siempre en su valle (salvo unos pocos que estuve fuera) y aquí seguimos. Tantos momentos felices, tantas vistas hermosas y el dolor por su deterioro, y tantos sueños que tengo para ella. 
¡Dios quiera volvamos a dar ejemplo de lucha por la libertad y la nación entera nos vuelva a seguir!
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La "ideología del mal" (nuestro artículo de los miércoles en El Nacional)


Resultado de imagen para memoria e identidad juan pablo iiLa “ideología del mal”

Carlos Balladares Castillo

Publicado en El Nacional. 

En el último mes han sido publicados en El Nacional tres artículos, dos de monseñor Ovidio Pérez Morales (21-VI-2018: “Mal y malignidad” y el 19-VII-2018: “Salir de la gran tribulación”) y uno del padre salesiano: Alejandro Moreno (17-VII-2018: “La dificultad de comprender”), que tratan el tema del mal en la acción del actual gobierno en Venezuela. Los mismos me han hecho pensar en la hipótesis siguiente: ¿estamos ante lo que San Juan Pablo II llamaba “ideología del mal” (2005, Memoria e identidad)? Desde hace bastante he venido pensando en ello, y si en el pasado era algo que podía generar polémica o dudas, ahora no hay posibilidades de confusión. No luchamos solo contra la incapacidad, la incompetencia o una forma específica de atender el Bien común ¡No! Estamos ante un proyecto que tiene en la malignidad (en palabras de monseñor Pérez Morales: “la perversidad, regodearse en hacer el mal”) su condición esencial. Al tener esto claro; el análisis de la realidad y la acción para transformarla cambia radicalmente.

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Monseñor Pérez Morales nos dice en su primer artículo: “La malignidad implica planificación y poner en funcionamiento integrado inteligencia, habilidades y medios aptos; se tiene entonces una opacidad de la conciencia, que obstaculiza el reconocimiento de lo malo y, consiguientemente, una conversión. Algo parecido a lo que Jesús advierte acerca de los pecados contra el Espíritu Santo (Mateo 12, 31).” Y en el segundo, al referirse a la última Exhortación de la Conferencia Episcopal de Venezuela (11-VII-2018) señala que los obispos ya califican lo que nos ocurre “con los términos apocalípticos de “gran tribulación” (ver Ap 12, 7-12). Enfrentamiento con las fuerzas mismas del mal, caracterizadas bíblicamente como Diablo, Satanás, Dragón y Serpiente”.
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Por su parte el padre Moreno, en el artículo citado, dice: “Saber que esta razia no produce sino muerte y persistir en ella por la pura voluntad de destruir todo lo que hay de humano en nuestra vida, es una posibilidad. Entonces, el sentido de todo esto sería solo el querer, la búsqueda del triunfo total de la voluntad y por tanto del poder, sin razón ni racionalidad ninguna. Estaríamos, pues, sumergidos en el reino del mal, un reino que no solo es malo, sino maligno, como ha dicho Ovidio Pérez Morales” (el mismo artículo al que ya nos referimos). El poder ha quedado desnudo en el actual régimen, en el sentido último que señala el sacerdote salesiano. No hay otro objetivo en esta creciente destrucción de todo aquello que sostiene la dignidad de los venezolanos. Si existe una explicación de todo esto en un cuerpo doctrinario de ideas, estas solo pueden tacharse como “ideología del mal”, como un proyecto de país que busca un fin perverso.

Resultado de imagen para totalitarismos¿Qué es la “ideología del mal”? Es todo cuerpo de ideas o pensamientos que sostiene que “el hombre puede decidir por sí solo, sin Dios, lo que es bueno y lo que es malo, y por tanto puede disponer que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado”, y por ello el aniquilamiento de un grupo humano no es sólo físico puede ser también de tipo moral: “se impide más o menos drásticamente a la persona el ejercicio de sus derechos” (Juan Pablo II, p. 24). Aunque la mirada estaba colocada sobre el comunismo y el fascismo fundamentalmente o las tendencias proabortistas, no se reducía a ellas. En todo caso, a medida que se ha desarrollado el ejercicio del poder del chavismo, sus vínculos con la ideología de izquierda radical (el comunismo) se han hecho más que evidentes. Los que se oponen a la oligarquía gobernante no es considerado pueblo y por tanto es despojado de sus derechos. De ellos solo quedan algunas virutas y las mayorías se aferran a la condición de superviviente. 

La ideología del mal tiene en la violencia su principal medio para gobernar, no negocia ni dialoga, ve al contrincante político como el enemigo, y por tanto susceptible de ser destruido o execrado de la vida pública. En su discurso la mentira es lo dominante, porque “la revolución” está por encima de toda verdad, ley o moral. Por todo ello no promueve la paz debido a que manipula la justicia y no cree en la solidaridad sino en la homogenización social obligada, donde las mayorías son pobres e incluso miserables, de modo que el control por el hambre se facilita. En lo que respecta la democracia-liberal, considera este sistema – siguiendo los principios marxistas - como el gobierno más opresivo de la clase burguesa, por lo que el objetivo es su destrucción.

Resultado de imagen para la olla solidaria venezuelaNo lo niego, esto es desolador, pero no podemos temer a la verdad a ningún aspecto de la realidad. Y finalizo con las sabias palabras que nos dejaron nuestros obispos en la citada Exhortación de la CEV: “17. No debemos desanimarnos nunca frente a los desafíos de un presente incierto y difícil: al contrario, puesta nuestra confianza en Dios, que nos da la fuerza para el testimonio y para hacer el bien, afiancemos las exigencias en favor de la justicia y la libertad. (…) La esperanza y el compromiso concreto deben llevarnos a ser samaritanos unos de otros en esta hora difícil en que nos encontramos.” Y en su último punto: “Dios nos reitera: “No temas, yo estoy contigo”. En sus horas de dolor y prueba, el creyente se toma con más fuerza de la mano de su Señor.”

martes, julio 24, 2018

El amigo e historiador José Alberto Olivar nos explica el folleto de Mario Buffone (también amigo): ""Obras de la democracia"


Olivar: Recuperación de la infraestructura solo será posible con la participación del capital privado
 “Hace veinte años Venezuela se ubicaba entre los países en América Latina con la mejor infraestructura de la región y hoy está en la completa ruina. La inexistencia de una política eficiente de conservación y mantenimiento de todas las obras públicas erigidas en los últimos cuarenta años del siglo XX ha sido uno de los muchos fracasos del chavismo en el poder”, así lo puntualizó el profesor de la Universidad Simón Bolívar, José Alberto Olivar.
“Recuperar el acervo material del país va a requerir la superación definitiva del ineficaz estatismo y dar paso a nuevas formas de participación del capital privado que no simplemente funja como ejecutor de obras sino como inversionista y administrador de la vasta agenda de obras que el país necesita”, agregó.
Durante su disertación a propósito de la presentación del folleto digital Obras de la Democracia. Cuarenta años mal contados, escrito por el historiador Mario Buffone y editado por el Fondo Editorial de la Asamblea Nacional, efectuado en Caracas en la Sala Eugenio Montejo de la Biblioteca de Los Palos Grandes. El evento contó con la participación varias personalidades del acontecer nacional como Virginia Betancourt, ex directora de la Biblioteca Nacional de Venezuela, Carmen Sofía Leoni de la Fundación Raúl Leoni, el Diputado William Dávila, la concejal Helga Quintero vicepresidenta del Consejo municipal del municipio El Hatillo del estado Miranda, entre otros.
“La insolvencia fiscal que de manera recurrente afecta y seguirá afectando las cuentas públicas, no puede seguir constituyendo la excusa para no hacer frente al creciente deterioro y en no pocos casos al evidente colapso de la infraestructura pública en Venezuela. Necesario es retomar la planificación racional en la ejecución de las obras públicas que implique verdaderas políticas de Estado”.
“Entre las tareas que tocará hacer frente en la futura reconstrucción nacional estará reivindicar el significado de la política de Descentralización impulsada en la década de los noventa,  para inyectar dinamismo y eficiencia a la administración de los servicios referidos a la salud, educación y deportes. Así como la construcción de viviendas y vías de comunicación rural y urbana”, finalizó Olivar
Información oficial Prensa Asamblea Nacional

La Democracia si tiene quien le escriba
Por Jose Alberto Olivar el día julio 22, 2018 en DESTACADOSPolítica 
Publicado en Guayoyo en letras 
Recién ha comenzado a circular el folleto intitulado Obras de la Democracia. Cuarenta años de historia mal contados, de la mano del escritor Mario Buffone, bajo el esmerado cuidado del equipo editor del Fondo Editorial de la Asamblea Nacional.
El texto en cuestión, es el resultado de la honda preocupación que comenzó anidar en Buffone, al constatar de manera reiterada como los resabios plañideros del viejo pretorianismo perezjimenista, hoy coaligados en su afán despiadado con los personeros del Estado Cuartel que nos tiraniza, insisten en  azuzar cultos de naturaleza infame y premoderna, por medio de la negación absoluta de los logros tangibles del mayor período de convivencia civilista y modernizadora que haya conocido la República.
El texto recoge diversidad de cifras, nombres, lugares, íconos, obras de mediana y mayor envergadura que van desde la cantidad de “escuelitas” que en tono difamatorio llegó a criticarse la gestión de Betancourt al frente del primer período constitucional hasta las formidables estructuras que dieron espacio a la creación de conocimiento de la Universidad Simón Bolívar, la villa universitaria Rafael Rangel en el estado Trujillo y la Universidad de Oriente, por ejemplo.
Mario Buffone rebate con argumentos comprobables la interesada propaganda de los enemigos de la democracia, que pretende negar que en Venezuela durante cuarenta años de gobiernos civiles, la tasa de analfabetismo llegara a ubicarse en 7% para 1998, que la mortalidad infantil se redujo de 62% en 1958 a 21% en 1998 y la esperanza de vida de hombres y mujeres pasó de 58 años en 1960 a 72 años en 1998.
Carreteras y autopistas, por su puesto que los gobiernos civiles después de 1958 dejaron su impronta en este segmento de la infraestructura nacional. De hecho, el Plan Preliminar de Vialidad de 1947, preparado durante el trienio adeco, y seguido sin mayores modificaciones por la dictadura militar, fue finalmente concluido durante los primeros tres lustros de la Democracia.
Empero, mucho más efectivo resultó proporcionarle vivienda propia, cómoda e higiénica a una proporción de venezolanos que rehuían del flagelo de la miseria. Ahí están las miles de casas y apartamentos que no solo en Caracas, sino en el interior del país fueron levantados gracias al presupuesto público. Les suena algo los bloques de Menca de Leoni en Guarenas, la urbanización Caña de Azúcar en Maracay, las viviendas obreras del sector La Sabanita en Ciudad  Bolívar, por ejemplo.
Pues bien, Mario Buffone, no pretende erigirse en apologista de los gobiernos de AD y COPEI, ni mucho menos falsear datos para ocultar falencias que sí las hubo, claro que las hubo, sobre todo durante el lapso que hemos denominado el tercer momento del período la democracia.
Permitamos ser un poco más precisos. A nuestro modo de ver existieron tres momentos bien diferenciados en los que la capacidad financiera del Estado marcó el ritmo acelerado o no de la construcción en infraestructura. El primero comprende los quince años iniciales del período democrático, luego un momento expansivo de la estrategia de desarrollo en el lapso comprendido entre 1974 y 1982 y finalmente una fase de desaceleración, repuntes discontinuos y estancamiento en los últimos tres lustros del siglo XX. Es decir, tres momentos de despegue, auge y declive de la obra física resumida por Buffone en su obra.
De ahí que el aporte de Mario Buffone, puede servir de excusa perfecta para estimular la discusión asertiva y preparar en paralelo a la lucha activa contra la dictadura, una verdadera plataforma programática que llegada la hora deberá aplicarse de manera consensuada y eficiente. De manera de evitar la improvisación y lo que puede ser peor otorgarle un segundo aire a un sombrío neochavismo que a no dudarlo estará al acecho.  Véase las más recientes experiencias frustrantes que representan los procesos de recuperación democrática operados en Nicaragua luego del primer sandinismo y el Perú postfujimorista.


Mañana se charlará en torno al 451 aniversario de la Fundación de Caracas en Colegio de Ingenieros

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Otro natalicio de Simón Bolívar (un testimonio y tres reflexiones)

Resultado de imagen para tumbar estatuas de bolívar1. A las 12 en punto de la noche sonaron fuegos artificiales, seguramente los lanzó la Comandancia de la Armada (San Bernardino) por el natalicio de Bolívar. 

2. Ya me da fastidio ese culto enfermizo. Aunque como historiador debo comprenderlo (tanto a Bolívar como a su culto) y es interesante su estudio, pero su adoración cual dios agota. 

3. Es hora de "tumbar" varias de sus estatuas. Debemos exorcizar el culto a Bolívar del alma venezolana.

4. No apoyo lo contrario al culto de Bolívar, es decir, una actitud de rechazo a su persona e ideas. Porque considero que es el más universal de los venezolanos, un héroe admirable lo que no quiere decir que sea un dios que debemos adorar o un santo que debe subirse a los altares. Es el principal padre fundador de la República (por ello siempre debe ser objeto de nuestra atención), se le admira, estudia y recuerda, pero NO SE LE RINDE CULTO. Creo que he sido enfático en mi posición al repetir las mismas palabras. No estoy del lado de los extremismos en esta discusión.

                             Profeballa

Lo que promete la nueva edición de la Revista "Tiempo y Espacio" n° 69


Tiempo y Espacio, n° 69. 

DOSSIER: Avatares de la de la democracia venezolana (1958-2018)

"La década militar, Pérez Jiménez y las relaciones militares y civiles en Venezuela: 1948-1958"
Domingo Irwin

"César González y la «intromisión soviética» tras el derrocamiento de la dictadura militar (1957-1958)"
José Alberto Olivar

"Teoría de la presunción política: Los (in) esperados alzamientos del 1º de enero de 1958"
Luis Barragán J.

"El teatro contra la dictadura de Pérez Jiménez: Muros en la madrugada de César Rengifo"
William Anseume

"Del populismo socialdemócrata al socialismo del siglo XXI: crisis de la república"
Leonardo Favio Osorio

"Medios de comunicación, antipolítica y desmontaje de la democracia en Venezuela" 
Luis Alberto Buttó 

"El uso de la renta petrolera en la democracia venezolana: síntesis panorámica"
Liliana Velásquez G. 

"Política, historia y democracia en la obra de Arturo Uslar Pietri"
David Ruiz Chataing

"La concepción reformista en la democracia venezolana
(1961-1984)"
Richard López

"La democracia desde el discurso. Vinculaciones entre política y literatura"
Rosmar Brito Márquez
María Susana Harringhton 

"La democracia venezolana ante el espejo roto: Una ciudadanía atrapada"
Antenor Viáfara

lunes, julio 23, 2018

El miércoles a las 10 am para hablar de Caracas en su cumpleaños se reunirán los amigos y colegas: el historiador Rafael Arráiz Lucca y el profesor Briceño

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Este 26 de julio será incorporado el amigo y colega historiador Don Gustavo A. Vaamonde como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia

Este jueves 26/07 el Prof. Gustavo A. Vaamonde se estará incorporando como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia Su incorporación estará correspondiendo a ocupar el sillón letra D, vacante tras el fallecimiento de don Germán Cardozo Galué.

¡Mil felicitaciones! Pedimos disculpas que por un compromiso previo no podremos asistir.

Profeballa

Los diez libros que me cambiaron la vida (mi columna mensual en el WSI)


Resultado de imagen para 20000 leguas de viaje submarino julio verneLos libros que me comprenden
10 obras que marcaron mi vida
20 JULIO 2018, 
Publicado en WSImag.

En Facebook están «rodando» varios memes sobre nuestras películas, libros o grupos de música favoritos, el cual invita a colocar el póster – por ejemplo - de los 10 filmes (uno por día) que «tuvieron un impacto en tu vida y todavía están en tu lista de favoritos», y como todo meme debes finalizar invitando a un amigo a hacer lo mismo. Aunque el texto no te obliga a explicar por qué tuvieron influencia en tu vida yo he decidido hacerlo, y ahora les hago seguidamente un pequeño resumen de los libros que han forjado mi personalidad (y cosmovisión) además de regalarme momentos de diversión y alegría (los 10 filmes ya los expliqué en una anterior entrega).

En compañía del capitán Nemo

La primera lectura de un libro que no dejé a medias y que recuerde claramente, fue 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne, y no lo abandoné porque me encantó el relato. Me logró transmitir su pasión y confianza en el poder de la ciencia, como instrumento para el progreso, pero también me gustó mucho la personalidad del capitán Nemo, que buscaba no solo el conocimiento sino también aislarse del mundo. Era una especie de monje-científico.

Siguiendo las huellas de un ingenio lucrativo

La segunda lectura fue un libro que no recuerdo el autor pero que me impresionó mucho. Era una biografía de Thomas Alva Edison que me leí poco a poco en la biblioteca de mi colegio. Nunca olvidaré el método que usó su madre para que leyera: le pagaba por libro leído; ni el hecho de que Edison siempre estaba resolviendo problemas, y buscando hacer de ello un negocio. Aunque lo admirara, creo que no aprendí mucho de él a ser nunca un capitalista ¡lástima!

Amicus Plato

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Después, a mis 13 años aproximadamente, comenzó mi pasión lectora e Isaac Asimov fue uno de los autores que más leía. Fue de esa forma que ante mi deseo de conocer mejor la historia, y mi admiración por Grecia en la antigüedad, llegó a mis manos: Los griegos (1965), de la colección de Historia Universal Asimov de Alianza Editorial (colección que devoraría más adelante). No dejé de leerla hasta terminarla en la madrugada, paseándome por hechos y personajes que desde ese entonces nunca he dejado de querer conocer aún más.

A hombros de gigantes

Pero la ciencia seguía atrayéndome y Asimov era el mejor narrando sus avances y las «aventuras» de los científicos, fue de esa manera que disfruté su obra Momentos estelares de la ciencia (1969), en los que narra cómo se dieron importantes descubrimientos e invenciones. Y al ver la serie Cosmos de Carl Sagan buscaría leer el libro que tenía todo el contenido de la misma (1982, editorial Planeta), y la experiencia fue maravillosa. Sagan me transmitió su mística científica, su confianza en la capacidad de los seres humanos para entendernos a través de la búsqueda de la verdad, y la admiración por el orden y la belleza del universo.

Frente al pelotón de fusilamiento

El sexto libro despertó en mí el gusto por la literatura iberoamericana, porque en ella me veía reflejado; aunque el primer contacto fue iniciado por la belleza y el atractivo del relato. En el colegio era lectura obligada pero no la hice a tiempo, sino que fue en una Semana Santa a mis 13 años que ante la fama de dicha obra y lo bonito de la edición que tenía comencé a leerlo y no pude soltarlo. Desde ese entonces su autor sería mi maestro en las artes de la escritura y la ficción. Me refiero a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

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A los 15 años; anhelando respuestas ante las injusticias, la pobreza y el hambre que veía en el mundo; leí El manifiesto del partido comunista (1848) de Karl Marx y Frederick Engels. Aunque superaría el «sarampión» marxista a los pocos años, siempre me dejaría una gran sensibilidad ante las injusticias sociales. Dicha superación fue gracias a la lectura de la magnífica biografía de Gandhi (1986) de Heimo Rau que publicara Salvat en su colección de 100 tomos llamada «Grandes biografías». Descubrí que la violencia no podía ni debía ser «la partera de la historia», y que la resistencia pacífica era lo más coherente con mis principios cristianos.

Ases de la aviación

Por lo general los adolescentes y los que comienzan en el hábito de la lectura temen los grandes libros, por grandes me refiero a una gran cantidad de páginas: más de 800. Pero si hay interés, un tema atrayente y una narrativa perfecta; todo fluye. Fue de esa forma que mi pasión por la historia, la Segunda Guerra Mundial y la aviación, me llevaron a leer a Cajus Bekker en su magnífica obra sobre la historia de la fuerza aérea alemana durante el Tercer Reich: La Luftwaffe (1968). Es de esos libros que no puedes dejar de leer. Sus descripciones de los combates aéreos no le envidian nada a cualquier novela de aventuras y acción. Y todo ello acompañado de detalles históricos y técnicos. Desde su lectura el tema de la Segunda Guerra Mundial nunca ha dejado de atraerme, dedicándole la lectura de dos libros al año como mínimo sobre el tema.

Animales de la polis
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El décimo libro fue ya a los 19 años cuando leí el mejor texto para iniciarse en las ciencias políticas. Me refiero a Idea de la política (1968) de Don Manuel García-Pelayo. Comenzaba la carrera de politología, y el autor me permitió ver la política más allá de las ideologías y sus conflictos a lo largo de la historia. Me hizo soñar con la posibilidad de fusionar mi pasión por la ciencia con mi vocación humanista, me permitió dar mis primeros pasos como científico social.

Tal como dije, desde mis 13 años nunca he abandonado la lectura, siempre ha habido un libro en mis manos, «en la cabecera de mi cama» o en mi escritorio. Si no leo un día me siento mal. Pero entre tanta bibliofilia siempre estarán los diez primeros que guiaron todos los demás.

domingo, julio 22, 2018

Entrevista al amigo e historiador Tomás Straka en el "2001" sobre Simón Bolívar


LA CONVERSA.HISTORIADOR TOMAS STRAKA. GUSTAVO ORTIZ97


Roberto Romanelli | rromanelli@bloquedearmas.com
Aunque otros gobiernos y mandatarios manipularon la figura de Simón Bolívar a través de la historia, el chavismo lo usó como un factor de división de los venezolanos, lo que “ha hecho que sectores importantes de venezolanos se estén distanciando de Bolívar, sobretodo los más jóvenes, y gente que hasta le está teniendo rabia a Bolívar”.
Así lo expresa el historiador y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Tomás Straka, en vísperas de un nuevo aniversario del natalicio del Libertador.
El investigador añadió que por esta “identificación en una bandería política" de la imagen de Bolívar, “la connotación bolivariana en Venezuela que era de por si positiva, se ha diluido en términos de la sociedad”.
“Muchos se han dado cuenta de lo peor que puede haber en el culto a Bolívar, asi como había cosas positivas, podía tener consecuencias negativas, entonces, la gente se asustó del constructo, del artefacto de Bolívar, miren como esta forma de narrar, de explicar la historia, se ha traducido en esta forma de entender la realidad y de gestionarla”, dijo en alusión a la situación actual.
¿Qué podemos reivindicar de Bolívar que pueda servir para hacer avanzar al país?
Lo primero que habría que subrayar es su carácter de venezolano universal. Bolívar, de lejos, tuvo una ejecutoria, un protagonismo en la historia americana que le da una proyección universal, en el sentido de expandir la libertad y los derechos de los ciudadanos. Indistintamente de las observaciones que pudieran hacerse desde el 2018 a Bolívar, y las críticas que se hicieron en su momento -porque Bolívar no tuvo una aprobación unánime ni tenia porque tenerla- pero tal vez de cara al porvenir, la posibilidad de que desde las oportunidades que daba una Venezuela muy restringida, muy pobre, muy aislada del mundo como era la Venezuela del siglo 19, se pueden hacer ejecutorias que empujan realmente o ayudan a empujar a la sociedad a una civilización mas amplia de libertad e igualdad para todos. Creo que Bolívar une en eso.
¿Qué es lo más dañino que se ha hecho con Bolívar, no sólo en este régimen?
Convertirlo en una especie de dogma, de dios tutelar, convertir el bolivaniarismo como dijo (el abogado e historiador) Luis Castro Leiva, en una teología, la teología bolivariana. Es decir agarrar a Bolívar como un héroe para todas las cosas, en base a lo cual Bolívar es una especie de bola de cristal donde cada quien ve reflejado lo que quiere y en esa suerte de saco de sastre la gente mete la mano y toma el pedazo de Bolívar que más le convenga. Esto tuvo muchas consecuencias negativas, una de las cosas negativas de esa conversión de Bolívar en ese dios tutelar de la sociedad venezolana es que apuntala al personalismo. Todos nuestros presidentes o nuestros dictadores han querido verse a si mismo como una especie de segundo Bolívar, lo dicen deliberadamente. Entonces, la construcción de ese culto a Bolívar es una emanación que se retroalimenta con el culto a la personalidad, buscar salvadores, buscar un hombre providente que resuelva todo, está íntimamente relacionado con la educación que recibimos los venezolanos ante Bolívar.
¿Es un culto a la personalidad?
Bolívar fue un hombre capaz de todo, del cual habría que esperar todo lo bueno, al que había que obedecer acríticamente, un hombre que era perfecto, un hombre sin fisuras, ese modelo del hombre perfecto a cuya ausencia se atribuye muchos de los males de Venezuela, es un terreno fértil para que la gente busque otro hombre perfecto. La construcción del personalismo está intímamente vinculado con ese culto a Bolívar que en última instancia es un culto a la personalidad.
¿Bolívar no sustituye la figura del Rey?
En buena medida hay de esto, ¿Qué ocurre? ya había un terreno, unas condiciones propicias para que ello ocurriera, más o menos en el mundo había el culto a Napoleón, el culto a Washington, son los referentes que se toman para comenzar en vida el culto a Bolívar, es decir las acusaciones de personalista, de que era un rey, de no fomentar el equilibrio, arranca con Bolívar en vida, pero en nuestro caso eso se va a vincular además con la necesidad de que la República tenía que buscar alguna legitimidad que estaba asociada o que ocupara el espacio que había dejado vacío la ausencia del rey.
¿Habría que redimensionar a Bolívar?
Que una sociedad tenga héroes no es un problema en sí mismo. Que tenga un héroe máximo no es un problema en si mismo. El problema es el uso, la dimensión que tiene ese culto al héroe y las consecuencias que puede tener por ejemplo cuando no promueve determinados valores. Entonces redimensionar el culto a Bolívar en función del venezolano excepcional que fue, un hombre con realizaciones importantes que tuvo, entendiéndolo en los justos límites de un hombre que por muy excepcional al fin y al cabo era hombre y que tenía ideas que no tenemos que aceptar como un dogma de fe sino que son ideas que son merecedoras de ser discutidas, de ser comprendidas pero no de ser obedecidas como un libro sagrado, creo que ese redimensionamiento puede ser positivo.
¿Qué significado tiene Bolívar ahora, con dos bandos que lo reivindica para sí?
Bolívar ha tenido muchos significados a través de la historia, porque cada régimen se ha cosido un Bolívar a la medida, desde el Bolívar magistrado católico, con ese catolicismo que impulsaba la Iglesia bajo la figura del cardenal Humberto Quintero, al Bolívar de López Contreras que era exaltado como la base posible para una ideología nacional que sirviera para contrarrestar lo que el veía como las ideologías extranjeras, un Bolívar anticomunista, al Bolívar de Chávez como uno de los precursores del socialismo, nos damos cuentas que hay muchos Bolívar posibles. Es una especie de dios como Krisna, el dio hindú que cuando le piden que enseñe todos sus rostros, tiene millares de rostros distintos.
Hoy, en Venezuela, ocurre una cosa que no había ocurrido nunca, el exceso de utilización de Bolívar en el discurso político, los excesos a los que se ha llegado con el culto a Bolívar y su identificación con una bandería en particular, el chavismo, ha hecho que la suerte de la imagen de Bolívar esté más o menos atada a la suerte del chavismo. Es decir la connotación bolivariana en Venezuela que era de por si positiva, la apelación a Bolívar como referente inapelable, el referente más alto que podíamos tener nosotros para cualquier cosa, se ha diluido en términos de la sociedad.
¿Lo convierten en un factor de división?
Sin duda porque los chavistas comenzaron a hacer algo que no era la primera vez que ocurría, eso había pasado con el partido liberal, diciendo ‘todos los que están en contra nuestra son simplemente enemigos de Bolívar y de Venezuela’. Ese es el discurso de Guzmán Blanco, lo que pasa es que Guzmán Blanco ganó la partida y tenía a su favor una abrumadora mayoría de los venezolanos, de tal manera que logró utilizarse como un discurso federal en el siglo 20. Luego viene el caso de José Vicente Gómez que decía lo mismo, ‘yo soy el auténtico interprete de Bolívar y todos los malos hijos de la patria son los que están en contra mía', él va a confundir a Bolívar consigo mismo.
Luego, a lo largo del siglo 20 habíamos logrado unificar y sacar a Bolívar del discurso político cotidiano y dejarlo para el discurso de Estado. Esto que se decidió después de la democracia del 58, de que ningún partido político podía utilizar símbolos patrios para su parcialidad porque tenía que ser un patrimonio compartido de todos los venezolanos, iba en esa dirección, de manera que a partir de la década de los 40, Bolívar termina de ser una figura de integración para todos los venezolanos.
Pero no era intocable...
No se podía cuestionar, era el dios de todos los venezolanos, precisamente por esto era una oportunidad en donde podíamos sentarnos a dialogar, tenía esa función, unificadora, esa es la función del héroe nacional, es una especie de padre de patriarca del cual venimos todos, de cuyo simiente venimos todos.
¿Eso cambió con Chávez?
Cambió con el chavismo, Bolívar va a ser el héroe de una bandería. En esto ocurren dos cosas, el chavismo nunca fue una mayoría tan abrumadora como la que había sido la que apoyó al sistema democrático, o que apoyó al guzmancismo. Chávez siempre tuvo al menos un 40% de la sociedad que no lo apoyó y que estuvo en su contra, eso no la tuvo en contra Betancourt ni Guzmán Blanco y probablemente en sus mejores tiempos, José Vicente Gómez. El enorme poder de Chávez fue que tuvo la capacidad de tomar un Estado que era todopoderoso, que tenía unos superpoderes que no tenia el Estado de Betancourt, ni de Gómez, ni de Guzmán Blanco. Eso vuelve a Chávez un hombre todopoderoso y explica porque Nicolás Maduro está en el poder -pero éste es otro tema- al Chávez y los chavistas declararse bolivarianos, hay 40% de la población que sienten por lo menos algún tipo de reserva frente a Chávez.
¿Ha encontrado algún indicio de un Bolívar como precursor del socialismo?
Bolívar es un hombre complejo, porque su pensamiento fue una amalgama de distintas cosas que él elabora con bastante originalidad para resolver los problemas concretos de esa América (...) en esa amalgama, hay aspectos en Bolívar que son muy revolucionarios, muy de vanguardia como el abolicionismo de la esclavitud o la educación popular, hay aspectos que en su momento era bastantes liberales, de avanzada, bastante democráticos, Bolívar nunca puso en duda la necesidad de las elecciones, del voto (...) junto a eso tiene otras aspectos que son bastante aristocratizantes, él quiere conseguir desesperadamente orden para un país que es un enorme desorden, (...) y ve el orden encima de cualquier cosa porque le va a permitir hacer las otras transformaciones,
Pero aspectos socialistas...
Socialista no puede ser ninguno. La verdad que ni el mismo Chávez ha dicho que Bolívar fue un primer socialista o no lo dijo de esa manera. Las principales tesis que plantea el Plan de la Patria no tienen que ver con el proyecto político de Bolívar.
¿Chávez “enchavó” o “rayó” a Bolívar?
Sin duda.
¿Quién se beneficia de eso?
Yo creo que uno de los grandes ganadores en el pensamiento, en la memoria histórica venezolana, con las limitaciones del caso, es Betancourt y los héroes de la democracia, en el año 98 nadie daba tres lochas por la democracia, ahora la gente siente como aquel que deja un trabajo o una pareja porque está muy bravo y después de no conseguir un trabajo o una pareja mejor, empieza a arrepentirse.

Bautizo del libro "Sembrar cacao y pedir prestado" de la historiadora María Dolores Peña González este viernes 27 de julio en la Hacienda La Trinidad

El libro se puede descargar al darle click a la imagen. 

sábado, julio 21, 2018

El miércoles 25 de julio a las 3:30 p.m. en la Hacienda La Trinidad: Charla "Caracas patrimonial: 451 años de historia y cultura" con los historiadores Daniel Terán y Víctor Pineda,


#EventosHLT | ¡La próxima semana celebramos el aniversario de Caracas en nuestros espacios!

El miércoles 25 de julio a las 3:30 p.m. te esperamos en nuestra #CasadeHacienda para la Charla "Caracas patrimonial: 451 años de historia y cultura" con los historiadores Daniel Terán y Víctor Pineda, ambos profesores de la Universidad Católica Andrés Bello. 
Se destacará el valor patrimonial que tiene nuestra ciudad en su totalidad y como ha evolucionado en estos 451 años. Resaltaremos la importancia que tienen los ciudadanos que se quedan y el rol que ejercemos todos a la hora de cuidar la ciudad y promover el patrimonio cultural.

La entrada es libre, pero el cupo es limitado. Reserva tu puesto escribiendo a cursoshltpc@gmail.com


miércoles, julio 18, 2018

A 30 años de graduados del colegio Santiago de León (nuestra columna de los miércoles en El Nacional)


A 30 años de graduados del colegio Santiago de León

Carlos Balladares Castillo

Publicado en El Nacional 

Resultado de imagen para colegio santiago de leónEl sábado 14 de julio pasado tuve el honor y el placer de asistir a la fiesta por el 30 aniversario de la promoción de bachilleres del colegio Santiago de León de Caracas, promoción a la cual pertenezco. Agradezco especialmente al comité organizador por hacerlo realidad. No es una tarea fácil, y mucho menos en los tiempos que padecemos en Venezuela, de allí el mérito que tienen por lograr mantenernos en contacto y reunirnos. Volver a los espacios - la fiesta se hace en la sede del colegio - en los que crecimos nos hace volver de algún modo a aquellos tiempos con su caudal de alegrías y dificultades.

Por la globalización y especialmente por la tragedia que sufre el venezolano desde hace dos décadas, de 120 alumnos aproximadamente que se graduaron en 1988 solo quedan poco más de 50 en el país. Si restamos los que faltan a estas reuniones por diversos motivos solo pudimos reencontrarnos poco más del 20% original. A pesar de ello, para mí resultó una gratísima experiencia, porque la mayoría me demostró un especial cariño al vernos. Existe un vínculo forjado en el período más importante de nuestra vida (porque en él se formó nuestra personalidad), y si en algún momento hubo una pelea infantil que nos hizo guardar un reconcomio, he descubierto que el tiempo lo ha borrado o transformado para bien.

Esa experiencia se la comenté a algunos el sábado y recordamos como en el pasado siempre existían diferentes conflictos, uno de ellos era entre los populares y los que no lo eran. Ahora todo eso ha desaparecido, “la vida da muchas vueltas”, y lo mejor es centrarnos en lo que nos une: somos “santiagueños” y los que seguimos acá (con la ayuda de los que están afuera): “¡Vamos a reconstruir el país!”, frase que la repetían muchos y podías sentir que ya se estaba empezando a hacer realidad.
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Ante nosotros estaba el mismo colegio, con pequeñas reformas estructurales, pero es ¡el mismo! Y era tan fuerte esta sensación de viajar en el tiempo, que cuando veíamos a un excompañero creíamos estar viendo al niño que fue. Para colmo, nos acompañaron cuatro profesoras que nos dieron clases ¡hace más de 30 años! Agradecidos estamos con su paciencia, con sus enseñanzas, con sus valores.

Cada quien tiene sus recuerdos, pero en mi caso representan el impacto de ciertas enseñanzas: nunca olvidaré cuando el profesor de química dejó de explicar fórmulas para dar ejemplos de urbanidad, los cuales sigo aplicando hasta el día de hoy. Y muy especialmente mis mejores amigos con los que compartí el paso de la niñez a la adolescencia y por lo cual nos creíamos adultos; y estábamos totalmente fascinados por el descubrimiento de la ciencia, la historia y la literatura.

Disculpen si no doy mayores detalles del Santiago en los ochenta, por eso me gustaría ahora que mis compañeros se animaran a escribir algún artículo o darme su testimonio para ayudar a acercarme, por esta manía de historiarlo todo, a la verdad de aquellos años. Y aprovecho para pedir disculpas por tener abandonados a mis amigos del colegio, por no llamarlos y preguntar cómo están, por desaparecerme. Ruego a Dios que este reencuentro con algunos me anime a cuidar mejor a mis amigos de los tiempos que nos hicieron ser lo que somos.

martes, julio 17, 2018

Discurso íntegro del expresidente de EEUU: Barck Obama en la Conferencia Anual sobre Nelson Mandela de 2018


Me ha parecido un excelente discurso que dejo por acá como fuente primaria de una posición prodemocrático en contra de los populismos y los peligros en general que afrontan las democracias y las libertades en la segunda década del siglo XXI. 

                                                           Profeballa

Resultado de imagen para obama en sudáfrica julio 2018“Seguid alzando la voz” (discurso íntegro video)
Intervención de Barack Obama en la Conferencia Anual sobre Nelson Mandela de 2018

El exvicepresidente Barack Obama, durante su discurso del 17 de julio en Johanesburgo, en el centenario de Nelson Mandela. SIPHIWE SIBEKO (REUTERS)
Gracias a Mama Graça Machel, a los miembros de la familia Mandela, la familia Machel, el presidente Ramaphosa, que ha dado una nueva esperanza a este gran país, distinguidos invitados, Mama Sisulu y la familia Sisulu, el pueblo de Sudáfrica. Es un honor especial para mí estar aquí con todos ustedes, reunidos para celebrar el nacimiento y la vida de uno de los auténticos gigantes de la historia. Empezaré con una pequeña corrección (risas) y unas cuantas confesiones. La corrección es que bailo muy bien (risas). Quiero que quede claro. Michelle baila un poco mejor. Empecemos ahora con las confesiones:
La primera es que no estaba exactamente invitado a estar hoy aquí. Graça Machel me ordenó educadamente que viniera (aclamaciones). La segunda confesión es que he olvidado mis conocimientos de geografía y el hecho de que en Sudáfrica estamos ahora en invierno (risas). No me he traído ningún abrigo, y esta mañana he tenido que enviar a una persona al centro comercial porque me he tenido que poner unos calzoncillos largos (risas). Al fin y al cabo, nací en Hawái. La tercera cosa que debo contar es que cuando mi equipo me dijo que tenía que dar una conferencia pensé en esos viejos profesores estirados, con traje de tweed y pajarita. Me pregunté si esta era una señal más de mi nueva etapa, junto con las canas y los problemas de la vista. Pensé en que mis hijas creen que todo lo que les digo es un sermón (risas). Me acordé de los periodistas estadounidenses y de lo frustrados que solían sentirse con mis respuestas interminables en las ruedas de prensa, cuando no lograban sacarme declaraciones ni de dos minutos.
Sin embargo, dados los extraños e inciertos tiempos en los que vivimos —que son extraños, y son inciertos-, en los que las noticias de cada día generan nuevos titulares confusos e inquietantes, he pensado que tal vez sería útil retroceder un instante y tratar de ver las cosas con cierta perspectiva. Por eso les pido que me disculpen, —a pesar de que hace algo de frío—, si dedico gran parte de esta conferencia a recordar dónde hemos estado y cómo hemos llegado hasta aquí, con la esperanza de que esta reflexión nos sirva de guía para saber cuál es el camino a seguir.
Hace 100 años Madiba nació en la aldea de M —vaya, siempre me pasa lo mismo (risas), tengo que aprender a pronunciar bien la M cuando estoy en Sudáfrica— Mvezo, eso es. En realidad, es porque hace tanto frío que se me pegan los labios (risas). En su autobiografía, él habla de una infancia feliz: cuidaba del ganado, jugaba con otros niños, y luego fue a una escuela donde una maestra le puso el nombre inglés de Nelson. Como muchos de ustedes saben, Madiba decía que “no tenía ni idea” de por qué lo llamó así.
No había ninguna razón para creer que un niño negro en esa época, en este lugar, iba a cambiar la historia. Sudáfrica no llevaba ni una década liberada del dominio británico. En ese momento ya se estaban elaborando las leyes para poner en práctica la segregación y la opresión racial, lo que se conocería luego como el Apartheid. La mayor parte de África, incluida la tierra natal de mi padre, vivía bajo el poder colonial. Las potencias europeas, que habían puesto fin a una horrible guerra mundial pocos meses antes de que naciera Madiba, decidieron que este continente y sus habitantes eran, sobre todo, el botín de una disputa por el territorio, por sus abundantes recursos naturales y su mano de obra barata. La inferioridad de la raza negra se daba por descontada, así como la indiferencia hacia la cultura, los intereses y las aspiraciones de la gente de color.
Esta visión del mundo —que defiende que ciertas razas, naciones y grupos son superiores al resto, que fomenta la violencia y la coacción como la base fundamental para gobernar, basada en la ley del más fuerte y cimentada en la idea de que la riqueza se obtiene sobre todo por la fuerza— no se limitaba a las relaciones entre Europa y África ni entre blancos y negros. Los blancos también explotaban a otros blancos cuando podían. Y, por cierto, los negros también estaban muchas veces dispuestos a hacer lo mismo con otros negros. En todo el mundo, la mayoría de la gente tenía una vida de subsistencia, sin voz ni voto en la política ni en la economía. A menudo estaban sometidos al capricho y la crueldad de unos líderes ajenos a la realidad de sus países. Una persona corriente no tenía posibilidades de cambiar las circunstancias que determinaban su lugar de nacimiento. Las mujeres estaban supeditadas a los hombres. El privilegio y el estatus estaban rígidamente vinculados a la casta y al color de la piel, el origen étnico y la religión. Incluso en mi propio país, en una democracia como Estados Unidos, basada en la declaración de que todos los hombres son iguales, la segregación racial y la discriminación sistemática eran legales en casi la mitad del país y habituales en todo el resto.
Así era el mundo hace solo 100 años. Hoy todavía siguen vivas muchas de las personas que vieron aquella realidad. Por eso no es ninguna exageración calificar de extraordinarias las transformaciones que han tenido lugar desde entonces. Una Segunda Guerra Mundial, todavía más terrible que la primera, y una cascada de movimientos de liberación en África, Asia, Latinoamérica, Oriente medio, acabaron, por fin, con el poder colonial. Cada vez más pueblos, que habían sido testigos de los horrores del totalitarismo, las matanzas masivas del siglo XX, empezaron a adoptar una nueva visión para la humanidad, una nueva idea basada no solo en el principio de autodeterminación de los pueblos, sino en la democracia, el Estado de derecho, los derechos civiles y la dignidad de cada persona.
En los países con economías de mercado surgieron movimientos sindicales, se instituyeron normas comerciales y de salud e higiene. Se amplió el acceso a la enseñanza pública, nacieron los sistemas de bienestar social para contener los excesos del capitalismo y reforzar su capacidad de ofrecer oportunidades, no a unos pocos, sino a todo el mundo. El resultado fue un crecimiento económico sin precedentes. La expansión de la clase media. En mi país, la fuerza moral del movimiento de los derechos civiles no solo acabó con las leyes de Jim Crow, sino que abrió las puertas para que las mujeres y los grupos históricamente marginados encontraran su espacio público y reclamaran sus derechos de plena ciudadanía.
Nelson Mandela dedicó su vida a este largo camino hacia la libertad, la justicia y la igualdad de oportunidades. Al principio luchó por este lugar, su país, para terminar con el Apartheid y garantizar la igualdad política, social y económica de los ciudadanos no blancos y sin derechos de Sudáfrica. Sin embargo, gracias a su sacrificio, su liderazgo infatigable y, sobre todo, a su ejemplo moral, Mandela y el movimiento que encabezaba cruzó fronteras. Su figura encarnó las aspiraciones universales de las personas más desfavorecidas. Les insufló esperanza y les hizo ver que era posible una transformación moral en la conducta de los seres humanos.
La luz de Madiba era tan brillante que incluso desde su estrecha celda de Robben Island llegó a inspirar a un joven estudiante que vivía en el otro extremo del planeta a finales de los setenta. Fue capaz de hacerme pensar en cómo podría contribuir a hacer del mundo un lugar más justo, me ayudó a cuestionarme mis prioridades. Más tarde, cuando estudiaba Derecho, vi a Madiba salir de prisión, sólo unos meses después de la caída del muro de Berlín. Sentí la ola de esperanza que recorrió los corazones de todo el planeta. ¿Recuerdan ese sentimiento? Parecía que las fuerzas del progreso eran imparables. Con cada paso que daba Madiba, uno sentía que ese era el instante en el que las viejas estructuras de violencia y represión y los antiguos odios que durante tanto tiempo habían cercenado las vidas de la gente y reprimido el espíritu humano, estaban derrumbándose ante nuestros ojos.
Y luego, cuando Madiba condujo a esta nación a través de las laboriosas negociaciones, la reconciliación, las primeras elecciones libres y democráticas, cuando todos presenciamos la delicadeza y la generosidad con la que aceptó a sus antiguos enemigos y la sabiduría que demostró al apartarse del poder cuando pensó que su labor estaba hecha, comprendimos (aplausos) que los subyugados y los oprimidos no eran los únicos que estaban liberándose de los grilletes del pasado. Madiba estaba ofreciendo al opresor un regalo, la oportunidad de ver la realidad de otra manera, de participar en la construcción de un mundo mejor.
Durante las últimas décadas del siglo XX, la visión progresista y democrática que representaba Nelson Mandela estableció, en muchos sentidos, los términos del debate político internacional. Eso no quiere decir que su manera de hacer política fuera siempre la triunfadora, pero sí que fijó las condiciones, los parámetros; nos enseñó una forma de reflexionar sobre el significado del progreso y siguió empujando el mundo hacia adelante. Todavía hubo tragedias, sangrientas guerras civiles, desde los Balcanes hasta el Congo. Sin embargo, a pesar de las luchas étnicas y sectarias que siguieron estallando con una frecuencia desgarradora, la persistencia de la disuasión nuclear, la existencia de un Japón próspero y pacífico, de una Europa unificada y afianzada en la OTAN y de la entrada de China en el sistema comercial mundial redujeron enormemente la posibilidad de una guerra entre las grandes potencias. En Europa, África, Latinoamérica y el sudeste de Asia las dictaduras empezaron a dejar paso a las democracias. El mundo fue a mejor. El respeto a los derechos humanos y el principio de legalidad, plasmado en una declaración de Naciones Unidas, se convirtieron en la norma básica para la mayoría de los países, incluso en los sitios en los que la realidad estaba muy alejada de todos esos ideales. Incluso cuando se violaban los derechos humanos, los culpables empezaron a tener que estar a la defensiva.
Todos estos cambios geopolíticos llegaron acompañados de transformaciones económicas. Las economías que habían estado cerradas se abrieron, y eso, unido a la integración mundial impulsada por las nuevas tecnologías, permitió que se pusiera en marcha el talento emprendedor entre quienes habían permanecido al margen de la economía mundial. De pronto, empezaron a ser importantes. Tenían poder y la posibilidad de hacer cosas. Después llegaron los avances científicos, las nuevas infraestructuras y la disminución de los conflictos armados. De pronto, salieron de la pobreza mil millones de personas. Algunos de los países que siempre habían pasado hambre fueron capaces de alimentarse, y las tasas de mortalidad infantil cayeron en picado. Mientras tanto, la difusión de Internet permitió que la gente de todos los continentes se conectara. Las culturas y los continentes se unieron de forma inmediata. Surgió la posibilidad de que un niño pudiera tener a su alcance todos los conocimientos del mundo incluso en la aldea más remota.
Esto sucedió en solo unas décadas. Todos esos avances son reales, amplios y profundos, y se produjeron, si tenemos en cuenta toda la historia de la humanidad, en un abrir y cerrar de ojos. Hoy existe una generación que ha crecido en un mundo que, en la mayoría de los aspectos, es cada vez más libre, más saludable, más rico, menos violento y más tolerante.
Todo esto debería darnos esperanzas. Pero, aunque no podemos negar los grandes avances que ha hecho nuestro mundo desde que Madiba salió de prisión, también debemos ser conscientes de todos los aspectos en los que el orden internacional no ha estado a la altura de las expectativas. El hecho de que los gobiernos y los poderosos no hayan afrontado verdaderamente los fallos y las contradicciones de ese orden internacional es una de las razones por las que gran parte del mundo corre hoy el peligro de volver a una vieja forma de actuar más brutal y peligrosa.
Por eso tenemos que empezar por reconocer que, por más leyes que existan sobre el papel, por más declaraciones maravillosas que figuren en las constituciones, por más bellas palabras que se hayan pronunciado en las últimas décadas en las cumbres internacionales o en los pasillos de Naciones Unidas, las viejas estructuras de poder y privilegio, de injusticia y explotación nunca desaparecieron del todo. Nunca se desmantelaron por completo (aplausos). Las diferencias entre castas siguen determinando la vida de los habitantes del subcontinente indio. Las diferencias étnicas y religiosas siguen influyendo en las oportunidades de la gente, ya sea en Europa central o en el Golfo. Es innegable que la discriminación racial sigue presente tanto en Estados Unidos como en Sudáfrica (aplausos y aclamaciones). Y también es innegable que las desigualdades acumuladas durante años de opresión institucional han creado inmensas diferencias de rentas, riqueza, educación, sanidad, seguridad personal y acceso al crédito. En todo el mundo, a las mujeres y las niñas se les sigue obstaculizando el acceso a posiciones de poder y autoridad (aplausos y aclamaciones). Se les sigue impidiendo el acceso a una educación básica. Son víctimas, en una proporción abrumadora, de violencia y malos tratos. Se les paga menos que a los hombres por el mismo trabajo. Todo eso sigue ocurriendo (aplausos y aclamaciones). Hay barrios, ciudades, regiones, países enteros a los que las oportunidades no han llegado, a pesar de las maravillas de la economía globalizada y los rascacielos relucientes que han transformado paisajes en todo el mundo.
En otras palabras, existen demasiadas personas para las que, cuanto más han cambiado las cosas, más han seguido siendo iguales (aplausos).
Y, si bien la globalización y la tecnología han abierto nuevas oportunidades, han impulsado un crecimiento económico extraordinario en zonas del mundo que antes malvivían, también han trastocado los sectores agrarios e industriales de muchos países. Han reducido enormemente la demanda de ciertos tipos de trabajadores y han contribuido a debilitar a los sindicatos y la capacidad de negociación de los trabajadores. Han permitido que al capital le resulte más fácil eludir las leyes y los reglamentos fiscales de las naciones-Estado y transferir millones, miles de millones de dólares con solo tocar una tecla de un ordenador.
La consecuencia de todas estas tendencias ha sido el estallido de las desigualdades económicas. Unas cuantas docenas de personas tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad (aplausos). Esta no es una exageración, es pura estadística. En muchos países de rentas medias y en vías de desarrollo, la nueva riqueza ha seguido empeorando la situación de la gente, porque ha reforzado y aumentado los modelos de desigualdad existentes, y la única diferencia es que ha creado todavía más oportunidades de corrupción a una escala gigantesca. Para las familias de clase media en economías avanzadas como Estados Unidos, que antes disfrutaban de una situación estable, estas tendencias han significado más inseguridad económica, especialmente para las personas que no tienen una especialización laboral, que trabajaban en el sector industrial, en fábricas, en agricultura.
Prácticamente en todos los países, el desproporcionado poder económico de los que están en la cima les ha otorgado una influencia desmedida en la vida política y los medios de comunicación, la capacidad de decidir qué políticas son prioritarias y qué intereses acaban menospreciados. Hay que señalar que esta nueva élite internacional y la clase profesional que la sostiene son diferentes de las viejas aristocracias gobernantes. Muchos de sus miembros se han hecho a sí mismos. Entre ellos hay defensores de la meritocracia. Y, aunque en su mayoría siguen siendo varones blancos, como grupo, reflejan una diversidad de nacionalidades y etnias imposible de imaginar hace 100 años. Muchos de ellos se consideran de ideas políticas progresistas, cosmopolitas y modernos. No caen en el provincianismo ni el nacionalismo, en el prejuicio racista descarado ni en un sentimiento religioso demasiado fuerte, están igual de cómodos en Nueva York como en Londres, Shanghái, Nairobi, Buenos Aires o Johannesburgo. Muchos ejercen un humanitarismo sincero. Para algunos, Nelson Mandela es uno de sus héroes. Algunos incluso apoyaron a Barack Obama en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y, gracias a mi condición de antiguo jefe de Estado, me consideran miembro honorario de su club (risas). Y me invitan a todo tipo de actos (risas), me pagan el billete.
Aun así, en sus negocios, muchos titanes de la industria y las finanzas están cada vez más al margen de un lugar concreto, de una nación-Estado, tienen vidas cada vez más aisladas de las penalidades que sufre la gente en sus respectivos países (aplausos). Y sus decisiones —la de cerrar una fábrica, la de intentar pagar los mínimos impuestos a base de trasladar sus beneficios a un paraíso fiscal con la ayuda de contables o abogados muy bien remunerados, la de emplear a trabajadores inmigrantes, más baratos, la de pagar un soborno—, muchas veces, no tienen motivos perversos; no son más que la respuesta racional, dicen, a las exigencias de sus hojas de balance, sus accionistas y las presiones de la competencia.
Pero esas decisiones se toman demasiadas veces sin tener en cuenta la solidaridad humana, ninguna comprensión básica de las consecuencias que esas decisiones van a tener para personas concretas en comunidades concretas. Desde sus salas de juntas y sus retiros, los que toman las decisiones que repercuten en el mundo entero no tienen la oportunidad de ver el dolor en el rostro de un trabajador despedido. Sus hijos no sufren cuando se hacen recortes en educación y sanidad porque hay menos ingresos fiscales debido a la evasión de impuestos. No pueden oír el resentimiento de un viejo obrero cuando se queja de que el recién llegado al lugar en el que él trabajaba no habla el mismo idioma que él. No sufren la incomodidad y el desplazamiento que pueden sentir otros ciudadanos cuando la globalización provoca un vuelco, no solo de las estructuras económicas, sino también de las costumbres sociales y religiosas.
Por eso hubo tanta gente que, al acabar el siglo XX, mientras varios comentaristas occidentales estaban proclamando el fin de la historia y el triunfo inevitable de la democracia liberal y las virtudes de la cadena de suministro mundial, no supo ver las señales de la reacción que estaba fraguándose, una reacción que adoptó muchas formas. Se anunció de manera violenta con el 11-S y la aparición de las redes terroristas internacionales, alimentadas por una ideología que tergiversaba una de las grandes religiones mundiales y proclamaba una lucha entre el islam y Occidente y entre el islam y la modernidad, y la desafortunada decisión de Estados Unidos de invadir Irak no contribuyó a mejorar las cosas, sino que aceleró un conflicto sectario (aplausos). Rusia, humillada por la pérdida de influencia desde la caída de la Unión Soviética y amenazada por los movimientos democráticos junto a sus fronteras, empezó de pronto a reafirmar un control autoritario y, en ciertos casos, a interferir en los asuntos de sus vecinos. China, envalentonada por sus éxitos económicos, empezó a enfurecerse por las críticas a su actuación en materia de derechos humanos y dijo que la defensa de los valores universales no era más que una injerencia extranjera, el viejo imperialismo con un nombre nuevo. Dentro de Estados Unidos, y la Unión Europea, los retos a la globalización surgieron primero en la izquierda pero luego adquirieron más fuerza en la derecha, y empezamos a ver movimientos populistas —por cierto, a menudo cínicamente financiados por multimillonarios de derechas que solo quieren reducir las restricciones oficiales a sus intereses económicos— que conectaron con el malestar que sentían muchas personas apartadas de los centros urbanos, el temor a perder su seguridad económica, a que se erosionasen su estatus social y sus privilegios, a que su identidad cultural estuviera amenazada por unos extranjeros, unas personas que no tenían su mismo aspecto ni hablaban ni rezaban como ellas.
Lo peor fue seguramente el devastador efecto de la crisis financiera de 2008, el comportamiento irresponsable de unas élites que provocó años de dificultades para la gente corriente de todo el mundo y que dejó sin contenido todas las garantías anteriores de los expertos, todas esas afirmaciones de que los reguladores financieros sabían lo que hacían, que había gente supervisando, que la integración económica mundial era algo indiscutiblemente bueno. Gracias a las medidas tomadas por los gobiernos durante la crisis y las enérgicas medidas aprobadas por mi gobierno, la economía mundial ha recuperado un firme crecimiento. Pero la credibilidad del sistema internacional, la fe en los expertos en sitios como Washington y Bruselas, quedó dañada.
Y entonces empezó a aparecer una política del miedo, del resentimiento y la trinchera, y ese tipo de política está hoy progresando. Está progresando a un ritmo inimaginable hace unos años. No soy alarmista, me limito a exponer los hechos. No hay más que mirar alrededor (aplausos). De pronto está en ascenso la política del hombre fuerte, que conserva las elecciones y una pseudodemocracia —solo en la forma— mientras que los que ocupan el poder tratan de socavar todas las instituciones y las normas que dotan a la democracia de significado (aplausos). En occidente tenemos partidos de extrema derecha que a menudo no solo presentan programas proteccionistas y de cierre de fronteras sino también un nacionalismo racista apenas oculto. Muchos países en desarrollo se fijan hoy en el modelo de control autoritario y capitalismo mercantilista de China y lo consideran preferible a las complicaciones de la democracia. ¿Qué más da tener o no libertad de expresión mientras la economía vaya bien? Se ataca la libertad de prensa. La censura y el control estatal de los medios son cada vez mayores. Las redes sociales, que se consideraban un mecanismo para promover el conocimiento, la comprensión y la solidaridad, han demostrado su eficacia a la hora de fomentar el odio, la paranoia, la propaganda y las teorías de la conspiración (aplausos).
Por consiguiente, ahora que conmemoramos el 100 aniversario de Madiba, nos encontramos en una encrucijada, un momento en el que dos visiones muy distintas del futuro de la humanidad compiten para conquistar a los ciudadanos de todo el mundo. Dos relatos diferentes sobre quiénes somos y quiénes debemos ser. ¿Cómo debemos reaccionar?
¿Debemos pensar que la ola de esperanza que sentimos cuando Madiba salió de la cárcel y cayó el Muro de Berlín era una esperanza ingenua y equivocada? ¿Debemos interpretar los últimos 25 años de integración mundial como un mero desvío del inevitable ciclo de la historia en el que el fuerte siempre tiene la razón y la política es una rivalidad hostil entre tribus, razas y religiones, en el que los países compiten en un juego de suma cero y están constantemente al borde del conflicto hasta que estalla una guerra total? ¿Es eso lo que pensamos?
Les voy a decir lo que creo yo. Creo en la visión de Nelson Mandela. Creo en una visión que era también la de Gandhi, Martin Luther King y Abraham Lincoln. Creo en una idea de igualdad, justicia, libertad y democracia multirracial, construida sobre la premisa de que todas las personas son iguales y nuestro creador dio a todas unos derechos inalienables (vítores y aplausos). Y creo que un mundo regido por esos principios es posible y puede lograr más paz y más cooperación en busca del bien común. Eso es lo que creo.
Y creo que no tenemos más remedio que seguir adelante; que quienes creemos en la democracia, los derechos civiles y una humanidad común, tenemos un relato mejor que contar. Y pienso que no es una opinión basada en sentimientos, sino en hechos irrefutables.
El hecho de que las sociedades más prósperas y triunfadoras del mundo, las que tienen el mayor nivel de vida y el mayor grado de satisfacción entre su población, sean precisamente las que más cerca están de ese ideal progresista y liberal y las que han fomentado el talento y las contribuciones de todos sus ciudadanos.
El hecho de que se ha demostrado, una y otra vez, que los gobiernos autoritarios generan corrupción, porque no rinden cuentas ante nadie; que reprimen a su pueblo, acaban perdiendo el contacto con la realidad, cuentan cada vez más mentiras y, al final, provocan el estancamiento económico, político, cultural y científico. Comprobadlo en la historia. En los datos.
El hecho de que los países que se apoyan en el nacionalismo desatado y la xenofobia y en doctrinas de superioridad tribal, racial o religiosa, en los que ese es el principio que mantiene unidos a los ciudadanos, acaban por consumirse en guerras civiles o externas. No hay más que ver los libros de historia.
El hecho de que la tecnología no es un genio que pueda volver a la lámpara, por lo que ahora tenemos que acostumbrarnos a la idea de que estamos más conectados, las poblaciones van a seguir desplazándose y los retos medioambientales no van a desaparecer por sí solos, de modo que la única manera eficaz de abordar problemas como el cambio climático, las migraciones de masas y las enfermedades pandémicas será desarrollar sistemas que aseguren más cooperación internacional, no que la reduzcan (aplausos).
Nosotros tenemos un relato mejor. Pero decir que nuestra visión del futuro es mejor no significa que vaya a ganar inevitablemente. Porque la historia también demuestra el poder del miedo. La historia demuestra cómo la codicia y el deseo de dominar a otros se apodera de las mentes de los hombres. Especialmente de los hombres (risas y aplausos). La historia demuestra lo fácil que es convencer a la gente de que se vuelva en contra de los que tienen un aspecto distinto o rezan a Dios de otra forma. Por eso, si verdaderamente queremos continuar el largo camino de Madiba hacia la libertad, vamos a tener que esforzarnos más y vamos a tener que ser más inteligentes. Vamos a tener que aprender de los errores del pasado reciente. De modo que, en el breve tiempo que me queda, quiero sugerirles unas cuantas pautas para seguir de ahora en adelante, unas pautas sacadas de la labor de Madiba, sus palabras y las enseñanzas de su vida.
En primer lugar, Madiba nos enseña, a quienes creemos en la libertad y la democracia, que vamos a tener que luchar más para reducir las desigualdades y promover unas oportunidades económicas duraderas para todos (aplausos).
Yo no creo en el determinismo económico. No solo de pan vive el ser humano. Pero sí necesita pan. Y la historia nos enseña que las sociedades que toleran grandes diferencias de riqueza dan pie a resentimientos, disminuyen la solidaridad y crecen más despacio; y que, cuando la gente alcanza un nivel que va más allá de la mera subsistencia, empieza a medir su bienestar en comparación con sus vecinos y en función de si sus hijos tendrán una vida mejor. Y la historia demuestra también que, cuando el poder económico está concentrado en manos de unos pocos, detrás va el poder político, y esa es una dinámica que socava la democracia. A veces puede tratarse de abierta corrupción, pero a veces puede no tener nada que ver con el intercambio de dinero, sino solo consistir en que los ricos consigan todo lo que quieren, que es una situación que erosiona la libertad.
Madiba lo comprendió. No es nada nuevo. Nos lo advirtió. Dijo: “Cuando la globalización significa, como ocurre tantas veces, que los ricos y los poderosos tienen nuevos medios para enriquecerse más y dotarse de más poder a expensas de los pobres y los débiles, [entonces] tenemos la responsabilidad de protestar en nombre de la libertad universal”. Eso es lo que dijo (aplausos). Por eso, si hoy nos tomamos en serio la libertad universal, si nos preocupa la justicia social, tenemos la responsabilidad de hacer algo al respecto. Y, con todos los respetos, quiero corregir lo que dijo Madiba. No suelo hacerlo, pero creo que no basta con que protestemos; tenemos que construir, tenemos que innovar, tenemos que averiguar cómo cerrar esas diferencias de riqueza y oportunidades que son cada vez más amplias dentro de cada país y entre unos países y otros (aplausos).
La forma de lograrlo será distinta según cada país, y sé que su nuevo presidente está muy dispuesto a remangarse para intentarlo. Los últimos 70 años nos han enseñado que no debe ser un capitalismo descontrolado, inmoral y sin regular, y tampoco un socialismo de vieja escuela en el que se controle todo desde arriba. Esas cosas ya se probaron y no dieron muy buenos resultados. En casi todos los países, el progreso dependerá de un sistema de mercado integrador, que asegure la educación a todos los niños, que proteja la negociación colectiva y garantice los derechos de todos los trabajadores (aplausos), que rompa los monopolios para fomentar la competencia en las pequeñas y medianas empresas, y que tenga unas leyes que acaben con la corrupción y garantice el juego limpio en los negocios; que mantenga cierto tipo de fiscalidad progresiva para que los ricos sigan siendo ricos pero devuelvan algo a la sociedad, de modo que todos los demás ciudadanos tengan dinero para financiar la sanidad universal y la jubilación, y sea posible invertir en infraestructuras e investigación científica con el fin de construir plataformas para la innovación.
Tengo que añadir, por cierto, que estoy sorprendido por el dinero que he cobrado, y no tengo ni la mitad que esa gente, ni la décima parte, ni la centésima parte. Hay un límite a lo que uno puede comer o la casa que se puede comprar (vítores y aplausos). Hay un límite a los viajes que se pueden hacer. Basta ya (risas). No hace falta hacer un voto de pobreza para decir: “Voy a ayudar un poco a otra gente, voy a atender a ese niño que no tiene suficiente para comer o necesita dinero para la escuela, voy a ayudarle. Voy a pagar un poco más de impuestos. No pasa nada. Puedo permitírmelo”. (Vítores y aplausos.) Me refiero a que es poco ambicioso no querer más que tener cada vez más , en vez de decir “Cuántas cosas tengo. ¿A quién puedo ayudar? ¿Cómo puedo dar cada vez más?” Porque esa es la verdadera ambición, las ganas de influir. Qué regalo tan maravilloso es poder ayudar a la gente, y no solo a uno mismo (aplausos). ¿Dónde estaba? Me he distraído (risas). Ya me entienden.
Se trata de promover un capitalismo integrador dentro de cada país y entre unos países y otros. Por ejemplo, mientras trabajamos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, debemos superar la mentalidad de obras benéficas. Tenemos que llevar más recursos a las bolsas más olvidadas del mundo mediante inversiones y acciones emprendedoras, porque en todo el mundo existe el talento, si se le da una oportunidad (vítores y aplausos).
En el sistema internacional de comercio, es legítimo que los países más pobres busquen acceso a los mercados más ricos. Y, por cierto, a los mercados más ricos les digo que su gran problema no es un pequeño país africano que vende té y flores. Ese no es su mayor obstáculo económico. También es normal que las economías avanzadas como Estados Unidos demanden reciprocidad a países como China, que ya no son países exclusivamente pobres, que exijan el acceso a sus mercados y que dejen de robar la propiedad intelectual y piratear nuestros servidores (risas).
No obstante, aunque haya cosas que discutir sobre las relaciones económicas y comerciales, es importante reconocer esta realidad: por más que la deslocalización de los puestos de trabajo del Norte hacia el Sur y de Occidente hacia Oriente fuera una tendencia dominante a finales del siglo XX, hoy, el mayor reto para los trabajadores en países como el mío es la tecnología. Y el mayor reto para su presidente, cuando piense en cómo aumentar el empleo, también va a ser la tecnología, porque la inteligencia artificial ya está aquí y es cada vez más poderosa, y van a tener coches sin conductor, y cada vez más servicios automatizados, y eso va a hacer más difícil dar empleo de calidad a la gente, y vamos a tener que ser más imaginativos y reconcebir por completo nuestra organización social y política, para proteger la seguridad económica y la dignidad que van asociadas al empleo. Un trabajo no solo da dinero; da también dignidad, y estructura, y una posición en el mundo, y un propósito (aplausos). Por eso vamos a tener que pensar en nuevas formas de reflexionar sobre estos problemas, como la renta universal, la revisión de nuestra jornada semanal, cómo reconvertir a nuestros jóvenes, cómo hacer que todo el mundo sea, en cierto modo, emprendedor. Y vamos a tener que preocuparnos por la economía para restablecer verdaderamente la democracia.
En segundo lugar, Madiba nos enseña que ciertos principios son auténticamente universales. El más importante es el principio de que estamos unidos por una humanidad común y que cada persona tiene una dignidad y un valor intrínsecos. Es increíble que tengamos que seguir reivindicando esto hoy día. Más de un cuarto de siglo después de que Madiba saliera de la cárcel, todavía tengo que estar aquí y dedicar tiempo a decir que los negros, y los blancos, y los asiáticos, y los latinoamericanos, y las mujeres, y los hombres y los gays, y los heterosexuales somos todos seres humanos, que nuestras diferencias son superficiales, y que debemos tratarnos unos a otros con atención y respeto. Me parece que a estas alturas ya deberíamos saberlo. Pero resulta que ahora estamos presenciando la reciente deriva hacia la política reaccionaria, que la lucha por una justicia fundamental nunca termina. Tenemos que estar constantemente alerta y luchar contra la gente que intenta ascender a base de aplastar a los demás. Tenemos que ofrecer una resistencia activa, y este es un aspecto importante, especialmente en algunos países africanos como la tierra natal de mi padre. Ya he hablado en otras ocasiones de esto; debemos resistirnos a la idea de que los derechos humanos esenciales, como la libertad de discrepar, el derecho de las mujeres a participar plenamente en la sociedad, el derecho de las minorías a la igualdad de trato y el de las personas a no ser atacadas ni encarceladas por su orientación sexual no son cosa nuestra, debemos tener cuidado de no caer en ello, de no decir que son unos conceptos occidentales, y no unos imperativos universales (aplausos).
Una vez más, Madiba lo había previsto. Sabía de lo que hablaba. En 1964, antes de que lo condenaran a cadena perpetua, explicó desde el banquillo de los acusados que “la Carta Magna, la Petición de Derechos, la carta de derechos son documentos venerados por los demócratas de todo el mundo”. En otras palabras, no dijo: “Esos textos no los escribieron unos sudafricanos, así que no puedo hacerlos míos”. Lo que dijo fue: “Esos textos son parte de mi patrimonio. Son parte del patrimonio de la humanidad. Tienen que ver con este país, conmigo, contigo. Y ese fue uno de los elementos que le dieron la autoridad moral que nunca logró tener el régimen del Apartheid, porque Madiba estaba más familiarizado con estas ideas que los responsables de aquel sistema (risas). Había leído sus documentos con más atención que ellos. Y por eso dijo después: “La división política basada en el color de la piel es completamente artificial y, cuando desaparezca, desaparecerá también la dominación de un grupo sobre otro”. Así hablaba Nelson Mandela en 1964, cuando yo tenía tres años (aplausos).
Lo que era cierto entonces sigue siendo cierto hoy. Las verdades esenciales no cambian. Y esta es una verdad que pueden adoptar los ingleses, los indios, los mexicanos, los bantúes, los lúos, los estadounidenses. Es una verdad que reside en el centro de todas las religiones del mundo: que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros (aplausos). Que nos reflejamos en otras personas. Que podemos reconocer sueños y esperanzas comunes. Y esa es una verdad incompatible con cualquier forma de discriminación basada en la raza, la religión, el sexo o la orientación sexual. Es una verdad que produce beneficios prácticos, porque garantiza que cada sociedad aproveche el talento, la energía y las aptitudes de todos sus miembros. Y si tienen alguna duda, pregúntenselo a la selección francesa de fútbol que acaba de ganar el Mundial (aclamaciones y aplausos). Porque no me parece a mí que todos esos jugadores tengan aspecto de galos (risas). Y, sin embargo, son franceses. Son franceses (risas).
Asumir nuestra naturaleza humana no significa que tengamos que renunciar a nuestras identidades étnicas, nacionales y religiosas. Madiba nunca dejó de estar orgulloso de su origen tribal. Nunca dejó de estar orgulloso de ser un hombre negro, ni de ser sudafricano. Pero creía, como yo, que uno puede estar orgulloso de su origen sin denigrar a los que tienen otro origen distinto (aplausos). Es más, eso es deshonrar los propios orígenes. Si alguien tiene que denigrar los orígenes de otra persona, yo tendría la impresión de que se siente un poco inseguro sobre su propia herencia (risas). Claro que sí (risas). ¿No tienen a veces la sensación —y estoy volviendo a improvisar— de que esas personas que hacen todo lo posible para aplastar a otros y son tan vanidosas, en realidad, son personas amedrentadas, muertas de miedo? Madiba sabía que no podemos exigir justicia para nosotros, si solo se ofrece justicia a algunos. Madiba sabía que no podemos decir que tenemos una sociedad justa, si nos limitamos a sustituir en la cima del sistema a una persona de un color por otra de un color distinto y quedarnos tranquilos porque la persona nueva se parece más a nosotros, aunque siga haciendo las mismas cosas de siempre. No se trata de eso (vítores y aplausos). La justicia no consiste en que la persona nueva que llega a la cima haga con los anteriores lo mismo que los anteriores hacían con ella. Eso no es justicia. “Detesto el racismo”, decía, “tanto si procede de un negro como de un blanco”.
Tenemos que ser conscientes de que hay una desorientación lógica, derivada de la velocidad de los cambios y la modernización y del hecho de que el mundo se ha empequeñecido, y vamos a tener que encontrar formas de atenuar los miedos de quienes se sienten amenazados. Por ejemplo, en el debate que está desarrollándose actualmente en Occidente sobre la inmigración, no está mal insistir en que las fronteras nacionales son importantes, en que el hecho de que uno tenga o no la nacionalidad es importante para un gobierno, en que las leyes deben respetarse y en que, en el ámbito público, los recién llegados deben hacer un esfuerzo para adaptarse al idioma y las costumbres de su nuevo hogar. Son preocupaciones legítimas y debemos ser capaces de dialogar con las personas que sienten que las cosas no marchan como es debido. Pero eso no puede servir de excusa para unas políticas migratorias basadas en la raza, en el origen étnico y en la religión. Es necesario que haya cierta coherencia. Podemos hacer respetar la ley y, al mismo tiempo, respetar la condición humana de quienes luchan para tener una vida mejor (vítores y aplausos). Cuando vemos a una madre con su hijo en brazos, debemos pensar que esa madre podría ser alguien de nuestra familia, que ese podría ser nuestro hijo.
En tercer lugar, Madiba nos recuerda que la democracia no consiste solo en celebrar elecciones.
Cuando Madiba salió de prisión, su popularidad tenía unos niveles… imposibles de medir. Habría podido ser presidente vitalicio. ¿Acaso no tengo razón? (risas) ¿Quién iba a presentarse contra él? (risas) Quiero decir, Ramaphosa era popular, pero seamos serios (risas). Además, era joven, demasiado joven. Si hubiera querido, Madiba habría podido gobernar por decreto, sin molestarse en votaciones ni controles. Sin embargo, condujo Sudáfrica a través de la redacción de una nueva Constitución, para la que se inspiró en todas las prácticas institucionales y los ideales democráticos que habían demostrado más solidez, sin olvidarse de que ninguna persona individual posee el monopolio de la sabiduría. Nadie —ni Mandela, ni Obama— es totalmente inmune a la capacidad de corrupción del poder absoluto, cuando puede hacer todo lo que quiere y todos los que le rodean tienen demasiado miedo para decirle que está cometiendo un error. Nadie es inmune a ese peligro.
Mandela lo comprendió. Dijo: “La democracia se basa en el principio de mayoría. Sobre todo, en un país como el nuestro, en el que la gran mayoría se ha visto sistemáticamente desposeída de sus derechos. Al mismo tiempo, la democracia exige que se protejan los derechos de las minorías políticas y de otro tipo”. Madiba comprendía que no se trata solo de saber quién tiene más votos. Se trata de la cultura cívica que construimos y que hace que la democracia funcione.
Por consiguiente, debemos dejar de fingir que los países que celebran elecciones en las que, por arte de magia, el ganador obtiene el 90% de los votos, porque toda la oposición está en la cárcel (risas) o no puede aparecer en televisión, son democracias. La democracia necesita unas instituciones fuertes, y la protección de los derechos de las minorías, y un sistema de controles y equilibrios, y libertad de expresión, y libertad de prensa, y el derecho a protestar y a reclamar al gobierno, y un aparato judicial independiente, y que todo el mundo tenga la obligación de respetar la ley.
Y es verdad que la democracia puede ser caótica, puede ser lenta, puede ser frustrante. Les aseguro que lo sé (risas). Pero la eficiencia que ofrece un autócrata es una falsa promesa. No hay que hacerle caso, porque conduce de manera inevitable a una mayor consolidación de la riqueza y el poder en la cima y hace que sea más fácil ocultar la corrupción y los abusos. A pesar de todas sus imperfecciones, una democracia genuina es el sistema que mejor defiende la idea de que el gobierno está para servir al individuo, y no al revés (aplausos). Y es la única forma de gobierno que tiene la posibilidad de hacer realidad esa idea.
De modo que los que estamos interesados en fortalecer la democracia debemos dejar de prestar toda nuestra atención a las capitales del mundo y los centros de poder y empezar a pensar más en las bases, porque ahí nace la verdadera legitimidad democrática. No en la cima, no en teorías abstractas, no en los expertos, sino en las bases. En las vidas de los que luchan para salir adelante.
Cuando era organizador comunitario en Chicago, descubrí que aprendía tanto de un trabajador metalúrgico despedido o de una madre soltera en un barrio pobre como de los mejores economistas del Despacho Oval. La democracia significa estar en contacto y en sintonía con la vida de nuestras comunidades, y eso es lo que debemos exigir a nuestros líderes, y será posible si desde la base cultivamos unos líderes que sean capaces de introducir cambios sobre el terreno y decir a las autoridades, en sus elegantes despachos, que sus ideas no funcionan en la calle.
Madiba nos enseña que, para que la democracia funcione, además, debemos enseñar constantemente a nuestros hijos —y a nosotros mismos— algo muy difícil, a dialogar con personas que no solo tengan un aspecto distinto sino también opiniones distintas. Es muy difícil (aplausos).
En general, todos preferimos rodearnos de opiniones que den validez a lo que ya pensamos. Uno suele pensar que las personas a las que considera inteligentes son las que están de acuerdo con él (risas). Es curioso. Pero la democracia exige que seamos capaces también de introducirnos en la realidad de otros que son distintos a nosotros, para comprender su punto de vista. Quizá podemos hacerles cambiar de opinión, pero quizá sean ellos los que nos hagan cambiar de opinión a nosotros. Y es imposible hacerlo si, para empezar, despreciamos lo que quieren decir los adversarios. Es imposible si insistimos en que los que no son como nosotros —porque son blancos o porque son hombres— no pueden entender de ninguna manera nuestros sentimientos, que, en cierto modo, carecen de autoridad para hablar de ciertos temas.
Madiba vivió esta complejidad. En la cárcel estudió afrikáans para entender mejor a sus carceleros. Y al salir, tendió la mano a los que le habían encarcelado, porque sabía que debían formar parte de la Sudáfrica democrática que deseaba construir. “Para hacer las paces con un enemigo”, escribió, “hay que trabajar con ese enemigo, y entonces el enemigo se convierte en nuestro socio”.
Por tanto, quienes manejan ideas absolutas en política, ya sean de izquierdas o de derechas, hacen imposible la democracia. Uno no puede aspirar a obtener el 100% de lo que quiere todas las veces; a veces tiene que hacer concesiones. Eso no significa abandonar nuestros principios, sino aferrarse a esos principios y tener la confianza suficiente para pensar que pueden soportar un debate democrático serio. Es lo que quisieron los Padres Fundadores para Estados Unidos: un sistema en el que, a base de someter a examen las ideas, utilizar la razón y recurrir a las pruebas, fuera posible alcanzar una base común de entendimiento.
Y me gustaría añadir que, para que eso sea así, necesitamos creer en una realidad objetiva. Esta es otra de esas cosas sobre las que no debería ni tener que hablar. Debemos creer en los hechos (risas). Sin hechos objetivos, no existe ninguna base para la colaboración. Si yo digo que esto es un podio y ustedes dicen que es un elefante, será difícil que podamos trabajar juntos (risas). Si puedo encontrar un denominador común con quienes se oponen a los Acuerdos de París porque, por ejemplo, ellos dicen que va a ser imposible conseguir que todo el mundo coopere, o que es más importante proporcionar energía barata a los pobres, aunque a corto plazo eso signifique más contaminación, entonces, por lo menos, podré discutir con ellos y tratar de demostrarles por qué creo que las energías limpias son una alternativa mejor, en particular para los países pobres, y es posible superar las tecnologías anticuadas (vítores). Con quien no puedo encontrar ningún punto de acuerdo es con el que dice que el cambio climático no se está produciendo, cuando casi todos los científicos mundiales nos dicen que sí. Con esa persona, no sé ni por dónde empezar a hablar (risas). Si dice que todo es un sofisticado engaño, ¿de qué vamos a hablar? (risas)
Por desgracia, gran parte de la política actual parece rechazar el concepto de verdad objetiva. La gente se inventa cosas. Lo vemos en la propaganda de Estado, en las noticias inventadas que corren por internet, en el desdibujamiento de los límites entre información y espectáculo, en la absoluta pérdida del pudor entre los líderes políticos cuando se descubre que han mentido: insisten y mienten un poco más. Los políticos siempre han mentido, pero, normalmente, cuando se les pillaba, se mostraban contritos. Ahora siguen mintiendo.
Por cierto, creo que a esto se refería Mama Graça al hablar de la humildad que sentía Madiba, a algo muy básico; no mentir a la gente me parece fundamental, uno no se cree un gran líder solo porque no se está inventando cosas todo el rato. Eso debería ser evidente. Sin embargo, hoy vemos las actitudes anti-intelectuales y el rechazo a la ciencia por parte de unos dirigentes que parecen pensar que el pensamiento crítico y los datos resultan políticamente incómodos. Como sucede con la negación de los derechos, la negación de la realidad es contraria a la democracia e incluso puede destruirla, por lo que es crucial que protejamos celosamente a los medios de comunicación independientes: y debemos estar alerta ante la tendencia a que las redes sociales se conviertan en una plataforma para el espectáculo, la indignación y la desinformación; debemos insistir en que nuestras escuelas enseñen pensamiento crítico a nuestros jóvenes, en lugar de una obediencia ciega.
Lo cual —y estoy seguro de que me lo agradecerán— me lleva a mi último argumento: tenemos que seguir el ejemplo de persistencia y esperanza de Madiba.
Es tentador ceder al cinismo, creer que los cambios recientes en la política mundial son demasiado fuertes para oponerse a ellos y esta oscilación del péndulo es permanente. Igual que se hablaba del triunfo de la democracia en los años noventa, ahora se oye hablar del fin de la democracia y el triunfo del tribalismo y el hombre fuerte. Debemos resistirnos a caer en ese cinismo.
Porque hemos vivido épocas más oscuras, hemos atravesado valles más bajos y más profundos. Es verdad que, en la última etapa de su vida, Mandela representó el triunfo de la lucha por los derechos humanos, pero el recorrido no fue fácil, no fue predeterminado. Madiba estuvo en la cárcel durante casi tres décadas. Partió piedra caliza bajo el sol, durmió en una estrecha celda y estuvo sometido al régimen de aislamiento en varias ocasiones. Y recuerdo que, cuando hablé con varios de sus antiguos colegas, me dijeron que, al salir en libertad, no se habían dado cuenta de hasta qué punto ver a un niño, pensar en tener a un niño en brazos, les iba a hacer pensar en todo lo que se habían perdido durante décadas.
Aun así, durante esos años, su poder aumentó, y el de sus carceleros disminuyó, porque sabía que, si uno se aferra a la verdad, si sabe de verdad lo que siente en su corazón y está dispuesto a sacrificarse por ello, incluso con todo en contra, incluso sabiendo que puede no conseguirlo mañana ni la semana que viene, quizá incluso en toda su vida, al final, aunque haya retrocesos provisionales, la razón acaba venciendo, el mejor relato puede triunfar. Por muy fuerte que fuera el espíritu de Madiba, no habría mantenido la esperanza si hubiera estado solo en su lucha. Parte de lo que le sostenía era saber que, año tras año, las filas de los combatientes por la libertad se iban poblando de hombres y mujeres jóvenes que, en Sudáfrica, en el Congreso Nacional Africano y en otros lugares, negros, indios y blancos, en todo el país, todo el continente y todo el mundo, siguieron trabajando para hacer realidad su visión.
Eso es lo que necesitamos ahora, no solo un líder, sino, sobre todo, ese espíritu colectivo. Y sé que en todo el mundo están reuniéndose esos jóvenes portadores de esperanzas. Porque la historia demuestra que, cuando el progreso está amenazado y se ponen en tela de juicio las cosas que más nos importan, debemos hacer caso de lo que dijo Robert Kennedy aquí, en Sudáfrica: “Nuestra respuesta es la esperanza del mundo: confiar en los jóvenes. Confiar en el espíritu de los jóvenes”.
Así, pues, jóvenes, los jóvenes que estéis entre el público, los que estéis escuchando, mi mensaje es sencillo: seguid creyendo, seguid avanzando, seguid construyendo, seguid alzando la voz. Cada generación tiene la oportunidad de rehacer el mundo. Mandela dijo: “Cuando despiertan, los jóvenes son capaces de derribar las torres de la opresión y levantar las banderas de la libertad”. Este es un buen momento para despertar. Es un buen momento para ponerse en marcha.
Los que valoramos el legado al que hoy estamos rindiendo homenaje —un legado de igualdad, dignidad, democracia, solidaridad, bondad—, los que seguimos siendo jóvenes de corazón, aunque no de cuerpo, tenemos la obligación de ayudar a nuestros jóvenes a triunfar. Algunos de ustedes saben que mi Fundación va a reunirse en los próximos días aquí, en Sudáfrica, con 200 jóvenes de todo el continente que están trabajando duro para transformar sus comunidades, que reflejan los valores de Madiba y van a ser los próximos líderes.
Personas como Abaas Mpindi, un periodista de Uganda que fundó la Media Challenge Initiative, para ayudar a otros jóvenes a obtener la formación necesaria para que aprendan a contar las historias que el mundo necesita saber.
Personas como Caren Wakoli, una emprendedora de Kenia que fundó la Emerging Leaders Foundation, para lograr que los jóvenes se impliquen en la lucha contra la pobreza y la defensa de la dignidad humana.
Personas como Enock Nkulanga, director de la misión de African Children, que ayuda a niños en Uganda y Kenia a recibir la educación que necesitan y, en sus horas libres, defiende los derechos de los niños en todo el mundo. Fundó una organización llamada LeadMinds Africa, para formar a la próxima generación de líderes.
Cuando uno habla con ellos, sale lleno de esperanza. Ellos están tomando el testigo. Saben que no pueden conformarse con los logros del pasado, ni siquiera unos logros tan trascendentales como los de Nelson Mandela. Se apoyan en la experiencia de quienes los precedieron, incluido aquel chico negro nacido hace 100 años, pero saben que ahora les corresponde trabajar a ellos.
Madiba nos recuerda: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, sus orígenes o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si puede aprender a odiar, también puede aprender a amar, porque el amor es algo más consustancial al corazón humano”. El amor es consustancial al corazón humano, recordemos esta verdad. Que esa sea nuestra estrella polar y nuestra guía, alegrémonos de nuestra lucha para poner esa verdad de manifiesto, de manera que, dentro de 100 años, las generaciones futuras puedan recordar y decir: “Siguieron avanzando y, gracias a ellos, hoy vivimos con nuevas banderas de libertad”.
Muchas gracias, Sudáfrica, gracias.

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