Hoy salió publicada esta reseña del libro en EL NACIONAL: PAPEL LITERARIO/10
"Bicentenario Hacia la conmemoración bicentenaria: 1810-2010"
José Ambrosio Hernández: esclavo con apellido de hombre libre
Inés Quintero, Ángel Almarza, José Bifano , Lionel Muñoz, Enrique Ramírez, Rosangel Vargas, Johana Vergara y Alexander Zambrano son los autores de Más allá de la guerra: Venezuela en tiempos de la indepen dencia (Fundación Bigott, 2008), notable proyecto editorial que aborda la vida cotidiana de nuestro país durante la confrontación armada. Papel Literario ofrece hoy a sus lectores un fragmento del primer capítulo del libro Johana Vergara*
En mayo de 1828 llegó a la oficina de la jefatura general en Caracas un oficio procedente de la comisaría del puerto de La Guaira. La notificación solicitaba la comprobación del testimonio ofrecido por unos de sus reos que había sido apresado por sospecha de ser uno de tantos esclavos fugitivos que protegiéndose del desorden de la guerra privaron a sus amos de sus servicios.
Luis Ambrosio Surruarregui no ocultó su antigua condición de esclavo, de la cual había sido librado mucho tiempo atrás cuando su difunto amo le otorgó carta libertad que extravió durante las tropelías de la guerra.
Relatos como estos no eran inusuales a los oídos de las autoridades que lidiaron con la inmensa responsabilidad de reorganizar el sistema esclavista, sin embargo, la declaración de su antigua militancia en la marina republicana hizo su relato inusual y ameritó su inmediata comprobación.
En el mes de junio el jefe policial general de la capital ordenó el traslado del nominado esclavo José Ambrosio Surruarregui, con el propósito de comprobar los servicios que supuestamente lo hacían libre. En ese momento, el trecho que dividía a Caracas de La Guaira sería uno más de los tantos caminos que recorrería José Ambrosio desde que abandonó las riberas del Orinoco, en su Angostura natal.En 1810 cuando ocurrieron los sucesos del 19 de abril, la provincia de Guayana permaneció fiel a la monarquía, caso contrario a las zonas septentrionales de la provincia que cargaron con el mayor peso del conflicto.Desde su fundación por las misiones de capuchinos, sus vastas extensiones de tierras sirvieron para la cría de ganado, y en menor cuantía al cultivo de la tierra. Por ello la presencia esclava era modesta, encargada en gran parte del servicio doméstico y artesanal, distinta a la población esclava de los valles centrales destinada a la economía de plantación.
En este ambiente vivió José Ambrosio quien era propiedad del vizcaíno Luis Surruarregui, de quien recibió –como era costumbre desde el día de su nacimiento– el llamativo apellido que años más tarde renegaría. En 1817 fue el año que los Surruarregui y los demás habitantes de la provincia experimentarían los devastadores trastornos de la guerra, la ciudad que sirvió de leal financista a la causa del rey y de zona de resguardo a los realistas perseguidos, conocería los estragos del asedio militar republicano.
Desde mayo de 1815 las fuerzas realistas asentadas en la ciudad lograron vencer varias embestidas patriotas en sus propias puertas, pero esto no disminuyó el impulso de los rebeldes quienes guiados por Manuel Piar planificaron la arremetida definitiva que se prolongó por siete largos y tortuosos meses. Las líneas de abastecimiento de alimento fueron cortadas y los civiles acudieron a medidas desesperadas para suplir sus carencias, cuando la situación se hizo insostenible estos huyeron por el río logrando sólo un desenlace fatal. Uno de esos tantos hombres que recurrieron al exilio cuando la ciudad no podía defenderse fue Luís Surruarregui quien antes de partir –asegura José Ambrosio– dejó en total libertad a su esclavo José Ambrosio. Para los dueños de esclavos era preferible convertir a sus siervos en hombres libres responsables de su propia suerte, ya que cargar con ellos representaba un peso al momento de huir, un esclavo era una boca más que alimentar, o un espacio adicional que ocupar en una embarcación.
Mientras su amo se enrumba a su destino final en la isla de Martinica, José Ambrosio se enlista voluntariamente en los ejércitos republicanos recién establecidos en Angostura. Al momento que se le tomaron los datos de su filiación y el comandante le dio a conocer las penas y ordenanzas que implicaba su nueva militancia fue ingresado a la marina con el nombre de: José Ambrosio Hernández. Con este apellido aparecería en todos los listados de las embarcaciones que abordó en los distintos puertos necesitados del auxilio patriota.Su primera experiencia como marinero se limitó a la protección del río Orinoco, posteriormente partió a los demás puertos controlados por la causa republicana.
Recién llegado a La Guaira, siguiendo las órdenes de su Comandante José María García, se embarcó en compañía de otros marineros a la isla de Margarita con la delicada labor de trasladar el correo. Esta actuación y positiva disposición le valió el reconocimiento de sus superiores quienes años más tarde recordarían con facilidad sus buenos servicios.
Tres meses después de llevarse a cabo la batalla de Carabobo, ocurrida el 24 de junio de 1821, José Ambrosio fue enviado a la Nueva Granada. El 5 de octubre se embarcó en la polacra Constantinopla comandada por el Capitán Daniel como parte de las últimas tropas que se incorporaron al asedio establecido por el Almirante José Prudencio Padilla al gobernador de Cartagena de Indias Brigadier Torres y Velasco. Desconocemos si José Ambrosio llegó a tiempo a Cartagena para ser partícipe del cerco, ya que cinco días más tarde la resistencia se rendía tras haber soportado un año y tres meses del bloqueo iniciado el 14 de julio de 1820. De la recién conquistada Cartagena fue trasladado de nuevo a La Guaira en una embarcación de la cual no supo precisar nombre, si La Voladora o Libertador, y allí se incorporó a las milicias que se organizaron bajo la mirada del capitán de ese puerto Matías Padrón. Tres años más tarde, el 8 de noviembre de 1823, estaba presente en la toma de Puerto Cabello, el último bastión de los realistas en Venezuela.
Finalizada gran parte de la contiendas bélicas encontró en el puerto de La Guaira su punto de retorno, y el lugar donde trataría de reconstruir su vida como caletero, tomando por hecho la libertad que le había dado inicialmente su amo y la cual quedaba ratificada por su participación en la Guerra de Independencia. Cinco años más tarde las autoridades de La Guaira dudan de sus servicios prestados a la República, y lo colocan como propiedad del Estado al servicio del Hospital Militar hasta que las autoridades de la capital ordenaran su traslado para dar inicio a la comprobación judicial de las historias narradas por el esclavo.
A Surruarregui le cuesta acreditar su libertad, pues, como él explica, su condición de marinero no le permitía tener contacto con gente de tierra firme, mucho más cuando el recorrido de las distintas embarcaciones en la que sirvió, llegaban a puertos tan lejanos del extinto virreinato de Nueva Granada.
No obstante, José Ambrosio seguro de sus servicios, solicita la declaración de Matías Padrón quien además de ostentar el título de capitán de fragata de la armada de Colombia para 1829, era comandante de Marina y capitán del puerto de La Guaira.De igual manera pide que se tome testimonio de Francisco Avendaño, coronel de los Ejércitos de Colombia y de Simeón Gómez, compañero marinero de José Ambrosio durante sus servicios. Todos ellos ratifican la presencia del esclavo en los lugares y campañas por él señaladas, y agregan además otros servicios omitidos por José Ambrosio en su declaración.
Todos resaltan su espontánea disposición a la causa de la patria, no obstante, ninguno lo reconoce con el nombre de José Ambrosio Surruarregui, sino como José Ambrosio Hernández tal como aparece registrado en las listas de las milicias marinas asentadas en el puerto de La Guaira.José Ambrosio ante esta interrogante explica en su declaración final el por qué de esta confusión, asevera que una vez que su amo le otorgó la libertad en Angostura tomó el apellido de su padrino de bautismo, quien era un hombre libre, para así despojarse del apellido impuesto en servidumbre.
De igual manera afirmó que pudo contar con más testimonios de sus reconocidos servicios en la marina, pero como él mismo asegura "... si mi desvalimiento y miseria no fuera un obstáculo poderoso para ocurrir al Comandante Beluche en Puerto Cabello, al Sr. comandante García en Margarita y a otros jefes en otros puertos importantes antes, pero los tres testimonios producidos son muy respetables y suficientes por manifestar la verdad de mi exposición y la justicia con que reclamo contra la servidumbre en que indebidamente me han constituido por haber ganado mi libertad en la peligrosa carrera de las armas y con servicios prestados a la patria en los días en que le eran muy apreciables, útiles y aún necesarios..." 1.
El tribunal, en atención a los testimonios brindados por los superiores de José Ambrosio Hernández, considera indiscutible el goce de su libertad, tal y como lo prescribían los decretos de 1816 que ofrecían la libertad a los esclavos que tomasen las armas en defensa del gobierno, pero para gozar de forma plena este derecho debía volver a sentar plaza como soldado por el tiempo que determinara la ley hasta que presentara el retiro del ejército que le correspondía por el dilatado tiempo de su militancia. Un año tardó en comprobar sus servicios, y doce días después del fallo favorable a su solicitud, José Ambrosio pidió copia de la sentencia para que le sirviese como carta de libertad, por si acaso en el futuro se volvía a dudar de condición de hombre libre y trataban de reducirlo nuevamente a la esclavitud.