Tuesday, April 06, 2010

El historiador Elías Pino Iturrieta reflexiona sobre el Bicentenario del 19 de abril

EL NACIONAL - Lunes 29 de Marzo de 2010
Cultura/4
El foro del lunes
ELÍAS PINO ITURRIETA
El autor cree que, a pesar de las caídas, Venezuela tiene mucho que celebrar en el Bicentenario"

La historia oficial ha sido eso, demasiado oficial"

Para el director de la Academia Nacional de la Historia, la Independencia fue apenas el primer paso para construir la República, pero no el definitivo; representó la cesantía del poder real y la mengua del eclesiástico, pero no rompió con la mentalidad colonial, que se ha mantenido
MICHELLE ROCHE R.
E lías Pino Iturrieta, director de la Academia Nacional de la Historia, ha dedicado su carrera a estudiar la mentalidad de los venezolanos, en especial la que caracterizó el siglo XIX. A propósito de la conmemoración del Bicentenario de la emancipación de España y del nacimiento de Venezuela como nación, el investigador indica que en 1810 apenas se dio el primer paso de un proceso que al país le ha costado toda su historia: romper con la mentalidad colonial.
Miembros de una Capitanía General, los venezolanos se acostumbraron a ser vasallos.
Con el advenimiento de la naciente República, uno de los procesos más complicados fue desmontar esta manera de pensar. Los libros de Pino Iturrieta, también director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello, escudriñan en la génesis de los males atávicos de la sociedad venezolana.
Un ejemplo de esta línea de trabajo es la obra titulada Ventaneras y castas, diabólicas y honestas, en el cual analiza las formas de pensar acerca de la mujer en el siglo XIX. Impreso por primera vez en 1993, el sello Alfa ahora reeditó el libro para incluirlo en la biblioteca que lleva el nombre del investigador.­
Luego de la Guerra de Independencia, en Venezuela cambió el sistema político y económico, mas no la mentalidad de las personas, lo que se evidencia en que se mantiene la prédica de la Iglesia Católica sobre el papel de la mujer en la sociedad.­ No cambiamos de sistema de vida como cambiamos de camisa. En 1810 hay reglas para comportarse en este valle de lágrimas, y para llegar con bien ante la presencia de Dios, impuestas por la cátedra religiosa durante 300 años. Los cambios políticos se advierten en la superficie de la sociedad, mientras va por dentro la procesión de las rutinas antiguas. De allí que, tanto para la mujer como para el hombre, se haga tortuosa la ruta de las metamorfosis.
La ruptura de una mentalidad lleva tiempo, un tiempo que suele ser secular. En consecuencia, la emancipación de España es apenas un asomo de cambios, un primer capítulo que comienza a profundizarse cuando se funda por fin el Estado nacional, después de 1830. La guerra permite el protagonismo del pueblo llano, desde luego, pero tal protagonismo no significa una mudanza de valores en la sensibilidad de quienes se estrenan en los teatros de las matanzas y de la política.
­¿La preponderancia de la mentalidad militarista hizo que las mujeres se estancaran en la obtención de la igualdad ante la ley sin un cambio en la mentalidad? ­
No creo que el militarismo haya conspirado contra el feminismo. La conspiración ha sido obra de todos los hombres, especialmente de los que llevaban levita, formados en las rutinas de la ortodoxia.­
¿Cuál fue el gran cambio en la mentalidad de los venezolanos que usted considera que derivó en la emancipación de España? ­
El poder de la Iglesia sufre una mengua, o es disputado por el poder civil y por los hombres de armas como jamás en el pasado. Allí se puede advertir el primer capítulo de una novedad que abre el camino para un entendimiento laico de la vida, que se implanta progresivamente y que es un fenómeno evidente cuando concluye el siglo.
A la rigidez estamentaria se le abren grandes boquetes, para que las diferencias sociales no sean tan abismales, o para que los pardos no se conformen con su antigua minusvalía. La extinción de la aristocracia lugareña, cuyos representantes fundamentales pierden la vida entre 1811 y 1830, permite la entrada de nuevos aires, o de una visión diferente del republicanismo.
Son, en general, bocetos de cambio capaces de anunciar otros de mayor envergadura que suceden entre 1810 y 1899, por poner unas fechas.­
¿Cree, como señala Ana Teresa Torres en el libro La herencia de la tribu (Alfa, 2009), que el mesianismo militar contenido en el chavismo es legado de la Independencia? ­
En la Independencia se hace evidente el imperio de los hombres de armas, es decir, el comienzo de un fenómeno capaz de prolongarse en el tiempo. Algo de eso estudié para Nada sino un hombre: los orígenes del personalismo en Venezuela. Pero se trata de un fenómeno más antiguo, cuyo origen se localiza en la actividad de los conquistadores. En el caso del Tirano Aguirre y de sus famosos argumentos ante el rey de España, podemos topar con una influencia personal y con el arraigo de esa influencia en las masas, que adquiere plena visibilidad hacia principios del siglo XIX sin que concurran fuerzas propiamente republicanas que lo hagan desaparecer o lo controlen. En todo caso, la tesis de Torres sobre el caudillismo como legado de la Independencia tiene un fundamento redondo.­
¿Qué personaje silenciado de la historia oficial se debe rescatar ahora que se avecina el Bicentenario de la Independencia? ­
La historia oficial ha sido eso, demasiado oficial. Su lectura suele ser unilateral. No me atrevería ahora a señalar a personajes en concreto, pero sí diría que están más allá de los congresos, de los cuarteles y de las sacristías.­
¿Tenemos los venezolanos qué celebrar en el Bicentenario? ­
Tenemos muchas cosas que celebrar sin confinarnos al regocijo de las estatuas y a los laureles bélicos. Debutamos a nuestra manera como sociedad peculiar, trasformamos los espacios públicos, creamos mapas de repúblicas que cambiaron la historia universal y abrimos nuevos derroteros a la economía al despedazar el control metropolitano de los mercados. No parece poca cosa, si la calculamos con la debida seriedad.
República de mujeres encerradas
A veces, el enemigo duerme en la propia cama.
Elías Pino Iturrieta señala que el principal obstáculo que las mujeres venezolanas afrontaron para obtener los derechos civiles de los que empezaban a gozar las mujeres de otros países fueron sus allegados, que preferían mantenerlas encerradas: "En los liberales del siglo XIX se advierte un discurso orientado a la subestimación del género femenino. La educación iniciada después de 1830 remacha valores en los cuales se sustenta la predominancia de los varones en la sociabilidad de la época. Para lograr establecimiento, la lucha del feminismo no fue contra las charreteras sino contra sus padres, hermanos, hijos y pretendientes".

2 comments:

Alí Reyes said...

Muy acertada la reflexión del Dr Elías Pino...Los bombos y platillos de las celebraciones históricas suelen esconder cosas que para los gobiernos es mejor dejar como está

Profeballa said...

Humm!! Así son las cosas! Por ello, mejor que celebre el pueblo, cada quién por su lado.

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