Elías Pino Iturrieta: “¿Somos o no somos republicanos?, ése es el dilema”
El carácter único de 1810 como fecha fundacional para América Latina y la ausencia de un llamado a la reflexión ciudadana en este Bicentenario son algunos de los tópicos tratados por el académico
Por Albinson Linares 19 de Abril, 2010
Una gran serenidad, el reposo activo de las voluntades férreas y la reverencia por el saber reinan en las estancias del Palacio de las Academias. El otrora Convento de San Francisco posee un microclima privilegiado aislado -por algún milagro arquitectónico- del tráfago y el desorden que imperan, sólo al cruzar la calle, en el Palacio Federal Legislativo. Adentro todo incita a la reflexión, al análisis sosegado mientras en la calle abundan pintadas y propagandas oficiales que rezan la consigna: “200 años después. Independencia y revolución”.
Desde su despacho como director de la Academia Nacional de la Historia a Elías Pino Iturrieta no le tiembla el pulso cuando explica que, a su juicio, las celebraciones oficiales del bicentenario del 19 de abril de 1810 han sido manipuladas. Con el verbo incisivo que le caracteriza habla sobre los aniversarios de “brocha gorda”: “Se quiere llevar la brasa hasta la sardina del bolivarianismo al uso. Han reemplazado los programas de obras públicas que generalmente hacen todos los gobiernos por la retórica. El presidente pretende vincular directamente la independencia con su revolución”.
Dueño de una sólida carrera académica que lo llevó a doctorarse en el Colegio de México y realizar largos periplos en pos del conocimiento por claustros tan distintos como los de Sevilla, Georgetown, Bonn y Jalisco los aportes de este investigador venezolano en el estudio de la historia de las mentalidades son notables, por decir lo menos.
Volúmenes como El divino Bolívar, País archipiélago: Venezuela 1830-1845, Las ideas de los primeros venezolanos y Nada sino un hombre, entre otros atestiguan la profunda curiosidad y una férrea vocación por el análisis del pasado que alimenta toda su obra.
Dos siglos se cumplen hoy desde que un puñado de blancos criollos se reuniese un jueves santo espantando el hastío de los ritos sacros y desconociendo el gobierno de Vicente Emparan, capitán general proclive a la causa napoleónica. Así los mantuanos le ofrecían el apoyo de la provincia venezolana al felón de Fernando VII y, de paso, abrían la puerta para un proceso irreversible con el que no contaban del todo: la emancipación.
“El resultado no fue trivial. Un grupo de venezolanos escribe el libreto de su actuación, examina y repite con escrúpulo las líneas retadoras, ensaya en privado, sube a las tablas y despeja el telón para que suceda lo inimaginable en los anales del coloniaje: una función cuyos autores y actores son criollos, en términos exclusivos y excluyentes”, escribió el historiador hace poco.
La lectura correcta de la crisis europea desatada por la invasión napoleónica, el desastre de las abdicaciones en Bayona y la cuidadosa apropiación del legado enciclopedista ya vislumbraban la originalidad del pensamiento venezolano. El mensaje de la ilustración gala podía ser un veneno para el orden establecido en la colonia. Franceses en sus lecturas pero muy ibéricos en su carácter político los primeros venezolanos, mantuanos en su mayoría, sabían que el luminoso legado francés también entrañaba la semilla de la guillotina, el terror de Robespierre, la abolición de la esclavitud, igualdad y subversión de los poderes.
Y esto hace sonreír al investigador quien acota emocionado: “Comienzan a tomar con pinzas lo que pudiera servirles a su proyecto político y esa escogencia cuidadosa indica una peculiaridad que es ajustar el mensaje universal de la revolución a los requerimientos de quien va a hacer la independencia en Venezuela”.
Sus acerados juicios no dejan de señalar los hitos de esta conmemoración. Son los casos de la institución bancaria formada con los restos de varios entes financieros intervenidos, una red de hipermercados expropiada por el gobierno y un dispositivo de seguridad que llevan el remoquete del Bicentenario. En volandas el gobierno nombró con la excusa del aniversario histórico a empresas nacidas del fracaso o proyectos incipientes. Este elemento es resaltado con gravedad por el académico: “Se ha asociado el nombre conmemorativo con instituciones que recuerdan fallas y problemas de uno u otro modo. Siento que hay una falta de obras porque no tienen muchas que mostrar”.
En contraposición y sin mayores aportes por parte del Estado la Academia Nacional de la Historia posee su propia agenda de foros y seminarios aparte de anunciar un riguroso plan de coediciones (universidades como la UCV, ULA, UCAB y LUZ están participando) llamado la colección Bicentenario. Se trata de un conjunto de 30 títulos con documentos sobre el proceso emancipador y una serie de archivos multimedia con artículos de prensa de la época.
Para estudiosos como Pino Iturrieta más allá de las consideraciones de si los sucesos del cabildo caraqueño fueron en genuino apoyo de la corona o parte de un plan independentista, algo salta a la vista. Es el carácter único e insoslayable de 1810 como un año determinante en el futuro de las naciones de América Latina. El germen, la pólvora económica y política que esperaba la chispa independentista estaba regada por lo que Venezuela, Ecuador, Argentina, México y Guatemala responden sucesivamente.
Era el zeitgeist que habría de determinar el destino histórico: “Cada uno de los movimientos llamados ‘juntistas’ no tiene conexión, es decir, llegan las noticias de la península pero cada quien actúa sin esperar al vecino. Es un fenómeno coetáneo pero desconectado, lo que quiere decir que hay suficiente madurez y poderío económico en las cabeceras de las colonias para entender lo que está pasando en Europa y aprovecharse de la situación”.
El eterno anhelo republicano
-¿Puede decirse, como enseñan en las escuelas, que fue en 1810 cuando se inició la fundación de la nacionalidad?
Es un año fundacional para nosotros. Y allí está la clave porque se cristalizan una cantidad de elementos que ya estaban fruto de la maduración colectiva. Se concluye una procesión que andaba por dentro originada por la economía floreciente y la madurez de las aristocracias criollas que son capaces de protagonizar una cosa que nunca antes habían hecho: la interpretación adecuada del panorama internacional.
-¿Es dable vincular esta conmemoración con la lucha militar que caracterizó a la gesta independentista?
Al 19 de abril no se le puede pedir fuerzas armadas ni charreteras porque eso era cuestión del futuro. El único aporte que hubo en ese momento fue civil porque la milicia no existía como establecimiento institucionalmente organizado en Venezuela. La dirección del proyecto dependía de quienes habían dirigido la sociedad en la colonia desde la base comarcal, es decir, los propietarios más antiguos y los sacerdotes. Este fue un proceso civil porque el pueblo llano era un espectador pasivo y desconfiado en ese momento. El ejército se fabricó sobre la marcha con las expediciones fracasadas del Marqués del Toro y luego con los movimientos fallidos de Miranda. De manera que ahora no le podemos pedir al 19 de abril una épica guerrera que no nos puede dar.
-Luego de la cohesión entre los sectores que promovieron los hechos del cabildo caraqueño hubo muchas disensiones y divisiones, ¿qué nos puede comentar al respecto?
Siempre vale comentar lo de la disidencia interna. El comienzo de la independencia y buena parte de su desarrollo no fue unánime. Un sector considerable de la sociedad venezolana prefería la monarquía y se jugó la vida por Fernando VII mientras que otra parte optó por el bando patriota. El Marqués del Toro dio muchas vueltas y lo mismo María Antonia Bolívar (la hermana mayor del Libertador) al igual que muchísimos mantuanos. Ellos preferían el orden antiguo a la sorpresa de no saber qué iba a pasar con su abolengo y las propiedades que poseían en las guerras.
-¿Era posible en 1810 vislumbrar la aparición en esa capitanía general de un líder sobresaliente como Simón Bolívar?
Nadie se lo esperaba en primer lugar porque no hay ninguna figura relevante que pueda verse como cabeza del proceso. Si buscas en el elenco pareciera que es una trama compartida en la cual no hay ningún líder. Fue la desaparición de ese grupo por la prisión, muerte o el exilio general lo que permitió la alternativa de un hombre de armas que se hiciera cargo de la situación y ése fue Bolívar. Con él se inició un fenómeno desconocido en el país: la existencia de un individuo capacitado para crear y dirigir tropas en tiempos de guerra que luego puede convertirse en artífice de un proyecto político o social. Eso no estaba en el programa, al igual que la guerra porque los mantuanos pensaban que luego del 05 de julio no habría muchos problemas sino convivencia pacífica y que en el futuro se iba a reconocer la independencia. Cálculo totalmente errado de unos novatos.
El fantasma del personalismo y el dudoso brillo de la reflexión
-¿Era ese naciente país territorio propicio para el surgimiento de posteriores fenómenos, tan arraigados en la cultura política venezolana, como el personalismo?
Era tierra propicia para cualquier sorpresa, entre ellas, la del personalismo. Se vivió un vacío de poder muy grande pero no tanto como el que vamos a conocer luego de 1830. Era la ausencia del derecho divino de los reyes porque no está el monarca y el rey no es un gobernante más sino que administra por disposición divina. Sin monarca, ni dios detrás de él, quedaba un precipicio muy oscuro del cual podía florecer cualquier fenómeno como el civilismo y el republicanismo. Pero también nació el personalismo en una época en que se produjo una ruptura institucional y no hubo tiempo para crear nuevas instituciones porque venía la guerra. Esto explica que los protagonistas de la guerra sean los llamados a cubrir las instituciones.
-¿Esperaba que este bicentenario fuese un momento de reflexión en el que todos los sectores de la sociedad aportaran visiones sobre el legado del 19 de abril?
Debería serlo porque el bicentenario tiene como eje central el proyecto republicano. A su manera se fabrica un proyecto político a partir de 1810 y hemos resuelto en el papel de las regulaciones vivir en república y ser ciudadanos. Doscientos años después hay que plantearse la pregunta fundamental ¿Somos o no somos republicanos? Ése es el dilema. Otro sería ¿Nuestro republicanismo se compadece con los principios que hemos aceptado como un credo indiscutible desde 1810 y 1811 hasta la actualidad?
-En otros países como Colombia este fenómeno tuvo un carácter local que actualmente se discute y analiza, ¿faltan discusiones de este tenor entre los investigadores venezolanos?
Allá en 1810 estaban levantadas ciudades como Santa Marta, Cartagena, Tunja y Bogotá pero cada localidad entendió la independencia desde su estatura y sus intereses. Eso se está discutiendo actualmente. En Venezuela ocurrió algo similar pero sólo siete provincias aceptan el liderazgo de Caracas. Lo que convendría analizar y reflexionar, desde nuestra perspectiva y sin maldiciones ni críticas, es por qué Maracaibo, Coro y Guayana que son ciudades muy importantes prefirieron ser realistas y mantenerse fieles a la monarquía.
-¿Ayudaría esta discusión al estudio de las identidades regionales y el posterior desarrollo de esos estados?
Esas son reflexiones que nos convienen. La región es anterior a la nación, la nación es anterior a la república y cada región venezolana tenía un interés y una clara idea de su destino. La república en lugar de ser el cuero seco aplanado que quería Guzmán Blanco era un mosaico. Un buen material para la reflexión consistiría en entender por qué las regiones tomaron esa decisión política y cómo cada región ha evolucionado en función de la república hasta la actualidad. Es un tema espinoso para un gobierno como el actual que tiene una vocación centralista evidente esto de plantearse el problema de regiones y república o de región y nación porque le podría traer muchos problemas.
-¿Puede el estudio de estos hechos aportar nuevas visiones y claves de interpretación para la actual coyuntura histórica?
Constantemente me pregunto si nosotros somos consecuentes con la evolución histórica y los sacrificios que hizo la sociedad republicana, ¿Somos republicanos como quisieron los padres fundadores? Esos deberían ser los elementos de reflexión a estas alturas de la historia. Todo análisis del pasado sirve para entender lo que pasa actualmente, sobre todo, si es hecho a partir del pueblo soberano. Se supone que el soberano es el protagonista del proceso, por lo menos teóricamente, desde 1811 por eso ese pueblo debe ver si ha sido el protagonista o si ha sido manipulado. La sociedad tiene que analizar si necesita imponerse para buscar la orientación que le corresponde partiendo, por supuesto, de una reflexión.
Tareas pendientes
Pese a la calma que se enseñorea en los amplios corredores del Palacio de las Academias, historiadores como Elías Pino son conscientes de los retos que deben afrontar, que los llaman a salir de la quietud del claustro protector. La eterna paradoja del sabio encerrado en su torre de marfil es advertida como un enorme peligro por el investigador quien finaliza sin miramientos: “Debemos plantearnos una mayor presencia pública en los foros y en las discusiones que existen en las universidades. El claustro aún no se ha desembarazado de la talanquera que le impide salir del palacio. Los lugares adecuados para la diatriba son las universidades donde hay una representación de las nuevas generaciones con quienes el diálogo podría ser muy fructífero”.
El carácter único de 1810 como fecha fundacional para América Latina y la ausencia de un llamado a la reflexión ciudadana en este Bicentenario son algunos de los tópicos tratados por el académico
Por Albinson Linares 19 de Abril, 2010
Una gran serenidad, el reposo activo de las voluntades férreas y la reverencia por el saber reinan en las estancias del Palacio de las Academias. El otrora Convento de San Francisco posee un microclima privilegiado aislado -por algún milagro arquitectónico- del tráfago y el desorden que imperan, sólo al cruzar la calle, en el Palacio Federal Legislativo. Adentro todo incita a la reflexión, al análisis sosegado mientras en la calle abundan pintadas y propagandas oficiales que rezan la consigna: “200 años después. Independencia y revolución”.
Desde su despacho como director de la Academia Nacional de la Historia a Elías Pino Iturrieta no le tiembla el pulso cuando explica que, a su juicio, las celebraciones oficiales del bicentenario del 19 de abril de 1810 han sido manipuladas. Con el verbo incisivo que le caracteriza habla sobre los aniversarios de “brocha gorda”: “Se quiere llevar la brasa hasta la sardina del bolivarianismo al uso. Han reemplazado los programas de obras públicas que generalmente hacen todos los gobiernos por la retórica. El presidente pretende vincular directamente la independencia con su revolución”.
Dueño de una sólida carrera académica que lo llevó a doctorarse en el Colegio de México y realizar largos periplos en pos del conocimiento por claustros tan distintos como los de Sevilla, Georgetown, Bonn y Jalisco los aportes de este investigador venezolano en el estudio de la historia de las mentalidades son notables, por decir lo menos.
Volúmenes como El divino Bolívar, País archipiélago: Venezuela 1830-1845, Las ideas de los primeros venezolanos y Nada sino un hombre, entre otros atestiguan la profunda curiosidad y una férrea vocación por el análisis del pasado que alimenta toda su obra.
Dos siglos se cumplen hoy desde que un puñado de blancos criollos se reuniese un jueves santo espantando el hastío de los ritos sacros y desconociendo el gobierno de Vicente Emparan, capitán general proclive a la causa napoleónica. Así los mantuanos le ofrecían el apoyo de la provincia venezolana al felón de Fernando VII y, de paso, abrían la puerta para un proceso irreversible con el que no contaban del todo: la emancipación.
“El resultado no fue trivial. Un grupo de venezolanos escribe el libreto de su actuación, examina y repite con escrúpulo las líneas retadoras, ensaya en privado, sube a las tablas y despeja el telón para que suceda lo inimaginable en los anales del coloniaje: una función cuyos autores y actores son criollos, en términos exclusivos y excluyentes”, escribió el historiador hace poco.
La lectura correcta de la crisis europea desatada por la invasión napoleónica, el desastre de las abdicaciones en Bayona y la cuidadosa apropiación del legado enciclopedista ya vislumbraban la originalidad del pensamiento venezolano. El mensaje de la ilustración gala podía ser un veneno para el orden establecido en la colonia. Franceses en sus lecturas pero muy ibéricos en su carácter político los primeros venezolanos, mantuanos en su mayoría, sabían que el luminoso legado francés también entrañaba la semilla de la guillotina, el terror de Robespierre, la abolición de la esclavitud, igualdad y subversión de los poderes.
Y esto hace sonreír al investigador quien acota emocionado: “Comienzan a tomar con pinzas lo que pudiera servirles a su proyecto político y esa escogencia cuidadosa indica una peculiaridad que es ajustar el mensaje universal de la revolución a los requerimientos de quien va a hacer la independencia en Venezuela”.
Sus acerados juicios no dejan de señalar los hitos de esta conmemoración. Son los casos de la institución bancaria formada con los restos de varios entes financieros intervenidos, una red de hipermercados expropiada por el gobierno y un dispositivo de seguridad que llevan el remoquete del Bicentenario. En volandas el gobierno nombró con la excusa del aniversario histórico a empresas nacidas del fracaso o proyectos incipientes. Este elemento es resaltado con gravedad por el académico: “Se ha asociado el nombre conmemorativo con instituciones que recuerdan fallas y problemas de uno u otro modo. Siento que hay una falta de obras porque no tienen muchas que mostrar”.
En contraposición y sin mayores aportes por parte del Estado la Academia Nacional de la Historia posee su propia agenda de foros y seminarios aparte de anunciar un riguroso plan de coediciones (universidades como la UCV, ULA, UCAB y LUZ están participando) llamado la colección Bicentenario. Se trata de un conjunto de 30 títulos con documentos sobre el proceso emancipador y una serie de archivos multimedia con artículos de prensa de la época.
Para estudiosos como Pino Iturrieta más allá de las consideraciones de si los sucesos del cabildo caraqueño fueron en genuino apoyo de la corona o parte de un plan independentista, algo salta a la vista. Es el carácter único e insoslayable de 1810 como un año determinante en el futuro de las naciones de América Latina. El germen, la pólvora económica y política que esperaba la chispa independentista estaba regada por lo que Venezuela, Ecuador, Argentina, México y Guatemala responden sucesivamente.
Era el zeitgeist que habría de determinar el destino histórico: “Cada uno de los movimientos llamados ‘juntistas’ no tiene conexión, es decir, llegan las noticias de la península pero cada quien actúa sin esperar al vecino. Es un fenómeno coetáneo pero desconectado, lo que quiere decir que hay suficiente madurez y poderío económico en las cabeceras de las colonias para entender lo que está pasando en Europa y aprovecharse de la situación”.
El eterno anhelo republicano
-¿Puede decirse, como enseñan en las escuelas, que fue en 1810 cuando se inició la fundación de la nacionalidad?
Es un año fundacional para nosotros. Y allí está la clave porque se cristalizan una cantidad de elementos que ya estaban fruto de la maduración colectiva. Se concluye una procesión que andaba por dentro originada por la economía floreciente y la madurez de las aristocracias criollas que son capaces de protagonizar una cosa que nunca antes habían hecho: la interpretación adecuada del panorama internacional.
-¿Es dable vincular esta conmemoración con la lucha militar que caracterizó a la gesta independentista?
Al 19 de abril no se le puede pedir fuerzas armadas ni charreteras porque eso era cuestión del futuro. El único aporte que hubo en ese momento fue civil porque la milicia no existía como establecimiento institucionalmente organizado en Venezuela. La dirección del proyecto dependía de quienes habían dirigido la sociedad en la colonia desde la base comarcal, es decir, los propietarios más antiguos y los sacerdotes. Este fue un proceso civil porque el pueblo llano era un espectador pasivo y desconfiado en ese momento. El ejército se fabricó sobre la marcha con las expediciones fracasadas del Marqués del Toro y luego con los movimientos fallidos de Miranda. De manera que ahora no le podemos pedir al 19 de abril una épica guerrera que no nos puede dar.
-Luego de la cohesión entre los sectores que promovieron los hechos del cabildo caraqueño hubo muchas disensiones y divisiones, ¿qué nos puede comentar al respecto?
Siempre vale comentar lo de la disidencia interna. El comienzo de la independencia y buena parte de su desarrollo no fue unánime. Un sector considerable de la sociedad venezolana prefería la monarquía y se jugó la vida por Fernando VII mientras que otra parte optó por el bando patriota. El Marqués del Toro dio muchas vueltas y lo mismo María Antonia Bolívar (la hermana mayor del Libertador) al igual que muchísimos mantuanos. Ellos preferían el orden antiguo a la sorpresa de no saber qué iba a pasar con su abolengo y las propiedades que poseían en las guerras.
-¿Era posible en 1810 vislumbrar la aparición en esa capitanía general de un líder sobresaliente como Simón Bolívar?
Nadie se lo esperaba en primer lugar porque no hay ninguna figura relevante que pueda verse como cabeza del proceso. Si buscas en el elenco pareciera que es una trama compartida en la cual no hay ningún líder. Fue la desaparición de ese grupo por la prisión, muerte o el exilio general lo que permitió la alternativa de un hombre de armas que se hiciera cargo de la situación y ése fue Bolívar. Con él se inició un fenómeno desconocido en el país: la existencia de un individuo capacitado para crear y dirigir tropas en tiempos de guerra que luego puede convertirse en artífice de un proyecto político o social. Eso no estaba en el programa, al igual que la guerra porque los mantuanos pensaban que luego del 05 de julio no habría muchos problemas sino convivencia pacífica y que en el futuro se iba a reconocer la independencia. Cálculo totalmente errado de unos novatos.
El fantasma del personalismo y el dudoso brillo de la reflexión
-¿Era ese naciente país territorio propicio para el surgimiento de posteriores fenómenos, tan arraigados en la cultura política venezolana, como el personalismo?
Era tierra propicia para cualquier sorpresa, entre ellas, la del personalismo. Se vivió un vacío de poder muy grande pero no tanto como el que vamos a conocer luego de 1830. Era la ausencia del derecho divino de los reyes porque no está el monarca y el rey no es un gobernante más sino que administra por disposición divina. Sin monarca, ni dios detrás de él, quedaba un precipicio muy oscuro del cual podía florecer cualquier fenómeno como el civilismo y el republicanismo. Pero también nació el personalismo en una época en que se produjo una ruptura institucional y no hubo tiempo para crear nuevas instituciones porque venía la guerra. Esto explica que los protagonistas de la guerra sean los llamados a cubrir las instituciones.
-¿Esperaba que este bicentenario fuese un momento de reflexión en el que todos los sectores de la sociedad aportaran visiones sobre el legado del 19 de abril?
Debería serlo porque el bicentenario tiene como eje central el proyecto republicano. A su manera se fabrica un proyecto político a partir de 1810 y hemos resuelto en el papel de las regulaciones vivir en república y ser ciudadanos. Doscientos años después hay que plantearse la pregunta fundamental ¿Somos o no somos republicanos? Ése es el dilema. Otro sería ¿Nuestro republicanismo se compadece con los principios que hemos aceptado como un credo indiscutible desde 1810 y 1811 hasta la actualidad?
-En otros países como Colombia este fenómeno tuvo un carácter local que actualmente se discute y analiza, ¿faltan discusiones de este tenor entre los investigadores venezolanos?
Allá en 1810 estaban levantadas ciudades como Santa Marta, Cartagena, Tunja y Bogotá pero cada localidad entendió la independencia desde su estatura y sus intereses. Eso se está discutiendo actualmente. En Venezuela ocurrió algo similar pero sólo siete provincias aceptan el liderazgo de Caracas. Lo que convendría analizar y reflexionar, desde nuestra perspectiva y sin maldiciones ni críticas, es por qué Maracaibo, Coro y Guayana que son ciudades muy importantes prefirieron ser realistas y mantenerse fieles a la monarquía.
-¿Ayudaría esta discusión al estudio de las identidades regionales y el posterior desarrollo de esos estados?
Esas son reflexiones que nos convienen. La región es anterior a la nación, la nación es anterior a la república y cada región venezolana tenía un interés y una clara idea de su destino. La república en lugar de ser el cuero seco aplanado que quería Guzmán Blanco era un mosaico. Un buen material para la reflexión consistiría en entender por qué las regiones tomaron esa decisión política y cómo cada región ha evolucionado en función de la república hasta la actualidad. Es un tema espinoso para un gobierno como el actual que tiene una vocación centralista evidente esto de plantearse el problema de regiones y república o de región y nación porque le podría traer muchos problemas.
-¿Puede el estudio de estos hechos aportar nuevas visiones y claves de interpretación para la actual coyuntura histórica?
Constantemente me pregunto si nosotros somos consecuentes con la evolución histórica y los sacrificios que hizo la sociedad republicana, ¿Somos republicanos como quisieron los padres fundadores? Esos deberían ser los elementos de reflexión a estas alturas de la historia. Todo análisis del pasado sirve para entender lo que pasa actualmente, sobre todo, si es hecho a partir del pueblo soberano. Se supone que el soberano es el protagonista del proceso, por lo menos teóricamente, desde 1811 por eso ese pueblo debe ver si ha sido el protagonista o si ha sido manipulado. La sociedad tiene que analizar si necesita imponerse para buscar la orientación que le corresponde partiendo, por supuesto, de una reflexión.
Tareas pendientes
Pese a la calma que se enseñorea en los amplios corredores del Palacio de las Academias, historiadores como Elías Pino son conscientes de los retos que deben afrontar, que los llaman a salir de la quietud del claustro protector. La eterna paradoja del sabio encerrado en su torre de marfil es advertida como un enorme peligro por el investigador quien finaliza sin miramientos: “Debemos plantearnos una mayor presencia pública en los foros y en las discusiones que existen en las universidades. El claustro aún no se ha desembarazado de la talanquera que le impide salir del palacio. Los lugares adecuados para la diatriba son las universidades donde hay una representación de las nuevas generaciones con quienes el diálogo podría ser muy fructífero”.
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