Traducción del excelente artículo de Francisco Rodríguez (exasesor de la Asamblea Nacional chavista) de la revista Foreign Affairs. Sé que es viejo (febrero, 2008) pero vale la pena tenerlo archivado acá. Lo separaré en varios posts. El subrayado es nuestro.
Una revolución vacía (II)
por Francisco Rodríguez
IZQUIERDA FALSA
DESDE EL MOMENTO en que llegó a la presidencia, en 1999, Chávez presentó su política económica y social como una alternativa de izquierda al llamado Consenso de Washington y como un distanciamiento importante de las reformas de libre mercado de los gobiernos anteriores. Aunque, en realidad, las diferencias fueron moderadas al principio, el ritmo del cambio se aceleró de manera significativa después de la crisis política y económica de 2002-2003, cuando se vivió un intento de golpe de Estado fallido y una huelga nacional que duró 2 meses. Desde entonces, la economía venezolana ha sufrido una transformación.
En términos generales, este cambio puede caracterizarse por tener cuatro dimensiones básicas. En primer lugar, el tamaño del Estado ha aumentado en forma dramática. Los gastos del gobierno, que representaban sólo 18.8% del PIB en 1999, ahora equivalen al 29.4% del PIB, y el gobierno ha nacionalizado sectores clave como la electricidad y las telecomunicaciones. En segundo lugar, la forma de fijar precios y salarios se ha convertido en un proceso muy regulado por medio de una red de restricciones, en vigor desde 2002, que van desde controles rígidos a los precios y al tipo de cambio, hasta una prohibición para despedir trabajadores. En tercer lugar, ha habido un deterioro significativo en la seguridad de los derechos de propiedad a medida que el gobierno ha expropiado terrenos y empresas privadas de manera ad hoc, apelando tanto a motivos políticos como económicos. En cuarto lugar, el gobierno ha llevado a cabo una renovación completa de la política social, reemplazando los programas existentes con una serie de iniciativas vistosas, conocidas como “misiones”, dirigidas a atender problemas específicos, como el analfabetismo o los deficientes servicios de salud en barrios pobres.
Las opiniones difieren sobre qué tan deseables son las consecuencias de muchas de estas reformas; no obstante, parece haber surgido un amplio consenso en torno a la idea de que, por lo menos, las reformas han permitido una redistribución significativa de la riqueza del país entre su mayoría pobre. De hecho, la afirmación de que Chávez ha llevado beneficios tangibles a los pobres de Venezuela se ha convertido en un lugar común, incluso entre sus críticos. En una carta dirigida al presidente George W. Bush, en vísperas de las elecciones presidenciales de Venezuela en 2006, Jesse Jackson, Cornel West, Dolores Huerta y Tom Hayden escribieron: “Desde 1999, los ciudadanos de Venezuela han votado reiteradamente por un gobierno que, a diferencia de otros en el pasado, compartiría la riqueza del petróleo de su país con millones de venezolanos pobres”. El ganador del Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, ha señalado: “El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, parece haber tenido éxito al llevar educación y servicios de salud a los barrios de Caracas que, en el pasado, se habían visto poco beneficiados por la rica dotación de petróleo de ese país”. Incluso The Economist ha escrito: “El estilo de revolución de Chávez ha conseguido algunos avances sociales”.
Uno esperaría que tal consenso estuviera respaldado por un número abrumador de pruebas. No obstante, hay pocas evidencias que apoyen la afirmación de que el gobierno de Chávez ha actuado de forma distinta a los gobiernos venezolanos anteriores —o, para el caso, de manera distinta a la de otros países en desarrollo de América Latina— en cuanto a la redistribución de las ganancias del crecimiento económico hacia los pobres. Se cita a menudo la estadística referente a la disminución de la pobreza de un punto máximo de 54%, en el punto culminante de la huelga nacional de 2003, a 27.5%, en la primera mitad de 2007. Aunque esta disminución puede parecer impresionante, también se sabe que la reducción de la pobreza se asocia, en gran medida, con el crecimiento económico, y que el PIB per cápita de Venezuela aumentó casi 50% durante el mismo período, sobre todo debido a que los precios del petróleo se triplicaron. La pregunta real no es, pues, si la pobreza ha disminuido, sino si el gobierno de Chávez ha sido particularmente eficaz para convertir este período de crecimiento económico en reducción de la pobreza. Una forma de evaluarlo es calculando la reducción en la pobreza por cada aumento de un punto porcentual en el ingreso per cápita —en la jerga de los economistas, la elasticidad del ingreso de la reducción de la pobreza—. Este cálculo muestra una reducción promedio de 1 punto porcentual en la pobreza, por cada punto porcentual de aumento del PIB per cápita durante esta recuperación: una proporción que se compara en forma desfavorable con la de muchos otros países en desarrollo, para los cuales los estudios tienden a fijar la cifra en, aproximadamente, 2 puntos porcentuales. Asimismo, uno esperaría que el crecimiento en favor de los pobres estuviera acompañado de una marcada disminución en la desigualdad del ingreso. Sin embargo, según el Banco Central de Venezuela, la desigualdad en realidad ha aumentado durante el gobierno de Chávez, con un incremento en el coeficiente de Gini (una medida de desigualdad económica, en la que el 1 indica desigualdad perfecta y el 0 indica igualdad perfecta) de 0.44 a 0.48 entre 2000 y 2005.
Las estadísticas sobre pobreza y desigualdad, por supuesto, sólo relatan una parte de la historia. Hay muchos aspectos del bienestar de los pobres que no han captado las medidas de ingreso monetario y es ahí donde, quienes apoyan a Chávez, afirman que el gobierno ha tenido sus mayores logros en las actividades de sus “misiones”, que se han concentrado en la provisión directa de servicios de salud, educación y otros servicios públicos básicos a comunidades pobres. Pero, una vez más, las estadísticas oficiales no muestran señales de una mejoría sustancial en el bienestar del venezolano promedio, y en muchos casos ha habido un deterioro preocupante. El porcentaje de bebés con bajo peso, por ejemplo, aumentó de 8.4% a 9.1% entre 1999 y 2006. Durante el mismo período, el porcentaje de hogares sin acceso al agua corriente aumentó de 7.2% a 9.4%, y el porcentaje de familias que viven en casas con piso de tierra casi se triplicó, al pasar de 2.5% a 6.8%. En Venezuela, se pueden ver las “misiones” por todas partes: en los carteles del gobierno que tapizan las calles de Caracas, en las omnipresentes camisetas rojas que se entregan a quienes participan en los programas y que usan quienes apoyan al gobierno en los mítines de Chávez, y en las asignaciones excesivas del presupuesto gubernamental. El único lugar en donde es difícil encontrar a las “misiones” es en las estadísticas de desarrollo humano.
Resulta sorprendente que, dadas la retórica y la reputación de Chávez, las cifras oficiales no muestren cambio significativo alguno en la prioridad asignada al gasto social durante su gobierno. La porción promedio del presupuesto destinada a salud, educación y vivienda bajo el gobierno de Chávez en sus primeros 8 años de mandato fue de 25.12%, prácticamente idéntica a la porción promedio (25.08%) de los 8 años anteriores. Y hoy es más baja que en 1992, el último año de funciones del gobierno “neoliberal” de Carlos Andrés Pérez —el líder a quien Chávez, que en ese entonces era Teniente Coronel del Ejército venezolano, intentó derrocar mediante un golpe de Estado, supuestamente en beneficio de la mayoría pobre que había sido marginada—.
En varios estudios recientes, he trabajado con colegas para analizar de una manera más sistemática los resultados de las misiones de salud y educación de Chávez. Nuestros hallazgos confirman que, en realidad, Chávez ha hecho poco por los pobres. Por ejemplo, su gobierno a menudo afirma que la llegada de médicos cubanos como parte del programa de salud Barrio Adentro ha contribuido a disminuir la mortalidad infantil en Venezuela. De hecho, un análisis cuidadoso de las tendencias en la mortalidad infantil y neonatal muestra que la tasa de disminución no difiere significativamente de la del período previo a Chávez, ni de la tasa de disminución de otros países latinoamericanos. Desde 1999, la mortalidad infantil en Venezuela se ha reducido a una tasa anual de 3.4%, cifra prácticamente igual a la tasa de 3.3% a la cual había disminuido durante el período previo de 9 años, y que es inferior a las tasas de disminución para el mismo período en Argentina (5.5%), Chile (5.3%) y México (5.2%).
Aún más decepcionantes son los resultados del programa de alfabetización del gobierno, denominado Robinson. El 28 de octubre de 2005, Chávez declaró que Venezuela era un “territorio libre de analfabetismo”. Su campaña de alfabetización nacional, anunció, había enseñado a leer y a escribir a 1.5 millones de personas, y el Ministro de Educación declaró que el analfabetismo residual representaba a menos de 0.1% de la población. El logro recibió un considerable reconocimiento internacional y muchos especialistas y observadores ocasionales lo tomaron en sentido literal. Por ejemplo, un artículo reciente publicado en el San Francisco Chronicle reportó que “el analfabetismo, que antes afectaba al 10% de la población, se ha eliminado por completo”. El Presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, y el Director General de la UNESCO, Koïchiro Matsuura, enviaron al gobierno venezolano cartas públicas de felicitación por dicho logro. (Luego de la declaración de Matsuura, el gobierno de Chávez afirmó que la erradicación del analfabetismo había sido “verificada por la UNESCO”).
Sin embargo, junto con Daniel Ortega de la escuela de negocios IESA de Venezuela, analicé las tendencias en las tasas de analfabetismo basadas en respuestas a las encuestas realizadas en hogares por el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela. (Una presentación completa de nuestro estudio aparecerá en el número de octubre de 2008 de la revista Economic Development and Cultural Change). En contraste con las afirmaciones del gobierno, encontramos que había más de 1 millón de venezolanos analfabetas para finales de 2005, una disminución mínima en relación con los 1.1 millones de personas analfabetas registradas en la primera mitad de 2003, antes del inicio del programa Robinson. Además, incluso esta pequeña reducción se debe a tendencias demográficas, más que al programa en sí. En una batería de pruebas estadísticas, encontramos escasas evidencias de que el programa hubiera tenido algún efecto estadísticamente distinguible sobre el analfabetismo de Venezuela. También encontramos numerosas inconsistencias en la versión del gobierno. Por ejemplo, éste afirma haber empleado a 210 410 capacitadores en el esfuerzo contra el analfabetismo (aproximadamente 2% de la mano de obra venezolana), pero no hay evidencia en la información sobre empleo en el sector público de que esas personas hayan sido contratadas ni constancia en las estadísticas del presupuesto gubernamental de que se les haya pagado alguna vez.
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