Artículos de opinión de los historiadores venezolanos
Les dejo acá el artículo semanal del historiador Simón Alberto Consalvi que publica todos los domingos en El Nacional.
El Papa, Italia y el fascismo
Para ser fascista no se necesita ser Benito Mussolini. Para ser tirano no se necesita ser José Stalin. Para ser genocida no se necesita ser Adolfo Hitler. Las pestes que representan o simbolizan estos tres protagonistas del siglo de las guerras y del oprobio terminan confluyendo en denominadores comunes: en la intolerancia, la discriminación, el exterminio del otro, del que no piensa como ellos, del que tiene un rostro de otro color, del que cree que como persona asume los privilegios de la libertad y de la diversidad.
Estas fueron pestes del siglo XX, pero no fueron inventadas por el siglo: existieron desde la Edad Media o antes, con otros nombres. Obviamente, no han desaparecido de la faz de la tierra. El hecho de que una potencia militar no proclame como principios de sus políticas los denominadores comunes que en los años veinte, los treinta y los cuarenta del siglo XX se conocieron como sistemas de dominación nos distancia de aquella oscura época de la historia, pero no nos exonera ni redime.
Veamos: los extremismos de ciertas políticas ultraconservadoras o ultraizquierdistas, la discriminación racial, el odio como sistema, la persecución y el ultraje del adversario, el pensamiento único como Úkase, son expresiones del funesto fenómeno que se oculta y reaparece como una fatalidad.
En Italia, y como consecuencia de políticas discriminatorias y posiciones políticas extremistas, revive ahora un debate sobre los peligros de una vuelta del fascismo. El hecho de que Italia sea cuna de una de sus más conspicuas expresiones, el fascismo de Benito Mussolini, Il Duce, histrión y demagogo, le da al debate connotaciones que trascienden la gran nación. Aun cuando las aprensiones sobre estas tendencias tocan a sectores clave de la sociedad italiana, fue una revista católica, Famiglia Cristiana, el órgano a través del cual se formularon en esta ocasión críticas bien fundadas sobre políticas discriminatorias bajo el gobierno ultraconservador de Silvio Berlusconi, Il Cavaliere que controla la política, la economía y los medios de comunicación como un imperio del cual les es difícil liberarse a los italianos.
Aun cuando sin inmiscuirse en el debate, el papa Benedicto XVI abordó los perversos síntomas en su plática del domingo 17 de agosto en la plaza de San Pedro. Como es evidente, el pontífice lo hizo como una reflexión dentro del contexto de otros asuntos. Sin embargo, sus palabras no pasaron inadvertidas. Las trascribo aquí porque mejor que cualquier glosa es el propio texto. Leamos: "¡Qué importante es, sobre todo en nuestro tiempo, que cada comunidad cristiana profundice cada vez más su convicción, con el fin de ayudar también a la sociedad civil a superar cada posible tentación de racismo, intolerancia y exclusión y a organizarse con escogencias respetuosas de la dignidad de cada ser humano! Una de las grandes conquistas de la humanidad es haber superado el racismo. Sin embargo, se registran en distintos países nuevas manifestaciones preocupantes, ligadas a menudo a problemas sociales y económicos, que nunca deberían justificar el desprecio y la discriminación racial. Recemos porque en todos lados crezca el respeto por cada persona, conjuntamente con la responsable convicción de que sólo en la recíproca aceptación de todos es posible construir un mundo signado por auténtica justicia y paz verdadera".
En cualquier otro momento, las expresiones de Benedicto XVI habrían sido interpretadas como una reiteración de viejos principios de la Iglesia. Pero no es así. Los temores de una vuelta del fascismo no son ni visiones ni ejercicios de sonámbulos. Son, sí, pesadillas, las de quienes ven que lo que se llamó fascismo en el siglo XX, regresa con otros nombres y con otros colores en el XXI. El asunto conmueve a Italia. No se puede ser ajeno ante las políticas de discriminación racial, o los extremismos que llevan a medidas como las de tomar las huellas digitales a los recién nacidos, uno de los aspectos en que Famiglia Cristiana ha puesto énfasis. O la persecución de inmigrantes por parte de soldados y guardias militares. Las palabras del Pontífice dieron en el blanco. De inmediato, los ministros de Berlusconi alegaron que "el Papa había hablado urbi et orbe", y no para los italianos. El Vaticano no dio explicaciones, porque aquellas palabras no necesitan otras palabras. El editor de Famiglia Cristia na respondió que, en efecto, el Sumo Pontífice había hablado para el mundo, "pero Italia es parte de ese mundo". Más claro no canta un gallo. Retengamos este postulado de Benedicto XVI: "Una de las grandes conquistas de la humanidad es haber superado el racismo". No ha terminado esa lucha de siglos, pese a la derrota de los sistemas de dominación, llámense como se llamen sus profetas, Mussolini, Stalin, o Hitler.
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