Desde el Correo del Caroní
UNO, ÚNICO, UNÁNIME
domingo, 17 de agosto de 2008
"¿Cómo puede ser que tantos hombres soporten a un solo tirano?" E.de la Boétie
El personalismo como expresión de la vida política ha sido y es una constante a lo largo de la historia humana. Tal fenómeno se ha manifestado en la figura de monarcas, emperadores, autócratas, dictadores y líderes carismáticos. La tendencia en cada uno de estos casos es la de concentrar lo máximo del poder y la autoridad en una sola persona que oye, habla, decide y actúa con el asentimiento de sus cortesanos quienes exigen la necesaria obediencia a eso que llaman pueblo.
El tema, de por sí apasionante, nos lleva a comentar dentro de la actualidad nacional, el libro del historiador Elías Pino Iturrieta: Nada sino un solo hombre, en el cual se plantea como premisa el hecho de que Venezuela ha dependido desde su génesis del personalismo. A los efectos la presentación de la obra en cuestión señala: "Encumbrada sobre las instituciones, sobre las urgencias de la economía y las propuestas de los intelectuales, la voluntad de un hombre poderoso y usualmente armado hasta los dientes ha determinado la marcha de la sociedad sin encontrar mayores resistencias, o contando con masivo entusiasmo". A lo anterior se agrega: "Para los venezolanos ha sido una vivencia recurrente la sujeción a una cadena de reyezuelos, hasta el punto de que pueda explicarse un extenso tramo de su historia como un hábito de prosternación, como el traspaso de los anhelos comunes al capricho de un individuo convertido en amuleto y en tabla de salvación".
El autor consultado desarrolla un itinerario de orden histórico a través del devenir venezolano y en tal sentido parte de consideraciones como que sigue: "El personalismo es un fenómeno constante en la historia de Venezuela, a partir de los primeros pasos hacia la arquitectura de nación independiente. Es una recurrencia de los negocios públicos, hasta el extremo de que casi no exista período en la evolución en los asuntos relativos al poder que no lo encuentre como resorte en alguno de sus costados. La influencia que todavía ejerce en nuestras vidas y en el manejo de los asuntos concernientes al grueso de la ciudadanía permite su tratamiento sin mayores explicaciones".
Coinciden las observaciones de Pino con un reciente artículo de Teodoro Petkoff en el diario "Tal Cual", cuyo título es El país soy yo, en el que se hace referencia a la aplicación del artículo 70 de la nueva Ley de Administración Pública, la cual forma parte del cuestionado y cuestionable "paquetazo", tema sobre el cual el articulista dice que la referida normativa "liquidaría lo que queda de la descentralización administrativa". En tal situación, Yo-El-Supremo, en alusión al desbordado personalismo presidencial de esta última década busca profundizar su poder en las regiones imponiendo por encima de los gobernadores a funcionarios que eufemísticamente se les denomina "autoridades regionales", las cuales no son otra cosa que los "vicepresidentes" propuestos en la derrotada reforma constitucional. Esos funcionarios se convertirán en "los agentes del poder central para la planificación, seguimiento y control de las políticas, planes y proyectos que aquel poder central, en coordinación con aquellos, determine para los estados, las regiones y hasta para los municipios grandes". El personalismo enfermizo que padece Venezuela no solamente busca anular la autonomía de las regiones sino también la de los municipios. Obviamente todo debe estar férreamente centralizado en un par de manos. Eso representa no una revolución sino una involución.
Volviendo a la obra del historiador cabe colocar de relieve su posición ante el personalismo que ha dominado nuestra vida política y en tal sentido manifiesta que "en cualquiera de los predicamentos la denominación refiere a un individuo capaz de encarnar las aspiraciones de grupos grandes y pequeños, a veces diminutos pero en ocasiones multitudinarios, por encima de las necesidades más evidentes de la sociedad y de lo que se haya discernido en una organización política, en las universidades, en los gremios, en el interior de una asociación de intelectuales, desde la perspectiva de los grupos de presión y también en los acuerdos de sus legislaturas".
Pino, en consecuencia, conduce al lector por lo que denomina "el cumplimiento de un breve itinerario en una comarca en la cual ha abundado una fauna de ejemplares capaces de determinar la existencia del personalismo venezolano como hecho que puede explicar buena parte de la historia doméstica, para luego explorar los motivos de su abundancia y de su aceptación". De esta forma, las páginas del libro Nada sino un solo hombre llevan a recorrer momentos de nuestra historia partiendo desde la Colonia, luego la independencia con la aparición de caudillos peninsulares y criollos de cuyos rasgos el lector puede deducir la conformación que un personalismo paternal que se configuró en el republicanismo de los siglos XIX y XX, hasta este presente neocaudillesco del siglo XXI en el que un individuo, apertrechado de una pródiga petrochequera respaldada por un discurso pseudomesiánico, animado con poses histriónicas, demagógicas y populistas, se asume como Venezuela: "Yo soy el uno, el único, el unánime, sin mí no hay Estado, ni país, ni sociedad, ni gobierno. En mí y dentro de mí, todo. Fuera de mí, nada".
dmarquezcastro@yahoo.com
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