Traducción del excelente artículo de Francisco Rodríguez (exasesor de la Asamblea Nacional chavista) de la revista Foreign Affairs. Sé que es viejo (febrero, 2008) pero vale la pena tenerlo archivado acá. Lo separaré en varios posts. El surayado es nuestro
Una revolución vacía
por Francisco Rodríguez
Incluso los críticos del régimen de Hugo Chávez suelen concederle el mérito de haber hecho de la ayuda a los pobres su prioridad. Pero, de hecho, el gobierno de Chávez no ha emprendido más acciones para combatir la pobreza que cualquiera de los gobiernos venezolanos anteriores, y sus programas sociales, ampliamente difundidos, han arrojado pocos resultados. Un análisis cuidadoso de las evidencias revela cuánto ha afectado la “revolución” de Chávez a la economía venezolana –y cómo los pobres están padeciendo más que nadie–.
Incluso los críticos del régimen de Hugo Chávez suelen concederle el mérito de haber hecho de la ayuda a los pobres su prioridad. Pero, de hecho, el gobierno de Chávez no ha emprendido más acciones para combatir la pobreza que cualquiera de los gobiernos venezolanos anteriores, y sus programas sociales, ampliamente difundidos, han arrojado pocos resultados. Un análisis cuidadoso de las evidencias revela cuánto ha afectado la “revolución” de Chávez a la economía venezolana –y cómo los pobres están padeciendo más que nadie–.
EL 2 DE DICIEMBRE, cuando los venezolanos dieron al presidente Hugo Chávez su primera derrota electoral en 9 años, la mayoría de los analistas se sorprendió. De acuerdo con los resultados oficiales, el 50.7% de los votantes rechazó la reforma constitucional propuesta por Chávez, la cual habría expandido el Poder Ejecutivo, habría eliminado los límites al período presidencial y habría allanado el camino para la construcción de una economía “socialista”. Fue un gran revés para un presidente que apenas un año antes había ganado un segundo período de 6 años con el 62.8% de los votos. Los analistas de los medios tuvieron dificultades para dar una explicación. Señalaron factores idiosincrásicos, como el nacimiento de un nuevo movimiento estudiantil y la deserción de grupos poderosos de la coalición de Chávez. Sin embargo, pocos llegaron tan lejos como para desafiar la sabiduría popular sobre cómo se las ha arreglado Chávez para mantenerse en el poder durante tanto tiempo.
Aunque las opiniones difieren sobre si el mandato de Chávez debería caracterizarse como autoritario o democrático, prácticamente todas parecen coincidir en que, en contraste con sus predecesores, Chávez ha hecho del bienestar de los pobres de Venezuela su prioridad. Su gobierno, piensan, ha proporcionado alimentos subsidiados a familias de bajos ingresos, ha redistribuido la tierra y la riqueza, y ha invertido dinero de la floreciente industria petrolera venezolana en programas de salud y educación. Entonces, no debería sorprender que, en un país cuya política estuvo dominada durante mucho tiempo por las élites adineradas, Chávez se haya ganado el apoyo duradero de las clases pobres de Venezuela.
Este argumento puede resultar convincente para muchos que están indignados, con toda razón, por las profundas desigualdades sociales y económicas de América Latina. Pero, por desgracia, esta percepción es errónea. Ni las estadísticas oficiales ni los cálculos independientes arrojan evidencia alguna de que Chávez haya reorientado las prioridades estatales en beneficio de los pobres. La mayoría de los indicadores de desarrollo humano y de salud no han mostrado progreso significativo alguno, más allá de los considerados normales en medio de un auge petrolero. De hecho, algunos se han deteriorado de manera preocupante y los cálculos oficiales indican que la desigualdad en el ingreso ha aumentado. La hipótesis de que “Chávez es bueno para los pobres” es inconsistente con los hechos.
Mi escepticismo con respecto a esta noción comenzó durante mi ejercicio como Economista en Jefe de la Asamblea Nacional de Venezuela. En septiembre de 2000, dejé la academia estadounidense para dirigir a un equipo de investigación con funciones muy similares a las de la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos. Yo tenía muchas expectativas con respecto al gobierno de Chávez y estaba emocionado ante la posibilidad de trabajar en un gobierno que prometía concentrarse en el combate a la pobreza y a la desigualdad. Sin embargo, rápidamente descubrí la gran brecha que había entre la retórica del gobierno y la realidad de sus prioridades políticas.
Poco después de haber entrado a la Asamblea Nacional, tuve un enfrentamiento con el gobierno por la insuficiencia de recursos destinados al Fondo Único Social (FUS), que Chávez había creado para coordinar la distribución de fondos para programas de combate a la pobreza. La ley que estableció el FUS incluía una cláusula especial para garantizar que éste se beneficiaría del aumento en las ganancias del petróleo. Pero cuando las ganancias del petróleo comenzaron a crecer, el Ministro de Finanzas ignoró la cláusula y asignó al FUS sólo 295 millones de dólares en el presupuesto de 2001 —15% menos que el año anterior y menos de un tercio de los 1 100 millones que ordenaba la ley—. Cuando mi oficina señaló esta inconsistencia, al Ministerio de Finanzas se le ocurrió el creativo truco de contabilidad de reajustar la ley para que los programas que no coordinara el FUS parecieran, de cualquier manera, estar recibiendo recursos de éste. El efecto consistió en desviar recursos de los pobres, incluso cuando las ganancias del petróleo estaban aumentando de manera vertiginosa. (Los miembros de línea dura del gobierno, indignados por las críticas realizadas por la oficina a mi cargo, exigieron de inmediato mi salida).
Cuando los últimos moderados que entendían la necesidad de contar con un equipo de investigación independiente para evaluar las políticas abandonaron el bando de Chávez, en 2004, el gobierno finalmente disolvió nuestra oficina).
El éxito político de Chávez no proviene de los logros de sus programas sociales ni de su eficacia para redistribuir la riqueza. Más bien, debido a una combinación de suerte y de manipulación del sistema político, Chávez se ha enfrentado a elecciones en momentos de fuerte crecimiento económico, actualmente impulsado por un auge petrolero mayor que cualquiera que haya ocurrido desde la década de los setenta. Al igual que los votantes de cualquier otro lugar, los venezolanos tienden a votar con el bolsillo y, hasta hace poco, esto había significado votar por Chávez. Pero ahora, la mala gestión de la economía y el fracaso para estar a la altura de su retórica en pro de los pobres finalmente han empezado a alcanzarlo. Con la aceleración de la inflación, la creciente escasez de alimentos básicos y el fracaso crónico generalizado en la provisión de servicios públicos básicos, los venezolanos están empezando a vislumbrar las consecuencias de las políticas económicas de Chávez —y no les gusta lo que ven—.
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