Me voy a meter a bolivariano... (comentarios sobre el Bolívar de García Márquez)

De nuevo podemos admirar la redacción de García Márquez; pero la verdad es que no logra transmitirnos un Bolívar más humano, como muchos han querido ver en esta obra. Al Gabo se le hace imposible ocultar su admiración por el gran hombre, por más descripción que haga de sus achaques de hombre frustrado y moribundo. La novela “se deja colar”, ¡es García Márquez!; y logró renovar mi interés por la vida de Bolívar y el deseo de conocer por qué un escritor que trató de humanizarlo no lo logra: es el peso de un culto del cual nos cuesta mucho deslastrarnos. La educación e historia oficial; junto con las mil pinturas, efigies y estatuas; y los constantes hombres públicos; nos han convencido que no es un hombre es un Dios. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Quién fue en verdad Bolívar?. En los próximos días, trataré de responder a esta y a otras preguntas leyendo las biografías más importantes y una selección de sus documentos y cartas.

Sobre la obra del Gabo puedo decir otras cosas:

1) En ella se relatan los últimos meses en la vida de Simón Bolívar y Palacios que son realmente su último viaje; temporalmente comprende desde principios del año 1830 hasta el 17 de diciembre “fatídico”; y geográficamente se refiere a las ciudades de Santa Fe de Bogotá, Facarativá, Guaduas, Honda, Puerto Real, Ocaña, Mompox, Zambrano, Barranca Nueva, Cartagena, Turbaco, Soledad, Barranca de San Nicolás, y finalmente Santa Marta; es el viaje por el río Magdalena principalmente.

2) En algunos pueblos lo detestan, y en otros lo aclaman. El autor da entender que se va del país con rumbo a Europa, aunque luego pareciera que va a invadir Venezuela y reunificará a la Gran Colombia (estimula esta última idea, aunque para nada genera sospecha de envenenamiento).

3) A medida que se desarrolla el viaje va recordando aspectos importantes de su vida; la verdad es que el autor “refleja” algunas características de su personalidad en la de Bolívar.

4) El autor, además, intenta justificar la tesis marxista relativa a Bolívar: como un revolucionario social más que un “hijo” del patriciado caraqueño e hispanoaméricano, y por ello conservador en muchos aspectos.

5) Otra visión que busca resaltar, es la de un Bolívar afrodescendiente y caribe; tanto en sus costumbres como en su origen étnico.

6) Reproduce los terribles defectos del culto a Bolívar: la ya citada incapacidad de humanizarlo porque se le considera “divino”, la “santificación” de todos los que lo apoyan (su séquito: Carreño, Ibarra, Wilson, O’Leary, y los más santos de todos: Sucre y Manuela) y la “demonización” de los que no lo apoyan (Santander y Páez); y la religiosidad de todos sus actos, pero es una religiosidad laica.

7) Se habla de un Bolívar ateo, lo cual no es sostenible por su historia y mucho menos sus últimos años.

8) De nuevo está la visión del pueblo como bueno, ingenuo, fiel, explotado y sacrificado; lo cual se muestra en su mayordomo el mulato: José Palacios; y claro: en el propio Bolívar que muere pobre. Además, prueba de esta perspectiva es la frase final que es muy hermosa, no hay que negarlo.

Examinó el aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez vio la verdad: la última cama prestada, el tocador de lástima cuyo turbio espejo de paciencia no lo volverá a repetir, el aguamanil de porcelana descarchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la cita ineluctable del 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde final. Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír las voces radiantes de los esclavos cantando la salve de las seis en los trapiches, y vio por la ventana el diamante de Venus en el cielo que se iba para siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas campánulas amarillas no vería florecer el sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de la vida que nunca más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse.