Artículos de opinión de los historiadores venezolanos
Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en El Universal.
El chavismo y las FARC
Istúriz prefiere maquillar la historia con brocha gorda y Chávez ofrece un puente de plata
El chavismo se ha comportado de una manera curiosa en sus recientes relaciones con las FARC, hasta el extremo de dar pasos sin abandonar un solo punto de cuya querencia no se quiere alejar pese a que pretende sugerir sensaciones de distanciamiento. Es como el anuncio de un divorcio que el marido se niega a ventilar en los juzgados mientras les hace creer a los amigos que ya no quiere nada con la mala mujer que fue su compañera, o como el pregón de un viaje sin viajeros que jamás estuvo planeado, pero de cuyo itinerario se alardea ante los vecinos. Atrapado en una contradicción de discursos y conductas, el régimen no ha hecho en este caso otra cosa que manejarse según la dirección de los vientos que soplan contrariando su voluntad más acendrada, en espera de que amainen para que la navegación de su crucero de amor con la narcoguerrilla retorne sin incomodidad a la ruta original.
La primera evidencia de este periplo sin pasos efectivos se advierte en la conducta del teniente coronel, quien ha saltado del más rendido afecto a unas declaraciones que sólo en la superficie se parecen a una ruptura. La maroma que ha podido significar la suerte de duelo oficial que protagonizó ante la muerte de Raúl Reyes y las reservas manifestadas hace poco frente a los facinerosos, no es sino un salto ornamental para entretenimiento del público. ¿Acaso ha encerrado una condena como la que debe suceder cuando se intenta de veras una corrección? El hombre que ofrece el homenaje del respetuoso silencio ante la noticia del bandolero muerto no puede conformarse con una declaración de anacronismo para dar por concluido el trámite de un vínculo cargado de intimidad y movido por intereses comunes. Después de depositar lejanas pero sentidas ofrendas ante el cadáver de un desalmado, saca ahora unas cuentas debido a las cuales llega a la sospechosa conclusión de que sus huestes carecen de actualidad, de que trillan un sendero superado por la política latinoamericana. Conociéndolos de cerca, como los conoce, ahora no echa a los narcoguerrilleros al pajón porque forman parte de un designio de crimen y delito, de abyección y holocausto. Apenas se aparta de ellos porque tienen arrugas en la piel, porque le parecen achacosos manejando fusiles en la selva cuando impera el tiempo de las luchas cívicas y de los debates de ideas por la calle del medio. Ni una sola censura digna de atención en su proclama de separación, ni una sola crítica en torno a una de las conductas más deleznables de la historia contemporánea. Solamente hasta esa sinuosa postura lo ha movido el éxito de la Operación Jaque llevada a cabo por el gobierno de Colombia, es decir, hasta una distancia prudente que nada abona en relación con una metamorfosis de trascendencia frente a quienes ha apoyado sin cortapisas.
La impostura se hace más evidente cuando se relaciona con las interpretaciones que sus acólitos han manifestado sobre la Operación Jaque. No la han presentado como un movimiento impecablemente certero sino como una puesta en escena. Más todavía, se han negado a juzgarlo como una acción de rescate para insistir sin rubor ante los usuarios de VTV, o frente a los lectores de la prensa oficialista, sobre la realización de un nuevo acto de magnanimidad por parte de las generosas y patrióticas FARC, cuyo comando un buen día dispuso la libertad de un grupo de cautivos. En el campeonato de la manipulación y la tergiversación ha sobresalido Aristóbulo Istúriz, candidato a la Alcaldía de Caracas, quien no sólo machacó la insólita idea de un éxito de inteligencia militar transfigurado en acto de liberación propio de bienaventurados. También llegó al extremo de asegurar cómo los narcoguerrilleros habían tratado con esmero y aun con amabilidad a sus "prisioneros de guerra", para que les pagáramos tan mal quienes aplaudimos a las tropas triunfantes sobre la barbarie.
Dado que reconocer el éxito militar conduciría a confesar el descalabro de unos entrañables compañeros de viaje, de unos malhechores considerados como paladines de la justicia, Istúriz y otros "analistas" de su especie han preferido maquillar la historia con brocha gorda mientras el teniente coronel les ofrece un puente de plata para que se alejen un poco y para vuelvan a su regazo cuando sea oportuno, cuando algún milagro de San Tiro Fijo cambie la cara de las cosas, cuando la espada que camina por América Latina lleve de nuevo las aguas a deseable cauce. Pero existe un serio problema con este fementido desafecto: tiene que ver con la necesidad de que no descubran ahora a la narcoguerrilleros en el cortejo del jefe, pero les permite ocultarse a sus anchas entre nosotros mientras los golpea una tempestad que no parece tener fin. Menuda mudanza de matones sucedería en definitiva para nuestro mal.
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