La pureza civilista democrática (anteriores posts sobre el tema: I y II)
A partir de la Generación del 28 (en especial, gracias a la experiencia de los jóvenes políticos en el exilio al conocer las organizaciones y corrientes políticas modernas), en Venezuela surgen los partidos políticos de masas que lucharán por la participación de los civiles en el poder por medio del sufragio universal y la elección directa de los poderes públicos, la competencia electoral interpartidista y los grupos de presión (sindicatos, etc.). El sufragio universal significaría el protagonismo de los civiles (inmensa mayoría de la población), siempre y cuando fuera realmente universal (participación de jóvenes desde los 18 años y no 21 como era hasta ese momento, el voto femenino y de los analfabetas, y la eliminación de los grados en la elección de los diputados y senadores, y el Presidente). El proyecto civilista democrático negaba el militarismo y el tutelaje de una minoría profesional, era de la idea que la democracia se aprende ejerciéndola y no necesitaba de gradualismo educativos como planteaban los positivistas.
El civilismo, entendiendo por tal la participación de los civiles en la política sin tutelajes militares o de otro tipo, junto a una forma de hacer política no violenta; aparece en la historia de Venezuela de una manera determinante desde la aparición de la Generación del 28[1], y se consolidará en la década postgomecista (1935-1945). Una revisión de los documentos y los discursos de lo que será luego la organización política más importante de su época: Acción Democrática, en la “pluma” y oratoria de sus más importantes líderes (en especial Rómulo Betancourt); resalta la idea de la lucha por el protagonismo de lo civiles en contraste con el militarismo existente y que se identifica con el pasado, el gomecismo y el ejército obviamente. Así podemos citar los siguientes textos, el subrayado es nuestro:
Luchamos por una democracia decente, distinta a esta democracia a ultranza de hoy, donde actúa como elemento dirigente el individuo más "guapo", el más hábil en el manejo de la macana, y no el más capacitado ética e intelectualmente para esa función; luchamos porque elementos civiles sustituyan en el manejo de la cosa pública a los sargentones analfabetos que han venido monopolizando la política y la administración; luchamos por la conquista de un estado social equilibrado y armónico, propicio al libre desenvolvimiento de las aspiraciones colectivas (Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva, 1929, “En la huella de la pezuña”).
Programa mínimo de acción inmediata de acuerdo con los siguientes enunciados: hombres civiles al manejo de la cosa pública con exclusión de todo militar del mecanismo administrativo durante el período preconstitucional y lucha contra el caudillismo militarista (...) (ARDI, 1931, “Plan de Barranquilla”).
Son nuestros enemigos irreconciliables, en el plano de la acción política, y contra ellos estamos y estaremos: a) La burguesía imperialista internacional, mediatizadora de nuestra economía, y su aliada nativa, la clase nacional de latifundistas y de grandes señores del comercio y de la industria, y b) el caudillaje militar. (…) De la generalada «redentora» sí estábamos desvinculados de tiempo atrás, radicalmente. Al conocerlos y tratarlos, uno a uno, nos habíamos convencido de que ninguno de ellos -sea de viejo o de nuevo cuño, «arrepentido de pasados errores» o inédito en las funciones administrativas significaría, desde el poder, como gobernante, ningún avance con relación al régimen actual. (Rómulo Betancourt, 1932, “Contra quién estamos y con quién estamos”).
A partir de la Generación del 28 (en especial, gracias a la experiencia de los jóvenes políticos en el exilio al conocer las organizaciones y corrientes políticas modernas), en Venezuela surgen los partidos políticos de masas que lucharán por la participación de los civiles en el poder por medio del sufragio universal y la elección directa de los poderes públicos, la competencia electoral interpartidista y los grupos de presión (sindicatos, etc.). El sufragio universal significaría el protagonismo de los civiles (inmensa mayoría de la población), siempre y cuando fuera realmente universal (participación de jóvenes desde los 18 años y no 21 como era hasta ese momento, el voto femenino y de los analfabetas, y la eliminación de los grados en la elección de los diputados y senadores, y el Presidente). El proyecto civilista democrático negaba el militarismo y el tutelaje de una minoría profesional, era de la idea que la democracia se aprende ejerciéndola y no necesitaba de gradualismo educativos como planteaban los positivistas.
El civilismo, entendiendo por tal la participación de los civiles en la política sin tutelajes militares o de otro tipo, junto a una forma de hacer política no violenta; aparece en la historia de Venezuela de una manera determinante desde la aparición de la Generación del 28[1], y se consolidará en la década postgomecista (1935-1945). Una revisión de los documentos y los discursos de lo que será luego la organización política más importante de su época: Acción Democrática, en la “pluma” y oratoria de sus más importantes líderes (en especial Rómulo Betancourt); resalta la idea de la lucha por el protagonismo de lo civiles en contraste con el militarismo existente y que se identifica con el pasado, el gomecismo y el ejército obviamente. Así podemos citar los siguientes textos, el subrayado es nuestro:
Luchamos por una democracia decente, distinta a esta democracia a ultranza de hoy, donde actúa como elemento dirigente el individuo más "guapo", el más hábil en el manejo de la macana, y no el más capacitado ética e intelectualmente para esa función; luchamos porque elementos civiles sustituyan en el manejo de la cosa pública a los sargentones analfabetos que han venido monopolizando la política y la administración; luchamos por la conquista de un estado social equilibrado y armónico, propicio al libre desenvolvimiento de las aspiraciones colectivas (Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva, 1929, “En la huella de la pezuña”).
Programa mínimo de acción inmediata de acuerdo con los siguientes enunciados: hombres civiles al manejo de la cosa pública con exclusión de todo militar del mecanismo administrativo durante el período preconstitucional y lucha contra el caudillismo militarista (...) (ARDI, 1931, “Plan de Barranquilla”).
Son nuestros enemigos irreconciliables, en el plano de la acción política, y contra ellos estamos y estaremos: a) La burguesía imperialista internacional, mediatizadora de nuestra economía, y su aliada nativa, la clase nacional de latifundistas y de grandes señores del comercio y de la industria, y b) el caudillaje militar. (…) De la generalada «redentora» sí estábamos desvinculados de tiempo atrás, radicalmente. Al conocerlos y tratarlos, uno a uno, nos habíamos convencido de que ninguno de ellos -sea de viejo o de nuevo cuño, «arrepentido de pasados errores» o inédito en las funciones administrativas significaría, desde el poder, como gobernante, ningún avance con relación al régimen actual. (Rómulo Betancourt, 1932, “Contra quién estamos y con quién estamos”).
Autor: Carlos Balladares Castillo (mayo, 2008)
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