Populismo: ¿Sentimiento, corriente ideológica o mesianismo?
El Columnista Invitado de Hoy: Marcelo Ostria Trigo
América Latina tiene una historia común de inestabilidad política y de falta de continuidad institucional y democrática. Precisamente ahora, en varios de nuestros países, hay evidentes violaciones a los valores esenciales de la democracia, con la instalación en el poder de nuevas corrientes populistas. Esto provoca una necesaria la pregunta: ¿El populismo es parte de un imaginario utópico, de un sentimiento colectivo, de una corriente ideológica o, simplemente, es la expresión de un mesianismo patológico?
Pocas veces se menciona que este “populismo” –o “neopopulismo”– no es una corriente política sustentada ideológicamente. En realidad, está constituido por un conjunto de movimientos heterogéneos, caracterizados “por su aversión discursiva o real a las elites económicas e intelectuales, su rechazo a los partidos tradicionales; su denuncia (fundada o no) de la corrupción por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al pueblo como fuente de poder”. Aun con esta aceptable definición, es difícil identificar los objetivos comunes de esta corriente diversa, contradictoria y difícilmente distinguible entre los que predominan, por ahora, en Venezuela, Bolivia y Ecuador –el caso nicaragüense tiene otras connotaciones, no menos objetables– aunque proponen una imprecisa revolución “socialista”, la del “Siglo XXI”, inventada para Chávez por Heinz Dieterich Steffan.
En una entrevista a Michael Reid, editor para las Américas de la revista inglesa The Economist, se refiere al fenómeno populista “Es un concepto muy difícil de enmarcar” –afirma Reid, “Pero básicamente uno puede referirse a movimientos populistas al detectar tres características. Primero, es un movimiento personal, basado más en un líder político y no en un partido. En segundo lugar, se caracteriza por la búsqueda de alianzas poli clasistas, a diferencia del socialismo, por ejemplo, que se basa en la lucha de una clase. Y tercero, siempre existe un fuerte ingrediente nacionalista”.
En América Latina hay dispersión de objetivos entre los populistas que, pese a esto, coexisten y se cooperan: el movimiento bolivariano de Venezuela, intervencionista, agresivo y cambiante, según el humor y el ánimo de pendencia de su líder Hugo Chávez; el Movimiento al Socialismo de Bolivia –de gran parecido con el partido “nacionalista” peruano que dirige Ollanta Humala en el Perú– que, en nombre del nacionalismo y el socialismo mezclados pretende reeditar un imposible y anacrónico modelo indigenista, inspirado en un imperio que dejó de existir hace más de quinientos años. Hay que agregar a los sandinistas de Ortega que se quedaron a medio camino en su intento de hacer una revolución a la cubana y que ahora intentan, contando con el apoyo de Chávez, recuperar su mística y su sentimiento antinorteamericano. En los anuncios del nuevo presidente paraguayo, todavía no hay muchos signos de que vaya a prevalecer la sensatez.
Hugo Chávez Frías –según Reid– reúne las características del populista con una visión mesiánica de sí mismo, que no se limita a dominar en Venezuela, sino que pretende abarcar a toda América Latina, substituyendo al retirado Fidel Castro. “Chávez –dice Reid– es una figura clásica populista, cuya relación con la democracia es extremadamente ambivalente y cuyo liderazgo está basado en un personalismo”. En realidad, Chávez es el líder de ese populismo que quiere marchar a la cabeza del “socialismo del siglo XXI”, pues las figuras de Morales y Correa, como la del ex-guerrillero Ortega, resultan muy empequeñecidas por la menor gravitación económica de sus países, comparados con la Venezuela petrolera.
Chávez está ya una década en la función de presidente de Venezuela. Paulatinamente se fue radicalizando, con un obsesivo enfrentamiento contra los Estados Unidos. Su reiterada injerencia, producto de su mesianismo, fue evidente –en algunos casos improductivo como en Panamá, México, Perú- y en otros ostensible como el apoyo a Rafael Correa en el Ecuador, al indigenismo populista de Evo Morales en Bolivia, a Cristina Fernández en la Argentina. Por lo que se sabe (la historia todavía está incompleta), su cooperación encubierta también benefició a las FARC de Colombia.
Se afirma que para los líderes populistas es necesario implementar políticas que muchas veces significa poner a un lado las leyes y la constitución; recuérdese la reciente confesión de Evo Morales de haber cometido ilegalidades pidiendo a sus abogados que las legalicen. Esto se ve reflejado en la nacionalización de compañías extranjeras. Usualmente, las empresas tienden a ser las más afectadas por las políticas populistas, puesto que se acude a ellas para crear antagonismos sociales. Así, el líder es percibido como el defensor de los ciudadanos luchando contra los intereses voraces de las empresas y de las clases altas.
Veamos otras opiniones coincidentes:
Enrique Krauze historiador y ensayista mexicano dice, con toda la razón, que “el populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado… El populista reparte lo que no es suyo y sus partidarios lo reciben, en un juego artificial en el que nada se crea, todo se distribuye…”. Esto es evidente. Veamos: Chávez ha financiado costosas campañas electorales fuera de su país, y está dispuesto a continuar en ello; proporciona fondos, como donaciones para distintos proyectos, a gobiernos afines, como en Bolivia que recibe cheques girados por la embajada venezolana en La Paz que Evo Morales los entrega a los municipios como parte de sus campañas electorales, y Cuba, junto al sandinismo, recibe petróleo a precios simbólicos. Son fondos públicos de Venezuela, usados con fines distintos a los de asegurar el bienestar de su propio pueblo, ahora sumido en la inseguridad, la carestía y la inflación.
La columnista venezolana, Liliana Fasciani Martínez, en un artículo publicado en “El Universal” de Caracas, afirma que, “con gobiernos de esta estirpe (la populista), nuestros pueblos no saldrán de la miseria”. “La miseria es más que desempleo, hambre, analfabetismo, insalubridad y violencia. Es, también, falta de sentido común, escasez de criterio, falsas expectativas. Es, además, miseria de valores, de virtudes políticas, de ideales genuinos, de proyectos posibles. En fin, lo que mejor caracteriza a los peores gobiernos”, y añade que “sujetos como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y los esposos Kirchner tienen en común el miserable hábito de vivir a costa de la miseria de sus pueblos. Llaman sabiduría a la ignorancia, justicia social al revanchismo, independencia al aislamiento, soberanía a la demagogia”.
Evo Morales y Rafael Correa, siguen el libreto venezolano: Nacionalizaciones algunas veces simuladas y sospechosas, como la del petróleo en Bolivia y, lo que es más preocupante, la convocatoria a asambleas para preparar nuevas constituciones sectarias que deformarían la esencia democrática e institucional republicana, se pretenden someter a referendos fraudulentos como el último revocatorio en Bolivia
1 comentario:
De las influencias nefastas me hago eco en Bolivia cruje:
http://adu1.wordpress.com/2008/09/17/bolivia-cruje/
Un saludo muy cordial
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