(Viene de la primera parte).
6. En torno a los debates historiográficos y/o históricos: ¿Cuáles
han atrapado su atención y/o cuáles ha estudiado? ¿Cuál es su posición ante
ellos?
¡Caramba! Es una pregunta bastante amplia para responder en un
párrafo. A ver. Como lo he reiterado, dentro del debate historiográfico mi
posición se centra en torno al giro lingüístico –y junto con el giro lingüístico he entrado en
contacto con los llamados giros hermenéuticos, retóricos y semióticos. Ahora
bien, el panorama en los debates historiográficos es bastante complejo. Me he
llegado a topar con los debates más corrientes en Sudamérica y Europa. La
semántica histórica (empleo acá una etiqueta que abarca las diferentes
modalidades dentro del giro lingüístico) tiene un predominio en la Europa
continental y sólo en las últimas décadas ha comenzado a pisar fuerte en el
ámbito anglosajón, especialmente vía R. Koselleck y el problema de la
temporalidad. En el mundo anglosajón –como yo lo he llegado a percibir–
la Escuela de Cambridge ya no es tan popular. En cambio, el narrativismo y el
problema de la relación de la historia con la literatura llevan la voz cantante
de la mano de H. White y F. Ankersmit. También A. Danto con el nuevo respiro
que le ha dado a la filosofía analítica, se ha abierto paso en las principales
publicaciones académicas. No podemos pasar por alto la historia global y
atlántica, la cual es liderada por académicos estadounidenses (B. Baylin, D.
Armitage, A. Games, entre otros) y el tema de las identidades y la memoria
histórica marcados por la impronta francesa (P. Nora, P. Ricoeur…). Y por
supuesto, están las corrientes subalternas, poscoloniales y feministas –más que
en otro ámbito aquí las etiquetas son de cuidado. He desarrollado interés por
el narrativismo y la historia global, pero siento franca indiferencia por las
temáticas subalternas. La femineidad, la esclavitud, la negritud, los excluidos
en general, son temas de legítimo interés histórico y existen estudios muy
interesantes a tener en cuenta, no obstante, cuando un tema por sí solo se
convierte en corriente y exige espacio en los currículos, no es más que una
moda que responde a circunstanciales intereses políticos en las universidades,
así como a las nuevas sensibilidades de la opinión pública contemporánea. Tengo
que conceder que los debates historiográficos suelen estar marcados por la
búsqueda de nuevos enfoques sobre problemas tradicionales (la emancipación, por
ejemplo), mientras que los estudios subalternos ponen sobre el tapete nuevos
temas. Sin embargo, más allá de un marxismo rancio y de un izquierdismo
resentido es difícil encontrar algún valor teórico en esta corriente. En lo que
a los debates historiográficos nacionales se refiere, he participado en el
trillado debate sobre la independencia, a saber, si el 19 de abril de 1810 y el
5 de julio de 1811 están unidos por la continuidad de un proyecto político o si
bien marcan una ruptura en las concepciones de la elite caraqueña. Mi modesta
contribución consiste en cuestionar aquella tesis que explica el ínterin entre
las dos fechas empleando el concepto de autonomía, con el que se quiere dar a
entender que se quería autogobierno pero sin disolver los vínculos con la
monarquía. He demostrado que el concepto de autonomía se conoció a finales de
siglo XIX y que, por ende, los próceres de la independencia no pudieron haber
hecho uso del mismo. De modo que tal explicación es incorrecta, por lo que
sugiero buscar nuevos caminos: a saber, explorar el (o los) lenguaje(s)
político(s) en que aquellas personas presentaron sus ideas.
7. ¿Cuál fue su primer escrito como historiador o cuál fue el que
más le gustó? ¿Cuáles son sus ritos cuando se dedica a escribir sobre historia?
Mi primer escrito fue sobre la teoría y metodología de la historia
intelectual, Isaiah Berlin y Quentin
Skinner: dos visiones de la historia intelectual. Y mi primer escrito sobre
un tema histórico propiamente dicho fue el ensayo que presenté en las VIII
Jornadas de Historia y Religión sobre el lenguaje de la ciencia política en El Observador Caraqueño. Este es un trabajo que tiene su sustento en
un proyecto grupal, liderado por el profesor Fernando Falcón de la UCV, el cual
ha tenido como objeto estudiar los lenguajes políticos de la independencia. En
aquella ocasión seguimos principalmente los enfoques teórico-metodológicos
prescritos por J.G.A. Pocock. En cuanto a los escritos que más me han gustado
es difícil de decir. Siempre me gusta mi trabajo más reciente porque significa
un peldaño más en un proceso interminable de constante perfeccionamiento. Por
otra parte, creo que en todos mis escritos hay una idea importante que he
intentado desarrollar, por lo que cada publicación tiene un valor especial (y
es que no es fácil sacar a la luz un escrito). Así que bueno, sabiendo que
mañana la respuesta será otra, mencionaré mi última publicación: La presión temporal como caracterización de
la modernidad iberoamericana. El caso de Venezuela, 1808-1958 (verá la luz
pública para el primer trimestre del año entrante en un libro colectivo editado
por Fabio Wasserman, titulado Tiempos
críticos. Historia, revolución y temporalidad en el mundo iberoamericano
(siglos XVIII y XIX)) No tengo ningún rito ni maña. Eso sí, cuando suelo
escribir sólo me dedico a escribir. Y cuando leo sólo me dedico a leer. De
manera que si tengo que leer algo, interrumpo totalmente la escritura y
viceversa.
8. ¿Qué tiempo diario o semanal le dedica a la historia? ¿Qué está
leyendo en este momento?
Una parte considerable de mi tiempo como investigador está dedicada a la
historia. En este momento estoy leyendo un libro que debí haber leído mucho
antes –y le recomiendo a cualquiera que como yo ha seguido la impronta
intelectual del giro lingüístico, que lo lea cuanto antes: Richard Rorty, Philosophy and the Mirror of Nature. Se
trata de una tenaz crítica a la epistemología. También estoy leyendo una
historia de la cibernética y de cómo surgió intelectualmente la idea de una era
de la información: Ronald Kline, The
Cybernetics Moment.
9. Además de la Historia, ¿tiene otros gustos, placeres o vicios?
Mis gustos y placeres, el fútbol. Lo practico desde los 12 años.
Mis vicios, el vino y la comida –sobre todo los dulces.
10. ¿Cómo es su relación con las redes sociales e internet en
general? ¿En qué puede ayudar el internet a la historiografía? (si tiene
twitter nos gustaría conocerlo y divulgarlo si le parece).
Mantengo perfiles en Academia.edu, ResearchGate.com, LinkedIn
(aunque no la uso ya) y tengo mi registro en Orcid. Son herramientas sumamente
útiles para difundir la producción propia y ajena. Tengo también un blog,
aunque sólo publiqué una entrada desde que lo abrí. Esa entrada, por cierto,
fue la que me llevó a mi tesis doctoral. Comparto cosas de interés general
habitualmente por Facebook y de vez en cuando twiteo alguna que otra cosita. Aunque
he llegado a comprobar que el Twitter no sirve para fines académicos,
honestamente. Y mucho menos en la situación de nuestro país. Twitter es un
campo de batalla político y escenario de una grotesca lucha de egos y nueva
reputaciones digitales (la disputa por el número de likes, retweets y followers).
No es un espacio para el razonamiento ni para la discusión informada. Pienso
que el internet y las redes sociales se irán transformando en una base de datos
imponente que podrá ser utilizada como fuente histórica (siempre en conflicto,
quizá, con el tema de la privacidad digital). Y el desdoblamiento temporal que
se produce por el simple hecho de tener a disposición cualquier material de
cualquier época a la distancia de un click, ciertamente cambiará y está
cambiando la manera como vemos la historia. Por eso la importancia
contemporánea de conceptos como simultaneidad de lo no simultáneo, actualismo o
presente amplio.
Mi Twitter es @javierweiss
Imagen: con el amigo y colega Luis Perrone.
(Concluye mañana).
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