2. Breve resumen vida (publicaciones al final de la entrevista).
Nací en Caracas el 7 de agosto de 1984 y actualmente vivo en la
ciudad de Buenos Aires. Hice mi pregrado en la Escuela de Estudios Políticos y
Administrativos en la Universidad Central de Venezuela (2007) y el Doctorado en
Ciencias Políticas en la misma casa de estudios y facultad (2013). Desde 2007
hasta 2013 impartí clases en la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos
de la UCV, durante algunos semestres también en la Escuela de Comunicación
social. Desde mediados de 2013 me desempeño como profesor agregado en la
Universidad Simón Bolívar, donde también trabajo como investigador en el
Instituto de Investigaciones Históricas “Bolivarium”. Actualmente realizo
estudios posdoctorales en el Centro de Historia Intelectual de la Universidad
Nacional de Quilmes. He participado en varios congresos nacionales e
internacionales, donde destacan las Jornadas de Historia y Religión de la UCAB,
el Congreso mundial anual de Historia conceptual y los congresos
internacionales de Iberconceptos.
3. ¿Cuándo y cómo nació su vocación como historiador?
Creo que siempre me llamó la atención la historia, no obstante, no
puedo decir que en algún momento haya desarrollado una vocación por la historia.
Mi vocación es el conocimiento, sin importar las barreras disciplinarias, no
obstante, por cosas de la vida he ingresado al mundo académico por las puertas
de la historia. En realidad mi desempeño en el ámbito de la historia (la
historia intelectual, para ser específico) tiene que ver en parte con hechos
fortuitos y en otra con factores institucionales, donde ambos vinieron al final
del día a forjar mi perfil intelectual. Desde el punto de vista institucional
cabe destacar que en la EEPA (Escuela de Estudios Políticos y Administrativos)
las materias de historia tienen un peso preponderante en el currículum, por lo
que desde muy temprano aprendí que la historia es imprescindible para el
conjunto de las ciencias sociales. Pero el momento en el que propiamente
comienzo a realizar investigaciones históricas fue durante el 7mo semestre de
la mención de Relaciones Internacionales con el profesor Fernando Falcón. Para
aquel entonces comenzaba el proyecto de Iberconceptos y Javier Fernández
Sebastián llegaba al país con el interés de armar un equipo de investigadores
para escribir la historia de conceptos fundamentales en el país en el periodo
que cubre un siglo, entre 1750 y 1850. Los investigadores venezolanos deciden
reclutar estudiantes para llevar a cabo la tarea de acarrear la información; y
fue así como me inicié en el estudio de la historia de Venezuela. Comencé
acopiando materiales para el profesor Ezio Serrano, quien redactaba el concepto
de pueblo y al final del semestre presenté un pequeño escrito sobre el tema. Mi
trabajo gustó y de pronto fui enrolado para viajar a La Rioja a participar en
la escuela de Historia Conceptual. Desde allí mis pasos en la historia han
estado marcados por la historia conceptual de Reinhart Koselleck y la Escuela
de Cambridge, al tiempo que han estado enfocados en el estudio del periodo
emancipatorio.
4. ¿Qué lectura, persona, película-serie o viaje fortaleció dicha
vocación? ¿Fue “discípulo” de algún historiador? ¿Cuál es su historiador
preferido y por qué? ¿Qué libro de Historia recomienda y por qué?
Como he dicho, no tengo propiamente una vocación de historiador
–al menos no del estereotipo común del historiador–, por lo que le daré un giro a la pregunta y hablaré de cómo la
historia amplió mis horizontes intelectuales. Es importante subrayar que el
contexto intelectual en el que me he desenvuelto es muy rico en conexiones con
otros campos del saber, tales como la filosofía, la lingüística, la sociología
del conocimiento, entre otros, y a la vez se destaca por su marcado carácter
teórico. Por ende, mis lecturas de Quentin Skinner, J.G.A. Pocock y Luis Castro
Leiva muy pronto me llevaron a querer explorar la filosofía del lenguaje de la
mano de L. Wittgenstein y J. L. Austin y la filosofía hermenéutica de manos de
H. G. Gadamer. Poco después me interesé por R. Koselleck (justo en el momento
en que me embarcaba en Iberconceptos) y desde allí me he obsesionado con el
estudio de los enfoques teórico-metodológicos para el estudio de la historia
intelectual –camino que me ha llevado de la historia a la filosofía, la
cibernética, la teoría de los sistemas, la antropología, la teoría política,
entre otras disciplinas– en cuyo decurso me he apoyado extensivamente en la
teoría de sistemas de Niklas Luhmann. Discípulo he sido de Fernando Falcón y
del legado de Luis Castro Leiva, aunque mis intereses y estilo me hayan llevado
por otros caminos. Ciertamente, sin la guía y amistad de Fernando Falcón esta
historia personal habría sido muy distinta. Mi historiador venezolano preferido
es Luis Castro Leiva. Creo que sus lecturas me marcaron. Yo
recomendaría la lectura de Luis Castro Leiva, quien en cierta forma también es
un espécimen híbrido, entre historiador y filósofo; y aunque su lectura no es
fácil, es con mucho altamente estimulante. República,
revolución y terror, La Gran
Colombia: una ilusión ilustrada, ¿Qué
hacer y cómo hacer filosofía política en Venezuela?, Insinuaciones deshonestas;
esos entre otros textos me parecen sumamente importantes para el que quiera
comprender nuestra historia. Aunque, visto en retrospectiva, Diego Bautista
Urbaneja también comparte este carácter híbrido, pues como politólogo siempre
buscó servirse de las categorías de la ciencia política para el análisis histórico.
Su libro Bolívar, el poder y el pueblo
no puede ser ignorado. ¿Por qué estas obras? Porque en ellas destaca la
profundidad de sus categorías analíticas para la comprensión de los más
acuciantes problemas políticos, económicos y sociales de Venezuela.
5. ¿Cuáles son sus líneas de investigación y por qué? ¿Cuál
escuela historiográfica sigue y por qué? ¿En qué proyectos sobre historia está
ahora?
Tengo una línea de investigación principal y muy general que se
ramifica en múltiples proyectos: investigo sobre los vínculos teóricos entre la
semántica y la estructura social y exploro estas relaciones en casos históricos
concretos. Tal fue el caso de mi tesis doctoral. En aquella ocasión, aunque
enfocándome más en lo semántico, discutía cómo el léxico político durante la
independencia estaba enmarcado en un discurso reformista, el cual configuró la
forma en que se diagnosticaban los problemas y se proponían soluciones a los
problemas políticos que se enfrentaban, en este sentido, –sostengo– el discurso reformista
engendró una teoría política de la emancipación (lamentablemente, por una serie
de infortunios envueltos en el contexto de la situación país y el cerco
presupuestario a nuestras universidades, mi trabajo no ha podido ver la luz
pública en Venezuela). Mis intereses me han llevado también a explorar la historia
de las civilizaciones partiendo de una teoría sistémica de los medios de
comunicación (entendiendo este concepto en términos muy amplios, por lo que no
se refiere exclusivamente a los medios de masas). Parto de la hipótesis de que
la teoría de los medios de comunicación simbólicamente generalizados podría
ofrecer un marco teórico a partir de cual se pueda estudiar la historia de las
civilizaciones desde un punto de vista comparado. También he escrito sobre la
historia del concepto de totalitarismo y sobre el sistema político totalitario,
enfocándome en este último caso en las
particularidades del caso venezolano (de nuevo el infortunio ha impedido que el
libro resultado de este proyecto, que fue concluido en 2015, vea la luz
pública). Actualmente investigo sobre las condiciones históricas que hacen
posible la emergencia de espacios públicos o publicidades. En cuanto a las
escuelas historiográficas, me identifico con la historia conceptual, no obstante,
más que seguir alguna escuela historiográfica tengo la ambición de desarrollar
la propia. Abogo por una historia teóricamente informada y pienso que el
supuesto divorcio entre teoría e historia descansa sobre una falacia, pues se
equipara teoría con ideología, especulación y ausencia de contacto con la
realidad. Me impresiona el hecho que muchos historiadores en realidad no
entienden qué es una teoría y carecen de una adecuada formación en la filosofía
de la ciencia (aunque, en descargo de los historiadores, se trata de un tema
ampliamente debatido). Hacer historia es mucho más que enhebrar en una
narrativa un conjunto de acontecimientos; significa también comprender y/o
explicar, para lo cual se necesitan teorías (políticas, económicas,
antropológicas, psicológicas, sociales…), más que categorías de análisis ad
hoc.
(continúa mañana).
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