En la tercera parte “Ficciones democráticas”; “prevalecen las aspiraciones y los anhelos, por no decir las esperanzas, pues el hombre las fabrica (las tradiciones, los mitos) para avalar la acción dirigida a corregir, si no superar, su presente.” (pág. 16). Si hay una parte fundamental del libro, después de los trabajos de Xavier Guerra y Carrera Damas, es esta; y en especial el escrito de la francesa Véronique Hébrard (Universidad de París-I): “El hombre en armas: de la heroización al mito (Venezuela, siglo XIX)”, pp. 281-300. Los otros artículos son los de los venezolanos (Yolanda Salas: “Manuel Piar: mito y leyendas de una identidad forjada en la transgresión”, pp. 301-325; y de la Universidad Central de Venezuela: Nelly Arenas y Luís Gómez Calcaño:”Los círculos bolivarianos: el mito de la unidad del pueblo”, pp. 363-388); el francés (Universidad de Nantes) Clement Thibaud: “De la ficción al mito: los llaneros de la independencia de Venezuela”, pp. 327-342; y la boliviana María Luisa Soux (Universidad Mayor de San Andrés): “El mito de la igualdad ciudadana y la dominación postcolonial. Los derechos indígenas en la Bolivia del siglo XIX”, pp. 343-362.
Véronique Hébrard describe la construcción del mito del “hombre en armas” en el siglo XIX venezolana, y concluye que: “las lógicas que ‘permitieron’ su mitificación explican por qué en el imaginario nacional contemporáneo, la ‘militarización’ no es vivida por la gran mayoría de la población como una ‘usurpación’, sino como una ‘vuelta a las fuentes’ de la nacionalidad” (pág. 296). El guerrero es un salvador, es valuarte del orden y defensor del pueblo; logrando de esa manera servir a los discursos conservadores o liberales, populistas o de izquierda. Clement Thibaud, por su parte, desmonta la ficción del llanero como hombre indómito que determinó el destino de la guerra; a lo cual podemos sumar el trabajo sobre Piar de Yolanda Salas, en el que este general de la independencia se ha convertido en un héroe mulato, capaz de mimetizarse con los sectores populares.
Nuestro gran mito político, a manera de conclusión, es el que nace de la ruptura (conquista, independencia, modernidad, democracia) por medio de la revolución violenta (o el autoritarismo represor, en el caso del “hombre bueno y fuerte”). Es nuestra “marca” fundacional, la cual a su vez consolida la idea de que todo cambio es realizado por el “hombre de armas”; y en el caso de la democracia, es el guerrero el cual logra la igualdad social y luego económica, y no tanto la igualdad política. Es por ello que un líder, mientras más igualador - sin importar su autoritarismo y violencia - es más democrático. Al final sólo podemos vivir en una democracia tutelada pro el héroe militar.
La reseña de un libro de múltiples actores tiene la terrible limitante de dejar muchas ideas novedosas sin ser citadas; porque no es la tesis de un autor la que se desea demostrar, sino muchas (en nuestro caso 19 historiadores) las que se pretenden dar a conocer. Se ha hecho un esfuerzo de síntesis de las problemáticas de estudio, las perspectivas con las que se les investigó, y a las conclusiones a las que se llegó. Es por ello que fueron “arropadas” muchas ideas en el intento de lograr la comprensión del esfuerzo común, que representó el estudio de un problema histórico (el de los mitos políticos).
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