martes, julio 15, 2008

Saludos totalitarios y no es "Patria, socialismo o muerte; venceremos" pero está cerca

El gran blog de A Pons "Clionauta" nos trae este excelente post sobre el saludo hitleriano que he copiado acá para compartirlo y archivarlo.
titulado Der deutsche Gruß, pero dada mi enemistad con aquella lengua no advertí su significado. Afortunadamente, acaba de aparecer una traducción al inglés: The Hitler Salute: On the Meaning of a Gesture (Metropolitan).

I. Richard Eder analiza el volumen para boston.com, mientras en el neoyorquino The Sun quien se ocupa del volumen es Richard J, Evans, profesor de historia en Cambridge y autor de un volumen de próxima aparición sobre el asunto: The Third Reich in Power (Penguin Press). Veamos qué nos dicen:
Allert nos recuerda que ese gesto - acompañado del célebre “¡Heil Hitler! y, en el caso de los militares, de un sonoro taconazo– llegó a ser bien pronto obligatorio con los nazis. En el verano de 1933, su primer año en el poder, requirieron a todos los funcionarios a utilizarlo personalmente, al encontrarse con otra persona, y a estamparlo en el papel, sustituyendo las fórmulas convencionales (”atentamente”) por el “¡Heil Hitler!”. En la calle, los alemanes empezaron a utilizar ese saludo en vez de dar los “¡Buenos días!”, y lo mismo hacían los carteros al entregar el correo o los estudiantes ante sus profesores. En el volumen, que incluye muchas ilustraciones, hay una que muestra un cuadro en la pared de una escuela alemana que representa al principe del cuento dirigiéndose a la bella durmiente, pero no le da un beso, sino el saludo hitleriano.

¿Pero qué significaba exactamente? La palabra “¡Heil!” tenía diversas connotaciones, que aludían a la salud, lo curativo, los buenos deseos. Por tanto, “¡Heil Hitler!” sopunía implícitamente desearle al líder nazi buena salud, así como invocar a Hitler como una suerte de ser supremo que podría concederla a quien recibía el saludo. En ambos casos, se presentaba a Hitler como una tercera persona, siempre omnipresente al encontrarse dos alemanes. La gente era consciente de estos significados, y algunas veces incluso se rieron de ello. Por otra parte, es curioso señalar cómo el saludo con el brazo en alto supuso mantener cierta distancia con el interlocutor para evitar cualquier accidente (hay varias anécdotas al respecto). En todo caso, esa distancia sustituyó la intimidad del apretón de manos, distanciando a las personas, que quedaban unidas exclusivamente por su lealtad a Hitler.

Este saludo también fue descrito de forma habitual como el “saludo alemán”, como un signo de la identidad nacional. De hecho, a partir de 1937 se prohibió que lo usaran los judíos, con lo que se convirtió en un emblema de la superioridad y la unidad raciales. En la Alemania meridional católica, en donde la gente se decía “hola” convencionalmente con las palabras “¡Gott de Gruss!” (algo así como “con Dios” o “ve con Dios”), se sustituyó el término “Dios” por la palabra “Hitler”, otorgándole un estatuto divino. Por tanto, se convirtió en un gesto nacional, afirmando la identidad colectiva, la de una sola raza al servicio de una única causa.

El régimen hizo que el saludo estuviera presente en cada momento de la vida cotidiana y, puesto que todos lo usaban, los que quizá fueron inicialmente renuentes se vieron sobrepasados. Además, no había otra alternativa y las implicaciones eran de gran alcance. Cuando se utilizaba en público, el “saludo” alemán militarizaba a las personas, marcándolas como miembros de una sociedad movilizaaa por la dirección nazi para la guerra. Así, reducía de hecho el sentido de su propia individualidad, minando su capacidad de aceptar la responsabilidad moral de sus acciones, la cual quedaba en manos de Hitler.

Allert señala estos múltiples significados del saludo de Hitler de forma persuasiva. Sin embargo, en el libro, hay una tensión evidente entre la pasión generalizadora propia del sociólogo y el respecto del historiador por los hechos particulares, a menudo obstinadamente recalcitrantes. Como sociólogo, quisiera que creyéramos que el saludo de Hitler se convirtió en un significante universal del abandono por parte de los alemanes de las comunidades e instituciones establecidas, tales como la iglesia, el ejército y la familia. En ese sentido, la Alemania nazi se habría conviertido en una nación de conformistas, que abandonaron sus lealtades sociales primarias en favor de otra más simple y singular, a Hitler. Como historiador, sabe que de hecho todo era mucho más complicado.

De entrada, hay que señalar que la gente utilizaba a menudo el gesto por coación. Así ocurrió sobre todo en los primeros meses del poder nazi, cuando los disidentes y los opositores al régimen temían ser detenidos o llevados a un campo de concentración. Las calles de Alemania estaban llenas de carteles en los que se advertía que “¡Los alemanes utilizan el saludo alemán!”, lo cual implicaba que quien no lo usara no podría ser tenido como parte de la “comunidad” nacional de los alemanes, siendo un extranjero, un paria, incluso un enemigo. Un viejo y conocido socialista le relató al periodista Charlotte Beradt que había soñado que el ministro nazi de propaganda, Goebbels, lo había visitado en su lugar de trabajo, pero que le había resultado extremadamente difícil levantar su brazo derecho para hacerle el saludo nazi al ministro; la cosa se solucionó al cabo de media hora, cuando Goebbels le habría dicho fríamente: “No quiero que me salude”. Esta única anécdota muestra todo el miedo, la ansiedad y la duda que caracterizaron las actitudes de muchos alemanes no-nazis hacia el saludo a principios del Tercer Reich.
Sin embargo, incluso entonces, y cada vez más con el tiempo, la gente adoptó frecuentemente un saludo convencional como los de antes, acompañando el saludo hitleriano con un “Buenos días” y un apretón de manos. Allert menciona esta práctica, pero no la analiza detalladamente. Quizá porque ello socava su argumento, pues implicaría aceptar que la gente se tomaba el “¡Heil Hitler!” como una formalidad más o menos irritante, que se anteponía por obligación al saludo real, el que permitía conectar con el amigo, el pariente, el colega o el conocido, restaurando los vínculos acostumbrados de la sociabilidad que habían sido momentáneamente violados por el gesto formal del saludo nazi. En todo caso, la gente dejó de usar muy pronto el saludo hitleriano, una vez pasó el período inicial de violencia e intimidación. Los visitantes de Berlín observaban ya a mediados de los años treinta que el saludo era menos habitual que antes. Hay una estrecha calle en Munich que todavía se conoce como “Callejón de los vagos”, porque la gente la utilizaba para esquivar el saludo que debía rendir a un cercano monumento nazi.

En octubre de 1940, cuando estaba claro que Alemania no iba a bombardear a los Británicos hasta la rendición, el corresponsal de la CBS William L. Shirer observó que la gente de Munich “había dejado por completo de decir el Heil Hitler!”. Tras la derrota alemana en la batalla de Stalingrado, el servicio de seguridad de las SS difundió la orden de que la gente no utilizara el “saludo alemán”, y de hecho había desaparecido virtualmente hacia el final de la guerra, excepto entre los fanáticos del partido nazi. Incluso cuando tuvieron que utilizarlo, los alemanes lo convertían a veces en un gesto de desafío contra el régimen. En 1934, los integrantes de un circo fueron sometidos a vigilancia policial tras haber sabido que habían estado entrenando a sus monos para hacer el saludo. Y hay una fotografía de unos mineros de la ciudad bávara de Penzberg, reunidos con ocasión de un desfile, que agitan sus brazos de todas las maneras posibles, ignorando al grupo de las juventudes hitlerianas que les siguen, mostrándoles cómo debía hacerse realmente.

A la postre, el historiador Allert sabe bastante bien, y así lo reconoce hacia el final de este fascinante volumen, que “sería demasiado simple leer el gesto como una muestra de apoyo” inequívoco. El hecho de que “la gente lo usara de forma oportunista, a la defensiva o incluso para expresar resistencia, aunque fuera velada y modesta”, combinado con el hecho de que los alemanes cada vez más a menudo lo rechazaran o lo descuidaran, o anularan su efecto acompañándolo de un saludo convencional, niega su argumento de que el saludo supuso por si mismo una “ruptura del sentido que la gente tenía de si misma”, “evadiéndoles de la responsabilidad de una comunicación social normal, rechazando el regalo del contacto con otros, permitiendo costumbres sociales decadentes y rechazando reconocer la franqueza y la ambivalencia inherentes a las relaciones humanas y al intercambio social”. La vida no es tan simple, ni siquiera aunque así lo piensen en ocasiones los sociólogos.

II. Dejemos ya al comentarista, a Richard J. Evans, y demos un paso más. John Heartfield (nacido Helmut Herzfeld, 1891-1968) fue un pionero del moderno fotomontaje. En el período de entreguerras, a caballo entre Alemania y Checoeslovaquia hasta su definitivo traslado a Inglaterra, desarrolló una de las miradas más originales y críticas con el poder político. Pues bien, una de sus obras lleva por título “Der Sinn des Hitlergrusses”, es decir, “El significado del saludo hitleriano”. La hizo en 1932 para una publicación del Partido Comunista, la Arbeiter-Illustrierte-Zeitung, mostrando a Hitler como una simple marioneta de los grandes potentados capitalistas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

De entrada quisiera decir que me ha parecido extraordinariamente interesante este articulo, sobretodo por la estrecha relación con nuestra historia y con nuestas circunstancias del momento.
Ciertamente, muchas de las espresiones, saludos y slogans quedan tatuados en las costumbres de la gente por un tiempo determinado, muchas veces no sabesmos que anidan en su seno y muchas otras, es mejor no saberlo pero tampoco repetirlos. El significado de Patria Socialismo o Muerte de manera evidente es un slogan bastante fuerte en su contenido semántico, se siente directamente como una decisión que debe tomar el interlocutor ácidamente imperativa y con tonos de guerra.
Al relacionarlo con el “¡Heil Hitler!” me he impresionado la dirección que el autor de este articulo evidencia: entonces me ha llevado a pensar, si en algún caso y como dice el escrito en aquel momento que está “cerca” se nos obligue a tomar determiadas actitudes, como un saludo, como una consigna, como un color de vestimenta, bajo imposiciones descendentes, ¿Qué haremos?.
Siento que el autor es bastante preciso con ello: tendremos que saludar o vestir de la manera impuesta como lo hicieron los que estaban bajo el yugo nazi. Tengo entonces una pregunta: ¿en que año vivimos, no estamos enterados de la historia como para interpretar el presente?
Sabiendo el significado de la frase, mi opinión, creo que también es evidente, porque quien habla, no solo define simples objetos sino que, se define a sí mismo y en este sentido, “Patria Socialismo o muerte” no define mi persona en absoluto.De manera lógica evaluemos como ambas frases son “funciones directamente proporcionales” la una de la otra y cómo ciertos actos traen consecuencias proporcionales a ellos, entonces, conscientemente uno debería preguntarse ¿quiero esas consecuencias?
Este articulo verdaderamente me ha gustado demasiado poruqe incentiva al lector a relacionar comprar y llegar a una conclusión lógica que no creo existan muchos criterios en contra que verdaderamente puedan demostrar alguna marcada diferencia entre los elementos a que el autor hace mención.


MP.

Anónimo dijo...

Este artículo es muy bueno, me llamo mucho la atención lo que pareciera que se repite la historia, es decir, que hay muchas semejanzas entre la historia y la situación del país en los últimos años.

Pareciera que las personas no aprende del pasado, y para poder mejorar quiero destacar unas líneas que me dijo mi profesora de historia contemporánea: "Para entender el presente hay que saber el pasado".

Es increíble que ciertos partidos políticos obliguen a las personas a usar una camisa de un color y decir ciertas frases para que los puedan ayudar.

Creo que debemos aprender del pasado para ayudar al país a desarrollarse.

Dejemos los partidos políticos de un lado y cada uno haga lo necesario para mejorar la sociedad.

Anónimo dijo...

El articulo ayuda a entender el trasfondo de las insignias políticas como las frases, o slogans de un gobierno, utilizando como ejemplo la Alemania Nazi. Me sorprende lo fácil que resulta comparar esta situación con la “revolución” que intenta llevar adelante nuestro presidente.
Los gobiernos totalitarios, son en muchos casos discriminantes, y tratan de encontrar una forma de hacer notar la diferencia entre los que “pertenecen” y los que no. Hasta ahora en Venezuela, tenemos por lo menos un color que designa nuestra tendencia política y una frase que esta en vías de…. ¿Increíble no?.
Creo que el elemento que podría hacer de “patria, socialismo o muerte” una insignia política con tanto renombre como “Heil Hitler”, es la falta de educación. Un pueblo ignorante, en su mayoría, como el nuestro, puede ser dominado fácilmente. La pobreza lleva a que las necesidades básicas pasen a un primer y único plano, en el que se es capaz de apoyar o formar parte de un grupo sólo con la simple esperanza de que éstas sean cubiertas.
Vale la pena destacar que la falta de pensamiento moderno, el profundo retraso en el desarrollo de nuestra sociedad y la falta de gobiernos progresistas, son los componentes que hacen posible que un militar golpista, sea nuevamente presidente, y que la mayoría del pueblo vea en él la esperanza. Personalmente opino que no necesitamos una revolución, ni más cambios radicales, necesitamos continuidad, necesitamos trabajar juntos, no destruir el trabajo de unos para imponer el nuestro.
Resulta tan fácil ver que este gobierno se vende mas como desarrollista (edificaciones, autopistas) que progresista. Se podría decir que es todo lo contrario a un gobierno progresista, porque es un gobierno que ha logrado coartar la libertad de expresión y parece sentirse amenazado ante el voto.
Es difícil aceptar, pero cierto, que somos una sociedad atrasada. Considero que deberíamos enfatizar nuestras fuerzas en capacitarnos aun más para ser capaces de elegir un rumbo correcto para Venezuela y por supuesto no olvidar la historia, porque es ésta la que nos da la posibilidad de aprender y no cometer los mismos errores, una y otra vez.

Anónimo dijo...

Sobre el artículo hay un párrafo que me cautivo la atención, en el que señalas que Allert hubiese querido que creyéramos que los alemanes al adoptar este saludo escogían el camino más simple al abandonar las lealtades sociales primarias y hundirse por completo en aquella que solo dependía de un hombre: Hitler. Después marcas que es obvio que Allert como historiador sabía que era mucho más complicado, pero yo me atrevo a decir que no dudo el hecho de que el mismo presidente Chávez contó con esto, con la mediocridad de los seres humanos que en momentos son capaces de sustituir las responsabilidades, morales y valores por una solución más simple. Su deseo es claro, controlar las mentes de los venezolanos, empezando por aquellas de los militares, para controlar sus acciones también. Sin embargo creo, desde una visión muy optimista, que estamos ya muy lejos en la historia para caer en el mismo juego, me gusta creer que la conciencia de cualquier venezolano por más ignorante que sea ha evolucionado con la del resto del mundo. El hecho de que así sea un venezolano adopte este saludo sería una ironía para el momento en que vivimos, en el que la información y la historia están al alcancé de las manos de cualquiera.
Hoy en día vivimos en un mundo que lleva cincuenta años en constante evolución por lo que el ser humano a cambiado mucho desde la época que alzaba su mano y alababa a Hitler, hoy en el mundo occidental son muy pocos los hombres dispuestos a morir por una doctrina política que además ya se ha demostrado que no es más que una utopía. Estoy totalmente segura que la persona que en Venezuela emita este saludo “patria, socialismo o muerte” no lo siente por dentro ni lo llevaría a la tumba, si lo dice es por alguna obligación o por alguna recompensa que viene de este. El deseo de Chávez mientras más totalitario se demuestre menos personas podrá reclutar, es por eso que fue contundente el rechazo a la reforma y no dudo también el rechazo a su más última evidencia de plantearse en un gobierno totalitario: la enmienda el 15 de febrero.

Anónimo dijo...

Me parecio muy interesante el articulo, el poder conocer como reaccionaba la sociedad en aqueños años y en un regimen no tan diferente al que nos encontramos actualemente, ya que si analizamos los dos regimenes nos encontramos con muchas similitudes.

En cuanto al tema de este post, sobre los "saludos", si se evidencia una gran diferencia, y es que la pblacion alemana lo tomo, acepto y asumio lo cual aqui se pudiera decir todo lo contrario, ya que el "patria, socialismo o muerte: venceremos" solo fue aceptado por una pequeña minoria de los oficialistas y en general es en instituciones publicas ya que reciben ordenes del presidente de la republica en promulgar ese "saludo". Actualemte no creo que toda la sociedad venezolana adpte un "saludo" de este tipo a la cotidianidad de su dia a dia ya que es la era de las comunicaciones, la tecnologia y por ese motivo lo veo dificil, es muy diferente a la epoca alemana en donde las comunicaciones eran muy precarias y se tenian muy pocas noticias de los que pasaba afuera.

Anónimo dijo...

Los saludos totalitarios son expresiones ordenadas por un líder, y quienes lo siguen lo hacen por necesidad, por querer pertenecer a un grupo líder; la falta de conocimiento de derechos hace que los seres humanos se subyuguen a la voluntad de otro, sin embargo esto no será siempre porque como seres humanos cometemos muchos errores y una sola persona no puede decidir por todas las demás. El ser humano no se encuentra preparado para gobernar en forma continua porque como vemos en la historia se convierten en tiranos, como se hace con el saludo autoritario; puede que algunas personas no estén de acuerdo con el mensaje que es repetido constantemente, y entonces se coacciona, como dice el autor, se persuade con el miedo, la violencia, la intimidación con el gesto y el saludo que se hacia en la Alemania Hitleriana.

En Venezuela tenemos un slogan del partido de gobierno y que muchos lo repiten, sin embargo algunos no están de acuerdo y otros pueden que lo estén sin saber su significado real. Venezuela es un país pacifico y lo que menos se quiere es vivir con el temor que la muerte nos asalte en cualquier momento, debemos de aprender de la historia y evitar que los errores cometidos se repitan. Si nosotros tenemos cocimiento de ello, no debemos permitir que una sola persona gobierne mas de lo que esta estipulado, porque como decía ninguno esta preparado para ello. Somos seres humanos y somos fácilmente vulnerables ante el Poder, nuestro egoísmo nos persuade y es por ello que debemos respetar las leyes que todos hemos aceptado, dejar que otros tomen el Poder y Finalmente el que ingresa al Gobierno no debe corromper sus principios e ideales de lo que quería hacer por su pueblo.

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