No
sabía si colocar este post en las crónicas docentes o en las bibliocrónicas,
pero ya las dejé acá y listo, así quedó. Pensaba en las primeras porque se
refiere a un anhelo que tenemos todos los educadores y los padres (que son
educadores también): ¿Cómo estimular que los niños adopten el hábito de la
lectura de libros (digo libros porque hoy se lee mucho pero información simple
y fragmentada en internet)?. Ayer estuve releyendo: Gabriel García Márquez,
1982, Conversaciones con Plinio Apuleyo
Mendoza. “El olor de la guayaba” y Vivir para Contarla; en especial la parte en el que describe
su vocación por la lectura y la escritura, de cómo la lectura nace de la
soledad, de un cierto aburrimiento y frustración de la vida, del ejemplo de los
familiares o personas influyentes que leen, y de la cercanía de los libros.
Pero al final, considero, que es un regalo de Dios. No hay forma de obligar a
un niño leer si no lo desea hacer. Es más, obligar genera el efecto contrario. En
torno a estas ideas me topé con estas recomendaciones que me han gustado mucho,
gracias a Qué leer?. Al terminar de leerlas, estaremos tan convencidos de los beneficios de la lectura en los jóvenes que haremos el mayor esfuerzo por transmitirles la bibliofilia.
Profeballa
Razón y sentido de las bibliocrónicas
son fundamentalmente la redacción de mis experiencias bibliófilas, pero para
una explicación más amplia de dicha crónica leer acá.
Imagen: biblioteca Provincia de la Pampa.
Los
chicos que leen en su tiempo libre rinden más
Leer
puede ser para los chicos y adolescentes, además de un placer, una inversión a
largo plazo. Dos estudios, uno argentino y otro internacional, dan cuenta de
esta evidencia, mientras que los especialistas consultados por
Clarín coinciden: la lectura en los tiempos de ocio hace que los futuros
adultos rindan mejor en la vida.
Una reciente investigación británica de la Universidad de Oxford,
que siguió a casi 20.000 personas entre la adolescencia y la adultez, reveló
que leer por placer asegura un mayor éxito profesional. Los testearon a los 16
años y volvieron a hacerlo a los 33. Los lectores habían llegado a ocupar
mejores puestos en empresas que aquellos para los que la lectura no había sido
una prioridad.
En la Argentina, se comprobó que los estudiantes que egresan del
secundario salen mejor preparados si en sus casas hubo una biblioteca. La
conclusión se desprende del último Operativo Nacional de Evaluación del
Ministerio de Educación, que examinó a los alumnos de quinto año: a medida que
crece la cantidad de libros en el hogar, los desempeños en Lengua y Matemática
mejoran. Y la falta de libros en casa explica, en parte, las bajas notas que
obtienen en el colegio.
El verano, fuera de las obligaciones escolares de todo el año, es
una época ideal para incentivar la lectura, sobre todo en los más pequeños de
la familia. Desde la Fundación Leer, aseguran que dedicarles unos 20 minutos
diarios a leerles un libro es clave para generar el hábito y que luego, una vez
alfabetizados, ellos continúen haciéndolo por sus propios medios.
Según Rafael Gagliano, docente de Filosofía y Letras de la UBA,
leer libros “permite un nivel de concentración y focalización mayor, reduce la
dispersión de la vida mental y posibilita mirar detalladamente una trama o
historia y ser fiel a su comprensión e interpretación”.
Gloria Gitaroff, psicoanalista y miembro de la Asociación
Psicoanalítica Argentina, enumera una serie de ventajas difíciles de rechazar:
“El hábito de la lectura no sólo nos entrena; ayuda a expresarnos mejor y
acostumbra a una correcta ortografía y gramática, y a ampliar el vocabulario. Además,
desarrolla la imaginación y la creatividad, aumenta la capacidad de memoria y
ejercita la concentración”.
Abraham Gak, ex rector de la Escuela Superior de Comercio Carlos
Pellegrini, considera que la lectura “permite hablar mejor y, en matemática, contribuye
a desarrollar un pensamiento lógico. Quienes están acostumbrados a leer libros
adquieren una sensibilidad diferente y se expresan con mayor exactitud, a
contramano de los que sólo leen por Internet, donde sólo picotean y adquieren
un conocimiento fragmentario”.
Para Patricia Mejalelaty, directora ejecutiva de la Fundación
Leer, la lectura es una habilidad transversal a todas las áreas del
conocimiento. “Un chico que no lee libros tiene dificultades para comprender y
seguramente le va a ir mal en todas las asignaturas. No sólo en Lengua. Por
ejemplo, no va a ser capaz de comprender el enunciado de un problema matemático
o de sacar ideas de un texto”, grafica. Por eso destaca que es importante que
tanto padres como maestros ejerzan un rol de mediadores en el hábito de
implantar la lectura. “Donde no sólo sea la lectura sino donde circule la
palabra y esté presente la anécdota, en donde los abuelos tengan un rol
determinante”, aconseja Mejalelaty. Y agrega: “Cuando los chicos tienen acceso
a libros que han sabido captar su interés, como lo logró Harry Potter con una
historia atrapante, se sumergen de lleno”.
Axel Rivas, director del Programa de Educación del Centro de
Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC),
destaca que el buen desempeño en relación a la disposición de libros en el
hogar está emparentado fundamentalmente con una cultura familiar: “Esa
correlación no se debe al hecho de que sólo tengan libros, sino a que hay una
familia con predisposición a transmitir ese habito desde temprana edad. Se
trata de una responsabilidad conjunta en que juegan varios aspectos: el
principal es generar confianza en los chicos: todos pueden aprender”.
Los especialistas coinciden en que la presencia de libros en el
hogar depende de una tradición y cultura familiar. Y del estrato social. En
muchos casos, la ausencia de libros se debe a limitaciones de espacio e
incomodidades propias del hacinamiento en las casas. Gak opina que “esto está
unido a las condiciones de vida y a los derechos que deben tener todos los
chicos. Por eso es tan importante la igualdad de oportunidades”.
Fuente: clarin.com
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