Saturday, May 05, 2012

El historiador Justo Serna nos explica ¿Para qué sirve un historiador?


¿Para qué sirve un historiador?


 ¿Para qué sirve un historiador?, nos preguntamos. No es cuestión secundaria, pero antes 
deberíamos preguntarnos qué es un historiador. Permítanme esta pedantería etimológica. El origen de la palabra ya lo dice todo: histor, en griego clásico, significa el que sabe, el que ve, el que investiga.


Un histor es alguien que observa y justamente porque observa está en disposición de relacionar hechos humanos. Es alguien que procura documentarse para tal fin. Es alguien que busca testimonios paraobtener versiones de esos acontecimientos.

El histor sabe que no todos saben lo mismo, que no todos dicen lo mismo, que no todos conciben lo mismo. Es por eso por lo que ha de recopilar datos y relatos. ¿Para qué? Para poner en orden las informaciones y para contar las cosas con la mayor imparcialidad posible, con la mayor erudición posible. Con el máximo de rigor, vaya.

Tener una visión fundamentada del pasado te ayuda a sobrevivir, a soportar mejor lo que pasa. Tener un relato documentado de lo pretérito te alivia y te complica. Te alivia porque te hace ver que muchos de tus problemas son equivalentes o parecidos a los de los antecesores. Eso no significa que te consueles. Significa que tu crisis o tu dolor no son novedades jamás vistas. Los antepasados tuvieron que soportar ultrajes mayores, estrecheces inconcebibles, persecuciones sin cuento.

Conocer todo eso no te conforma, pues te hace ver los problemas en contexto y en proceso. Pero conocer todo eso, según decía más arriba, te complica. Cuando crees saber por qué pasa lo que pasa, cuando crees saber cuál es el proceso y el contexto de lo que ocurre, entonces –justamente entonces— descubres que la realidad humana está sometida a factores diversos; descubres que no hay una causa que todo lo explique; descubres que hay una parte previsible en el comportamiento individual y colectivo y que hay un lado azaroso, impredecible, en los actos humanos. Hacemos cosas con un fin, con una meta. ¿Y…? Como hay otros que también las hacen, la composición o el resultado no siempre pueden profetizarse.

Por tanto, el futuro es algo extraño, resistente, insólito. Estamos habituados a porvenires de ciencia-ficción: de tecnología punta y con humanos robotizados, vestidos con indumentarias plateadas o metálicas, con cascos que aíslan. Ustedes me perdonarán, pero digo futuro y pienso en Stanley Kubrick. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han familiarizado con esas utopías negativas. En realidad, lo que anticipamos no es más que una suma de miedos bien presentes, un repertorio de males, de perversidades actuales que proyectamos con pánico en un futuro que ya no nos pertenece.

¿Tienen algo que decir los historiadores? O en otros términos: ¿pueden los historiadores anticipar lo que nos va a ocurrir? Si saben tanto del pasado, algo podrán predecir, ¿no es cierto? Los investigadores que han acumulado datos e informes de los hechos pretéritos aventuran un discurrir posible, pero a la vez sospechan el fracaso de sus predicciones. Lo que los humanos hagan dependerá de lo que quieran hacer y sobre todo de la composición y de los efectos imprevisibles que tengan sus actos sumados.

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