Ejercicio literario: el "yo" venezolano entre el dilema de emigrar o quedarse

Autor: Carlos Balladares

Publicado en: Código Venezuela

Los que se quedaron

Las siguientes líneas son un ejercicio literario narrado a partir de la invención de un “yo” venezolano que se debate entre el irse o quedarse del país

Más de la mitad de mi promoción de bachillerato vive en el exterior. Cuando nos graduamos: todos hablaban de sus estudios universitarios y de ser exitosos, pero ninguno se planteó el irse del país. Les perdí la pista por dos décadas hasta que llegó facebook, y en menos de una semana tenía al salón en mi computadora. Los que se fueron habían logrado el éxito: se habían salvado del caos como mínimo. Sus hijos no peligraban al ir al colegio, no temían salir de noche, no vivían con la desconfianza a todo extraño, ni ser parte de las estadísticas (criminales). La vida de autoexilio para mis excompañeros de clases es predecible. “Aburrida”, según los tontos que tratan de darle un valor al desorden tropical en el que vivimos. No sé por qué si tantos se fueron yo no lo hice ¿En qué momento tomé la decisión equivocada? ¿Qué malvado destino me tenía atado a este ambiente que empeora cada día? ¿Será una jugarreta de los dioses o que Dios me tiene deparado una misión que solo puede darse en mi país?.

Recuerdo que en el bachillerato descubrí la política, quería cambiar el mundo empezando por Venezuela. Eso seguramente me hizo atarme a esta tierra en un primer momento, aunque en esos años pocos eran los que huían. En una década realicé los estudios universitarios, los primeros trabajos de gobierno sin ser gobierno. La política se había reducido a un juego electoral carente de propuestas y para cambiarla era necesario el estudio en el extranjero. Formarse y luego regresar con toda la experiencia de los países desarrollados. Tuve la primera oportunidad de quedarme fuera, pero el país cambió de golpe generando cierta esperanza aunque con el mismo medio de siempre: la peste militar. Como un idiota caí en la trampa, perdí la oportunidad del escape al pensar que ahora sí se daría el cambio que tanto había soñado. Al volver, el nuevo gobierno era el medio para que mis viejos camaradas se hicieran ricos. Era un mundo de oportunistas y abusos que no pude tolerar. Mi angustia por el país me hizo marchar y marchar. Así pasó otra década, la misma en la que todo se fue al carajo sino es que todos se fueron para este lejano lugar.

¿Qué pueden decir los que se fueron? ¿Conocen el país que cambió? ¿Puede facebook, twitter o los portales de medios de comunicación nacionales darles una verdadera idea de lo que acá se vive? ¿Y los que se quedaron pero asumieron ser cómplices de la destrucción pueden asumir la reconstrucción? ¿Puede alguien que estuvo escondido una década bajo la piedra de los petrodólares y el silencio de la propaganda oficial opinar sobre lo que no vieron o no quisieron ver? Hay tres países: el que se fue, el se quedó para joderlo y el que resistió. Yo soy parte de este último y el bronce de las nuevas estatuas solo se llenará con nuestros moldes.