EL PODER
RESPONSABLE
Cada día me convenzo más que el destino humano, individual y social, está en
manos en un alto grado, de los aciertos y las torpezas, de quienes nos
gobiernan bien o nos gobiernan mal. En el caso venezolano ésta situación es
patética y desalentadora se le mire por donde se le mire.
La catadura de nuestros gestores alrededor del poder luego que nos hicimos
República es la historia de un fracaso con apenas una que otra vuelta de
tuerca, más cercano a la anécdota, que a ejecutorias consistentes y dignas de
buen recuerdo.
Los positivistas lo explicaron bien pronto: ante el primitivismo salvaje de
nuestra gente, ante la anarquía caribeña ausente de propósitos y ante lo rancio
de una violencia desenfrenada como habito, se impone el cuartel junto al hombre
fuerte. Ese Rey no coronado, aunque muchas veces más poderoso que hasta un
mismo Luis XIV, al cual se le hace creer que tiene las manos libres para
aplastar a sus dirigidos, y de manera especial, a quienes son sus adversarios,
nos sigue persiguiendo aún en pleno siglo XXI.
Y esto ocurre así porque en las sociedades donde actúan no hay Estado de
Derecho, o si existe, es frágil y voluble. La “Dama Ciega”, por lo general,
está siempre desnuda y ultrajada. Las nuestras son sociedades donde la tribu y
los compadres están por encima de las normas y leyes, donde estar bien
relacionado entre “amigos” es clave para aspirar a una ascendente carrera
política, y sino que lo diga, el Magistrado Aponte y Aponte, paradigma del oprobio
y de todo un sistema de lealtades carcomidas cuya lógica es el aprovechamiento
y la prevaricación.
“Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”, así funciona el sistema de
justicia en la Venezuela de hoy, y sino que lo digan los presos políticos y de
conciencia que pululan en las cárceles venezolanas o quienes se han tenido que
marchar a un exilio forzoso evitando el maltrato del presidio.
Somos parte de una ciudadanía cautiva bajo la férula de poderes inescrupulosos,
demagógicos, torpes, y lo más grave, dañinos. Las acciones irresponsables,
recurrentes e impunes, representan la norma de unos impulsos destructivos como
irracionales. Y lo que funciona mal puede volverse costumbre.
Ya es hora de empezar a recuperar la política como ámbito de servicio público
bajo la premisa de comportamientos éticamente solventes junto a ejecutorias
eficaces. Y todo bajo el amparo de unas leyes que deben ser acatadas por todos
y por igual, empezando, obviamente, por los “cabezas de grupo”.
DR. ANGEL
RAFAEL LOMBARDI BOSCÁN
DIRECTOR DEL
CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS EN LUZ
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