La vivienda informal es el problema y a la vez la solución, porque este tiene una cara positiva: las personas no deciden vivir en la calle, deciden hacer lo que se pueda: el rancho. El rancho es la expresión del constructor en potencia, del emprendedor, del que no se queda de brazos cruzados, del que anhela una vivienda. Si este potencial fuera canalizado por la industria privada de la construcción, la capacidad investigativa de las universidades, y el poder del Estado; otra historia podríamos contar. Los barrios pueden ser transformados en urbanizaciones de viviendas formales con urbanismo. Los beneficios serían inmensos: mejor calidad de vida, y muy especialmente unas mayores posibilidades de combatir el otro gran problema nacional: la inseguridad. Porque el barrio marginal, por su forma no planificada impide la vigilancia policial. Las posibilidades son inmensas.
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