El artículo introductorio de la obra de Augusto Mijares (1897-1979) Lo afirmativo venezolano (1963) nos recuerda la costumbre venezolana de “sembrar cenizas” sobre el país, de resaltar nuestros defectos sobre nuestras virtudes. Es por ello que él se propuso “reanimar la moral colectiva” (“todo problema humano es en el fondo un problema moral individual o colectiva”) por medio de la exaltación, en medio de lo que parece el predominio del “vivo” y yo diría “el colaboracionista”, de nuestra tradición cívica y heroica (distinta al procerato militar). Se refiere a los venezolanos que “se resistieron cuando los otros cedieron, creyeron cuando los otros dudaron, se rebelaron contra la rutina y el conformismo, y se conservaron puros cuando los otros se prostituyeron”. Seres verdaderamente extraños porque no son noticia; vistos en el presente: son aquellos que trabajan día a día para sacar a su familia adelante sin abusar de los demás, son los que no viven de la adulancia sino del mérito, son los que respetan las normas de urbanidad y civismo en medio de esta negación masiva de toda ley; son los que hoy están en las cárceles, el exilio o un empleo mal pagado por no colaborar con el autoritarismo y la ineficiencia. Son los que algún día espero sean exaltados por todos los medios de comunicación para que sirvan de ejemplo en una nueva Venezuela.
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