Historiadores
CABALLERO, Manuel. 1995, Gómez, el tirano liberal, Caracas: Monteávila, 4° Ed., p. 383.(mi reseña) (Continuación)
“Gómez, el tirano liberal” es un título que sintetiza la tesis fundamental del libro, la cual es enfatizada no sólo a lo largo de sus páginas, sino muy especialmente en su “introducción” y sus “conclusiones”. Gómez, tiranía y liberalismo se hacen uno solo al crecer en y ser expresión del “siglo liberal” (el XIX) y del “partido liberal amarillo”; de poseer una forma tiránica del poder, que Caballero llama “bonapartista” (“culminación militar y aprovechamiento de una revolución”, el siglo revolucionario que fue el iniciado con la Independencia en 1811 y que se cierra con la Batalla de ciudad Bolívar en 1903) (pág. 13); y de tener en el propio Gómez (en su vida pública) el desarrollo de estilo peculiar de personalismo político vitalicio.
El problema del estudio de la época y su régimen (el gomecismo), es que, en palabras del autor, Gómez “resume, culmina, afirma y finalmente permite negar el siglo diecinueve” (pág. 338); lo que quiere decir que a pesar de ser un hombre de dicho siglo, sus acciones (lo sepa o no, y sin ser su intención) abren paso al siglo XX. Es una paradoja que un gobernante que se comportó tal como había aprendido del siglo XIX no le diera vida al mismo, sino que terminara por “negarlo” en el sentido de su forma de hacer política. Es por ello que algunos historiadores, y quizás la mayoría de los venezolanos; han catalogado a Gómez como el hombre que genera las condiciones para la aparición del Estado moderno (centralización del poder, ejército profesional-carreteras-burocracia, y orden como “ausencia de guerra”), los partidos políticos (no precisamente liberales por lo menos en lo económico y social) y más adelante la democracia.
Gómez es un “tirano liberal”, porque los venezolanos se sintieron liberados de la pesadilla de las guerras civiles (pág. 341), y con él se inicia (o se consolida a nivel de la memoria colectiva pero también como teoría sociológica) la idea de la necesaria acción del hombre fuerte para imponer orden y progreso (civilización), pero también la idea del hombre que es el “jefe de la familia venezolana (…) bueno y duro (tal como lo llamó así por primera vez Gil Fortoul)” en el ejercicio del poder (pág. 233). Es por ello que el personalismo político de Gómez no se puede definir; a pesar de ser el de mayor uso del terror (represión y amenaza de su ejercicio) y por mayor tiempo, en la historia de los gobiernos de Venezuela; como un totalitarismo. No fue este tipo de régimen porque siguió el estilo de las “dictaduras paternalistas”; que castigan y protegen a sus ciudadanos como si fueran hijos de un gran patriarca. Incluso Gómez poseía las características de patriarca, como el tener una numerosa prole (73 hijos enumerados por él mismo), y el trato que tuvo con estos, en especial los que reconoció: los de Dionisia Bello y los de Dolores Amelia Nuñez de Cáceres; y el cuidado que tuvo de todos sus hermanos por haber quedado “al mando” de su familia cuando era muy joven. En relación a este tema, consideramos que fue poco desarrollado todo lo relativo al intento de crear una dinastía, quizás porque este aspecto ha sido comentado hasta la saciedad, en especial por lo que podría llamarse “el chismorreo político”, lleno de especulaciones e historias fabuladas. El hecho real fue que con el asesinato de su hermano “Juancho” en 1923 (uno de los posible sucesores) y la intentona golpista de 1928, le lleva a abandonar sus intenciones dinásticas desterrando a su hijo “Vicentico” (José Vicente Gómez Bello).
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