Artìculos de opinión de los historiadores venezolanos
La cita de noviembre
Los partidos están dando los pasos necesarios para cumplir la tarea que les corresponde
Se consolida el hecho de que el oficialismo ha fracasado, está fracasando, en su proyecto de convertir sus ideas y sus enfoques en el pensamiento hegemónico de la sociedad venezolana. En todo aquello que depende del acuerdo de la población -estudiantes, maestros, padres, vecinos -para su ejecución efectiva, el Gobierno se ve frecuentemente obligado a replegarse, a posponer, a suspender, a paralizar, a "dialogar". Recientemente, hemos visto en rápida sucesión tres de esos "repliegues": el de las pruebas de admisión universitaria, el de La Carlota y el de la reforma curricular.
Los partidos están dando los pasos necesarios para cumplir la tarea que les corresponde
Se consolida el hecho de que el oficialismo ha fracasado, está fracasando, en su proyecto de convertir sus ideas y sus enfoques en el pensamiento hegemónico de la sociedad venezolana. En todo aquello que depende del acuerdo de la población -estudiantes, maestros, padres, vecinos -para su ejecución efectiva, el Gobierno se ve frecuentemente obligado a replegarse, a posponer, a suspender, a paralizar, a "dialogar". Recientemente, hemos visto en rápida sucesión tres de esos "repliegues": el de las pruebas de admisión universitaria, el de La Carlota y el de la reforma curricular.
Al mismo tiempo, cada uno de esos episodios hacen que la ciudadanía tome cada vez más conciencia de su fuerza, de su capacidad de organizarse, de impedir que avancen proyectos que la afectan negativamente, lo cual retroalimenta su disposición de lucha para el próximo round.
Por su parte, el Gobierno se ve impulsado a intentar cosas de ese tipo una y otra vez. Se siente obligado a ello, pues se supone -él lo ha dicho- que está haciendo una "revolución" y, por ejemplo, toda revolución que se respete tiene que imponer un tipo de educación destinado a la construcción del "hombre nuevo" que esa supuesta transformación fundamental de la sociedad requiere.
Dinámica
El caso es que el Gobierno revolucionario, por los "deberes" que como tal tiene, por su propia dinámica, y para estar a la altura de la forma en que se concibe a sí mismo, crea incesantemente frentes de polémica que activan uno tras otro a los distintos sectores de la población, o a la población como un todo. Se ejercitan así sin descanso los diversos músculos democráticos del país. Dado que esos frentes no son específicamente políticos la mayoría de las veces y que por sí mismos no ponen en juego la permanencia de Chávez en el poder, en ese ejercicio democrático entran sectores de todas las inclinaciones políticas, incluida la de quienes en general respaldan al barinés. Como por ejemplo los muchos maestros, estudiantes o padres partidarios de Chávez, que han rechazado la reforma curricular planteada, con el mismo disgusto con que lo han hecho los que adversan al gobernante. De modo que el Gobierno está condenado a activar sin parar las fuerzas democráticas del país, que gracias a ello se mantienen en un permanente estado de alerta, actividad, despabilamiento.
No cuaja
Falta el complemento estrictamente político de esa situación. No cuaja todavía la oferta política que dé expresión a todo lo que venimos diciendo y despunta en la ciudadanía cierta impaciencia al respecto. Pero brinda esa misma situación una especie de compás de tiempo, para que las organizaciones políticas democráticas lleguen a los acuerdos básicos que la sociedad y el momento histórico exige de ellos, en este caso de cara a las elecciones de noviembre. Más todavía, la activación constante en la que la población entra por su cuenta, nutriéndose y nutriendo a la cultura democrática sedimentada, y sin necesidad de que el liderazgo político la convoque a ello, le permite a la dirigencia partidista concentrarse en la tarea de proveer de una expresión política unida, amplia y convincente al movimiento democrático que la sociedad protagoniza día tras día.
Papeleta difícil
No sólo les ofrece un compás de tiempo para resolver lo que en verdad es una difícil papeleta, pues son muchos los intereses y aspiraciones que han de llegar a los acuerdos del caso, sino que además constituye una presión invisible e implícita, una exigencia de estar a la altura de la situación. Si la acción de la sociedad pudo detener algo tan importante para el Gobierno como la reforma curricular, si la población es capaz de atender esa cívica guerra de guerrillas que el propio Gobierno se crea y multiplica, ¿cómo es que los partidos y sus dirigentes no van a concurrir a la gran cita de noviembre de este año habiendo cumplido su tarea, ofreciendo al electorado unas candidaturas, unos programas, por los que cualquiera pueda sentirse atraído a votar, muchos más de los que votaron NO aquel inolvidable dos de diciembre?
Ese compás, esa presión, están ejerciendo su efecto. Ello explica que, -por sentido propio del deber y la responsabilidad, por el espectáculo que da la sociedad en la defensa de sus principios democráticos, por lo importante de la ocasión, por la concentración de las energías en la resolución de las dificultades-, los partidos estén dando los pasos necesarios para cumplir la tarea que les corresponde. Por lo visto, no será por ellos que quede el mandado sin hacerse.
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