HISTORIA Y CINE I
El cine nació el 28 de
diciembre de 1895 en la ciudad de París, Francia, de la mano de los hermanos
Lumiére. Esas sombras, convertidas en imágenes en movimiento, crearon un
auténtico artilugio mágico que aún hoy en día sigue sorprendiéndonos como
ávidos espectadores dentro de una sala oscura. Desde entonces el cine ha
servido para mostrarnos la aventura humana dentro de la Historia. Ningún tema
ha sido soslayado a través de la más variada proliferación de géneros. Cada
nación tuvo la necesidad de mostrar a través de sus directores y artistas su
particular visión de la realidad, e incluso, hubo gobiernos como el soviético,
que alentó el desarrollo del cine como política vinculada al Estado como medio
para publicitar los logros de la naciente revolución (1917) y recurso efectivo
para “educar” al pueblo.
El cine rápidamente se
convirtió en un espectáculo de masas soportado por una pujante industria. Los
meritos artísticos, de cada película producida, quedaban asociados a la calidad
de sus propios creadores, muy especialmente, del director y los principales
actores. Europa y los Estados Unidos fueron la vanguardia de un cine en blanco
y negro y aún sin sonido. La gente empezó a compartir sus programas favoritos
en la radio con las maravillosas fotografías en movimiento que ofrecían todo
tipo de argumentos, aunque fue la comedia lo que en principio más gustó. El
cine se inició básicamente como entretenimiento a través de la risa y el género
de la aventura. Búster Keaton (1895-1966), Charles Chaplin (1889-1977), Douglas
Fairbanks (1883-1939), Harold Lloyd (1893-1971), Mary Pickford (1892-1979) y
Max Linder (1883-1925) fueron actores muy populares que establecieron una
auténtica revolución al imponer pautas de comportamiento y moda en la
cotidianidad de las personas. Por otra parte grandes directores como Cecil B.
de Mille (1881-1959), Sergei Eisenstein (1898-1948), Friedrich Wilhem Murnau
(1888-1931), David Wark Griffith (1875-1948), Charles Chaplin (1889-1977),
y John Ford (1894-1973) trataron de que el naciente arte conservara
elementos de calidad como obra de conjunto más allá de las presiones de una
industria desbocada por la ambición de hacer dinero.
Películas emblemáticas
de éste primer periodo fueron: El Acorazado Potemkin (1925), La
gran ilusión (1937), La Quimera del Oro (1925), Tiempos
Modernos (1935), Luces de la Ciudad (1931), La
diligencia (1939), Lo que el viento se llevó (1939), El
maquinista de la General (1927). Hoy en día estas películas para
un espectador joven representan la pre-historia del cine y de manera
despreocupada le dan la espalda por completo, sin percatarse que en estos
auténticos clásicos se gestaron las bases del cine moderno. Basta con apreciar
críticamente la filmografía atractiva de un Charles Chaplin, por ejemplo, para
adentrarnos a los principales hechos y temas de la primera parte del siglo XX.
DR. ANGEL RAFAEL
LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE
ESTUDIOS HISTORICOS DE LUZ
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