Autor: Carlos Balladares
Introducción
El presente artículo está comprendido dentro de una investigación mucho más amplia, la cual comprende el estudio de los caudillos de origen popular en el proceso de Independencia. En dicha investigación se parte del análisis de los conceptos en torno al fenómeno del caudillo: caudillaje, caudillismo, caudillo – además -, siendo el estudio de la visión que tiene Simón Rodríguez un aporte que nos permite comprender la perspectiva de un testigo e intelectual de la época.
Hemos escogido la obra Defensa de Bolívar porque ella tiene como fin la justificación de ciertas conductas del Libertador, las cuales son perfectamente identificables como acciones caudillescas. El texto intenta rebatir un conjunto de acusaciones (el autor las llama “pruebas”) que hacen los enemigos de Bolívar, y que se establecieron como argumentos comunes entre los que buscaban desprestigiar su figura. La mayor parte de dichos argumentos se refieren al abuso del poder, a la acción arbitraria mientras gobernó o dirigió los ejércitos republicanos. Ejemplos de estas “acusaciones”, siguiendo la estructura de la obra: es el epíteto de “tirano” que corresponde al “ataque a su CARÁCTER”; luego “cinco pruebas generales” (“su popularidad y su liberalismo son aparentes”, “finge renunciar al poder para asegurarse mejor de el”, “hace cuanto puede para perpetuarse en el mando”, etc.) y “catorce pruebas particulares” (“se le han interceptado comunicaciones”, “entró en el Perú sin ser llamado”, “al entrar no se presentó a pedir órdenes de la autoridad suprema”, etc.), que corresponden al “ataque a su CONDUCTA”; y por último: “pruebas de intenciones” (“quiere coronarse”, y “propuso una constitución Monárquica”), que son la “denuncia de sus INTENCIONES”. También agrega una “NOTA” extra que se refiere a las acusaciones del populacho.
Hoy en día se tienen claras las diferencias entre caudillo, caudillismo y caudillaje; todas ellas corresponden a una de las tantas formas de personalismo político, entendiendo este último como el ejercicio “personal” del poder, expresión de la pura voluntad del gobernante únicamente sujeta a su propio arbitrio[1]. El caudillismo es un sistema político basado en la supra-subordinación por medio de lealtades personales entre caudillos, una especie de “caudillismo piramidal” donde existe un caudillo nacional que domina sobre caudillos regionales y locales[2]. El caudillo, por su parte, es una jefatura política personalista, basada en el control por medio del carisma de una hueste armada que obedece a sus designios y que determina su capacidad de negociación ante el poder[3]. El caudillaje se refiere a las formas de ejercicio de la jefatura, a la relación carismática entre el caudillo y la masa que lo sigue (a las razones del carisma); a las capacidades de mando y habilidades militares del caudillo, y a las lealtades personales (familiares, de compadrazgo, clientelares, etc.) que ha construido en su área de influencia local, regional o nacional[4].
El concepto de caudillo (como forma de personalismo político) a partir de los análisis de historiadores y científicos sociales en la actualidad nos muestran, además, una idea que ya creemos ver presente en Simón Rodríguez: la idea del “caudillo institucionalizador”. Esta idea se refiere a la necesidad que tienen las instituciones, especialmente en su momento fundacional, del impulso de la voluntad personal del líder para su creación y consolidación[5]. Existe en Rodríguez; un intento diferenciador, usando las palabras de los científicos sociales antes mencionados, entre institución y personalismo, cuando se refiere a dos ideas fundamentales al referirse a la autoridad política, ahora en sus palabras a: “gobernante” y “jefe”, y a su vez: “dirección” y “mando”. El caudillo para Rodríguez es el jefe, pero un jefe que construye repúblicas (instituciones); y el ejemplo fundamental en América del sur es Bolívar. Un posible peligro del estudio que pretendemos es el asignar rasgos actuales a las concepciones del siglo XIX, hemos tratado de no incurrir en ese error haciendo una revisión exhaustiva del uso que le da. Es nuestra intención diferenciar en Rodríguez las definiciones en torno al hombre de mando, resaltando entre dichas definiciones las de: “el caudillo”, “el militar”, “el jefe” y “el gobernante”.
Una limitación de nuestro estudio es que se centra en su obra la Defensa de Bolívar, sin examinar el concepto de caudillo en otros títulos de Rodríguez.
El presente artículo está comprendido dentro de una investigación mucho más amplia, la cual comprende el estudio de los caudillos de origen popular en el proceso de Independencia. En dicha investigación se parte del análisis de los conceptos en torno al fenómeno del caudillo: caudillaje, caudillismo, caudillo – además -, siendo el estudio de la visión que tiene Simón Rodríguez un aporte que nos permite comprender la perspectiva de un testigo e intelectual de la época.
Hemos escogido la obra Defensa de Bolívar porque ella tiene como fin la justificación de ciertas conductas del Libertador, las cuales son perfectamente identificables como acciones caudillescas. El texto intenta rebatir un conjunto de acusaciones (el autor las llama “pruebas”) que hacen los enemigos de Bolívar, y que se establecieron como argumentos comunes entre los que buscaban desprestigiar su figura. La mayor parte de dichos argumentos se refieren al abuso del poder, a la acción arbitraria mientras gobernó o dirigió los ejércitos republicanos. Ejemplos de estas “acusaciones”, siguiendo la estructura de la obra: es el epíteto de “tirano” que corresponde al “ataque a su CARÁCTER”; luego “cinco pruebas generales” (“su popularidad y su liberalismo son aparentes”, “finge renunciar al poder para asegurarse mejor de el”, “hace cuanto puede para perpetuarse en el mando”, etc.) y “catorce pruebas particulares” (“se le han interceptado comunicaciones”, “entró en el Perú sin ser llamado”, “al entrar no se presentó a pedir órdenes de la autoridad suprema”, etc.), que corresponden al “ataque a su CONDUCTA”; y por último: “pruebas de intenciones” (“quiere coronarse”, y “propuso una constitución Monárquica”), que son la “denuncia de sus INTENCIONES”. También agrega una “NOTA” extra que se refiere a las acusaciones del populacho.
Hoy en día se tienen claras las diferencias entre caudillo, caudillismo y caudillaje; todas ellas corresponden a una de las tantas formas de personalismo político, entendiendo este último como el ejercicio “personal” del poder, expresión de la pura voluntad del gobernante únicamente sujeta a su propio arbitrio[1]. El caudillismo es un sistema político basado en la supra-subordinación por medio de lealtades personales entre caudillos, una especie de “caudillismo piramidal” donde existe un caudillo nacional que domina sobre caudillos regionales y locales[2]. El caudillo, por su parte, es una jefatura política personalista, basada en el control por medio del carisma de una hueste armada que obedece a sus designios y que determina su capacidad de negociación ante el poder[3]. El caudillaje se refiere a las formas de ejercicio de la jefatura, a la relación carismática entre el caudillo y la masa que lo sigue (a las razones del carisma); a las capacidades de mando y habilidades militares del caudillo, y a las lealtades personales (familiares, de compadrazgo, clientelares, etc.) que ha construido en su área de influencia local, regional o nacional[4].
El concepto de caudillo (como forma de personalismo político) a partir de los análisis de historiadores y científicos sociales en la actualidad nos muestran, además, una idea que ya creemos ver presente en Simón Rodríguez: la idea del “caudillo institucionalizador”. Esta idea se refiere a la necesidad que tienen las instituciones, especialmente en su momento fundacional, del impulso de la voluntad personal del líder para su creación y consolidación[5]. Existe en Rodríguez; un intento diferenciador, usando las palabras de los científicos sociales antes mencionados, entre institución y personalismo, cuando se refiere a dos ideas fundamentales al referirse a la autoridad política, ahora en sus palabras a: “gobernante” y “jefe”, y a su vez: “dirección” y “mando”. El caudillo para Rodríguez es el jefe, pero un jefe que construye repúblicas (instituciones); y el ejemplo fundamental en América del sur es Bolívar. Un posible peligro del estudio que pretendemos es el asignar rasgos actuales a las concepciones del siglo XIX, hemos tratado de no incurrir en ese error haciendo una revisión exhaustiva del uso que le da. Es nuestra intención diferenciar en Rodríguez las definiciones en torno al hombre de mando, resaltando entre dichas definiciones las de: “el caudillo”, “el militar”, “el jefe” y “el gobernante”.
Una limitación de nuestro estudio es que se centra en su obra la Defensa de Bolívar, sin examinar el concepto de caudillo en otros títulos de Rodríguez.
Referencias bibliográficas:
[1] Graciela Soriano, 2008, “Notas sobre el personalismo político”, p. 1.
[2] Diego Bautista Urbaneja, 1975, Caudillismo y pluralismo en el siglo XIX venezolano, pp. 135-137.
[3] Inés Quintero, 1997, “Caudillismo” en FUNDACIÓN POLAR, Diccionario de Historia de Venezuela (CD Rom).
[4] Graciela Soriano, 1996), El personalismo político Hispanoamericano en el siglo XIX, p. 57.
[5] Graciela Soriano, 2008, “Notas sobre el personalismo político”, p. 11.
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