En la guerra de Independencia en agosto
de 1813, entran los republicanos a Caracas bajo el comando de Simón Bolívar.
Había trascurrido la “Campaña Admirable”, y José Félix Ribas fue nombrado
gobernador militar de Caracas. El médico realista José Domingo Díaz, editor de
la Gazeta de Caracas, describirá en su obra Recuerdos sobre la rebelión de
Caracas la actuación de Ribas en una peculiar fiesta. Dejemos que Díaz lo relate:
En 18 del mismo agosto fue puesta en
prisiones la mayor parte de los españoles y canarios que existían en Caracas, y
demás pueblos, y el 20 corrió la primera sangre (…). En aquel día dio el “Sedicioso”
Ribas un convite en su casa (…). A las 5 de la tarde el Doctor don Vicente
Tejera, uno de ellos, pidió el permiso para un brindis; y concedió, manifestó
que era preciso solemnizar aquel acto con brindar cada concurrente por la
muerte de uno de los presos que designase. Se recibió con aclamación el
pensamiento; se formó la lista correspondiente, y media hora después perecieron
36 personas en la plaza de la Catedral.
Como en una competencia de crueldad, un
año después, Boves le ganará en perversión a Ribas. El asturiano realizará una
fiesta al tomar Valencia, y después del baile asesinará a todos los invitados;
tal como cuenta el coronel norteamericano William Duane (1760-1835) en su libro:
"A visit to Colombia", siguiendo los testimonios del republicano
Miguel Peña.
La tarde pareció demasiado larga, y la
noche harto presurosa, a los grupos de danzantes. La música alegraba los
salones, y las calles estaban animadas por aquel festivo evento social. En uno
de los salones la juventud de ambos sexos se entregaba a los placeres de la
danza, y en otro se brindaba copiosamente sin aprensión alguna. Fue tan general
aquel rato de momentánea alegría, que todos los invitados varones -con muy
pocas excepciones- se pusieron a libar copiosamente, dejando así solas a las damas
en el salón de baile. De pronto, las puertas se abrieron de par en par, y
mientras unos soldados armados de sables y bayonetas custodiaban la salida, los
demás iniciaron al punto una masacre general entre los hombres, en medio de
gritos y alaridos de las mujeres que estaban en la sala contigua, quienes sin
temor por sus vidas se precipitaron a aquella escena de muerte, buscando
vanamente a sus esposos, padres, hijos y hermanos, a los que encontraron
bañados en sangre y en los últimos instantes de la agonía.
Imagen: tomada de la película "Taita boves".
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