Publicado en Noticiero Digital
“Las cosas más sencillas” (BBV, 3)
Mi madre me cuenta que "Las cosas más sencillas" era un programa de TV (del canal 5, canal del Estado aunque centrado en lo cultural) “buenísimo” que conducía Aquiles Nazoa (1920-1976) por allá entre los sesenta y principios de los setenta. “Hablaba y hablaba de todo, moviendo las manos frente a la cámara”. La búsqueda de lo sencillo y lo pequeño es uno de los principios fundamentales del cristianismo, y aunque Nazoa no era del todo cristiano (este aspecto no lo aclara el libro), estaba impregnado de su lenguaje y cultura como buen venezolano que fue. La tercera biografía de El Nacional y el Banco del Caribe le está dedicada a este caraqueño que siempre creyó “en las cosas pequeñas y cotidianas”.
Mi madre me cuenta que "Las cosas más sencillas" era un programa de TV (del canal 5, canal del Estado aunque centrado en lo cultural) “buenísimo” que conducía Aquiles Nazoa (1920-1976) por allá entre los sesenta y principios de los setenta. “Hablaba y hablaba de todo, moviendo las manos frente a la cámara”. La búsqueda de lo sencillo y lo pequeño es uno de los principios fundamentales del cristianismo, y aunque Nazoa no era del todo cristiano (este aspecto no lo aclara el libro), estaba impregnado de su lenguaje y cultura como buen venezolano que fue. La tercera biografía de El Nacional y el Banco del Caribe le está dedicada a este caraqueño que siempre creyó “en las cosas pequeñas y cotidianas”.
No es una biografía fácil de leer, por lo menos para mí, porque no posee una continuidad cronológica sino que desarrolla los diversos aspectos (o múltiples facetas) de la vida de Aquiles Nazoa. En algunas ocasiones ni señala los años en los que desarrolló alguna actividad, aunque los temas que desarrolla son tratados a medida que fueron apareciendo en la vida del biografiado. Lo que me ha gustado es que nos da una idea de su maestría, al poner muchos ejemplos de sus escritos. El texto tiene un estilo familiar, porque el médico e historiador del humor: Ildemaro Torres, quien lo conoció bien por ser su amigo “entrañable”.
Aquiles Nazoa se inició en el trabajo desde los 12 años, y de “empaquetador” en el periódico El Universal saltó a periodista sin estudio universitario alguno. Puede ser descrito fundamentalmente como un escritor humorista de estilo poético, dedicado a los temas de la cultura popular (escribió poesía y prosa humorística, cuentos, libretos de programas de TV, guiones de cine (no se puede dejar de señalar que fue pionero en el país, en especial La balandra Isabel llegó esta tarde), teatro, ensayos, investigaciones, antologías y crónicas). Y como dijimos al principio: un periodista dedicado a la divulgación de la venezolanidad. En esta actividad nunca se alejaba de la denuncia política, inspirado en su ideología comunista aunque jamás estalinista. Por esto tuvo que salir al exilio en tiempos de la dictadura pérezjimenista. Al respecto de su ideología, no puedo dejar de recordar esa Venezuela (la democrática: 1958-98) en la que los comunistas podían trabajar para el Estado (¡En la televisión del gobierno!) sin ser perseguidos, denigrados, o botados. El mejor ejemplo fue el respeto que le tuvieron los adecos y los copeyanos a Nazoa, a pesar de que dijo de ellos: “(…) Y mientras cunde/ la periquera,/ mientras prospera/ la confusión,/ a pierna suelta/ sigue dormido/ cada partido/ como un lirón. …Porque se duerman/ yo no les tiro,/ más si los miro/ con desazón,/ pues cuando roncan/ y los escucho/ me acuerdo mucho/ del camarón.” (p. 34).
En su actividad divulgativa de las costumbres venezolanas, dedicó muchos de sus escritos a esa pequeña historia de lo cotidiano y anecdótico, en especial el humorismo siendo el mejor ejemplo: Los Humoristas de Caracas (1966). Y sobre este tema dijo en una charla en 1969, algo que para un historiador es una hermosa metáfora de valoración de su labor y la del humorista: “En la Venezuela donde, después de sacudirse el polvo (…), se ponen a inventariar qué fue lo que conquistaron en la Independencia y la Federación, el humorista recoge las boronas de lo que en grandes términos están describiendo en sus libros el historiador y el sociólogo” (p. 64).
Nuestra rápida modernización y la correspondiente desvalorización de lo “afirmativo venezolano” (en palabras de Augusto Mijares) fue una constante preocupación en sus últimos años de vida. En especial el habla, del cual dijo: “La constancia y multiplicidad con que el feísmo industrializado y la vulgaridad nos golpean la sensibilidad y la inteligencia, han terminado por tener efectos siniestros sobre el habla venezolana, sobre nuestro mayor tesoro intelectual y cultural, tal vez el último que nos quede como elemento de identificación nacional” (p. 108). Ojalá sepamos alcanzar la modernización que se nos sigue alejando, sin menospreciar el buen gusto y el cultivo de lo bello y lo bueno, que nos dejó el gran poeta Nazoa.
A Aquiles no hay otra forma de conocerlo sino leyéndolo necesariamente, y en segundo término: viendo sus obras de cine, teatro o TV. Es imposible señalar todos sus aportes en un artículo como este, y al repasar su obra me duele no poder expresar su riqueza que tanto nos enorgullece como venezolanos. Solo me queda recomendarles la biografía de Ildemaro Torres. Libro que nos alegra, al mismo tiempo que le hace justicia a un coterráneo; que dio tanto para que pudiéramos conocernos a través de los modernos medios de comunicación. Siempre valorando las cosas más sencillas.
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