El actual régimen político (el chavista) se ha inventado un Estado paralelo (las misiones, las comunas, etc. Ver sobre ellas la visión oficialista y no oficialista) que luego le complican la vida a los ciudadanos que deben tratar con el Estado (el que no es paralelo) y el que finalmente posee la última palabra en los trámites que requieren de su aprobación.
Es así como hice un procedimiento por una misión y luego, al tener que hacer otros procesos que pasan por los registros públicos, me dicen que “en el sistema” no aparece lo que hice en la misión. Pero me dicen que sólo requiero un papel con un sello y una firma en la oficina central. Entonces, me pregunto: ¡¿Para qué crean la misión si luego lo que se hace en ella no tiene validez?!.
Al final, termino en la sede central para resolver el asunto. Llego bien temprano porque sé que me enfrento a un monstruo parecido a una hidra de mil cabezas en la que cada cabeza piensa y dice cosas distintas. Ante las puertas muchas personas en colas esperan por ser atendidas, no quiero hacer la cola equivocada y perder mi tiempo, no hay información por ningún lado, me acerco al primer funcionario que veo en la entrada, y empieza la pesadilla.
- Buenos días, señor, me podría decir...
- ¡Haga la cola!
- Pero...
- ¡Haga la cola!
- ¡Pero si hay tres colas!
- Pregúntele al señor de camisa a rayas que tiene un carnet.
Ante el señor de camisa de rayas, una vez más con voz amable y de persona “jalamecate” que quiere transmitirle al funcionario la idea que él es la persona más importante:
- Señor, buenos días, usted sabe...
- ¡Haga la cola!.
Hago la cola para preguntarle, y a los minutos me dice que debo hacer la cola de la izquierda. Esa que está en una subida bajo un piso todo sucio y paredes que no han sido lavadas en años. La cola se hace amable por el carácter venezolana que nos lleva a hablar con el que tenemos al lado. Hay niños, y mirarlos es siempre reconfortante. Sus caras inocentes y alegres nos hacen olvidar que vivimos en un país en el que pareciera nada sirve. Hice varias colas, conocí a varias personas. Mucha gente humilde que contaron sus problemas, y en especial el maltrato que les da el Estado.
Al final, después de tratar con otros funcionarios (algunos eficientes otros ineptos, algunos simpáticos otros amargados), logré salir a las 5 horas con mi papelito con sello y firma. Papel que me permitirá pasar la siguiente alcabala, que es sólo una de las tantas a las que nos tiene acostumbrado un Estado incapaz de dar un buen servicio, y donde el funcionario es parte de una gran cadena de tiranitos y tiranuelos enclaustrados en su feudo de cuatro paredes. H. D. Thoreau tenía razón (aunque no es del todo su frase): “El mejor gobierno es el que gobierna menos”.
Es así como hice un procedimiento por una misión y luego, al tener que hacer otros procesos que pasan por los registros públicos, me dicen que “en el sistema” no aparece lo que hice en la misión. Pero me dicen que sólo requiero un papel con un sello y una firma en la oficina central. Entonces, me pregunto: ¡¿Para qué crean la misión si luego lo que se hace en ella no tiene validez?!.
Al final, termino en la sede central para resolver el asunto. Llego bien temprano porque sé que me enfrento a un monstruo parecido a una hidra de mil cabezas en la que cada cabeza piensa y dice cosas distintas. Ante las puertas muchas personas en colas esperan por ser atendidas, no quiero hacer la cola equivocada y perder mi tiempo, no hay información por ningún lado, me acerco al primer funcionario que veo en la entrada, y empieza la pesadilla.
- Buenos días, señor, me podría decir...
- ¡Haga la cola!
- Pero...
- ¡Haga la cola!
- ¡Pero si hay tres colas!
- Pregúntele al señor de camisa a rayas que tiene un carnet.
Ante el señor de camisa de rayas, una vez más con voz amable y de persona “jalamecate” que quiere transmitirle al funcionario la idea que él es la persona más importante:
- Señor, buenos días, usted sabe...
- ¡Haga la cola!.
Hago la cola para preguntarle, y a los minutos me dice que debo hacer la cola de la izquierda. Esa que está en una subida bajo un piso todo sucio y paredes que no han sido lavadas en años. La cola se hace amable por el carácter venezolana que nos lleva a hablar con el que tenemos al lado. Hay niños, y mirarlos es siempre reconfortante. Sus caras inocentes y alegres nos hacen olvidar que vivimos en un país en el que pareciera nada sirve. Hice varias colas, conocí a varias personas. Mucha gente humilde que contaron sus problemas, y en especial el maltrato que les da el Estado.
Al final, después de tratar con otros funcionarios (algunos eficientes otros ineptos, algunos simpáticos otros amargados), logré salir a las 5 horas con mi papelito con sello y firma. Papel que me permitirá pasar la siguiente alcabala, que es sólo una de las tantas a las que nos tiene acostumbrado un Estado incapaz de dar un buen servicio, y donde el funcionario es parte de una gran cadena de tiranitos y tiranuelos enclaustrados en su feudo de cuatro paredes. H. D. Thoreau tenía razón (aunque no es del todo su frase): “El mejor gobierno es el que gobierna menos”.
Profeballa
2 comments:
Amigo, hay otra de las tantas historias que se pueden recoger bajo el tema de "padecer el estado venezolano", que comparto: hay una persona que tenía su tarjeta de crèdito en el Central Banco Universal, al ser intervenido entonces el Banco Bicentenario le informa que va a tener otro plastico, y que debe abrir una cuenta que respalde esa tarjeta de crédito.
Es así como esta persona acude a la sede que era el Central Banco Universal, allí le advierten antes de explicarle que ponga mucha atención a la explicación:
La nueva tarjeta de crédito va a ser del Central Banco Univeral, para poder ver su consumo y estado de cuenta le entregan una tarjeta de Débito de BANFOANDES, también desparecido, y la cuenta la abren con una libreta del Bolivar Banco.
¿AL final cuál es el Banco?.
Misterio. Gracias por el comentario.
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