Teodoro Petkoff // El mono de Chávez
Cuando Chacumbele recibió el gobierno, la deuda externa de Venezuela era de 22 mil millones de dólares. Al 31 de diciembre de 2009 ese mono había trepado hasta 52.568 millones de dólares, repartidos entre 31.168 de la República y 21.400 de Pdvsa. A la fecha de hoy la deuda externa alcanza 61.626 millones de dólares. La deuda interna, para abril de este año, ronda los 65 mil millones de bolívares fuertes. Al 31 de diciembre de 1998 era de 2.530 millones de bolívares de hoy.
Simultáneamente, el país recibió entre 1999 y 2009, por concepto de ventas de petróleo, alrededor de 500 mil millones de dólares. Por ahí siempre se habla de 900 mil millones, pero la cifra real es la de 500 mil millones. Es tan grande esta montaña de dinero que no es necesario exagerarla. Parece evidente que la administración de los ingresos ha sido muy deficiente. El gobierno gasta mucho más de lo que le entra, sin que se sepa bien en qué, y siempre anda buscando medio para completar un real.
Pero la cosa ha llegado a un extremo incalificable, que ha pasado por debajo de la mesa. El gobierno ha anunciado un nuevo préstamo de China por 20 mil millones de dólares, pero con la particularidad de que serán pagados con cien mil barriles diarios de petróleo durante los próximos diez años. El país no conoce este contrato. Aunque el gobierno puede contar con la segura aprobación de la Asamblea Nacional, ni siquiera se ha molestado en simular el debate parlamentario a que lo obliga un contrato de interés nacional de esa magnitud y que podría servir, al menos, para que el país conozca el mal del cual está muriendo. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que el gobierno ha hipotecado una parte de nuestro petróleo durante los diez años próximos.
Eso, en la legislación venezolana, configura un delito. Delito en el cual reincide el gobierno porque la porción venezolana de 8 mil millones de dólares del Fondo Binacional ChinoVenezolano está siendo pagada, desde 2008, también con cien mil barriles diarios de petróleo. Una operación semejante fue realizada con Japón, hace pocos años, por tres mil millones de dólares, pagaderos con petróleo a futuro.
Da la casualidad, sin embargo, de que este tipo de operaciones está absoluta y categóricamente prohibida por la Ley Orgánica de la Administración Financiera del Sector Público, en su última versión, que es la chavista, publicada en Gaceta el 23 de abril de 2009. Dice el artículo 93 de esa ley que “No se podrán contratar operaciones de crédito público con garantías o privilegios sobre bienes o rentas nacionales, estadales o municipales”. El ministro Ramírez declaró que la deuda con China quedará “en cabeza de la República” y no de Pdvsa, lo cual significa que se trata exactamente de una operación de crédito público, realizada en clara contravención de la ley, al dar como garantía la renta nacional que deriva de cien mil barriles diarios de crudo. En el siglo XIX las potencias se cobraban sus acreencias con nuestro país con la renta aduanera que les entregaban los gobiernos.
Hoy se cobran en petróleo. Ha cambiado el acreedor, pero el entreguismo sigue siendo el mismo, esta vez con boina roja y vomitando consignas sobre la “soberanía nacional“.
Cuando Chacumbele recibió el gobierno, la deuda externa de Venezuela era de 22 mil millones de dólares. Al 31 de diciembre de 2009 ese mono había trepado hasta 52.568 millones de dólares, repartidos entre 31.168 de la República y 21.400 de Pdvsa. A la fecha de hoy la deuda externa alcanza 61.626 millones de dólares. La deuda interna, para abril de este año, ronda los 65 mil millones de bolívares fuertes. Al 31 de diciembre de 1998 era de 2.530 millones de bolívares de hoy.
Simultáneamente, el país recibió entre 1999 y 2009, por concepto de ventas de petróleo, alrededor de 500 mil millones de dólares. Por ahí siempre se habla de 900 mil millones, pero la cifra real es la de 500 mil millones. Es tan grande esta montaña de dinero que no es necesario exagerarla. Parece evidente que la administración de los ingresos ha sido muy deficiente. El gobierno gasta mucho más de lo que le entra, sin que se sepa bien en qué, y siempre anda buscando medio para completar un real.
Pero la cosa ha llegado a un extremo incalificable, que ha pasado por debajo de la mesa. El gobierno ha anunciado un nuevo préstamo de China por 20 mil millones de dólares, pero con la particularidad de que serán pagados con cien mil barriles diarios de petróleo durante los próximos diez años. El país no conoce este contrato. Aunque el gobierno puede contar con la segura aprobación de la Asamblea Nacional, ni siquiera se ha molestado en simular el debate parlamentario a que lo obliga un contrato de interés nacional de esa magnitud y que podría servir, al menos, para que el país conozca el mal del cual está muriendo. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que el gobierno ha hipotecado una parte de nuestro petróleo durante los diez años próximos.
Eso, en la legislación venezolana, configura un delito. Delito en el cual reincide el gobierno porque la porción venezolana de 8 mil millones de dólares del Fondo Binacional ChinoVenezolano está siendo pagada, desde 2008, también con cien mil barriles diarios de petróleo. Una operación semejante fue realizada con Japón, hace pocos años, por tres mil millones de dólares, pagaderos con petróleo a futuro.
Da la casualidad, sin embargo, de que este tipo de operaciones está absoluta y categóricamente prohibida por la Ley Orgánica de la Administración Financiera del Sector Público, en su última versión, que es la chavista, publicada en Gaceta el 23 de abril de 2009. Dice el artículo 93 de esa ley que “No se podrán contratar operaciones de crédito público con garantías o privilegios sobre bienes o rentas nacionales, estadales o municipales”. El ministro Ramírez declaró que la deuda con China quedará “en cabeza de la República” y no de Pdvsa, lo cual significa que se trata exactamente de una operación de crédito público, realizada en clara contravención de la ley, al dar como garantía la renta nacional que deriva de cien mil barriles diarios de crudo. En el siglo XIX las potencias se cobraban sus acreencias con nuestro país con la renta aduanera que les entregaban los gobiernos.
Hoy se cobran en petróleo. Ha cambiado el acreedor, pero el entreguismo sigue siendo el mismo, esta vez con boina roja y vomitando consignas sobre la “soberanía nacional“.
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