El subrayado es nuestro.
Los papeles de Bolívar
Como si le faltaran confrontaciones, el presidente Hugo Chávez ha planteado una más, que lo enfrenta a sectores doctos de Venezuela. Mediante un decreto ordenó que los archivos documentales de los próceres Francisco Miranda y Simón Bolívar, que se encuentran en manos de la Academia de Historia, pasen al Archivo General de la Nación (AGN). Los fondos abarcan 346 tomos -283 de Bolívar y 63 de Miranda- y fueron declarados Memoria del Mundo por la Unesco. Hay allí abundantes materiales sobre la conquista y la colonia, informes sobre indígenas, textos de la independencia y papeles de la República y apuntes de Miranda sobre sus viajes y la Revolución Francesa. Pero la pieza más valiosa es el famoso discurso del Libertador en el Congreso de Angostura, en febrero de 1819.
Tiene lógica, en principio, que los documentos históricos de un país se hallen en el archivo nacional. Sin embargo, academias y bibliotecas suelen ser también buenas guardianas del pasado de la comunidad. Por ejemplo, las glosas emilianenses, aquellos pergaminos del siglo X en que figuran las primeras palabras en castellano, reposan en la Academia de Historia de España, no en sus archivos oficiales ni en la Academia de la Lengua. Pero, insistimos, es totalmente razonable que esta clase de textos se concentren en una institución nacional, y mucho más si ella tiene condiciones técnicas favorables, no solo en lo que se refiere a clasificación, facilidad de acceso y transparencia de cara a la ciudadanía, sino de protección, medio ambiente adecuado y respaldo digital y microfílmica. Todo indica que el AGN cuenta con estas seguridades, lo cual no significa que no dispusiera de ellas la Academia de Historia.
El problema es que la decisión de acumular en un solo depósito los tomos de Miranda y Bolívar no obedece a una decisión técnica sino política. A Chávez le molesta que algunos ilustres miembros de la Academia de Historia sean opositores del Gobierno y pretende castigar así a la institución. No solo eso: el decreto señala que los documentos de marras son la base de su revolución y, como tal, han de estar en un santuario al alcance del pueblo (léase, del Gobierno). El historiador Elías Pino, al criticar la medida, señala que lo que pretende Chávez es poner los documentos al servicio de su revolución. Las palabras del decreto lo confirman, al citar, entre sus considerandos, la necesidad de “lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del Socialismo”. De donde se sospecha que la intención final es la de reescribir la historia venezolana, pero ni siquiera a la luz de las enseñanzas de Bolívar, sino de los intereses demagógicos del Gobierno.
Esta revisión acomodaticia se hace más urgente a medida que surgen nuevos problemas en el país. Parece que las polémicas inflamadas de patriotismo, banderas e invocaciones bolivarianas son recurso favorito de distracción de un régimen que enfrenta alta inflación, desprestigio y aumento de la inseguridad.
De cualquier modo, sería aconsejable que, al trasladar el discurso del Libertador en Angostura a su nueva sede, alguien subrayara a Chávez algunos apartes de la histórica pieza oratoria.
Concretamente, cuando dice Bolívar: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se originan la usurpación y la tiranía”.
Chávez lleva tres períodos seguidos desde 1999 y podría convertirse en presidente perpetuo. Salta a la vista que no ha leído esta parte del discurso. Y si la leyó, la ha olvidado.
Tiene lógica, en principio, que los documentos históricos de un país se hallen en el archivo nacional. Sin embargo, academias y bibliotecas suelen ser también buenas guardianas del pasado de la comunidad. Por ejemplo, las glosas emilianenses, aquellos pergaminos del siglo X en que figuran las primeras palabras en castellano, reposan en la Academia de Historia de España, no en sus archivos oficiales ni en la Academia de la Lengua. Pero, insistimos, es totalmente razonable que esta clase de textos se concentren en una institución nacional, y mucho más si ella tiene condiciones técnicas favorables, no solo en lo que se refiere a clasificación, facilidad de acceso y transparencia de cara a la ciudadanía, sino de protección, medio ambiente adecuado y respaldo digital y microfílmica. Todo indica que el AGN cuenta con estas seguridades, lo cual no significa que no dispusiera de ellas la Academia de Historia.
El problema es que la decisión de acumular en un solo depósito los tomos de Miranda y Bolívar no obedece a una decisión técnica sino política. A Chávez le molesta que algunos ilustres miembros de la Academia de Historia sean opositores del Gobierno y pretende castigar así a la institución. No solo eso: el decreto señala que los documentos de marras son la base de su revolución y, como tal, han de estar en un santuario al alcance del pueblo (léase, del Gobierno). El historiador Elías Pino, al criticar la medida, señala que lo que pretende Chávez es poner los documentos al servicio de su revolución. Las palabras del decreto lo confirman, al citar, entre sus considerandos, la necesidad de “lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del Socialismo”. De donde se sospecha que la intención final es la de reescribir la historia venezolana, pero ni siquiera a la luz de las enseñanzas de Bolívar, sino de los intereses demagógicos del Gobierno.
Esta revisión acomodaticia se hace más urgente a medida que surgen nuevos problemas en el país. Parece que las polémicas inflamadas de patriotismo, banderas e invocaciones bolivarianas son recurso favorito de distracción de un régimen que enfrenta alta inflación, desprestigio y aumento de la inseguridad.
De cualquier modo, sería aconsejable que, al trasladar el discurso del Libertador en Angostura a su nueva sede, alguien subrayara a Chávez algunos apartes de la histórica pieza oratoria.
Concretamente, cuando dice Bolívar: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se originan la usurpación y la tiranía”.
Chávez lleva tres períodos seguidos desde 1999 y podría convertirse en presidente perpetuo. Salta a la vista que no ha leído esta parte del discurso. Y si la leyó, la ha olvidado.
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