Artículos de opinión de los historiadores venezolanos
Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en El Universal. El surayado es nuestro.
Los veintitreses
¡Vivan los veintitreses, mueran los veinticuatros!
Ya sé que Alexis Márquez me va a caer encima, horrorizado por el plural que encabeza estas cuartillas. Pero no es un gazapo y para decirlo todo, no estoy muy seguro de que sea un error, hablando en gramática. En todo caso no lo es ni política ni históricamente. Mejor dicho, no tiene por qué serlo, pues el plural no depende aquí de la Real Academia ni de todos los diccionarios del mundo, sino de nosotros mismos. Porque hay un veintitrés que los venezolanos le regalamos a la historia y la historia nos espera para que le regalemos otro.
Ya mis desocupados lectores adivinaron que estoy hablando, en el primer caso, del 23 de enero de 1958, y en el segundo del 23 de noviembre del 2008. El primer 23 significó voltear la tortilla que se había puesto ciento diez años menos un día antes, el 24 de enero de 1848 cuando la horda monaguista asaltó el Congreso; y el 23 de noviembre puede hacer otro tanto, a sesenta años menos un día del 24 de noviembre de 1948 cuando la horda militar derrocó a Rómulo Gallegos.
Ciento cincuenta por ciento ¿Es eso posible? Por supuesto que las habituales mouches du coche a que, recurriendo a Lafontaine aludíamos la semana pasada, van a decir que eso es imposible porque la oposición no ha logrado a estas alturas una unidad monolítica al ciento cincuenta por ciento. En lo que nos concierne, jamás lo esperamos porque nunca faltan los lame duck (los "patos cojos") de que suelen hablar los gringos, y porque no confundimos unidad con unanimidad: hace ya muchos años, la experiencia demostró que el monolitismo era lo que Isaac Deutscher llamaba "una utopía terrorista".
Decir esto no nos lleva a desconocer que atacar juntos, en un solo haz, siempre es aconsejable para duplicar nuestras fuerzas. Y en este caso, eso sí es posible en otro terreno: en el descubrimiento del "eslabón más débil" en la cadena enemiga. Con su megalomanía narcisista, el Héroe del Museo Militar nos está mostrando su juego al gritar lo de "¡Vienen por mí!", con el tono de alguien cuyo bajo vientre es presa de uno de sus confesos retortijones habituales.
Vayamos "por uno" Despojemos esa frase del significado que su atribulado personalismo le atribuye. Lo que la oposición debe dejar claro en las venideras elecciones es que va "por uno", cualquiera que él sea, haya nacido en Sabaneta, en Sinamaica, en San Francisco de Tiznados o en la maternidad Concepción Palacios.
En toda la historia de Venezuela, durante el orden monárquico español, luego con la República y por último, desde que el general Gómez culminó la creación del Estado venezolano, la lucha ha sido permanente por arrancar a ese Estado parcelas de poder para dárselas a la sociedad. En una palabra, no ha cesado el combate por la descentralización. Como lo constató Vallenilla Lanz en su más famoso trabajo teórico, en toda América resonaron las palabras federación y confederación mucho antes de que se hablase de independencia. Más tarde, en una guerra que no por casualidad se llamó "Federal" y que Gil Fortoul pluraliza hablando de "las guerras federales" hasta el final del siglo, esa palabra servía para expresar lo mismo.
El pueblo contra el populacho O sea, un deseo de participación, lo mismo que busca el pueblo en todas las revoluciones democráticas, al contrario del lumpenproletariat (el "populacho") que, como constataba Hannah Arendt, sólo busca seguir a un líder.
La oposición democrática merecería el peor de los destinos si desoyese ese grito de la historia. El gobierno le está poniendo el triunfo en bandeja de plata, con todas sus leyes promulgadas en gallos y media noche ("a la sombra del misterio sólo trabaja el crimen"), con su avidez centralizadora y como remate, con su plañidera queja "¡Vienen por mí!".
Todo eso señala el camino no sólo para vencer el autoritarismo, sino sobre todo para sumergirse "hasta los hombros en el mar" de la máxima aspiración popular. Y a la vez, para reivindicar lo que acaso sea la mayor conquista de la sociedad venezolana desde que Gómez dejó este valle de lágrimas: la descentralización. Porque ella no es un asunto sólo administrativo, sino político: primero con la separación de poderes, luego con la creación de partidos, sindicatos y agremiaciones y las ONG, y con las elecciones regionales.
"De a pa'tras" Es toda esa andadura de la rueda de la historia que pretende echar "de a pa'tras" (como diría el Benemérito) el actual locatario de Miraflores. Él mismo lo dijo alguna vez, con su incapacidad de expresar nada que no sea con slogans vacíos y lugares comunes: "yo creo que la descentralización es una trampa neo-liberal". Ahora bien, como muy bien lo dijo Perogrullo, lo contrario de la descentralización es la centralización. Que en su caso, tiene un significado mucho más preciso que esa fórmula bastante teórica: porque no es simple estatización, ni siquiera "gobernización", sino "chavización", o sea, a la escala del país lo que Barinas ha impuesto la tribu sabanetera.
De modo pues que el slogan central de la campaña opositora debe ser ese : la defensa y ampliación de la descentralización, de la federación en su sentido más puro, pacífico, y no en el sacatripas del siglo XIX. Así, la pregunta a hacer a los electores es si quieren gobernarse a sí mismos, a su región y a su pueblo, o prefieren que lo mande desde Caracas la cleptocracia chavera. Eso permitirá unir las aspiraciones regionales con las nacionales en una sola consigna: "Por la descentralización". Hacerle comprender a los electores que frente al lloricón "¡Vienen por mi!", lo que la oposición tiene en mente es tan viejo y sobre todo tan válido como el padrenuestro: "Venga a Nos tu reino".
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