jueves, marzo 11, 2010

TREINTA AÑOS DE LAS MAESTRÍAS DE HISTORIA EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO (1979-2009) (VII)

Desarrollo y porvenir
Aunque, por el modelo organizativo de la UCAB, las Maestrías forman parte de un área distinta que el IIH, la relación entre ambos siempre ha sido muy estrecha. De hecho, las primeras marcaron en alguna medida el crecimiento del segundo, que funge, con sus investigadores, biblioteca y archivo como su respaldo. Ya en 1987 se había incorporado al IIH, por primera vez en mucho tiempo, un nuevo investigador: Manuel Donís Ríos. El P. Hermann lo escoge de entre sus alumnos del Departamento de Ciencias Sociales, haciéndolo primero su asistente y poco a poco un discípulo y colaborador muy cercano, hasta llegar a firmar libros juntos. En la actualidad, Donís Ríos es el mayor especialista en Venezuela de historia territorial. En 1990 Nikita Harwich Vallenilla se incorpora al IIH. Por aquellos años desarrolla una impresionante actividad investigativa, publica obras que pronto concitaron la atención de la academia y dicta clases en las maestrías de la UCAB y de la Santa María. Harwich Vallenilla renuncia en 1994 y se marcha a Francia; desde entonces ha ejercido en tierras galas como profesor –hoy está en la universidad de París-X- y continuado con una exitosísima carrera de investigación, aunque lamentablemente muy desligada de su patria. Por las razones que fueran, sus trabajos llegan poco a Venezuela, no aparecen en revistas venezolanas, ni él asiste –hasta donde pudimos averiguar, por lo menos no de manera regular- a eventos nacionales. El resultado es que los historiadores más jóvenes casi no lo conocen, y que pocos de los más viejos han leído sus escritos de los últimos quince años, situación que es importante remediar, sobre todo porque su obra es francamente valiosa.


En 1991 Oscar Abdala, que hasta el momento había sido un profesor por horas, y que compartía sus labores en la UCAB con otras universidades, es contratado por medio tiempo para atender las maestrías. Como se le ubica en una oficina del IIH, en la práctica hace vida como un investigador más. Así termina de configurarse el dramatis personae de un momento fundamental de su desarrollo, que lo pone en otra escala. Además, todos ellos –el P. Hermann, Donís Ríos, Harwich Vallenilla y Abdala- en buena medida justificaron sus cargos por las clases de la maestría. La carga de horas de docencia que, por disposiciones contractuales, los investigadores deben cumplir, solieron ejecutarla en los programas de postgrado.


Y es que, a todas estas, la maestría fue prosperando. Cada vez con más alumnos, a pesar de que era una época en la que había tres programas similares en Caracas (si la sumamos con los de la Santa María, que vive entonces una edad de oro, y de la UCV), y con un modelo que hacía énfasis en cursos electivos (lo que implica buscar especialistas para cada semestre, cosa que no es tan fácil en Venezuela), su versatilidad –sobre todo en los casos de Abdala, que gozaba de vastas lecturas; y de Harwich Vallenilla, con su formación en varias universidades europeas- les permitió afrontar con más que razonable éxito el reto que se le planteaba. Quienes estudiaron por aquellos años –entre mediados de los ochenta y mediados de los noventa- recuerdan la sucesión de materias impartidas por ambos profesores; la labor de maestro, la erudición y la bonhomía de Abdala, que destrabó a tantas tesis que amenazaban con naufragar, y el cosmopolitismo y rigurosidad –según cuentan, ¡era algo así como el "profesor-filtro"!- de Harwich Vallenilla. Por supuesto, hay otros nombres ineludibles a destacar, como el de Angelina Pollak-Eltz, que detentó la cátedra de Antropología hasta su jubilación en 2003.

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