martes, marzo 30, 2010

El historiador José Alberto Olivar elogia la obra del geohistoriador chileno-venezolano Pedro Cunill Grau

EL NACIONAL - Sábado 27 de Marzo de 2010
Papel Literario/2
Pedro Cunill Grau: saber, observar y aprender
JOSÉ ALBERTO OLIVAR
Contados son los individuos que logran superar las barreras de la aldeanidad para situarse en un plano más universal, ya sea esto motivado por los azares de la vida o por la conciencia de que existen realidades mucho más complejas.En Pedro Cunill Grau encontramos al trashumante académico que busca sin cesar el crisol del conocimiento más allá de las fronteras habituales.Desde su bien amada patria chilena, pasando por los cimientos colegiales de una ciudad luz que sigue iluminando destinos, hasta quedarse definitivamente prendado por la fisonomía de una tierra rica en paisajes naturales.
Precisamente, la agudeza perceptiva desarrollada por Cunill en sus años mozos, le permitió adentrarse en los confines de una especialidad de exigente destrezas cognitivas.Los saberes atesorados por la naturaleza siempre atrajeron la atención de Cunill Grau, pero no en plan de contemplador atónito, sino en calidad de metódico observador de la dinámica física y humana desplegada en el espacio.Así nace su atracción hacia la cartografía histórica como herramienta de primerísima utilidad para la comprensión de los procesos que tienen lugar en la ocupación de un territorio en específico. De allí se deriva su preocupación por el estudio de los problemas del hombre y las amenazas que se ciernen día a día sobre los recursos naturales.
Bajo el influjo de sus primeros maestros chilenos y sobre todo de las máximas recogidas de la propia fuente en la Sorbona, la Université de París y el College de France, Cunill Grau se adhiere sin ambages a la escuela de la Geografía histórica, cuyo propósito, tal como lo define Jean-Pierre Raison, es "el estudio de la evolución de los sistemas espaciales en el tiempo".
En efecto, el profesor Cunill Grau comprendió muy bien que la mejor forma de captar los cambios paisajísticos en el contexto de las actividades humanas era explorando in situ la realidad que pretendía explicar. Por ello no escatimó tiempo y recursos para dedicarse a observar, conocer y aprender la historia, la estructura económica-social, las fortalezas y debilidades de los grupos humanos que hacen vida en una región determinada.
La aportación de Cunill Grau a este campo ha sido proverbial a lo largo de 43 años de ininterrumpido ejercicio docente. Pero más significativo que haber escrito casi dos centenas de libros y artículos de obligada consulta --hoy convertidos en clásicos de la especialidad como Geografía de Chile (nueve ediciones) y la monumental Geografìa del poblamiento venezolano del siglo XIX (tres tomos y dos ediciones), por sólo mencionar dos-- es haber contribuido con encomiable dedicación a la formación de varias generaciones de geógrafos e historiadores venezolanos, que nutren la esperanza de un futuro promisorio para la Ciencia y el compromiso de propiciar una mejor perspectiva del hombre frente la naturaleza.
El ejemplo de Cunill Grau ya sea en el terreno de la exploración científica, la preparación de la cátedra o la revisión meticulosa de los archivos documentales, se traduce en una afable modestia que prestigia con mayor ahínco su figura. El paso de los años, lejos de amilanar su capacidad para aprender nuevas cosas le permiten mantener en forma su inquieto intelecto. Pregunta sin cesar a jóvenes y contemporáneos, guarda tiempo para deleitar exquisitos sabores y olores, mientras insufla la vocación de bisoños aprendices del oficio.
Cuando se leen los textos discursivos del profesor Cunill Grau, podemos encontrar siempe en medio de su refinado estilo literario una convocatoria a los investigadores para adentrarse a revisar temas novedosos cuyos vericuetos han de conducir a una segura cantera de inverosímiles conocimientos. Una de sus más recientes obras así lo demuestra. Geohistoria de la Sensibilidad en Venezuela es un libro de extraordinaria belleza que recoge las maravillas naturales de un país ataviado por una rica diversidad de formas, usos y costumbres que constituye la esencia de un verdadero paraíso terrenal.
Sin duda, Don Pedro ha hecho de la Geografía y la Historia una razón de vida que no deja espacio a la trivialidad ni al despropósito.

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