sábado, octubre 25, 2008

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) opina sobre el anhelo democrático nacional y regional

Artículos de opinión de los historiadores

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en El Universal. El subrayado es nuestro.


Cerca de la democracia

El anhelo viene de donde vino siempre, del "cuero seco" que las dictaduras apenas amansaron

Tesoro extraviado, de acuer-do a como lo habíamos disfrutado y también dilapidado en la segunda mitad del siglo XX, la democracia puede volver de nuevo por sus fueros. No se trata de una fórmula vacía a la que nos aferramos para combatir al gobierno con imágenes yertas, sino de la memoria de una experiencia susceptible de superación que cada vez se aproxima hacia nosotros; del sabor de un fruto que se siente de nuevo en los labios pese a que, a simple vista, no se observa con nitidez el árbol que lo surte. Obra de nuestros abuelos, de nuestros padres y de nosotros mismos, ahora despunta como una alternativa al alcance de la mano. Esbozo en la actitud de las nuevas generaciones y mucho más que un boceto en la conducta de los estudiantes y de numerosos portavoces de la sociedad civil, pareciera que renace desde perspectivas fundamentadas en la frustración de nuestros días. Hasta los partidos políticos provenientes del pasado, nacidos en las últimas décadas, se observan contagiados de un ánimo capaz de fundar una sociabilidad como la que merece una comunidad sumida en la desesperanza. Si no se observa únicamente la superficie de los hechos, cualquiera topa con la calidez cada vez más próxima de un anhelo que parecía muerto y enterrado.

El anhelo viene de donde vino siempre, del "cuero seco" que las dictaduras apenas amansaron a medias y que se levanta por sobre todas las cosas cuando debe responder por los derechos lugareños. Los derechos lugareños no han gozado de buena prensa desde cuando Guzmán, un pretencioso mandamás capitalino, los consideró como lugares apropiados para la aclimatación de la barbarie. O desde un tiempo posterior, cuando Gómez sofocó transitoriamente las ansias de los Estados mediante la presión de sus procónsules, conducta que no tardó en machacar Pérez Jiménez y que ahora se quiere imitar desde Miraflores. Pero las presiones terminan por no servir para nada. Logran una sumisión pasajera que, cuando llega el momento oportuno, en principio es superada por la acción de los líderes provincianos que descuellan en la política de la capital después de salir de sus poblaciones y de sus aldeas, de sus rincones perdidos en el mapa, suerte de paisajes encarnados que hacen vida en los organizaciones partidistas, en los sindicatos, en las legislaturas y en los círcu-los intelectuales cercanos a la sede principal de los poderes públicos. O, más tarde, después de las reformas de la Copre, en la administración que se retoma con autonomía en las jurisdicciones políticas sin juzgar como vinculantes las decisiones de unas fuerzas demasia-do lejanas y encumbradas.

La presión destructiva viene de donde vino siempre en Venezuela, de las aga-llas de un hombre de presa dispuesto a cambiar la heterogeneidad del mapa por la geometría de una sola gran hacienda gobernada a través de un equipo de medianeros sombríos. Es una pelea vieja que siempre han ganado las regiones, pese a que no pocas veces debieron esperar demasiado para que dejara de mandarlas un monarca plebeyo sin corona. Pero es una pelea que de nuevo ganarán las regiones, si juzgamos por los apuros que pasa el mandón de turno en sus giras de insultos, en su retruécano de injurias, en su ruleta de contradicciones flagrantes, en su empeño de cambiar centenares de candidaturas y centenares de nombres propios por la aplastante redondez de su presencia de comandante-presidente-gobernador-alcalde-concejal. Es la guerra de las partes con el todo dominante y omnipresente que no ha dejado de suceder, pero que a la larga concluye en la predominancia de un prometedor mosaico.

Soldado o amalgamado según las necesidades de nuestros días, ¿no puede ese mosaico abrir un capítulo prometedor en la historia de la república?, ¿no puede imponerle al mandón la necesidad de cerrar la boca y de quitarse las orejeras, de escuchar las voces del país profundo, de impresionarse ante sonidos desconocidos, de advertir la presencia de unos destinatarios que ha ignorado o despreciado olímpicamente, de topar por fin con una realidad que no ha querido valorar en toda su magnitud? Las campañas que se atienen a las particularidades de cada división geográfica y los liderazgos vinculados de veras con las urgencias a escala regional, junto con los pueblos del interior están llamados a cerrar una etapa y abrir otra en la fábrica del bien común, en la medida en que, de acuerdo con los vientos que soplan y con los números contundentes de las encuestas más confiables, están levantando un dique capaz de contener el apetito céntrico que todo lo quiere controlar y ahogar. De allí que, como se apuntó al principio, estemos siguiendo con lucidez los signos de un enrevesado mapa que nos pondrá de nuevo en la vecindad del tesoro perdido.

eliaspinoitu@hotmail.com

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