martes, abril 15, 2008

Manuel Caballero "Gómez, el tirano liberal" (mi reseña) (IV)

Historiadores
La tercera parte “La tiranía”, señala los mecanismos de su dominio político, y la apropiación de grandes cantidades de tierras por él y su familia. A diferencia de una parte de la historiografía nacional que sostiene que el petróleo fue una de las bases del poder de Gómez, Caballero señala que esto no fue así: que su control del país ya se había logrado antes de que este recurso jugara el papel dominante en la economía y el Estado, aunque si fortaleció al gobierno más no al Estado. La riqueza petrolera se enmarca dentro de la tendencia de los gobernantes a lograr una situación que permita al Estado independizarse de la sociedad: el ejercito, y a la larga el petróleo lograrán esta meta histórica.

La cuarta parte “La reacción”; describe cómo surge una nueva oposición a las tradicionales “oposiciones” en la Venezuela del siglo XIX, que eran las existentes en la época de Gómez tales como los caudillos que el autor llama “antigomismo”. Esta oposición representa sólo un cambio de gobernante pero nunca el de la forma de hacer política; a diferencia de la reacción de 1928 cuando surge la oposición “antigomecista”, la cual busca reemplazar el autoritarismo militar y la tradición liberal. Gómez había controlado a los antigomistas, pero no conocía las formas de actuar de los antogomecistas, los cuales combatían a pie (no a caballo), su fuerza está en su número y su acción colectiva (no las armas), y su área de representación es la ciudad (no el campo) (Pág. 351).

La última paradoja de Gómez como tirano-liberal; es que a pesar de su tiranía, logra establecer dos instituciones que están fuertemente relacionadas por ser elementos del Estado: la burocracia y el ejército. Ambos, son herramientas de su régimen de opresión, pero llega un punto en que logran cierta autonomía y características “apersonalistas” (institucionales). En el capítulo dedicado al ejército (capítulo XV “La fuerza armada del príncipe”) el autor ofrece varias pruebas de cómo Gómez, a pesar del férreo control de las Fuerzas Armadas, le dejó una serie de decisiones a su lógica funcional; el mejor ejemplo fueron los ascensos. Es por este aspecto, y la facilidad de las inversiones extranjeras en el petróleo, que en Venezuela se logran establecer las bases de lo que será la sociedad democrática del siglo XX. El liberalismo de un tirano hizo realidad los anhelos modernizadores de todo un siglo.

Al igual que el período de independencia, la época y el régimen de Gómez se puede considerar un momento fundacional de nuestra nación. Gómez representa por necesidad: el período de consolidación del Estado, por oposición: el nacimiento de los partidos políticos, y por casualidad: la transformación de nuestra economía. Así como en la independencia la fundación resultó traumática y marcó todo un siglo con su ideología (liberalismo) y su forma de hacer política (guerra de caudillos); así mismo creemos que el gomecismo (a pesar de su repudio generalizado) ha marcado el siglo XX con una tradición de “tutelaje” de la Fuerza Armada sobre la sociedad, y de un Estado que no ha detenido su crecimiento desde entonces. El Estado se intitucionalizó paradójicamente a través del personalismo gomecista, quedando sobre nuestras prácticas burocráticas un paternalismo protector pero también limitante de la participación democrática. El fantasma del “hombre fuerte y bueno” sigue recorriendo nuestra sociedad y nuestro Estado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes un premio 11 de abril en Venezuela es Noticia. Los detalles sobre esta mención los puedes encontrar en esta dirección. Enhorabuena.

http://venezuelanoticia.com/archives/2052

Saludos,

Venezolano

Profeballa dijo...

Mil gracias debo ponerme en ello

Anónimo dijo...

Al pensar en un gobierno tiránico y dictatorial, como lo fue precisamente el de Juan Vicente Gómez, es de esperarse un rechazo de manera casi generalizada de las personas, pues un régimen de este tipo supone opresión y castigos contra quienes se opongan a éste, así como privación de libertades.

Sin embargo, mi postura coincide con los ideas planteadas en el artículo (y por ende en el libro “Gómez, el tirano liberal”, de Manuel Caballero). La presencia de un personaje fuerte parecía necesaria en una Venezuela que se encontraba totalmente fragmentada y desarticulada, en la cual cada una de las regiones del país se manejaba de manera independiente al resto de ellas. La autoridad que Gómez poseía conllevó a establecer orden a todos los ciudadanos, a que se rigieran por leyes comunes.

La cruel dictadura a la que Gómez sometió a los venezolanos permitió concretar el proceso de Integración Nacional que tanta falta hacía para poder dar los primeros pasos hacia una sociedad moderna. El terror de desobedecer y la obligación de someterse a las leyes y normas impuestas por el gobierno central, dieron a lugar un sentimiento de identidad nacional en los ciudadanos, quienes empezaban a tomar conciencia de que pertenecían todos a una misma nación. Por eso, el gobierno gomecista abre paso hacia la democracia en Venezuela, pues en él empiezan a surgir las primeras organizaciones políticas y, en general, el interés de los ciudadanos por tomar participación en la política nacional

Pero no sólo las medidas autoritarias llevadas a cabo fueron las impulsoras hacia el progreso en Venezuela. La apertura a la inversiones extranjeras (medida totalmente liberal, contraria a un régimen autoritario) impulsaron la economía nacional de manera considerable y permitió dar paso hacia la modernización del sistema económico venezolano. Asimismo, la profesionalización del Ejército Nacional representó otro aporte importante para la Venezuela de aquellos momentos, pues representaba el establecimiento de un cuerpo armado preparado y organizado, dedicado de la defensa de la nación.

Un gobierno como el de Gómez es algo que nadie desearía, pero que muchos reconocen que fue necesario en un momento específico de nuestra historia para poder transitar hacia una sociedad moderna, integrada, democrática y participativa. Con Gómez, Venezuela deja de ser “la suma de muchos países” y se convierte en una sola nación.

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