“Tengo que llevar el diario por peligroso que sea”
Novena carta a Victor Klemperer sobre sus diarios:
1933-45
Querido Don Victor:
¡Otra guerra en
Europa después de una larga paz de casi 80 años! ¿Podrá creerlo querido maestro
de los diarios íntimos? Pero hay una esperanza en medio del absurdo y el horror
de la violencia, la reacción de Occidente frente a un nuevo tirano
expansionista. Pero volvamos a lo que nos une: su bitácora que ahora nos toca
comentar el año 1941. Tal como le dije, después haremos una pausa para
centrarnos en el de Ana Frank que cumplirá también un aniversario redondo. Una
pregunta sobre la escritura de los diarios siempre me acecha y ya se la he
comentado: ¡¿cómo escribir en medio de tantas dificultades tal como dice el 20
de febrero: “creciente penuria económica, una alimentación cada vez peor”; pero
también: guerras, trabajo esclavizante, hacinamiento y en general todo lo que
significa la lucha por la supervivencia en condiciones hostiles?! Creo que yo
mismo ofrecí una respuesta ante la pregunta de una alumna: “¿cómo se recuerda
de escribir? ¿cómo no deja de hacerlo?” Le dije: es un hábito cultivado desde
hace muchos años y sientes la necesidad, pero a veces hay otras necesidades que
se imponen: comer, descansar, etc. Y entonces nos dormimos anhelando llenar la
página. ¿Cómo hizo usted en ese año terrible de 1941 para que hoy yo pueda
leerlo?
Todo comienza en
enero con un nuevo impuesto a los judíos de 15 % y en febrero el descuido de dejar
salir la luz de una ventana en la noche (las autoridades exigen un apagón
total). Puede ser una fuerte multa o la cárcel (lo cual termina aceptando
siendo un “tormento” de ocho días), pero también debe vender el automóvil que
era una vieja exigencia del ayuntamiento (cuando lo hace los niños dirán: “el
coche del judío, el coche del judío”, 25 de febrero). Y tantas otras medidas restrictivas
a lo largo del año que se suman a la segregación creciente desde 1933: confiscación
de la máquina de escribir, presión para que venda la casa de donde los
obligaron a salir el año pasado para vivir en una residencia para judíos: Judenhaus, los no arios no pueden vivir
en Berlín, usar los vapores del Elba, adquirir tabaco (“una nueva catástrofe”),
desde septiembre llevar la estrella de David, no salir del municipio o tomar el
tranvía solo en la plataforma delantera, no usar cabinas telefónicas y después
en algunos períodos solo se puede salir de noche. Todo va destruyendo vuestra
dignidad, pero siempre el consuelo que no están en un gueto, campo de concentración
o han sufrido un pogromo; por eso dice: “mi estado de ánimo y mi visión de
conjunto cambia cada día” (27 de marzo), el miedo jamás desaparece. Y más
cuando ya para el 22 de agosto todos dicen que están eliminando a los enfermos
mentales y desde octubre comienzan las deportaciones a Polonia. Pero algunos
demuestran solidaridad por lo menos al oído.
Sigue con su Vita (memorias), la cual cumple el 12 de
febrero dos años escribiéndola; y las constantes anotaciones para su LTI (Lengua
tertii imperii, su manual y estudio de la neolengua nazi) ¡hábito, hábito!
Acá está la respuesta junto a la profunda pasión por escribir y “dar testimonio
hasta el final”. Es el anhelo de trascender pero también de justicia, porque se
piensa que si conocen nuestro sufrimiento y coraje, tendrá un significado y
seremos resarcidos. Los canallas pagarán al ser lanzados al basurero de la
historia y nosotros (como siempre se dice: Vanitas
vanitatum) seremos al menos escuchados. Pero en medio del horror de la
guerra y la persecución, el amor y la belleza le ofrecen un respiro:
Desde ayer, tiempo preprimaveral. Se agradece
cada minuto que prolonga la claridad del día, cada grado más de temperatura,
cada metro de suelo transitable (esto sobre todo por Eva). Eva ha decaído
muchísimo, está más delgada, ha envejecido: y, mientras que mi propio estado
físico también decae, la quiero cada vez más apasionadamente, d’amour dicen los
franceses. (12 de febrero de
1941).
Es lo
único que salva, además de la escritura. Porque esta es otra de las respuestas
a la pregunta de mi alumna: escribimos porque es lo que nos mantiene en pie en
medio del horror. Sí, lo sé querido maestro, exagero al compararme con su
situación en medio de la Segunda Guerra Mundial y la Shoá. Pero allí está la propaganda al igual que en el pasado, que
en su caso nos describe con las palabras: “Hitler, con esa estentórea voz de
paranoico, rugía en la radio, acabando con el himno de Horst Wessel.” Coincido con usted al definir la naturaleza del
nazismo cuando dice que el antisemitismo “es central en su estructura total, en
su esencia y también imprime su sello a todo lo demás” (16 de abril). Mucha
gente le molesta que no separen la Segunda Guerra Mundial y el nazismo de la
“cuestión judía”, pero hay que entender que están íntimamente ligados.
A finales de enero en
el discurso de Adolf Hitler en un nuevo aniversario de su ascenso al poder (30
de enero de 1933) usted afirma: “sonaba distinto a todos los anteriores”. Una
frase del tirano lo hace sospechar: Este
año forzaré la decisión. Me impresiona que esté tan claro, una vez más la
verdad siempre aflora en medio de la más fuerte censura: usted sabe que la
guerra puede extenderse a los Balcanes, Rusia y/o Estados Unidos tal como
ocurrirá a lo largo de ese año. De esa forma en marzo ve cómo avanzan las
tropas en Bulgaria sin pegar un tiro y después ante el golpe contrario al Pacto
Tripartito en Yugoslavia la inmediata invasión, “Serbia y Grecia destruidas”
(16 de abril). A pesar de las victorias nazis predica la esperanza:
Hitler tenía que perder la guerra, que ni Rusia ni
Estados Unidos podían permitir su victoria definitiva. ¿Me creo lo que predico?
En un 50 %. Pero ahora estoy más tranquilo. Afronto más fríamente el devenir de
la historia. ¿Qué son en la historia de un pueblo diez, veinte años? A la
larga, Hitler no puede salir victorioso, en algún momento se derrumban todas
las conquistas mundiales. A mí solo me sigue interesando nuestro destino personal,
estrictamente delimitado en el tiempo. Y en cuanto a él, soy fatalista (14 de abril de
1941). “Quizás sea la mayor suerte vivir tanta historia mundial” (8 de julio de
1941).
Desde
abril a junio cada vez son más los rumores de movilización de la Wehrmacht al Este. Era tan evidente y
los soviéticos cayeron en la trampa. Para preparar el pueblo volvía la
propaganda sobre el “peligro judeobolchevique” que desapareció desde el Pacto
Ribentrop-Molotov de agosto de 1939. Retorna su fuerte pesimismo dudando de la
derrota de Hitler, pero escucha muchas versiones de otras personas que dicen lo
contrario, en especial una realidad que se terminará imponiendo: “los rusos son
inagotables en hombre y también en armamento y que será imposible acabar este
verano con ellos” (13 de julio). La gente se va enterando poco a poco por lo
que cuentan los soldados heridos que vuelven a casa: es una guerra de exterminio
llena de atrocidades y la resistencia rusa es cada vez mayor. La prensa oficial
acepta esta realidad. Y en diciembre todo cambia con el fracaso de la toma de
Moscú y el ataque a Pearl Harbor por el Imperio del Japón, además de la
declaración de guerra de Hitler a Estados Unidos “Ahora se ve un final” (25 de
diciembre) y si 1941 fue “el año más horrible (…) al menos nos ha devuelto la
esperanza” (31 de diciembre).
Sobre
la escritura de todo diario creo que me debo despedir con la certeza que tuvo
en el momento que repasó los de la Primera Guerra Mundial para escribir sus memorias:
“Hago una primera lectura de los diarios de 1918. ¡Cuántas cosas se me habían
olvidado, qué enorme importancia tienen justamente los detalles de aquella
época! Tengo que seguir llevando también ahora el diario, por el Curriculum (memorias), tengo que hacerlo
por peligroso que sea. Éste es mi coraje profesional” (27 de mayo). Y más
adelante: “Quiero considerar como un favor del destino (…), como un
enriquecimiento, que yo viva aquí, sobre el terreno, toda esta ignominia” (13
de octubre).
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