El 80 aniversario de la Invasión a Francia (VII)
Carlos
Balladares Castillo
Un día
como hoy (17 de junio) pero de 1940 el Premier francés: mariscal Philippe Petain,
anunciaba a su pueblo la solicitud de un armisticio a la Alemania de Adolf
Hitler con las siguientes palabras: “Con el corazón destrozado tengo que decir
que se debe tratar de poner fin al combate. Me he dirigido esta noche al
adversario para preguntarle si está dispuesto a buscar con nosotros, con honor
y de soldado a soldado, después de la lucha, la manera de hacer cesar las
hostilidades.” En nuestras anteriores entregas hemos tratado las razones
militares de la derrota al mismo tiempo que seguimos nuestra meta de comprender
la relación entre el cine y la historiografía, ahora trataremos de analizar los
factores políticos de la misma. Creemos que la respuesta está en el mismo hecho
que generó los errores en el campo de batalla, y no es más que el gran impacto
de la Primera Guerra Mundial en la mentalidad del pueblo francés y sobretodo en
su dirigencia. No por casualidad quien pone punto final a la Batalla de Francia
es el mismo que lo hizo con la Gran Guerra.
Con cierta
angustia, tristeza y vergüenza a pesar de los distantes 80 años nos
preguntamos: ¿por qué el gobierno de Francia no decidió seguir luchando? Es
entendible que en su territorio ya no se podía mantener el combate desde que los
panzer llegaron al Sena el 10 de junio y con la caída-ocupación de París el 14.
La dualidad “caída y ocupación” es porque no hubo combates en su defensa con el
deseo de que no fuera destruida y se declaró “ciudad abierta” a los invasores. El
general Charles De Gaulle explica en sus Memorias
de guerra, que desde el momento en que el gobierno dejó la capital:
El ejercicio del
poder se había convertido en una especie de agonía, prolongada a lo largo de
las carreteras, en medio de la dislocación de los servicios, de las disciplinas
y de las conciencias. En tales condiciones la inteligencia del Sr. Paul Reynaud
(Premier
hasta el 16 de junio), su valor y la
autoridad de su función, se desplegaban, por decirlo así, en el vacío. Ya no
tenía medio de influir en los acontecimientos desencadenados.
Ese vacío
se muestra – afirma De Gaulle más adelante - en la conducta del resto de los
poderes del Estado los cuales ni siquiera se reunían o declaraban, y mucho
menos adoptaban de manera colectiva una solución radical.
Reynaud y
De Gaulle lucharon en el Consejo (gabinete) para que la guerra se siguiera en
Argelia y el resto de las colonias francesas. Podían aceptar una capitulación
pero un armisticio era impensable tanto por el honor del país como por los
compromisos con su aliado británico, aunque después Reino Unido facilitó esto
al no obligarlos a mantener la Alianza pero sin que Winston Churchill viajara
casi hasta al final al continente para buscar soluciones distintas a la
rendición total (armisticio). Hubo diversas propuestas en este sentido, pero ninguna
prosperó porque como afirman algunos historiadores como J. F. C. Fuller, eran
irreales. La otra alternativa eran las que defendían Petain y el Generalísimo
Maxime Weygand: el armisticio, la cual se terminó imponiendo cuando Reynaud al
ver que no lograba los apoyos necesarios decidió renunciar el Consejo y a
propuesta del Presidente eligieron al mariscal. Este conflicto iba más allá de
un forma de asumir el desastre porque era expresión de la profunda división del
pueblo francés y su élite, que la Tercera República y se democracia parlamentaria
fueron incapaces de canalizar y resolver.
El
problema con la elección del anciano de 84 años no era solo lo que él y su
grupo argumentaban a favor de un armisticio. Nos referimos al quedarse en el país
para no abandonar al pueblo, y de esa forma ser la supuesta garantía que los
franceses y sus ciudades con toda la cultura material gala serían protegidas y
sufrirían lo menos posible. Uno podría comprender esto, pero lo que no es
entendible es que a los pocos días Petain iniciara un proceso de cambios
radicales que sepultarían la democracia. Y no solo destruyó la Tercera
República sino que su régimen fue asumiendo los rasgos fascistas y pasara a
apoyar al “Nuevo Orden” propuesto para Europa por el conquistador nazi. Todo
esto se ve perfectamente en ese documental conocido como Le chagrin et la pettié (la tristeza y la compasión) dirigido por
Marciel Ophlus en 1969 el cual no fue pasado en varios teatros por la vergüenza
que generó; y que llevó a un impulso en la investigación historiográfica sobre
el régimen ¡y la sociedad! colaboracionista presidido por el mariscal.
¿Y qué
tiene que ver todo esto con la Primera Guerra Mundial? La relación está no solo
en que quien asume la conducción es el máximo héroe francés de esta guerra sino
que ella generó (o potenció al máximo) la polarización ideológica que llevaría
la quiebra de la República. Se había asumido precisamente lo contrario que había
predicado el cine antibelicista de la Gran Guerra en las décadas de los 20 y
30. El culto y orgullo militarista, el nacionalismo extremo, la xenofobia, el
antisemitismo (aunque ya se había fortalecido desde el “caso Dreyfus” el cual
por cierto el año pasado fue representado en otra película, esta vez dirigida
por Roman Polanski) y el ver las libertades democráticas como la causa de la
destrucción de los “valores auténticamente franceses”.
Y en medio
de esa tragedia mucho peor que la misma derrota militar, al día siguiente (18
de junio) se alzó la voz solitaria del general Charles de Gaulle desde la BBC
de Londres. Denunciaba el armisticio y decía que el honor de Francia estaba en
seguir luchando. Daba razones para ello y llamaba a la unión. La verdad es que
pocos lo escucharon en Francia, y menos aún fueron los compatriotas que fueron
a unirse a su Francia Libre. Al principio no tuvo casi ningún apoyo salvo la de
Winston Churchill y su gobierno los cuales no le podían ofrecer nada por estar
a punto de ser invadidos también. Algunos seguramente dijeron: son solo
palabras y con palabras no se vence el mayor ejército de Europa. Pero las
palabras movieron los corazones y poco a poco fueron cambiando la historia,
porque “Ocurra lo que ocurra, la llama de la resistencia francesa no debe
apagarse y no se apagará”. Ruego a Dios que nos sirva a los venezolanos de
inspiración cuando todo parece perdido. “¿Se ha dicho la
última palabra? ¿debe perderse la esperanza? ¿es definitiva la derrota? ¡No!”
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