by Tomás Straka | Ene 30, 2019
“Nos, que somos tanto como vos y todos
juntos más que vos, os hacemos rey de Aragón, si juráis los
fueros, y si no, no”. La gran crisis de legitimidad que actualmente
sacude a Venezuela, nos ha vuelto a demostrar la actualidad de esta vieja
fórmula, con la que se juramentaban los reyes de Aragón. Como un recuerdo
que estaba adormecido en lo más lejano de la consciencia, los venezolanos
volvemos a actuar apegados a la vieja tradición hispánica de la
representatividad, expresada inicialmente en cabildos. Como hicimos en 1810
ante lo que consideramos el gobierno ilegítimo de José Bonaparte; como volvimos
a hacer en 1829 para separarnos de la Gran Colombia, cuya legitimidad también
discutimos; como volvimos a hacer en 1859 liquidar jurídicamente a la república
que veníamos siendo y crear otra, al menos en teoría federal; incluso, en
alguna medida, como lo volvimos a hacer en 1910 con el Congreso de
Municipalidades, cuando la situación llega al extremo del colapso institucional
pleno, siguiendo la tradición convocamos al pueblo a cabildo y allí discutimos
que hacer. A propósito de lo ocurrido en 1810, uno de los promotores de la
república, firmante del Acta de Independencia y de sus primeros historiadores,
Francisco Javier Yanes, alegó la fórmula aragonesa como un derecho
consuetudinario que nos permitía tomar las riendas del poder. En algún
grado es lo que Juan Guaidó y los otros parlamentarios están haciendo
ahora.
En un artículo publicado en este portal en octubre pasado,
Rafael Arraíz Lucca reivindicaba al cabildo colonial como el primer espacio
proto-democrático de nuestra historia. En efecto, el principio esencial
expresado en el juramento aragonés, y más o menos replicado por todos los otros
juramentos (“la jura”) y reinos hispánicos, es que el Pueblo es el que le da al
Rey su condición. Al jurarle fidelidad, delegan su soberanía en él, pero
no como un cheque en blanco, sino a cambio de que éste acepte también respetar
sus derechos (sus “fueros” entonces), “y si no, no”. Obviamente, hay
diferencias importantes entre aquellas juras que en la colonia hacían los
Ayuntamientos, con el mundo actual. Por ejemplo en aspectos tales como lo
que debe entenderse como pueblo –entonces sólo los padres de familia
propietarios reunidos en cabildo, siendo el resto la multitud− o en la
distancia que hay entre una idea de fuero como privilegio, de lo que
entendemos actualmente por derecho. Pero la base es la misma: la soberanía
está en el pueblo y es legítimo sólo el que la recibe de él según lo estipulado
por las leyes. De hecho, esas prácticas fueron claves en el desarrollo de
las ideas populistas de los jesuitas Francisco Suárez y Juan de Mariana, que
tanto influyeron en la configuración de las ideas modernas de democracia en el
siglo XVIII. Baste decir que Mariana fue de los autores atendidos por
Thomas Jefferson y John Adams.
“La separación de España y la de la Gran Colombia, el
inicio y la consumación definitiva de la independencia, se debieron, en gran
medida, a acciones de cabildantes.”
Por eso cuando el gobierno cae en manos ilegítimas, o pierde
por su ejercicio la legitimidad, el pueblo tiene el derecho, y en
realidad el deber, de retomar el poder. Por las buenas, o haciendo
justicia como Fuenteovejuna. Si vemos bien, fue en clave de Fuenteovejuna
que el cabildo de Caracas destituyó a Vicente Emparan para crear una junta,
otra institución hispánica destinada a atender emergencias, cuando consideraron
que en Madrid no había gobierno legítimo. Y fue lo que hicieron las
asambleas reunidas a finales de 1829, cuando Simón Bolívar propuso que se
reunieran los pueblos para elaborar propuestas con miras al congreso que habría
de reunirse en Bogotá en enero de 1830. Fue aquel uno de los últimos
esfuerzos para salvar a la Gran Colombia, pero el dictamen de la Asamblea de
San Francisco (porque se reunió en la iglesia de ese nombre, en Caracas) fue
claro: separarse de aquella república y reunir un congreso propio. El
resto de las principales ciudades la secundó. La separación de España y
la de la Gran Colombia, el inicio y la consumación definitiva de la
independencia, se debieron, en gran medida, a acciones de cabildantes.
Otro tanto pasó con las asambleas de padres de familia y otras figuras
notables, fueron las que una a una separaron a las provincias de la República
de Venezuela entre 1859 y 1863, para formar Estados independientes que
después organizaron los Estados Unidos de Venezuela que fuimos hasta 1953,
cuando volvimos a llamarnos república. Como todo hay que decirlo, fueron
los cabildos controlados por los realistas, los que impugnaron al Congreso de
Angostura, al que consideraron ilegítimo, en 1819 en el “Manifiesto de las
Provincias Unidas de Venezuela a todas las Naciones civilizadas de Europa”.
“Después, cuando la democracia irrumpe en 1945 con la
elección directa del jefe de Estado, los cabildos se relegan completamente a lo
local, cosa que ni siquiera la descentralización de la década de los noventas
revirtió.”
El poder de Fuenteovejuna se disipó en lo subsiguiente entre
las autocracias que dominaron a Venezuela, y después con las ideas modernas de
democracia que la encaminaron la representatividad hacia otros caminos.
Durante los casi setenta años de autocracias que vivimos entre 1870
y 1935, redujo su ámbito de acción a aspectos muy locales. Pero eso no
significó que su capacidad simbólica y legitimadora desapareciera del
todo. Por algo en el intrincado sistema electoral que se impuso a inicios
del siglo XX, se dejó en los concejos municipales la elección de los diputados
al Congreso y, con eso, en última instancia, del presidente. Es decir, se
les siguió convocando como fuente primera de la soberanía, más allá de que
estuviera entonces conculcada por los caudillos, por los comisarios y por el
sector de las elites locales afectas al autócrata de turno. Después, cuando la
democracia irrumpe en 1945 con la elección directa del jefe de Estado, los
cabildos se relegan completamente a lo local, cosa que ni siquiera la
descentralización de la década de los noventas revirtió. ¿Quién se
preocupa realmente por lo que ocurre en su Concejo Municipal o por las
elecciones de las que salen los ediles?
“Es muy probable que lo de los cabildo abiertos le dé muy
rápidamente el paso a otras formas de organización, pero de momento puede ser
el aleteo de un efecto mariposa que le está diciendo al poder, desde el fondo
de lo que históricamente siempre hemos sido: respete las leyes, porque “si no,
no””
El día de hoy tanto la democracia como la descentralización
están en una profunda crisis, por decir lo menos. Con la
institucionalidad desfilachada como no había ocurrido en años, con todo
aparentemente devastado –sólo aparentemente: he ahí un parlamento y unos
partidos funcionando y cosechando mucho de su esfuerzo− parecemos volver a los
inicios, como quien decide restart (“resetar”) todo lo vivido desde
hace dos centurias, para recuperar lo perdido. Es muy probable que lo de
los cabildo abiertos le dé muy rápidamente el paso a otras formas de
organización, pero de momento puede ser el aleteo de un efecto mariposa que le
está diciendo al poder, desde el fondo de lo que históricamente siempre hemos
sido: respete las leyes, porque “si no, no”. Fuenteovejuna está
recuperando el poder.
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