(Segunda parte)
6. En torno a los
debates historiográficos y/o históricos: ¿Cuáles han atrapado su atención y/o
cuáles ha estudiado?¿Cuál es su posición ante ellos?
Por la adscripción temática de mi línea de investigación,
siempre me ha interesado el debate histórico-historiográfico de la leyenda
negra del periodo colonial hispanoamericano, esa que la historiografía patria y
romántica se encargó de construir para justificar la hazaña fundacional de la
emancipación. Al respecto los historiadores positivistas venezolanos y
subsecuentemente el neopositivismo revisionista dieron un giro importante al ser
los primeros en reivindicar críticamente del periodo colonial como parte
íntegra de nuestra cultura. La leyenda negra sabemos constituye una percepción
maniquea y limitada de nuestro pasado que, si bien en el debate académico del
campo historiográfico puede que haya quedado zanjada, sigue siendo la versión
oficial con la cual se enseña historia a nuestros niños y jóvenes en las aulas
de clases; algunas veces por el lineamiento oficial del Estado-Docente en esta
materia, pero en su generalidad por el influjo de una práctica excesivamente
artesanal de la enseñanza de la historia ajustada a una memoria colectiva
totalmente distorsionada por la Historia Oficial. A pesar de que muchos laboran
–laboramos- allí, el aula de clases –en educación básica y media- sigue siendo
territorio perdido para el historiador profesional venezolano, porque no hemos
sabido asirnos a las herramientas didácticas que nos permitan acercar a los
niños y jóvenes a los grandes avances historiográficos de nuestras
universidades y centros de investigación. En pleno siglo XXI, la conciencia
histórica del venezolano sigue anclada al siglo XIX, eso convierte a la
Historia Oficial en un paradigma penosamente dominante, y ese es el debate
–entre otros- que deberíamos estar dando en este momento los historiadores
venezolanos, partiendo de la pregunta: ¿para qué y para quién escribimos
historia?.
7. ¿Cuál fue su primer escrito como
historiador o cuál fue el que más le gustó? ¿Cuáles son sus ritos cuando se
dedica a escribir sobre historia?
Uno de los primeros trabajos que escribí fue sobre José
Manuel “Chema” Saher, el joven guerrillero falconiano que entre 1962 y 1967
perteneció al movimiento subversivo venezolano de los años 60. Fue básicamente
producto del seminario sobre la Lucha Armada en Venezuela dictado por el Prof.
Isaac López, que tras varias reconsideraciones teóricas terminó publicándose
bajo el título de “José Manuel “Chema” Saher: un acercamiento al Imaginario
Político de la Lucha Armada en Venezuela”. En el estudio se intenta aportar una
visión crítica acerca del manejo que se dio –y se sigue dando- a la figura de
este personaje, así como rastrear la construcción de las representaciones e
imaginarios en torno a la mitificación del héroe, sobre todo tomando en cuenta
que se trataba del hijo de uno de los
miembros más emblemáticos del partido Acción Democrática y Gobernador del
Estado Falcón en aquella época, Don Pablo Saher. Es un trabajo sobre el que me
siento bastante satisfecho.
En realidad, por cuestiones de indisciplina, soy poco dado a
seguir ritos precisos, pero sí poseo la manía de ingerir mucho café mientras
escribo, ya sea de historia, o de cualquier otra cosa; y si el café se acompaña
con pan o arepas de trigo mejor aún, es lo que los andinos –no sé si en otras
partes del país también- llamamos el
puntal.
8. ¿Qué tiempo
diario o semanal le dedica a la historia? ¿Qué está leyendo en este momento?
Siempre que puedo. En un país donde reina la incertidumbre,
el tiempo –que ya es relativo- se presenta azaroso. La mayor parte del tiempo
del día hay que dedicarlo a la supervivencia elemental y el resto es tiempo
robado que se invierte al estudio, la lectura y la escritura; esto ha limitado
dramáticamente mi producción científica en los últimos tres o cuatros años
(imagino que es la situación de muchos). Procuro llevar conmigo siempre algún
libro que esté trabajando, nunca se sabe si en la cola del efectivo o en la del
pan nace una buena línea de investigación. A esto hay que sumarle que dependo
en buena medida de la lectura de versiones electrónicas y la fluidez del
servicio eléctrico comporta una seria dificultad al respecto. De allí se
desprende que mis lecturas en este momento sean muy dispersas y desordenadas,
simultáneamente estoy leyendo Historia de
los Venezolanos en el siglo XX de Manuel Caballero, El desarrollo de la noción de tiempo en el niño de Jean Piaget, Historia de la Geografía de Venezuela siglos
XV-XX de Pedro Cunill Grau y releyendo Historias
de Cronopios y de Famas de Julio Cortázar, la literatura –especialmente
cuando se trata de García Márquez o Cortázar- me ayuda a darle fluidez al
discurso histórico y me permite recordar que la historia no debe abandonar su esencia narrativa.
9. Además de la Historia, ¿tiene otros gustos,
placeres o vicios?
Si me permite, responderé con Joaquín Sabina:
“Ni
ángel con alas negras
Ni profeta del vicio (…)
Ni profeta del vicio (…)
Ni
escondo la pasión
Ni la perfumo
Ni he quemado mis naves
Ni sé pedir perdón (…)
Ni la perfumo
Ni he quemado mis naves
Ni sé pedir perdón (…)
Lo niego todo…”
10. ¿Cómo es su relación con las redes
sociales e internet en general? ¿En qué puede ayudar el internet a la
historiografía? (si tiene twitter nos gustaría conocerlo y divulgarlo si le
parece).
Sin internet buena parte de mi trabajo como docente o
historiador no sería posible, me permite acceder a biblio-hemerografía y
fuentes documentales con escasa inversión de tiempo, y me posibilita el
privilegio de estar al día con lo que se produce en materia historiográfica en
otras partes ahora mismo. Además, es un hecho que sin esa herramienta tan
poderosa, toda la producción científica venezolana hubiese terminado de
desaparecer hace años ante las dificultades y costos de impresión en físico. Pero
también puede que esa maravilla propicie tal inundación de información y
recursos que a estas generaciones, como la mía, les sea difícil concretar y
concentrar la mirada en una sola cosa por el tiempo suficiente como para hallar
lo sustancial. Es uno de los riesgos de vivir la modernidad líquida de la que
nos advirtió Zygmunt Bauman. Las redes sociales son otra maravilla del siglo,
un microclima social digno de estudio; me resulta una buena opción de
interacción cultural y académica. Pero debemos preguntarnos sobre los espacios
sociales que hemos abandonado al recluirnos en la pantalla y el monitor. En
este momento tan nefasto, por ejemplo, ¿dónde está la clase política e
intelectual del país (si es que existe)? En las redes sociales, plataforma
desde donde atacar al poder siempre es más “chévere”.
Por supuesto. Mi twiter es: @NestorRoxas4
11. ¿Cómo sobrevive
(en lo económico, en lo profesional y en lo espiritual) siendo historiador? ¿Se
puede ser historiador en Venezuela?
De hecho, se es historiador en este país, el problema es a
qué costo y con cuánta dignidad. Soy historiador en Venezuela, y en lo
económico no es precisamente la profesión que me ha brindado la posibilidad de
sobrevivir; la docencia por otro lado me proporciona una remuneración con la
cual puedo sobrellevar a medias los requerimientos básicos de la subsistencia,
de tal modo que debo complementar mi profesión de historiador con la vocación
docente. Resulta cada vez más cuesta arriba, pero es también un asunto de
elecciones: sigo eligiendo ser historiador y sigo eligiendo hacerlo en
Venezuela, y eso es tal vez una apuesta a lo incierto, no sé sí el porvenir me
lo recompensará o me pasará factura. Pese a las serias limitaciones económicas,
en lo espiritual experimento la serenidad que propia de aquellos que hacen lo
que aman, me desempeño en actividades para las que llevo años formándome y en
las que encuentro la grata sensación de estar realizando la vocación que intuía
hace unos veinte años atrás. Otro elemento crucial al respecto es mi familia,
son el soporte espiritual que me mantiene a flote en medio de esta tribulación,
ver crecer a Sara (mi hija) es el impulso más fuerte que me empuja a
sobrevivir.
(Mañana finaliza)
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